“El mestizaje es una riqueza, pero en ciertas circunstancias puede convertirse en una condena”
“El mestizaje es una riqueza, pero en ciertas circunstancias puede convertirse en una condena”
Miguel Bonnefoy
- El corazón de Miguel Bonnefoy y su identidad están divididos entre al menos tres países.
Nació en Francia, de padre chileno y madre venezolana.
A este trio se le han ido sumando otro lugares en los que ha vivido, como Argentina y Portugal, además de Dinamarca, el país de su esposa y sus hijas.
A veces se siente más francés, a veces más venezolano, algo que no lo incomoda en lo más mínimo. Para él, el mestizaje del cual es fruto es un tesoro y una gran virtud.
Su historia familiar le sirvió de inspiración para escribir Herencia (Armaenia, 2021), una novela que relata la vida de un inmigrante francés en el Chile del siglo XIX y la de sus descendientes franco-chilenos, cuatro generaciones marcadas por las guerras mundiales y el régimen de Augusto Pinochet.
Desde París, Miguel Bonnefoy, quien fue galardonado con el Premio al Joven Escritor de Lengua Francesa en 2013, habló de su obra, en la que aborda temas como el desarraigo y la identidad mestiza.
¿Qué tanto hay de tu historia personal en “Herencia”?
Hay mucho de la historia de mi familia paterna.
Como el protagonista, mi tatarabuelo se fue de Francia a Chile con una pequeña planta de uva en el bolsillo y con la idea de volver a sembrarla.
Fue parte de una gran comunidad de inmigrantes franceses que se fueron a ese “nuevo país” a 12.000 kilómetros de distancia, y crearon un pequeño mundo totalmente francés que no tenía casi nada que ver con Chile.
Tanto en el libro como en mi historia hay cuatro generaciones de franceses que vivieron en Chile, que vieron dos guerras mundiales y la dictadura de Pinochet.
Pero en mi historia personal hay muchos más personajes. Para escribir la novela tuve que sacar a algunos y creé otros.
Obviamente, también le metí algo de ficción para que fuera más interesante, y para darle una perspectiva más amplia y universal incluyendo hechos históricos.
Quería que sirviera para contar la historia de muchos franceses que migraron a Chile en el siglo XIX, pero también hablar de manera general de la historia de las migraciones y lo que significa ser exiliado voluntaria o involuntariamente.
Como dices, en tu libro recorres cuatro generaciones que han pasado por guerras mundiales, dictaduras y exilios. Termina justamente con el régimen de Pinochet. ¿Cómo la vivieron tus padres y cómo influyo en lo que eres ahora?
A mi padre lo torturaron en Villa Grimaldi (uno de los mayores centros de detención y tortura durante el gobierno de facto), luego lo mandaron a una cárcel común y después se tuvo que exiliar en Francia.
Es la razón por la que vivo en Francia y escribí “Herencia” en francés.
Yo soy simplemente un hijo de refugiados políticos.
Naturalmente, ese periodo fue muy duro para mi padre y por consecuencia para mí. Yo crecí escuchando a mi papá hablar mucho de la dictadura.
Al principio me pareció que sólo era una realidad política, pero luego me di cuenta de que con esa historia se podía perfectamente escribir una novela con una visión más amplia.
Somos una mezcla de africano con europeo o indígena y es nuestra fuerza tener esa mezcla”.
Pensé que si lograba introducir ese dolor y esas heridas en una estructura narrativa y darle fuerza a los personajes, podía transformar esos recuerdos familiares nefastos y dolorosos en algo más luminoso como la literatura.
Viviste en Venezuela durante varios periodos de tu niñez, tu adolescencia e incluso durante un par de años en tu vida adulta, ¿sentiste choques culturales las varias veces que te mudaste a Europa?
Siempre estuve de ida y vuelta entre Venezuela y Francia y entre América Latina y Europa, como un juego de pin pon.
Hubo un fuerte choque cultural al principio y luego me acostumbré a esa ida y vuelta.
Ahora me parece absolutamente natural viajar entre idiomas, culturas e idiosincrasias.
¿Qué es lo más complicado de tener tres identidades y tres países?
Por mucho tiempo pensé que tener tres identidades era complicado y que me podría clavar algunas espinas, pero estoy cada vez más convencido de que es una riqueza y un tesoro.
Trae algo que tanto necesita el mundo: la tolerancia a la diferencia.
Hoy podemos ver que los patriotismos, las fronteras y muchas guerras se deben a lo mismo: a la falta de tolerancia o miedo a otras culturas.
La identidad mestiza es una virtud.
Hace poco estaba leyendo el discurso del escritor colombiano William Ospina cuando se recibió el premio Rómulo Gallegos en Caracas, en el que dice que es difícil encontrar a un latinoamericano en la actualidad que diga que sólo es peruano o venezolano.
Somos una mezcla de africano con europeo o indígena y es nuestra fuerza tener esa mezcla.
