“Las Maras no son un problema militar sino económico y político”
“Las Maras no son un problema militar sino económico y político”
- El cónsul general de El Salvador, Óscar-Armando Toledo.
El cónsul general de El Salvador, Óscar-Armando Toledo Soriano, habló con El Popular el pasado viernes tras una reunión organizada por el abogado salvadoreño Adelso Mancia. El cambio de gobierno, la situación de las pandillas juveniles y los intentos de integración centroamericana fueron el eje de la conversación.
¿Cómo valora las recientes elecciones legislativas de El Salvador y el ascenso de la derecha?
A mí en particular no me afecta porque creo que las cosas, en general, han cambiado para bien. Yo estoy aquí representando un gobierno de izquierdas. Quisiera que las cosas fueran diferentes, pero tengo que ser sincero y reconocer que la derecha en mi país ha ganado espacios, aunque no profundizaré en las razones. Creo que no hemos sido lo suficientemente sabios como para capitalizar un triunfo de la izquierda [en 2009] en El Salvador, el cual fue histórico.
¿Cree que puede volver a ocurrir?
Veo difícil el cambio y creo que regresaremos a los gobiernos de derechas. La derecha en El Salvador ha progresado y ha evolucionado, en cierta manera. Pienso que debería quitarse ciertos lastres porqué está anclada en la década de los 80, en plena guerra fría. Sus himnos son himnos de conflicto, de ataque a la izquierda, retrógrados, que tenían lógica en la época de Ronald Reagan pero, en este momento, ya no. La derecha en los años 80 estaba condenada a desaparecer pero fue rescatada por las políticas de Reagan. Cuando él llegó al poder en 1981, dijo que El Salvador iba ser una muestra de lo que iba a lograr para detener el comunismo internacional.
¿Qué supuso el mandato de Mauricio Funes como presidente?
Por primera vez en los 200 años de historia republicana de El Salvador, tuvimos la elección de un gobierno de izquierdas. En otros países es algo normal pero en El Salvador fue todo un acontecimiento porque nuestro país, a pesar de ser muy pobre, está influenciado por la ideología conservadora. Yo soy un enviado del gobierno de izquierdas y me siento muy orgulloso de representarlo. Eso ha significado una serie de cambios que, de momento, son imperceptibles para la población como, por ejemplo, el acceso a la información del estado. En países desarrollados, es una práctica habitual, en el nuestro, no. Hace poco nos obligaron a recopilar toda la información disponible en las oficinas de estado para que cualquier ciudadano salvadoreño tenga acceso. Eso lo considero un avance en el proceso democrático.
¿Algo más?
Otra cosa importante es que ahora no necesitas un partido político para ser candidato parlamentario. Puedes serlo independientemente, sin necesitar el aval de un partido político. Si quisiera, podría presentarme a la candidatura y podría ganar, dependiendo de los seguidores que tuviera. Antes no podía hacerlo. Son cambios imperceptibles que la población va a poder apreciar en unos años.
¿Cómo van las relaciones con Canadá?
Las cosas han ido un poco lentas. A diferencia de otros países como México u Honduras, El Salvador no tiene todavía un proceso de libre comercio con Canadá. A Honduras, el acuerdo le ha permitido tener una cuota de ingreso de 60.000 trabajadores temporales. El Salvador ha estado enviando trabajadores que han acabando quedándose, como los empleados de la procesadora de carne de Maple Leaf. Pero en este momento no veo que nuestro gobierno se esté preocupando por iniciar una etapa de libre comercio unilateral con Canadá.
¿Por qué?
La explicación lógica es que 2.800.000 de los tres millones de salvadoreños que viven fuera lo hacen en Estados Unidos. La visión del salvadoreño para salir al exterior, que es una visión bien gitana, es irse a los EE.UU. En El Salvador tenemos mucha influencia norteamericana, tanto ideológica como visual. Todo el mundo piensa en los EE.UU. para mejorar su situación económica. El salvadoreño que vino a Canadá lo hizo en la década de los 80 y 90 durante una situación de persecución política. Canadá abrió sus puertas para aceptarlos como refugiados. Los casos que recibimos ahora en el consulado son salvadoreños que vienen deportados de los EE.UU. y que escogen Canadá como una alternativa antes de volver al país.
