La Navidad: Mitos, leyendas y chascarros
La Navidad: Mitos, leyendas y chascarros
La temporada navideña ya se nos ha venido encima una vez más, y si uno pone atención podrá darse cuenta que pareciera que cada año ella se nos viene más temprano, por lo menos en lo que dice a su aspecto comercial que es al fin de cuentas el más visible de todos: prácticamente al otro día de Halloween, esto es el 1º de noviembre, ya las tiendas empiezan a poner sus decorados navideños recordándonos que es el momento de pensar en poner unos cuantos dólares aparte para regalos, comidas, visitas y otros accesorios que hacen parte de la festividad más importante del año.
En un estricto sentido sin embargo, no deja de ser interesante destacar que la fecha supuestamente dedicada a celebrar el cumpleaños de Jesús es completamente artificial y arbitraria. En los hechos no hay registro alguno que indique la real fecha de nacimiento del personaje que luego tendría tan significativo impacto en la historia del mundo. Algunos, basados en la referencia al traslado de José y María a su ciudad natal con motivo del censo romano, creen que la verdadera fecha de nacimiento de Cristo pudo haber sido alrededor de marzo. Tampoco su año natal habría sido el “año 1”, evidencias históricas indican que en verdad Cristo habría nacido cuatro años “antes de Cristo”, un error en los cálculos habría sido la causa de esta discrepancia.
Eso si es que hemos de dar crédito a que Jesús haya existido del todo, ya que hay quienes creen que se trataría de un personaje inventado, probablemente conformado por la fusión de personajes reales cuyas características como predicadores religiosos tendrían ciertas similitudes. En verdad no veo mucha utilidad en el debate mismo sobre si el personaje existió o no, lo cierto es que su impacto es indiscutible y que resulta difícil pensar que un efecto tan profundo y duradero en las mentalidades de la gente sea producto de un personaje ficticio. Por cierto alguien podrá objetar que hay personajes ficticios que han desarrollado un intenso seguimiento casi de culto, por nombrar sólo algunos Sherlock Holmes, Superman y el mismísimo Santa Claus o Papá Noel, pero todos ellos deben aun someterse a la prueba del tiempo de su popularidad, y me imagino que en esto es difícil igualar los veinte siglos de Jesús.
Lo que me lleva a plantear derechamente que la cuestión central no es si Jesús existió o no sino más bien quién fue el personaje. Aquí es donde se entrelazan la historia—supuestamente el registro palpable o demostrable de los hechos reales—con el mito, la leyenda y hasta los chascarros. Admitamos que el personaje histórico realmente existió porque aunque hay documentos contemporáneos a él que lo mencionan y que han recibido también algún cuestionamiento, por otro lado es difícil encontrar una mejor explicación para la expansión e impacto del conjunto de conceptos que se hace llamar el cristianismo, que por lo menos cierta referencia a algún individuo con extraordinario poder de liderazgo o carisma capaz de encender ese fervor que a su vez desató un importante cambio cultural. En ese sentido tiendo a pensar que este hombre, el personaje histórico llamado Jesús (versión latina de su nombre hebreo Joshua, que en español sería el poco común Josué) desempeñó efectivamente ese rol de líder religioso reformador, probablemente con algunos matices políticos también por lo que los romanos lo verían como una amenaza, y con un fuerte contenido místico. Un sujeto no extraño en un tiempo en que personajes de estas características aparecían con cierta frecuencia: Juan el Bautista, que supuestamente era primo de Jesús sería un ejemplo, más tarde Simeón, un místico y asceta que se puso a vivir arriba de un pilar sería otro. Probablemente personajes que si vivieran hoy día serían vistos con sospecha de tener algún tornillo suelto, la verdad sea dicha.
El mito en torno a Jesús se refiere por cierto a toda esa narrativa ideológicamente construida que lo hace nacer de una madre virgen—una contradicción en los términos—lo presenta más tarde efectuando toda suerte de milagros, y por último lo sitúa como vencedor de la muerte en la idea de su resurrección. El término “mito” en este caso lo utilizo en su concepción antropológica, del vocablo griego “mythos” que quiere decir historia o explicación, no en la acepción popular de algo falso. En los hechos el mito es verdadero para quienes creen en él: el mito de Jesús hijo de Dios para los cristianos, como para los antiguos griegos era el mito del dios Zeus concibiendo a Hércules con Alkmene, una hermosa mortal. El mito generalmente no tiene una referencia a un tiempo específico, la divinidad de Jesús es atemporal, por siempre.
La leyenda por otro lado se refiere a un contexto histórico específico, la muerte y resurrección de Cristo y los acontecimientos que rodean este hecho: personajes que dan testimonio de ellos y detalles de lo que ocurre en esos instantes. La leyenda es también una construcción ideológica, muchas veces con narrativas contradictorias o de poca credibilidad, pero con alguna base real después de todo—a no ser que neguemos la existencia de Cristo por completo—el personaje habría sido ampliamente conocido en su medio y por lo tanto es altamente posible que en torno a él se tejieran historias, reales o no.
Por último lo de chascarros se refiere más bien a las construcciones ideológicas menos serias del personaje, por algo se usa el término chascarro también con referencia a algo cómico o al menos anecdótico. En este sentido la categorización calzaría muy bien a toda la narrativa en torno al nacimiento y primeros días de Jesús. Justamente el aspecto que se celebra en estos días (por lo demás una arbitraria cooptación hecha por la Iglesia de la antigua celebración pagana de las Saturnalias por las que los romanos festejaban al dios Saturno en el mes de diciembre, a su vez adaptación de una tradición religiosa aun más primitiva, el solsticio de invierno, celebrado desde tiempos inmemoriales por prácticamente todos los pueblos europeos, sin ir más lejos el famoso árbol de Navidad es en verdad un rito pagano nórdico por el cual en torno al solsticio, cuando los árboles estaban desprovistos de hojas, se los adornaban con frutos hechizos para que los dioses se acordaran de proveer abundantemente en el verano).
Estos chascarros tienen que ver con las diversas narrativas que de alguna manera agregan colorido al acontecimiento ya que de ellos no existen mayores evidencias: María dando a luz en un pesebre, el canto del gallo (de donde la tradición de la misa del gallo o misa de medianoche provendría); los pastores adorando al recién nacido y luego la venida de esos misteriosos personajes conocidos como los Reyes Magos, todas historias que parecen elaboradas de atrás para adelante, a partir del personaje Jesús ya adulto, en un afán de llenar el aparente vacío de su vida inicial con algunos elementos atractivos para sus seguidores (esto me recuerda como los creadores de personajes de historietas han creado “spinoffs” de ellos, Bugs Bunny y sus amigos cuando eran niños, o Superboy como antesala juvenil de Superman). Lo que quiero decir con esto es que esta es la parte más fantasiosa de la vida de Jesús aunque al mismo tiempo una que despierta mayor apoyo. Ciertamente la idea de Jesús en la cruz padeciendo es la que tiene sus aspecto más impactante y hasta lúgubre. La imagen de un bebé rozagante—a pesar de las condiciones paupérrimas de su nacimiento—por otro lado despierta reacciones de ternura y simpatía, como la visión de todo bebé tiende a despertar por lo demás. Un buen elemento de convencimiento por el lado emocional se puede decir. Sin duda los que lo idearon tuvieron gran imaginación, pero además un buen sentido de las relaciones públicas.
Sea como fuere, el personaje cuyo nacimiento provoca el mayor festejo del año, merece al fin de cuentas ser recordado, no como el hacedor de improbables milagros, sino como un líder humano de gran efectividad, lo que nadie puede negar.
Feliz Navidad a todos mis lectores.