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  • November 01, 2017 , 09:27am

El maltrato infantil que empieza con el primer azote

El maltrato infantil que empieza con el primer azote

Una niña observa cómo su madre habla con una trabajadora social en Phon Chantorn, Camboya.

Una niña observa cómo su madre habla con una trabajadora social en Phon Chantorn, Camboya.

— “Una cosa es moler a palos a un crío y otra, pegarle un azote suave en el trasero”.

— “Hay veces en las que un bofetón a tiempo evita males mayores”.

— “Creo que la violencia física debe usarse, pero como última opción”.

¿Cuántas de estas afirmaciones se han escuchado en una conversación cualquiera con adultos? ¿Con cuántas ha estado de acuerdo? Si cree que con una, o con más de una, lea y piense en estas otras: 300 millones de niños de dos a cuatro años de todo el mundo —es decir, unas tres cuartas partes— sufren castigos físicos y/o psicológicos por parte de sus cuidadores en el hogar. En 30 países, otros seis de cada diez de un año de edad están sometidos a algún tipo de disciplina violenta de manera sistemática en casa. Y cerca de uno de cada 10 recibe un golpe o una bofetada en la cara, la cabeza o los oídos. Los adultos, parece ser, tenemos la mano muy larga.

Estos datos pertenecen, con otros muchos, al último informe mundial del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), publicado este miércoles. Su título es Una situación habitual: violencia en las vidas de los niños y los adolescentes e intenta arrojar luz sobre la magnitud de los distintos tipos de violencia que los menores sufren en todas las etapas de su infancia y en todos los entornos. Su contenido no da respiro. Lo que demuestra es un hecho rutinario y aceptado: según este estudio, al menos 1.100 millones de cuidadores —o algo más de uno de cada cuatro— creen que el castigo físico es necesario para criar adecuadamente a un pequeño pese a que la Convención de Derechos del Niño de las Naciones Unidas, de 1989, enfatiza que ninguna forma de violencia es admisible. Las metas 5 y 16 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible también mencionan la necesidad de acabar con el maltrato infantil.

Si la violencia en el hogar por parte de los cuidadores está a la orden del día, no es menos preocupante la que se ejerza en los centros escolares. Aún hoy, la mitad de la población de niños en edad escolar —732 millones— vive en países donde el castigo corporal en la escuela no está completamente prohibido. Elbullying, por su lado, afecta a unos 130 millones de adolescentes de entre 13 y 15 años. En el último cuarto de siglo se registraron 59 tiroteos en las escuelas de 14 países y casi tres de cada cuatro fueron en Estados Unidos.

Estamos aún en proceso de asumir que un niño tiene que estar protegido de cualquier violencia, incluida la de la familia

BLANCA CARAZO, UNICEF

Las muertes violentas por homicidio o a consecuencia de un conflicto armado también se tienen en cuenta: cada siete minutos, un adolescente es asesinado en un acto violento en el mundo. Aunque las cifras globales disminuyen, en la región de América Latina y el Caribe la tendencia es la contraria, y en 2015 casi la mitad de todos estos homicidios se dieron allí. El estudio llama la atención sobre la importancia de la raza o el sexo a la hora de ser víctima de un asesinato. Ejemplo clarificador es el de Estados Unidos, donde los varones negros no hispanos de 10 a 19 años tienen casi 19 veces más probabilidades de ser asesinados que los blancos no hispanos de la misma edad. De hecho, en 2015, el riesgo que tenía un adolescente negro no hispano en Estados Unidos de ser asesinado por homicidio era el mismo que tenía un adolescente de Sudán del Sur de ser asesinado debido a la guerra que sufre el país.

Por último, el informe se ocupa de la violencia sexual. En 38 países de ingresos bajos y medianos, 17 millones de mujeres adultas reconocieron haber sido forzadas a mantener relaciones cuando eran niñas. Y solo en 28 países europeos, alrededor de 2,5 millones de mujeres fueron violadas o agredidas antes de los 15 años. Nueve de cada diez, además, dijeron que habían sido forzadas por personas de su entorno (familiares, pareja…).

¿Por qué seguimos pegando a los niños?

Pegar es un problema de arraigo cultural y de reproducción de patrones experimentados en el seno familiar desde la infancia. “Aunque ahora haya otros mensajes, si los adultos actuales vivieron los castigos corporales como algo normal, sigue quedando esa pautas en el comportamiento”, indica Blanca Carazo, del Comité Español de Unicef. Otro apunte: la madre de uno de cada cuatro niños —unos 176 millones— es víctima de violencia por parte de su pareja.

Además, apunta la experta, no en todos los países existen mensajes claros sobre la disciplina violenta. “El discurso es reciente, la declaración sobre los derechos del niño, también; estamos aún en proceso de asumir que un niño tiene que estar protegido de cualquier violencia, incluida la de la familia”, denuncia la experta.