¿Y cuál es la tasa de éxito?
Canadá está cerrando sus puertas a los refugiados latinoamericanos y el éxito de las aplicaciones es tan sólo del 15%. Al final, terminan deportándolos. Es muy penoso porque no son gente mala, no son delincuentes, quieren trabajar y aportar a la economía. Creo que Canadá tiene espacio para ellos, sin embargo, las políticas actuales no permiten que ellos puedan incorporarse dentro del sistema.
¿Desde el consulado no se puede hacer algo?
No podemos ni debemos. Nosotros no podemos decir absolutamente nada porque no podemos inmiscuirnos en las políticas de cada país. Lo único que hacemos es documentar los salvadoreños que deben regresar a su país y tratar de que regresen en las condiciones más favorables posibles.
¿Cómo está el tema de la delincuencia juvenil?
Lo que para muchos países puede ser un tesoro, como es la juventud, en mi país no lo es. Más del 40% de la población salvadoreña es menor de 32 años. Eso para cualquier país es una potencialidad impresionante. El problema es que no se están creando trabajos para absorber a esa población joven al mismo ritmo que crece. Esa población desempleada ve los Estados Unidos como una opción para poder emigrar, sin embargo son deportados, aprenden el comportamiento de las pandillas en EE.UU. y lo reproducen en El Salvador. Entonces se convierte en un problema económico y político grave.
¿Cómo se solventa ese problema?
En los 20 años de gobiernos conservadores, no se ha hecho más que enfrentarlos militarmente. No ha tenido ningún resultado porque no es un problema militar sino un problema con base política y económica. A través de otros medios como la Iglesia, el gobierno ha podido conversar con los pandilleros y hacerles ver el grave problema que están causándole a El Salvador. Alejan la inversión, da miedo llegar a sus guaridas pero han accedido a entrar en cierta negociación. De 18 muertos que teníamos hace cuatro meses, hemos bajado a una proporción de 5 muertos diarios. No debe morir ningún salvadoreño, por supuesto, pero es una relación abismal, de 18 a 5.
Entonces, ¿el diálogo funciona?
Se ha negociado con sus jefes para reducir los enfrentamientos entre pandillas. Si entiendes su lógica, están divididas en tribus, en dos pandillas. Una es la Mara 18 y la otra es la Mara Salvatrucha. La mayoría de muertos se producen en batallas entre ellos mismos. Se ha logrado hablar con ellos para que entren en una tregua y dejen de matarse.
¿Qué se puede hacer para evitar que estos problemas se reproduzcan en Toronto?
No lo comparo con la magnitud que pueda tener en El Salvador y tampoco lo entiendo por el nivel de oportunidades que se les abren aquí en Toronto. Desde que soy cónsul, no veo que hayamos tenido un problema grave como el que se tiene con los pandilleros salvadoreños en Los Angeles. Ese extremo lo desconozco aquí. Yo vine en marzo del 2010, desde entones no he oído que haya una amenaza de los pandilleros salvadoreños.
Quizás no hay amenazas pero sí problemas, especialmente en escuelas al norte de la ciudad. ¿Qué se puede hacer para esos chicos que se sienten descarriados?
Insisto, no conozco el caso de salvadoreños que hayan reproducido pandillas. En toda Centroamérica, las pandillas salvadoreñas están diseminadas y se encuentran también en Honduras y Guatemala. A pesar de que hayamos tenido disputas con estos países, las maras siguen siendo las mismas, como la Salvatrucha. En Nicaragua, que tiene unas condiciones de vida similares pero que son más pobres en producción que El Salvador, no hay pandillas. Allí se rompe el esquema de que la pobreza genera pandillas. Aunque sean más pobres, trabajaron mejor las acciones de prevención. Lo mismo tiene que suceder aquí. Creo que los programas de prevención en Toronto son buenos.
¿Qué es lo que lleva a las maras?
