ESCÁNDALOS SEXUALES EN LA POLÍTICA
ESCÁNDALOS SEXUALES EN LA POLÍTICA
Por: Jorge Tadeo Lozano
27-04-2012
En principio me resistía a escribir sobre el tema tan comentado en la prensa mundial de los “desvaríos sexuales” de algunos agentes de seguridad interna al servicio de la Casa Blanca durante la VI Cumbre de las Américas celebrada recientemente en Cartagena Colombia, por respeto a esta ciudad y porque pensé que este era uno de esos asuntos “ligth” que interesaban solo a la prensa “sensacionalista”, generalmente pregonera de aquelarres y alharacas, o sea, de reuniones nocturnas de brujas y prostitutas presididas por el “macho cabrío” y demostraciones excesivas de sentimientos sicalípticos y licenciosos.
Decidí sin embargo escribir sobre el tema cuando advertí que aquellos hechos se habían convertido en escándalo farisaico de medios y partidos, que al confrontarlos con la historia política de la humanidad y especialmente con la de Estados Unidos de América, donde con mayor énfasis se habían satanizado, resultaban historietas eróticas y ridículas de personajes de bajo nivel político y de ninguna importancia social o económica.
La prensa mundial, estimulada igualmente por el momento político prelectoral que vive USA, magnificó el exceso hormonal de ese grupo de agentes del Servicio Secreto de Estados Unidos hasta convertir un simple encuentro pasional de algunos de ellos con trabajadoras sexuales provenientes de distintas partes del país y del exterior, en otra cumbre, la Cumbre Sexual de las Américas, hasta el punto de que hoy están bajo la lupa de la opinión universal, no tanto los gravísimos problemas políticos y socioeconómicos de América y las dificultades de la integración continental sino las contorsiones e intenciones de las “mesalinas criollas”.
¿Desvaríos de los agentes gringos? Claro que sí, porque su conducta fue disparatada e incoherente con su misión oficial, con los reglamentos de la institución que representaban; tuvieron, a mi leal saber y entender, una pérdida transitoria de la sensatez, de la razón de ser de su oficio y del buen sentido de la responsabilidad que se les había asignado, que amerita, indiscutiblemente, fuertes sanciones disciplinarias de carácter administrativo-laboral, que según entiendo se han venido imponiendo con rigor y prontitud.
Lo insensato, irrazonable e irresponsable no es que hubiesen tenido relaciones sexuales porque esta es una función natural del ser humano, ni que las hubiesen tenido con trabajadoras sexuales en Cartagena porque esta ciudad -como todas las ciudades turísticas del mundo- concentró en esta ocasión a mujeres hermosas dedicadas al más antiguo de los oficios; y la belleza natural del entorno los excitó al desenfreno de las expresiones voluptuosas.
Grave, gravísimo que esto lo hubiesen realizado el Presidente Obama o su Secretaria de Estado o algunos de sus Secretarios del gabinete; o que con su autorización, consentimiento o conocimiento previo lo hubiesen ejecutado sus agentes, lo cual habría acarreado –seguramente- responsabilidades políticas mayores. Así no ocurrió; ni siquiera los más feraces adversarios políticos del régimen y del partido demócrata se han atrevido a insinuarlo siquiera. Sin embargo, no han faltado las sugerencias perversas de responsabilidades políticas indirectas del alto gobierno por las fallas del sistema de seguridad interna de la Casa Blanca, de ausencia de controles eficientes sobre el comportamiento de los agentes de seguridad del Presidente, a lo cual han replicado los voceros del gobierno afirmando que la seguridad del Presidente jamás estuvo en riesgo.
Yo diría: evidentemente, la seguridad física del Presidente Obama jamás estuvo bajo riesgo por las características de lo ocurrido y el momento en que los hechos sucedieron; pero sí estuvo en peligro mínimo la ética del régimen en su conjunto por la afectación indirecta que pudo producirles la irresponsabilidad administrativa de unos subalternos. Pero que de aquí puedan deducirse responsabilidades políticas de la alta cúpula del gobierno sin que haya mediado una orden o conocimiento superior, hay una distancia sideral.
Arriba escribí un par de palabras, “escándalo farisaico”, para significar que todo el bullicio que se había gestado y se estaba desarrollando alrededor de este asunto, constituía un “alboroto hipócrita” destinado a hacer daño, específicamente al gobierno de Barak Obama en vísperas de las elecciones presidenciales del próximo mes de noviembre; y así lo ratifico porque lo cierto de todo esto es que ninguno de los dos partidos políticos norteamericanos tiene autoridad moral para endilgar al otro responsabilidades políticas por escándalos sexuales, si sus líderes, por igual, han incurrido en verdaderos “desenfrenos eróticos”; no como el que nos ocupa, en el que nadie de la cúpula del gobierno o del partido de gobierno, han estado involucrados.