Sin datos del alcance real

El informe pone de relieve que se progresa en la concienciación y en la reducción de la violencia contra los niños. No obstante, la falta de información dificulta conocer el verdadero alcance del problema. Aunque aumenta, la disponibilidad de información sigue siendo muy baja, así que es difícil obtener una imagen fiable de la evolución. Para Carazo es algo que se retroalimenta: “Como no hay datos, no es fácil visibilizar la problemática y lograr que se destinen recursos a combatirla. Y como no está en las agendas políticas, no se prioriza y seguimos sin tener datos”. “Se trata de un tema muy delicado, son  tabúes o a los que no se da importancia”, explica otra de las expertas del Comité Español, Almudena Olaguibel. “A los niños no se les suele creer, o se minimiza lo que cuentan”. Prueba de ello es que solo un 1% de las niñas que han sufrido violencia sexual se atrevieron a buscar ayuda. Al final, el resultado es que se justifican comportamientos hacia un menor que no se tolerarían en un adulto.

¿Qué hacer?

Para paliar estas carencias, la organización ha desarrollado varias acciones en los últimos años, entre ellas la nueva #STOPViolenciaInfantil, y la más veterana#EndViolence, en la que han participado ilustres como David Beckham y que dispone de una herramienta en Internet para denunciar agresiones. En la actualidad, se ha logrado que el número de países con datos comparables sobre disciplina violenta haya aumentado de 39 a 79 desde 2005, por ejemplo.

Eliminar todas las formas de violencia contra los niños pasa por preguntarse si de verdad un castigo físico es efectivo. Para Carazo, sucede al contrario: “Las víctimas de castigos físicos no se desarrollan bien. Posteriormente sufrirán problemas para relacionarse y tenderán a replicar esos comportamientos violentos. Y no hay nada que avale que un castigo físico es más eficaz que otro”.

Unicef aboga por cambiar las normas. Para ello es importante promover y dar a conocer a los padres otras formas de disciplina basadas en el refuerzo positivo y en transmitir lo que está bien y lo que está mal desde la no violencia. “También nos sirve a los mayores, pues en nuestra manera de resolver conflictos en la vida diaria no siempre es pacífica”, opina Carazo. Una de las claves es el tiempo, tiempo para transmitir valores y conocimientos a los hijos y alumnos; para hablar, razonar, y crear un clima de intercambio de opiniones en el que los niños se puedan expresar.

Desde el punto de vista institucional, es importante fortalecer los marcos jurídicos promulgando nuevas leyes y haciéndolas cumplir para proteger a los niños. Unicef también destaca la necesidad de fijar estrategias de prevención, entre ellas la limitación del acceso a las armas de fuego, e implementar más servicios sociales para responder a las necesidades de niños y adolescentes.

SIETE DE CADA DIEZ PADRES ARGENTINOS SON VIOLENTOS CON SUS HIJOS

Cada día se registran 85 denuncias por maltrato infantil de media en la provincia de Buenos Aires, donde se concentra el 40% de la población de Argentina. Son los casos más graves —palizas, abusos sexuales y abandono— y dejan fuera otras formas de violencia naturalizadas, ejercidas contra los niños en millones de hogares. Gritos, bofetones, insultos, azotes y sacudidas forman parte de los métodos de disciplina aplicados por los padres a sus hijos en siete de cada diez familias argentinas, según el nuevo informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) Una situación habitual: violencia en las vidas de los niños y los adolescentes difundido este miércoles.

Este tipo de violencia contra los menores está generalizada. Solo un 3,7% de los adultos se declara partidario de los castigos físicos, pero los sufren la mitad de los niños de entre dos y cuatro años y aumenta hasta el 73% si se extiende a cualquier forma de violencia, como agresiones verbales. Frente a esta realidad, Naciones Unidas quiere visibilizar el problema y concienciar a los padres de la necesidad de cambiar su forma de crianza.
 “La violencia hacia los chicos dificulta su desarrollo cognitivo y habilidades sociales”, subraya Roberto Benes, representante de Unicef en Argentina. “Es especialmente preocupante cuando ocurre en el interior de los hogares e involucra a los adultos cuidadores, personas que en lugar de proteger y acompañar a los niños en su crecimiento, los lastiman física y emocionalmente”, agrega Benes. Si un padre riñe a gritos a su hijo en la calle en Buenos Aires y un adulto interviene para defenderlo es habitual que reciba como respuesta: “¿Qué te metés?, es mi hijo”. Es aún más difícil saber qué ocurre en el interior de cada casa. El maltrato físico y psicológico queda grabado en la memoria de los niños que lo padecen, pero rara vez se denuncia, lo que complica la detección de casos.

A menudo, los adultos no tienen intención de maltratar, pero lo hacen, ya sea por desconocimiento o por imitación de modelos familiares. Unicef lanza este miércoles una campaña que tiene como primer paso reconocer la violencia y así empezar a prevenirla. A los anuncios en medios y en redes sociales, se les suma una guía práctica para evitar gritos, chirlos y estereotipos y talleres dirigidos a madres y padres.

