Narcotráfico y anarquía social
Narcotráfico y anarquía social
Mientras el negocio del narcotráfico continúe produciendo las pingües ganancias que hoy nutren los bolsillos de los irregulares en el mundo, la delincuencia común continuará incrementándose, la corrupción pública y privada se perpetuarán, la subversión política encontrará soporte financiero y la variedad de crímenes se acrecentará vertiginosamente; en el entre tanto, las sociedades y los Estados, víctimas del flagelo, avanzan con paso “paquidérmico” en sus políticas de control a los factores que lo generan, porque la propia corrupción se los impide.
La expresión “narcótico” proviene del griego “narkoyn”, que significa entumecer y etimológicamente se refiere a una sustancia que estimula y potencia el ánimo de las personas en alguna de sus fases de actividad para finalmente producir efectos depresivos en el sistema nervioso central.
Lo primero, porque de algún modo la misma humanidad viene produciendo el deterioro cada vez más acelerado de la psiquis individual y colectiva del hombre y de la sociedad al permitir, de un lado, avanzar la pobreza a niveles de miseria e incrementar las desigualdades sociales a grados infamantes e indignos; y, del otro, acrecentar la riqueza de los más ricos hasta el límite de la alienación.
Pienso que nada está afectando más a la humanidad entera que el tráfico y uso anormal de narcóticos, que en medicina se utilizan para producir sopor, relajación muscular, embotamiento de la sensibilidad, evasión de la realidad circundante, que provocan sueño o estupor e inhiben la transmisión de señales nerviosas asociadas al dolor, etcétera, que comprenden gran variedad de medicanentos con efectos psicoactivos, aunque terapéuticamente no se usen para promover cambios en el humor, como los psicotrópicos, sino por otras propiedades farmacológicas analgésicas, anestésicas, antitusivas, antidiarreicos, etc.
Se ha llegado sin embargo al extremo de que estos medicamentos elaborados con fines preventivos o curativos son a menudo desviados del objetivo científico con que fueron creados, para usarlos no solo como tranquilizantes sino también como euforizantes. Algunos narcóticos son anestésicos; pero en su mayoría son agentes de la clase de los opioides. En general son sustancias con remifentanilo o ketamina.
En los Estados Unidos se consideraba la substancia activa del Cannabis (marihuana) como un narcótico analgésico, criterio que fue variado por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) al retirarlo de la lista de substancias narcóticas y hoy, en algunos Estados, se expende libremente para el consumo humano, en una decisión muy controvertida todavía.
La cocaína, también de la familia de los narcóticos, es un alcaloide que se obtiene de la planta de coca que se produce en Suramérica, en la Islas de Java y en la India, con efecto estimulante del sistema nervioso y supresor del hambre, usado en Inglaterra en medicina como anestésico y en cirugías de ojos y nariz de los niños. En la mayoría de los países está prohibido, incluso para usos médicos. A nivel del sistema nervioso central, actúa específicamente como un inhibidor de la recaptación de serotonina-norepinefrina-dopamina, aumentando el efecto de estos neurotransmisores, causando diferentes acciones a nivel sistémico.
Más delicados son aún los alucinógenos (o drogas psicodélicas) – igualmente de la familia de los narcóticos- que afectan la percepción visual, sonora, táctil, olfativa, sensorial de las personas, le muestran una realidad absolutamente distorsionada, exacerban la imaginación y pueden llegar a ejercer poderosos efectos en su modo de pensar, en su conciencia y en su autoestima, siendo los más fuertes los sintéticos o semi sintéticos, o sea, aquellos como el LSD, MDA (metilendioxianfetamina) y el éxtasis (metilendioximetanfetamina o MDMA). Unos pocos alucinógenos proceden de fuentes naturales, tales como la mescalina del cactus peyote y la psilocibina de los ‘hongos mágicos’, cuyos efectos son menos drásticos.
Ninguno de los alucinógenos tienen usos legales, siendo los más corrientes el LSD, el éxtasis y la psilocibina (u ‘hongos mágicos’) que habitualmente se expenden de contrabando. Otras sustancias tales como la fenciclidina (polvo de ángel) y la mescalina están menos disponibles, pero se encuentran, por igual, en el mercado negro.
El opio es una mezcla compleja de sustancias que se extrae de las cabezas verdes de la adormidera (Papaver somniferum) parecida a una amapola común, que contiene las drogas narcóticas y analgésicas llamadas morfina y heroína, así como otros alcaloides; crece hasta un metro y medio aproximadamente y produce flores blancas, violetas o fucsias. Es una planta anual, que puede comenzar su ciclo en otoño aunque lo habitual, en el hemisferio norte, es a partir de enero; florece siempre a finales de mayo y es cuando se puede proceder a la recolecta del opio.
A pesar de las prédicas de los países desarrollados de estar haciendo ingentes esfuerzos por controlar el consumo de todos estos narcóticos, el gran negocio en este momento es su tráfico universal. Algunos de los narcóticos naturales suelen venderse en su forma original, pero cuando están refinados pueden suministrarse como líquidos, pastillas o cápsulas. Análogamente, los alucinógenos sintéticos o semisintéticos se producen en forma de pastillas, cápsulas o líquidos (por goteo sobre papel secante, terrones de azúcar u hojas de gelatina).
Lo grave de todo esto es que los procesos de industrialización que como aporte demoníaco se han hecho a este negocio de volúmenes incalculables, así como sus principales insumos, han provenido de las naciones más desarrolladas; y que el destino malvado de la “droga elaborada y lista para el consumo”, el 80% de ella, va a dar -en una especie de “boomerang” siniestro- al corazón mismo de sus sociedades: a sus juventudes.
Al final de cuentas resultan los países desarrollados financiando ilícitamente a la delincuencia común, que como en México, Colombia, Venezuela, Bolivia, Perú, Norte de Argentina, gran parte de centro américa y el Caribe, Afganistán, China, India, un buen sector del sudeste asiático, etcétera, se han nutrido o se nutren todavía de los millones de dólares y euros de los cientos de miles de consumidores y traficantes de narcóticos en sus territorios o desde sus puertos o aeropuertos. Como también es cierto que casi todas las guerrillas o movimientos subversivos y terroristas existentes en la actualidad han acudido a la perversa estrategia de financiarse con el “narcotráfico”, además de la extorsión y el secuestro, de las cuales se sostenían exclusivamente desde hace algo más de dos décadas.
El resultado final es que la descomposición social que se ha vivido en muchas naciones en los últimos 50 años ha tenido como principal causa u origen en el narcotráfico, porque este ha corrompido instituciones enteras de carácter civil, militar, político, administrativo, deportivo, religioso, etcétera, etcétera; e incluso llegó hasta pervertir los propios principios revolucionarios; todo con un desgaste criminal general en muertes y un desangre inicuo en recursos económicos de todos que jamás se podrán calcular.
Por todo lo expuesto pienso, que no es incrementando el pie de fuerza represiva, ni gastando millonadas en inteligencia civil y militar, ni mucho menos “fumigando guerrilleros” con armas de destrucción masiva como vamos a acabar con este azote de la humanidad. Lo prohibido siempre será atractivo para el ser humano. Pienso en cambio en medidas internacionales destinadas a investigar científicamente y con mayor profundidad las aplicaciones médicas e industriales de los narcóticos, a “legalizar” la producción y comercio de los mismos y a regular su tránsito interno y externo.
Dejo esta inquietud para desarrollos posteriores dado que el tema es de muy vastas proporciones.
Comentarios:
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