La muerte de los rehenes de las FARC, un “crimen de guerra”
La muerte de los rehenes de las FARC, un “crimen de guerra”

Los cuerpos de los cuatro uniformados muertos en poder de las FARC fueron recibidos con honores militares en el aeropuerto militar de Catam en Bogotá. Foto: Efe
Efe. Washington / Bogotá.- La organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW) calificó este lunes de “crimen de guerra” el asesinato de cuatro miembros de las fuerzas de seguridad colombianas secuestrados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Este hecho “muestra el absoluto desprecio de este grupo guerrillero por la vida humana” lamentó la organización en un comunicado en el que recordó que tres de las víctimas recibieron disparos en la cabeza y un cuarto en la espalda.
“El asesinato por las FARC de personas en cautiverio constituye un crimen de guerra”, afirmó José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch, quien enfatizó que “los responsables de estos crímenes deben ser llevados ante la justicia y responder por las atrocidades que cometieron”.
El 26 de noviembre de 2011, tras un combate entre las FARC y el Ejército colombiano, fueron hallados en el departamento sureño de Caquetá los cuerpos de los policías Edgar Yesid Duarte Valero, Elkin Hernández Rivas y Álvaro Moreno y el sargento mayor del Ejército José Libio Martínez, que habían estado secuestrados durante más de 10 años.
El sargento de policía Luis Alberto Erazo fue el único secuestrado que logró huir del campamento guerrillero y fue encontrado con vida por soldados colombianos.
Las familias reciben los cadáveres
Los cadáveres de los tres policías y el militar asesinados fueron entregados este lunes a sus familiares en Bogotá.
La entrega puso fin a una vigilia que las familias mantuvieron desde el domingo por la noche, con el traslado de los despojos a la capital colombiana, ciudad a la que horas antes había arribado el único sobreviviente de la matanza, el policía Luis Alberto Erazo.
Desde entonces, los cadáveres estuvieron en manos del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (INMLCF, legista), que conformó un equipo de veinte expertos para las tareas de necropsia, que tomaron más tiempo de lo normal.
El director de la entidad estatal, Carlos Eduardo Valdés, había advertido previamente de lo dispendioso de este procedimiento, necesario para determinar en detalle la manera y la causa de los decesos, y establecer la identificación plena de los rehenes.
Un esfuerzo para que “estos hechos sean aclarados y se conozca la verdad”, apuntó entonces el médico Valdés, cuyo despacho tuvo a cargo la entrega de los cadáveres de las víctimas, tres policías y un militar.
Los féretros con los despojos partieron en dos caravanas, una hacia el Centro Religioso de la Policía Nacional y otra hacia el Cantón Norte (militar), para sendos velatorios que irán hasta el martes por la mañana, cuando serán traslados a la Catedral Primera, para una eucaristía en su memoria.
En el oficio religioso estará el presidente Juan Manuel Santos, quien el mismo día de los hechos alzó su voz para denunciarlos como “un crimen atroz” y de “lesa humanidad”.
Los policías Edgar Yesid Duarte (coronel), Elkin Hernández (mayor) y Álvaro Moreno (intendente jefe), así como el militar José Libio Martínez (sargento mayor), murieron el sábado pasado por la mañana en las selvas de Solano, remota población en los límites del departamento del Caquetá con el del Putumayo.
Duarte y Hernández habían sido tomados cautivos en octubre de 1998, Moreno en diciembre de 1999 y Martínez en diciembre de 1997, lo que lo hacía el uniformado con más tiempo en manos guerrilleras.
“En realidad, ellos fueron una familia, en medio de su tragedia”, expresó Judith Moreno, hermana del intendente Moreno y quien quiere hablar cuanto antes con Erazo para que le diga cómo estaba Álvaro, qué decía de su familia.
La matanza la cometieron miembros del frente 63 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que los tenían sometidos a una constante itinerancia junto al sargento que sobrevivió a los hechos y que estaba secuestrado desde diciembre de 1999.
“Siempre andábamos al sur de Caquetá, a unos 170 kilómetros de Florencia (la capital regional) y a 30 kilómetros del río Caquetá, hacia el oriente”, precisó hoy Erazo en unas declaraciones a la prensa en Bogotá.
El sargento compareció desde el cuarto del Hospital de la Policía en el que fue ingresado el domingo por la tarde y en el que supo entonces del desenlace fatal de sus compañeros de cautiverio, que hacían parte de un grupo de rehenes con fines de canje por insurgentes presos del que todavía quedan once retenidos.
Los cuatro fueron ejecutados tras el ingreso en el área de una patrulla militar que, poco después, detuvo a una rebelde de 23 años que sostuvo hacer parte de un puesto de guardia a cincuenta metros del campamento, base provisional que sus compañeros habían montado la víspera de los hechos.
Erazo se salvó por haber corrido en dirección contraria a la de los guerrilleros una vez que se escucharon los primeros disparos en los alrededores.
“Siento los impactos (esquirlas de granada), uno en la cara y otro en el cuello, y se me ocurre que lo único es irme al monte”, narró el policía, cuyo estado de salud y de ánimo tiene sorprendido al equipo médico que lo asiste.
Casi ocho horas después, el sargento salió de su escondite y caminó hacia un claro de la selva en el que se hallaban varios militares.
“La fuerza pública llega hasta el infierno”, afirmó Erazo al referirse al nuevo jefe máximo de las FARC, “Timochenko”, alias de Rodrigo Londoño Echeverri, a quien le advirtió de que las tropas irán por él esté donde esté.