“Detectamos un déficit en la capacidad de maternaje. Mamás que por una situación de vulnerabilidad tienen dificultades para criar chicos”, dice a EL PAÍS el ministro de Desarrollo Social bonaerense, Santiago López Medrano. Cita como ejemplo a madres adolescentes con varios hijos a cargo, hogares monoparentales o con padres adictos. La provincia de Buenos Aires comenzó a realizar estos talleres hace más de un año y los ha convertido en una política pública para extenderlos a todo el territorio.

Conductas heredadas

“El papá que grita, insulta y humilla muchas veces no ve ese acto como violento sino como natural porque probablemente lo vivió también él en su infancia. Históricamente, la crianza se aprendía por una tradición familiar, pero cuando venís con varias generaciones de familias disfuncionales, con pobreza, violencia y adicciones no hay modelos que imitar”, dice el ministro. La progresiva generalización de la educación inicial, de niños entre cero y cinco años, “ayuda a detectar muchas de estas situaciones a tiempo, porque afectan al desarrollo psicomotriz”, señala.

Los primeros cuatro años de vida son críticos. Es la edad en que los niños son más indefensos, pero también cuando más violencia reciben. El 54,4% de los niños de entre dos y cuatro años de Argentina sufren castigos físicos, el 45,2% de los que tienen entre cinco y 11 años, el 32% de los comprendidos entre 12 y 14 años y el 26,4% de los adolescentes entre 15 y 17. Las agresiones verbales, en cambio, se mantienen alrededor del 60% en todas las edades, según el estudio que fue realizado a partir de la Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados.

“La solución es lograr un cambio cultural de percepción a largo plazo”, subraya Benes. Es decir, conseguir que los padres impongan su autoridad de forma no violenta y volver inaceptable que den un azote o griten a sus hijos si consideran que se han portado mal.

MORIR EN BRASIL POR EL COLOR DE LA PIEL

Unos jóvenes en la favela Vigàrio Geral de Rio de Janeiro.

Unos jóvenes en la favela Vigàrio Geral de Rio de Janeiro.

El riesgo de ser asesinado en Brasil se multiplica por tres para los negros y mestizos. Este es uno de los datos que recoge el informe de Unicef que, bajo el título Una situación habitual: violencia en las vidas de los niños y los adolescentes, muestra las situaciones de violencia doméstica, callejera y escolar a la que se enfrentan menores en todo el mundo. “La gran desigualdad económica, la falta de inversión en la adolescencia y la alta circulación de armas en nuestro país son los principales motivos para esta diferencia racial”, explica al otro lado del teléfono desde São Paulo la experta en protección a la infancia de Unicef, Fabiana Gorenstein.

Brasil es uno de los cinco países del mundo que, sin estar atravesando una guerra, posee la tasa de homicidios adolescentes más alta (59 muertes por cada 100.000 habitantes). En lo más alto de esta clasificación le acompañan otras cuatro naciones latinoamericanas: Venezuela (97), Colombia (71), El Salvador (66) y Honduras (65). El informe recoge que la mitad de las muertes violentas de jóvenes entre 10 y 19 años que se registraron en 2015 sucedieron en la región latinoamericana y caribeña, a pesar de que estos territorios comprenden tan solo un 10% de la población adolescente global.
 La organización se desplazó en 2015 a Fortaleza, una de las zonas más peligrosas en la actualidad para los adolescentes, con objeto de realizar una serie de entrevistas y obtener información sobre el terreno sobre los homicidios de jóvenes. “La mayor parte de la guerra contra la droga se concentra en lossuburbios de las ciudades, que es donde más cantidad de población negra o mestiza vive. Así que son los que más sufren sus consecuencias, incluida la muerte”, señala Gorenstein. “Claramente concluímos que el lugar de nacimiento influye en el desarrollo de la infancia, que hay racismo y que es necesario poner el derecho a la vida sin violencia de los niños en el centro de la agenda”, puntualiza.

Los menores sufren malos tratos en muchas ocasiones por parte de sus familiares, tutores o personas al cargo. Según el documento de Unicef, un 75% de la infancia en todo el mundo está sometida a algún tipo de castigo violento por parte de sus cuidadores y un 63% de los niños fue físicamente agredido en el último mes, según datos recogidos por la organización de diversas bases de datos nacionales.

Brasil cuenta desde 2014 con una legislación que prohíbe totalmente los castigos físicos en el ámbito doméstico y escolar. Desde Unicef Brasil admiten que eliminar la punición corporal como parte de la crianza es una cuestión cultural y que el país está a medio camino en ese proceso. “Es necesario crear programas educativos con las familias y escuelas para que tengan información sobre cómo estabecer límites sin necesidad de castigo físico. Obviamente, el marco legal fue un logro”. En el resto del mundo, la situación es desalentadora para los niños en edades más tempranas, porque solo el 9% de los menores de cinco años viven en países donde los castigos físicos en casa están prohibidos, lo que deja a unos 607 millones de niños sin ningún tipo de protección legal ante el maltrato.

 

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