HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Anticipándose en dos meses al inicio del verano, la temporada estival de cine ya iniciada en América del Norte con el estreno de Oblivion del realizador Joseph Kosinski. Siguiendo los pasos ya transitados en Tron: Legacy (2010), Kosinski no innova ni agrega sorpresa alguna que no se hubiese contemplado en otros títulos del género (especialmente The Matrix y/o Total Recall); con todo, habrá que reconocer que para los amantes de este tipo de filmes, esta película habrá de sumergirlos en una experiencia visual única y es precisamente allí donde residen sus principales méritos.
El film aglutina todos los elementos propios de la ciencia ficción presentando un universo en donde quedan expuestos los conflictos de humanos y aliens, los viajes a través del tiempo y del olvido, la búsqueda de identidad, presencia de planetas diezmados y colonizados y otros elementos que el realizador imaginó en el guión por él concebido y teniendo en mente que Tom Cruise sería su protagonista. En efecto, el popular actor vuelca su carisma con completa naturalidad y su presencia gravita positivamente en el desarrollo del relato.
La acción se ubica en 2077 donde después de que la Tierra ha ganado la victoria contra destructivas fuerzas extraterrestres que la han dejado diezmada por ataques nucleares, la mayor parte de la población que ha logrado salvarse se ha trasladado a Titán, una de las lunas de Saturno. Entretanto, el piloto y técnico Jack Harper (Cruise) junto con su asistente Vika (Andrea Riseborough) aun residen en la superficie de la Tierra y se encuentran en una base flotante con la misión de mantener alejados a los invasores hostiles que aún permanecen ocultos, contando para ello con la ayuda de invaluables drones que se encuentran programados para asegurar también el abastecimiento del agua. Esta primera parte del film, prácticamente con pocos diálogos, se nutre de la presencia de Jack y Vika, y Sally (Melissa Leo) quien sigue la marcha de lo que está aconteciendo desde el control central. En términos estrictamente cinematográficos, es donde el film registra sus más bellas escenas.
Inmediatamente después, el relato cambia de tono cuando la memoria de Jack, que ha quedado eliminada para evitar que fuerzas hostiles puedan extraerle información en caso de ser capturado, comienza a asociarse con imágenes románticas mantenidas en el pasado con una bella y misteriosa mujer, a través de Julia (Olga Kurylenko), una sobreviviente de la guerra. A partir de allí Jack que no puede no puede dejar de pensar acerca de su pasado comienza a cavilar sobre el futuro de la humanidad. En esta segunda mitad, la historia se vuelve más dialogada, con ciertas escenas de acción bien logradas y con algunas connotaciones humanistas e implicaciones morales que son tratadas esquemáticamente. Con más personajes que entran en el escenario, como es el caso de Morgan Freeman liderando un grupo de rebeldes, el film introduce varias subtramas que se dejan ver pero sin ofrecer una intriga o suspenso especial.
Como ya se mencionó, el film deslumbra con sus maravillosos detalles visuales. En tal sentido es remarcable la magnífica labor de Claudio Miranda en su condición de director de fotografía así como la del diseñador de producción Darren Gilford quienes aunaron sus esfuerzos para ofrecer imágenes deslumbrantes que se convierten en las verdaderas protagonistas de este moderado entretenimiento.
THE PLACE BEYOND THE PINES. Estados Unidos, 2012. Un film de Derek Cianfrance
Después de haber impresionado gratamente con Blue Valentine (2010), un profundo drama emocional sobre la desintegración de un matrimonio, el realizador Derek Cianfrance vuelve a ofrecer otra historia íntima que aunque no alcance un nivel parejo a lo largo de sus casi dos horas y media de duración, atrapa el interés por ciertos problemas morales planteados y por el nivel de calidad de su elenco.
Ryan Gosling anima a Luke, un motociclista acróbata itinerante que después de haber estado tiempo atrás en Schenectady, una pequeña localidad del estado de Nueva York, al regresar al lugar se entera de que es padre de un niño de pocos meses de edad, producto de la relación que había mantenido con Romina (Eva Mendez), mesera de un restaurante local. Sorprendido, y dueño de una sensibilidad que le impulsa a cumplir con su deber de padre en lo que al mantenimiento financiero se refiere, decide dejar su trabajo poco estable y redituable para buscar algún empleo local, lo que logra al ser empleado por un mecánico de la zona (Ben Mendelshonn); sin embargo, el pequeño negocio no permite que Luke obtenga un salario importante por lo que decide atender al consejo de su patrón quien le indica que hay maneras más lucrativas de hacer dinero, como por ejemplo asaltando establecimientos bancarios. Todo marcha bien en un comienzo hasta que en uno de esos golpes maestros, el destino hace que se tope con Avery (Bradley Cooper), un honesto policía local.