¿Quién puede olvidar los casos de Bill Clinton, George Herbert Walker Bush, Thomas Jefferson y John F. Kennedy, para mencionar apenas a los mandatarios norteamericanos de ambos partidos incursos en escándalos sexuales?; el primero, sindicado de haber mantenido relaciones sexuales con la becaria de la Casa Blanca Mónica Lewinsky en el propio Salón Oval, durante su mandato; el segundo, Presidente y padre del penúltimo presidente de los Estados Unidos, quien fue sindicado con Ronald Reagan de sostener una presunta red de prostitución homosexual en la Casa Blanca; Thomas Jefferson, principal autor de la declaración de Independencia de Estados Unidos, quien fue acusado de esclavizar a Sally Hemings, con quien tuvo varios hijos; y John F. Kennedy, quien se hizo famoso por haber sostenido cálidos “affaires” con Marilyn Monroe y algunas secretarias suyas.
Fuera de estos, hay un centenar de casos de candidatos presidenciales, Senadores, Representantes, Gobernadores y legisladores estatales de los Estados Unidos comprometidos en verdaderos “follones eróticos”, mucho más explosivos que los reservados escarceos amorosos de los modestos agentes de seguridad estadounidenses en Cartagena, que de no haber sido por la “sordidez” de uno de ellos al negarse a reconocer el pago de los servicios acordados y prestados, nada se habría sabido públicamente de lo ocurrido.
Y ¿qué podríamos decir de los escándalos sexuales de políticos destacados en el mundo, fuera de Estados Unidos? Tanto como para acallar a la “prensa amarillista” en sus pretensiones “moralistas” de exagerar el incidente de Cartagena.
Los franceses, por ejemplo, no habrán olvidado el reciente caso de Dominique Strauss Kan Director– Gerente del Fondo Monetario Internacional y candidato presidencial del Partido Socialista Francés en ese momento, quien fuera detenido por acusaciones de acoso sexual e intento de violación contra una empleada de un hotel en Nueva York. Ni el menos reciente (1994) de François Mitterrand, ex presidente francés, quien guardó sigilosamente durante casi 20 años, el secreto de haber tenido una relación extramatrimonial con Anne Pingeot, con la cual había concebido una hija de nombre Mazarine, nacida en 1974.
Los ingleses tampoco tienen tan mala memoria como para negar el inmenso daño moral que causó a la corona y a su gobierno el escándalo sexual en 1963 de John Profumo, Ministro de la Guerra del Gobierno conservador de Harold Macmillan; una historia de amantes, espías y ministros que estalló cuando se desveló que Profumo mantenía relación íntima de amante con Christine Keeler, una ‘showgirl’ que a su vez sostenía encuentros románticos con el espía soviético Yevgeny Ivanov.
Ni los italianos habrán olvidado el reciente caso de Silvio Berlusconi, el empresario y Primer Ministro acusado de acoso sexual, prostitución de menores y comentarios misóginos.
Todo esto es la punta del “iceberg” de numerosos escándalos sexuales en todo el mundo, tanto occidental como oriental, que sería imposible relacionar en un comentario como este, sin excluir al África, donde casos como el del presidente de Suráfrica Jacob Zuma, elegido en mayo de 2009 y el de Canaán Banana, antiguo presidente de Zimbabue, condenado en mayo de 2000 a un año de prisión por “sodomía y otros crímenes sexuales” durante el periodo en que fue presidente, entre 1980 y 1987, son emblemáticos. No podíamos excluir al ex vicepresidente de Malasia, Anwar Ibrahim, quien fue acusado de sodomía y condenado a 20 años de cárcel.
La historia reciente de América Latina tampoco ha estado exenta de estos hechos: el actual presidente de Paraguay, Fernando Lugo, de sacerdote se convirtió en presidente, dejando una larga lista de hijos, amantes y relaciones sexuales ilegítimas durante su sacerdocio, que ha venido legitimando durante su presidencia; y, Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, fue acusado en 1998 por su hijastra -Zoilamérica Narváez- de haberla violado desde los 11 años de edad y durante 19 años, acción que la autoridad judicial nicaragüense declaró prescrita en 1999.
Estos sí han sido escándalos sexuales de personajes nacionales que deberían afectar profundamente la estructura política de los gobiernos; sin embargo, en unos casos ha sido así y en otros no. ¿Doble moral universal? Probablemente sí, en las culturas cristianas y orientales; en las musulmanas no tanto por la permisividad a los hombres de casarse con varias mujeres.
Comentarios: jotalos@diarioelpopular.com (al periódico)
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