Para mí ha sido una fuerza, pero sé que hablo desde un lugar privilegiado, que no lo es para todo el mundo.
Por mucho tiempo pensé que tener tres identidades era complicado y que me podría traer algunas espinas, pero estoy cada vez más convencido de que es una riqueza y un tesoro”.
¿Qué quieres decir?
Hace poco tiempo hablaba con mi amigo Xavier Le Clerc, cuyo verdadero nombre es Hamid Ait-Taleb, quien es argelino, pero decidió cambiarse el nombre.
Se puso un nombre súper francés, rechazándo sus raíces magrebíes, porque se dio cuenta de que en Europa era mucho más complicado ser Hamid Ait-Taleb que llamarse Xavier Le Clerc.
El mestizaje es una riqueza, pero a veces, en ciertas circunstancias y sociedades, puede convertirse en una condena.
Ser francés y danés quizás es considerado un buen mestizaje en ciertos lugares.
Pero ser indio y argelino y tratar de vivir en Francia, por ejemplo, lamentablemente puede ser una condena en la actualidad.
Todo depende de dónde vienes y a dónde migras.
¿Qué tan cercano te sientes a tus raíces latinoamericanas?
Me siento mucho más cerca de mis raíces venezolanas naturalmente, porque viví mucho más tiempo allá y conozco muy bien la cultura venezolana, que vive en mi corazón.
Chile es también otra inmensa columna de ese templo que es mi identidad, porque mi padre es chileno y he pasado mucho tiempo de mi vida en Santiago.
Pero también viví en Buenos Aires y en Resistencia, en el norte de Argentina, y ese también es un país que tengo en mi corazón.
Por supuesto, me siento muy cercano a Francia, pero también viví en Lisboa durante mi adolescencia.
Además, he vivido en Roma y en Berlín, y ahora paso mucho tiempo en Copenhague porque mi esposa es danesa.
Ser francés y danés quizás es considerado un buen mestizaje en ciertos lugares. Pero ser indio y argelino y tratar de vivir en Francia lamentablemente puede ser una condena”.
Así que no son dos o tres identidades, sino muchas que se han ido mezclando.
Algunas se van diluyendo poco a poco y otras que se van reforzando mientras más pasas tiempo en esos lugares
¿Qué tratas de transmitirle como legado a tus hijas?
Mis hijas son danesas. Yo les hablo en español, mientras que mi esposa les habla en danés y vivimos en Francia.
Trato de transmitirles el tesoro de la tolerancia y la importancia de entender las diferencias.
También les enseño que es bonito tener varios idiomas en tu cabeza porque te da una diversidad ideológica.
Todos los idiomas tienen palabras únicas de las que puedes aprender un concepto que para otras personas resulta desconocido.
Hay estudios que sugieren que las personas que hablan un solo idioma funciona diferente al de la gente bilingüe o trilingüe…
Claro. Pero no creo que haya alguna jerarquía.
Hay gente que habla muchos idiomas y no es tan brillantes como otras personas que sólo hablan uno.
Lo que sí es cierto es que cuando hablas varios idiomas puedes nombrar más cosas, lo que hace que en tu mundo existan más cosas y esa una riqueza.
¿Sigues lo que pasa en Venezuela con el mismo fervor que sintieron los personajes en tu libro desde Chile cuando les llegaban las noticias sobre las guerras mundiales?
Por supuesto. Mi padre vive en Caracas, mi madre viaja para allá muy a menudo y tengo a otros familiares que viven allí.
Sigo de manera constante lo que está pasando en Venezuela.
Como muchos otros venezolanos, tengo el corazón llorando y sangrando con esperanzas y desilusiones.
Cuando estás lejos a veces terminas viviendo las cosas incluso con más dolor porque lo único que ves es el horror. No te das cuenta de que la gente sigue viviendo y yendo al supermercado.
¿Hoy te sientes más chileno, más francés o más venezolano?
Cuando estás viviendo en un lugar empiezas a agarrar reflejos lingüísticos y del día a día y quizás te sientes un poco más francés si estás en Francia.
Pero cuando aparece la bandera de Venezuela y escuchas el “Gloria al bravo pueblo” (el himno nacional) o lees una obra literaria venezolana te vuelve a llegar una venezolanidad inmensa y te sientes el más venezolano de todos.
Pero eso es simplemente porque estás lejos y porque el país te hace falta.
Por eso es complicado decir si te sientes más de un lugar que de otro, porque depende del momento de vida.
Ahora estoy en Francia, con niñas pequeñas, y estoy concentrado en eso.
Pero sé que pronto voy a volver a Venezuela y voy a vivir otra gran etapa latinoamericana.
No tengo ninguna preferencia entre Francia o Venezuela. La verdad es que tengo el corazón partido en dos y soy un cóctel de identidades distintas, como es el caso de mucha otra gente que ha vivido en países distintos.
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