En la segunda parte del film, el relato se centra en Avery quien es proclamado héroe por su acción desplegada como oficial policial. Graduado en leyes, casado y con un hijo de un año de edad, trata de combatir la injusticia del lugar y es así que se encuentra en dificultad cuando comprueba la corrupción e inmoralidad de algunos de sus compañeros de trabajo (Ray Liotta); además, se llega a saber -por la confesión realizada a su terapeuta- que arrastra un gran sentimiento de culpa por haber matado a un delincuente en acto de servicio.
El tramo final de esta historia que transcurre 15 años después vincula nuevamente al asaltante bancario con el íntegro policía a través de sus respectivos hijos (Dane DeHaan, Emory Cohen); como compañeros de escuela, estos adolescentes mantienen una particular relación basada en los contactos que uno de ellos tiene con traficantes de drogas, y la habilidad del otro de transformar la mercadería ilegal en dinero fácil.
La intención del film es resaltar el modo en que la actitud de los adultos en el pasado repercutirá en la conducta de una nueva generación. A pesar de que las primeras dos secciones del film están narradas en forma impecable, manteniendo buena tensión y suspenso generado por los acontecimientos que tienen lugar, el capítulo final carece de una conclusión realista en función de lo que el film previamente expuso. De todos modos, la observación señalada no alcanza a desmerecer la calidad de sus dos primeros segmentos teniendo en cuenta su inteligente estructuración y sobre todo la original forma en que el foco del relato se traslada de Luke a Avery.
Aunque todo el elenco se desempeña muy bien, indudablemente Gosling y Cooper se distinguen maravillosamente como los dos perturbados protagonistas del relato.
Conclusión: Queda como balance un ambicioso estudio sobre la responsabilidad paternal, el verdadero sentido del heroísmo y la forma en que las acciones humanas por mejor intencionadas que fueran, pueden conducir a situaciones no buscadas dejando una marca indeleble e imposible de olvidar.
42. Estados Unidos, 2013. Un film escrito y dirigido por Brian Helgeland
Jack (“Jackie”) Robinson (1919 –1972) fue un jugador de béisbol de Estados Unidos que ha marcado una época en la historia deportiva de los Estados Unidos al haberse convertido en el primer jugador afroamericano en participar en un equipo de primer nivel de este deporte. Los acontecimientos que rodearon ese evento más otros adicionales sobre el movimiento de los derechos civiles vinculados con este juego son abordados por el director Brian Helgeland de manera clara, directa, sobria y elegante, aunque quizá con un poco de didactismo. Lo que importa es que durante poco más de dos horas el espectador que nunca haya practicado ni conocido el béisbol apreciará este film como un documento social de gran trascendencia que enfoca el lado oscuro de Estados Unidos al haber mantenido la segregación racial durante la mayor parte del siglo pasado.
El film comienza en las postrimerías de la segunda guerra mundial mostrando en los noticieros la alegría y euforia de una nación que retorna a la normalidad. Inmediatamente la acción se desplaza al despacho de Branch Rickey (Harrison Ford), el áspero y honesto presidente y gerente general del famoso equipo Brooklyn Dodgers quien comunica al entorno que lo rodea sobre su intención de incorporar a la liga profesional de béisbol a Jack Robinson (Chadwick Boseman); se trata de un joven negro de 26 años que tiene como antecedentes un buen desempeño e integridad profesional en el American Negro League de Kansas City. A pesar de que su decisión causa gran estupor, lo llega a contratar no sin antes imponer a Robinson la condición de que de ningún modo deberá reaccionar frente a las diatribas racistas que eventualmente pudieran salirle al paso. Al principio es asignado al equipo del Montreal Royals donde el gerente del mismo y otros jugadores lo desprecian, del mismo modo que dista de ser bienvenido por el personal del hotel donde debería hospedarse, obligándolo a tener que alojarse en el seno de una familia negra. Su excepcional desempeño como beisbolista hará que al principio de 1947 forme parte integrante del famoso Brooklyn Dodgers portando la famosa camiseta con el número “42”.
Gran parte del film refleja hasta qué punto Robinson ha tenido que enfrentar y soportar la hostilidad debido al despiadado racismo de sus compañeros y el fanatismo del público, sin poder defenderse ni atacar; solamente se sentía apoyado por las continuadas recomendaciones de Rickey de no cejar ni dejarse inmutar para demostrar en la cancha de juego frente al mundo sus notables condiciones de jugador; el otro confort lo obtiene por parte del cariño y apoyo brindado por su joven y amorosa mujer Rachel (Nicole Beharie).
Quizá la escena más dolorosa de presenciar pero ilustrativa de hasta dónde puede llegar el sentimiento de odio racista es cuando en un partido donde su equipo enfrenta al Filadelfia Phillies, su gerente Ben Chapman (Alan Tudyk) provoca a Robinson con los más ponzoñosos insultos raciales para que éste reaccione; ese tenso momento en que el jugador decide guardar la calma frente al público testigo, aunque explotando de indignación interior, está magníficamente logrado ilustrando la impotencia de una persona dolosamente humillada sin poder tomar acción alguna para protegerse.
