Política y politiquería
Política y politiquería
El año pasado escribí varios comentarios para un medio nacional sobre mis experiencias en la política y como la veía después de mi retiro; conté en aquel entonces parte de mi historial de revolucionario estudiantil como miembro del Comité Ejecutivo de la Unión Nacional de Estudiantes Colombianos (UNEC) organismo de izquierda radical de finales de los 50 y principios de los 60; y de dirigente y asesor sindical entre finales de los 60 y principios de los 70, años estos en los que dirigí varias huelgas en los sectores público y privado, dando testimonio fiel de la óptica con que observaba la política y a los políticos de mi país y del subcontinente, plagados como todas las políticas y sus protagonistas de la época y de hoy en América Latina, de enormes vicios éticos y profundas simas morales.
No escatimaba oportunidad y esfuerzo para –lanza en ristre- desenmascarar a la oligarquía gobernante, enrostrarle a los dirigentes políticos su doble moral, desentrañar la corrupción de la clase dirigente, culpar a los partidos políticos tradicionales de toda la descomposición existente, calificar nuestras democracias de herramientas de la “plutocracia” nacional e internacional y a nuestros gobiernos de títeres de los Estados Unidos y de los demás imperios europeos.
Ese era el lenguaje mordaz y cáustico con que aludíamos a la problemática nacional e hispanoamericana desde las tribunas callejeras de la izquierda, sin pensar seriamente en que, igual que los objetivos que atacábamos, nosotros también estábamos haciendo política, porque gobernábamos la voluntad y las ideas de un importante segmento de la población universitaria y sindical que pensaba diferente, creía diferente y actuaba diferente a quienes detentaban las riendas del poder del Estado.
Nos enfrentamos a todo y a todos: a las democracias imperfectas y a las dictaduras militares de la época, fuimos llevados a las mazmorras oficiales como disidentes políticos, se nos ultrajó y torturó por la autoridades, se nos amedrentó con la muerte por agentes del Estado si no declarábamos lo que ellos deseaban y finalmente se nos liberó bajos condiciones denigrantes que afortunadamente cambiaron cuando la última dictadura militar cayó, así no hubiesen variado las condiciones de pobreza, miseria y desigualdad del pueblo.
Así actuábamos antes de ingresar a las corporaciones públicas de representación popular promovido básicamente por los sindicatos y jóvenes estudiantes de mi región y un grupo de liberales progresistas que creyeron en mi discurso; para hacerlo, decliné la invitación que me hicieron algunos compañeros de lucha social para ingresar a las guerrillas de liberales perseguidos por la policía política del gobierno y de comunistas radicales, que se formaban en ese momento.
Mi ingreso al Senado de la República en 1974 no me hizo variar sustancialmente mis iniciales criterios críticos de la política y de los políticos, pero no puedo negar que sí me permitió distinguir entre política y politiquería, así como también, entre políticos y politiqueros. Por algo hasta las propias definiciones de lo uno y de lo otro han variado en nuestro idioma hasta el punto de que “el arte de gobernar” que era la definición clásica griega de política, ya no es solo eso sino mucho más. Veamos.
- Política o político puede ser un adjetivo que puede expresar algo relativo a la doctrina política o también a la actividad política;
- Como adjetivo puede también significar cortés o con buenos modales de comportamiento;
- Igualmente como adjetivo puede decirse política o político a quien interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado;
- También como adjetivo puede ser un parentesco por afinidad;
- Como sustantivo puede ser una arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados;
- Como sustantivo también es toda actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos;
- Como sustantivo, es toda actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo;
- Puede ser también el arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin útil o benéfico; y,
- Finalmente, pueden ser las directrices u orientaciones que se impartan para alcanzar ese mismo fin.
Hablar entonces mal o denostar de la política o de los políticos en forma genérica puede resultar a la postre un “boomerang” que se le devuelva a quienes pretendiendo no haber sido políticos jamás o no haber hecho política nunca, resultan hablando mal de si mismos, o porque han interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo, y por ello han hecho política o son unos políticos “de medio pelo”; o porque han expresado algo relativo a la doctrina política o también a la actividad política, para exaltarla o para infamarla, con lo cual también hacen política y son políticos académicos o resentidos o frustrados; o porque poseen gran habilidad y destreza para manejar el arte con que conducen sus asuntos profesionales o se emplean las herramientas para alcanzar un fin determinado, por ejemplo en los medios, con lo cual también hacen política; o porque en su actividad diaria imparten “orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado”, por ejemplo, en el deporte, con lo cual también hacen política deportiva.
“Politiquear”, en cambio, tiene ya acepciones en el diccionario de la RAE como 1. Intervenir o brujulear en política; 2. Tratar de política con superficialidad o ligereza; y, 3. Hacer política de intrigas y bajezas. Aclaremos que a su vez “brujulear” significaría: Buscar con diligencia y por caminos turbios el logro de una pretensión, con lo cual estaríamos diciendo que la “politiquería” es la acción de hacer política por senderos sinuosos y corruptos y que los “politiqueros” son aquellos políticos que utilizan estos métodos para obtener sus propósitos. Ahora, de que los hay, los hay; y son muchos, en unos países más que en otros, pero no es prudente ni honesto generalizar, por lo dicho, porque en términos puntuales las generalizaciones son perversas y tienden a condenar “justos por pecadores” y porque de pronto las lanzas se devuelven contra quien o quienes las arrojan.
Durante más de un cuarto de siglo vi “politiquear” a muchos colegas en varios de los Congresos Latinoamericanos desde mi “atalaya” de miembro y Vicepresidente del Congreso colombiano, de Vicepresidente y Presidente del Parlamento Andino y de miembro del Parlamento Latinoamericano; como también pude apreciar desde allí a exponentes valiosos y honestos de las diferentes ideologías y actividades políticas; compartí con políticos de gran comportamiento moral y ético; aprecié igualmente a dirigentes de los partidos que intervenían en los temas de gobierno y en los negocios de Estado con gran transparencia; escuché los planteamientos sabios y acertados de quienes regían los destinos de los países o aspiraban a regir los asuntos públicos, como también los vi caer víctimas de las balas asesinas de sicarios del narcotráfico y del terrorismo; vi la forma inteligente y acertada como muchos políticos manejaron el arte de gobernar a sus pueblos y condujeron los asuntos públicos pero también palpé las trazas de deshonestidad de muchos colegas para alcanzar determinados fines sin importar los medios utilizados; y finalmente, pude apreciar de cerca la habilidad y destreza con que algunos políticos impartieron las directrices u orientaciones para alcanzar los fines útiles y benéficos de la política; como también las mentiras, trampas y ardides con que no pocos políticos engañaban al pueblo, al Congreso y al Gobierno para obtener gajes y prebendas para ellos y sus familiares.
Conclusión: la política es el arte de gobernar y orientar bien a los pueblos con fines de crecimiento colectivo y progreso individual y familiar; nadie puede negar que Hispanoamérica ha crecido y progresado sus pueblos, no tanto como sería el ideal particular de algunos, pero en promedio ese es el resultado; ¿errores y corrupción de políticos y empresarios en los países de mayor retraso? claro que si y esto amerita una “reingeniería profunda” en la ética pública y privada. ¡¡ Manos a la obra!!
Comentarios:
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