La política, así crudamente
La política, así crudamente
Para mucha gente la política y quienes se dedican a ella tienen una mala reputación, para decirlo francamente: se tiende a igualar esta actividad con algo corrupto. Lo irónico del caso es que al final poco parece importar lo que la gente piense de los políticos ya que de todos modos, llegado el momento, muchos de esos políticos que la gente a lo mejor desprecia o hace objeto de sus bromas e insultos, terminan siendo elegidos a posiciones de poder. En parte por la misma indiferencia que los ciudadanos muestran por el proceso político. En ciertos casos porque la gente honesta que pudiera estar interesada en participar en la política contingente no quiere verse envuelta en esa actividad que algunos consideran sucia, otros en esa misma categoría se ven intimidados por el aparataje ya instalado para mantener en posiciones de poder a esa misma clase política que la gente desprecia.
¿Pero hay gente realmente buena, honesta que pudiera estar interesada en hacer política de un modo diferente? El tema me ha venido a la mente luego de haber visto el excelente film dirigido por George Clooney, “The Ides of March” en el cual él mismo hace el papel del gobernador Mike Morris, quien está postulando como precandidato demócrata a la presidencia y en tal capacidad debe enfrentar la primaria de Ohio, la primera que se realiza y que según la tradición, quien la gana es en definitiva el candidato del partido para la contienda presidencial. El film cuenta con un elenco de primera categoría que incluye a algunos de los mejores actores de Hollywood, aparte de Clooney mismo, se cuenta a Ryan Gosling en el rol de Stephen Myers, el joven pero eficiente jefe de prensa en la campaña del gobernador; Philip Seymour Hoffman como Paul Zara, el experimentado jefe de la campaña y Paul Giamatti encarnando a Tom Duffy, el jefe de la campaña del adversario de Morris.
Lo importante sin embargo es que la historia del film es también cautivante y más aun, lo deja a uno reflexionando sobre el rol de las “buenas gentes” en el ámbito político. Incluso uno se llega a preguntar si tales “buenas gentes” realmente existen en este a veces sórdido ambiente de la lucha por posiciones de poder, que en última instancia es la política.
Valga recordar que el film, basado en una obra de Beau Willimon, apropiadamente toma su título de una expresión latina que resume muy bien el ambiente de intriga: el “idus martiae”, la fecha, mitad de marzo, que en el calendario romano marcaba un festivo dedicado al dios Marte, pero también asociado con la fecha en la que el emperador Julio César fue asesinado en el año 44 a. C., fecha a su vez recordada en la tragedia de Shakespeare que lleva por título el nombre del asesinado emperador. En la tragedia se narra como camino del teatro de Pompeya, donde sería asesinado, Julio César es advertido de que “algo malo le ocurrirá no más tarde que en ‘idus martiae’” a lo que el emperador replica “pero ya es ‘idus martiae’” a lo que a su vez le responden, “Sí, pero aun no se va”.
Al usar esa expresión tan asociada a la tragedia de Shakespeare el autor del film a su vez indaga en temas que son importantes en la política: la lealtad, el deber patriótico, la confianza, la relación entre el líder y sus colaboradores. Y por cierto sin ir más allá, de modo de no echarle a perder el sentido de suspenso de la historia para quienes no hayan visto la película, lo que puedo decir eso sí es que deja una cierta estela de escepticismo y de cinismo en torno a todo lo ocurrido.
Ese sentimiento de alguna manera ha embargado a muchos que en alguna ocasión han estado envueltos en el accionar político, yo mismo incluido. Lo que sucede es que independientemente de las buenas intenciones con que alguien pueda entrar a la arena política (y el nombre está bien usado aquí, la política es en más de algún sentido, un área de combate) en el transcurso de lo que se denomina la “carrera política” de alguien se producen importantes cambios, y no todos voluntarios. Esto es en la trayectoria del político en esa arena en consecución de objetivos que de alguna manera también son personales (la realización de sus propias ambiciones o por último la satisfacción de su propio ego) aunque tampoco descarto que en esos objetivos haya auténticas proyecciones de hacer una vida mejor para la sociedad en la que él vive. Es claramente el caso del político retratado por Clooney en el film que mencionaba, el gobernador Morris efectivamente tiene buenas ideas, de corte progresista que, de llegarse a implementar, habrían de introducir importantes cambios en la sociedad norteamericana. De algún modo como John Kennedy lo habría querido hacer (obviamente un plan frustrado por su asesinato a tres años de haber sido elegido) o más recientemente como Barack Obama parecía haber querido hacerlo (intento frustrado en parte porque al revés de Kennedy, Obama nunca ha contado con un buen equipo y porque él mismo no tiene ni la capacidad intelectual ni la claridad de objetivos del mandatario asesinado en Dallas).
Pero hay algo más en el film, y diría en la política como ella se da en la vida real también, que constituye la variable imprevisible, quizás una extensión de un sentido de seguridad en si mismo como cuando Julio César ignora las advertencias de que “algo malo le va a suceder” y concurre sin vacilaciones al sitio en que sellará su destino. También en el caso del gobernador Morris hay una acción y un concurrir no tanto a un sitio como más bien embarcarse en una acción que a su vez le podría traer malas consecuencias. De algún modo porque el hecho de ser político o de estar involucrado en un accionar político, no exime a quienes ejercen este oficio de dar rienda suelta a sus propias emociones y pasiones. Más aun, pareciera que el poder como decía Henry Kissinger, es en verdad el más poderoso afrodisíaco y la búsqueda de los placeres ahí asociados no se separa fácilmente de la búsqueda del poder político. Sólo mucho más tarde aquel que asumió el peligroso riesgo de combinar sus propias pasiones con la vocación política podrá medir las consecuencias de su accionar, las que a veces pueden ser profundas. Por otro lado, como se ve también en el film en el personaje de Myers, para los más novicios en el mundo de la política la experiencia puede ser de un enorme valor como enseñanza y también como impulso a una transición que a lo mejor ni siquiera pensaron hacer, desde el idealismo y la auténtica entrega a una causa en la que han creído, a un pragmatismo cuyas consecuencias a su vez quedarán por venir (al menos en el film, en la vida real cada cual podrá agregar ejemplos de gente a la que han conocido, o quizás sus propias experiencias y reflexionar sobre los efectos que esa transición pudo haber tenido).