Aunque el desarrollo del juego abarca buena parte del relato, el film es un documento social y político que cala hondamente en el espectador. A pesar de que a título individual Robinson haya logrado finalmente ganarse un amplio reconocimiento a nivel popular, sobre todo por haber contribuido a que los Dodger obtuviera el título de campeón mundial en 1955, no menos cierto es que la discriminación, segregación e injusticia humana siguió prevaleciendo en los Estados Unidos hasta finales de la década del 60.
El film cuenta con un excelente reparto y se caracteriza por su bajo perfil. En ningún momento el realizador trató de sobredimensionar o exagerar los logros de Robinson y en tal sentido obtuvo de Boseman un trabajo competente donde evitando la sobreactuación transmite muy bien el dolor de quien por el color de su piel es objeto de desprecio y rechazo. No menos importante es el trabajo, diría atípico, de Ford quien en el mejor papel de su carrera ofrece una interpretación estupenda del hombre blanco que hará lo imposible para que su protegido negro salga airoso del camino que le cabe recorrer.
Conclusión: Un muy buen documento que sin duda sorprenderá a la joven generación de la era Obama sobre lo que significó ser negro en la América del siglo pasado.
TRANCE. Gran Bretaña, 2013. Un film de Danny Boyle
Nadie duda de la versatilidad e ingeniosidad de Danny Boyle donde la mayor parte de sus películas exuda una arrolladora energía así como una originalidad que goza del favor popular, como fue el caso de Slumdog Millonaire (2008) que obtuvo el Oscar al mejor film del año además de haber sido recompensado como mejor realizador. De allí la gran expectativa que su último film Trance logró generar; sin embargo, lo que brinda aquí desilusiona, no porque el film sea malo sino porque en su intención de proporcionar un vertiginoso crucigrama psicológico, Boyle se extralimita incorporando tantas variantes al relato que a la postre frustra a cualquier crucigramista deseoso de colocar las piezas en su lugar.
El punto de partida es interesante donde Simon (James McAvoy), un subastador de arte que trabaja en una prestigiosa firma de remates de Londres, explica acerca de las medidas de seguridad que se deben adoptar para evitar cualquier intento de robo de las obras artísticas. Precisamente, en el momento en que subasta el famoso cuadro de Francisco de Goya Vuelo de Brujas (1797), valuado en más de 25 millones de libras, se produce un golpe maestro por parte de una banda delictiva liderada por Franck (Vincent Cassel). En ese momento de gran revuelo cuando Simon se apresta a guardar el famoso lienzo en una caja de seguridad, recibe un golpe en la cabeza por el que debe ser hospitalizado. Tiempo después, cuando Franck y sus secuaces comprueban que el paquete robado contiene únicamente el marco, el espectador se entera de que Simon forma parte de la pandilla y que él estaba obrando a modo de “entregador”. Una nota al margen de esta breve sinopsis es indicar que el cuadro de Goya se halla en el Museo del Prado de Madrid; en todo caso esta licencia no afecta el desarrollo de la trama.
Como consecuencia del accidente sufrido, después de haber sido dado de alta, Simon sufre de amnesia y no puede informarle a Franck dónde ocultó la famosa tela de Goya. Es allí que Franck decide contratar a Elizabeth, una doctora experta en hipnosis (Rosario Dawson) para que someta a Simon en un trance y pueda sonsacarle la información deseada.
Sería indiscreto revelar algo más. Solamente cabe añadir que a partir de aquí el intento de Elizabeth de penetrar en la mente de Simon produce un vínculo entre los tres protagonistas que si bien al principio intriga, lentamente el proceso comienza a perder efecto. Así, las continuadas vueltas de tuerca del guión conducen al espectador a través de un viaje psicodélico de memoria y olvido donde el relato quiere demostrar su inteligencia a costa de manipulear permanentemente al observador; como resultado, uno pierde toda ilación cronológica, no diferencia la fantasía de la realidad y tratando de esforzarse de llenar las situaciones faltantes de este rompecabezas cinematográfico se llega a comprobar que el esfuerzo resulta estéril, porque el relato vuelca el tablero constantemente. En términos narrativos, el desenlace decepciona porque cuando algunas situaciones llegan a ser reveladas, ya nadie cree en las mismas.
Acorde con lo que antecede y a pesar de las buenas actuaciones, ninguno de los tres personajes posee profundidad alguna o antecedentes que permitan llegar a conocerlos; ni Simon llega a convencer como un experto en arte, ni Franck es plausible como el líder del grupo y en cuanto a Elizabeth –a pesar de su glamour- tampoco convence como eficaz hipnotizadora.
Conclusión: Mucho ruido y pocas nueces para un film de amnesia e hipnotismo donde la falta de coherencia malogra la intriga narrativa. A su favor, cabe reconocer su dinámico ritmo, una ecléctica banda sonora y muy en especial el riguroso trabajo del director de fotografía Anthony Dod Mantle; sin embargo, eso no compensa la falta de suspenso en este drama impregnado de falsas notas.
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