Las pandillas, en realidad, son el substituto de lo que uno no tiene en casa. Si careces de la guía de tus padres, el ser humando busca que alguien le comprenda, lo entienda y lo dirija, sobre todo cuando es joven. Si tu padre o tu madre no te dirige, buscas a alguien que lo haga y miras hacia otro joven. Tienen que haber programas de prevención en el que los jóvenes se puedan encarrilar. En Europa existen programas para integrarlos. Al joven que le gusta hacer grafitis, por ejemplo, se le redirige al campo artístico. El joven tiene energía y hay que guiarlo para que esa energía se convierta en positiva. Creo que la sociedad y la economía canadiense tienen todavía muchos recursos como para llevar al joven a que haga cosas positivas y que salga del entorno pandillero.
¿Es un tema cultural?
Los núcleos familiares vienen a reproducir el comportamiento familiar del país de origen, sea Honduras, Guatemala o El Salvador. Con eso me refiero a malos hábitos como golpear a la madre, a que el padre beba, estar desempleado, vivir del estado, etc. El niño vive en un nuevo país pero tiene la misma vida que en su país de origen. Reproduce el mismo patrón y se mete en las pandillas. Aún así, creo que Canadá tiene las posibilidades de poder sustraerlo, de poder invertir y de prevenir que caigan en esa situación.
Cambiando de tema, explíquenos un poco sobre el SICA
Es un tema apasionante. Yo trabajé durante diez años en el Sistema de Integación Centro-Americano (SICA). Es el heredero de la ODECA, un experimento político que surgió a la par de lo que fue la Comunidad Europea. Pese a sus problemas actuales, la Unión Europea ha sido mucho más exitosa que el experimento centroamericano.
¿Cuándo empezó?
El 13 de julio de 1993, tras el fin de los conflictos en Centroamérica, se tomó la decisión de rescatar la ODECA, aunque con una filosofía distinta. La ODECA pretendía unir los países centroamericanos, mientras que la SICA, mediante el protocolo de Tegucigalpa, buscaba coordinar políticas autónomas entre todos los estados soberanos de Centroamérica. Se han creado algunas instituciones supranacionales que no han tenido el poder de instituciones similares como el parlamento europeo porque allí se dictan políticas vinculantes. El problema del parlamento centroamericano es que sus políticas no son vinculantes.
Es como la Unión Europea pero sin poder real
Hay tres grandes instituciones: el parlamento centroamericano, el sistema de integración centroamericano, con sede en El Salvador, y la corte centroamericana de justicia al que sólo pertenecen Salvador, Guatemala y Honduras. Los demás países no se quieren incorporar porqué hay un celo de hacer políticas vinculantes, como sucede en Europa. Sin embargo, las instituciones las tenemos, están vírgenes. Hay que desarrollarlas, hay que hacerlas crecer.
¿Y Panamá?
Participa en el SICA pero no en el Parlacen ni en la Corte Centroamericana de Justicia. Del Parlacen se retiró. Lo que hacen los países es enviar los diputados que van saliendo de la asamblea legislativa de sus países y los mandan al Parlacen. Ganan alrededor de 5.000 dólares mensuales, que es bastante dinero, y se reúnen dos veces al mes, discuten un par de cosas pero luego no sirve de nada. Le llaman el cementerio político de Centroamérica. Lo bueno es que no lo han desecho, que está allí. La institución y el organigrama existen pero el problema es que los estados no quieren ceder soberanía. Todo el mundo se queja de estas instituciones pero nadie se atreve a desarmarlas porque saben que se van a necesitar en el futuro.
Como representante de un gobierno de izquierdas, ¿qué opinión le merece Funes?
Creo que el presidente Funes es una persona extremadamente inteligente. Por primera vez en nuestro país, y no lo digo porqué haya sido enviado por un gobierno de izquierda, hemos tenido un presidente que ha sido verdaderamente independiente y que no se ha doblegado a las presiones del partido político que le llevó al poder. Eso requiere mucho valor y creo que la gente común no lo valorará hasta dentro de cinco o seis años. Ha introducido un cambio y es que, cuando uno llega al poder, no representa la derecha o la izquierda sino a todo los salvadoreños. Funes ha tratado de proyectar esa imagen.
¿Pero no ha detenido el ascenso de la derecha?
Obviamente, sus cuestiones personales y las confrontaciones con su partido han tenido desgaste político y, en este sentido, ha faltado un poco de sabiduría política. Yo quiero reconocer el valor que ha tenido de guiar una revolución en el sentido de no doblegarse ante los intereses de un partido y eso es bueno.
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