El multiculturalismo: aplaudido y vilipendiado
El multiculturalismo: aplaudido y vilipendiado
Una de las más remarcables iniciativas hecha ley y más importantemente, práctica social en Canadá, cumplió 40 años. Me refiero al multiculturalismo, introducido como consecuencia de las recomendaciones de la Comisión Real sobre Bilingüismo y Biculturalismo, establecida en 1963 para analizar las relaciones entre las comunidades anglófona y francófona, pero que también abordó el tema de la integración de las minorías culturales o étnicas, de ahí que del concepto de biculturalismo (las culturas inglesa y francesa) se extendiera a algo más adecuado a la realidad del país: el hecho de ser un centro de atracción para gentes de muchas y diferentes culturas, de ahí el ‘multiculturalismo’.
La Comisión fue co-presidida por Davidson Duntan y André Laurendeau (en cuyo honor un cegep en el barrio de Lasalle lleva ahora su nombre) y en sus conclusiones iba mucho más lejos que lo que muchos esperaban. Al adoptar sus recomendaciones el gobierno del entonces primer ministro Pierre Trudeau y hacerlas luego aprobar en el Parlamento, Canadá devino un país pionero con su política de diversidad cultural.
La tesis multicultural cuestionó la premisa de que el estado-nación representa necesariamente una completa coincidencia entre estado y nación, o dicho de otra manera, que si hay un estado este a su vez responde a la existencia de una sola nación.
Por supuesto la noción de un estado con más de una nación en su interior es hoy más aceptada, aunque con reticencias. En Canadá mismo se acepta hoy en día que tanto los ‘quebecois’ como los aborígenes (que se hacen llamar ‘Primeras Naciones’) son naciones al interior de este país. Algo similar—aunque no sin alguna polémica—ha ocurrido en España, donde Cataluña ha declarado que los catalanes constituyen una nación. Con mucho menos drama, un país latinoamericano como Bolivia ha hecho la misma afirmación al declararse en su constitución como un ‘Estado Plurinacional’. Similar declaración ha sido adoptada por Ecuador y los grupos indígenas en Argentina y Chile reclaman un tal reconocimiento.
Ciertamente esta iniciativa despertó y sigue despertando hasta hoy numerosas controversias. Sectores derechistas se opusieron tenazmente a la idea argumentando que el multiculturalismo socavaría la identidad canadiense. En relación a los inmigrantes, aquellos sectores que preferían el modelo del ‘melting pot’ usado en Estados Unidos alegaban que el multiculturalismo iba a retardar o impedir la integración de aquellos al país. Para quienes así pensaban, la integración tenía que hacerse del modo más bien crudo como se hacía en Estados Unidos: una vez aquí los inmigrantes debían dejar de lado sus costumbres e idioma, educar a sus hijos en la idea de asimilarse y como comunidades adquirir la cultura de la sociedad de acogida. Para estimular a los inmigrantes a que adoptaran ese modelo, se les haría ver que de ese modo asegurarían su éxito laboral y consiguientemente el financiero. Una versión canadiense del “sueño americano”.
Por razones distintas, sectores separatistas y nacionalistas en Quebec también se opusieron al multiculturalismo, aduciendo que era una táctica del gobierno federal para diluir la cultura francófona en la provincia. En el fondo sin embargo, muchos de esos grupos que denunciaban el multiculturalismo desde ese lado del espectro político quebequense, lo hacían por sus propias inseguridades y prejuicios anti-inmigrantes, más que por objeciones serias y bien articuladas a la noción misma de multiculturalismo. Prueba de ello fue que en última instancia se buscó una racionalización para el tema de la integración de los inmigrantes, acuñándose un nuevo término, ‘interculturalismo’ que en el fondo es lo mismo que multiculturalismo, pero con otro nombre. Interculturalismo apareció como opuesto al multiculturalismo federal, alegando que éste planteaba una suerte de ‘mosaico cultural’ lo que para estos críticos significaba un esquema estático, en que cada cultura se desarrollaba o vivía aisladamente, lo intercultural en cambio supondría una interacción entre diversas culturas. Esa fue siempre una crítica falaz, pues el multiculturalismo nunca supuso tal cosa, el término mosaico simplemente quiso apuntar al hecho de diversidad, pero desde un primer momento, en los hechos desde el informe de 1971, ya se mencionaba el concepto de interacción entre las diversas culturas. Esto sólo para dejar las cosas claras. Personalmente no tengo problema en decir inter o multiculturalismo porque como la mayoría de las personas, no veo entre los dos diferencias mayores.
Pero si esas son críticas desde la derecha del espectro político, también ha habido críticas al multiculturalismo desde la izquierda o desde sectores progresistas. La verdad, algunas más articuladas que otras. Una de ellas apunta a que el multiculturalismo fue una suerte de programa de apoyo a las manifestaciones más obvias de la diferenciación cultural, por eso se lo asoció—con cierto tono burlón—con las danzas folklóricas de las diversas comunidades étnicas. De algún modo dándole a esas expresiones culturales y por extensión a sus comunidades, un carácter de pintoresquismo. Por algún tiempo, es cierto, las expresiones culturales y artísticas de las minorías étnicas fueron financiadas por el Departamento de Multiculturalismo, la cultura y el arte más “serio” el de los pueblos europeos fundadores (británicos y franceses) eran financiados por el Consejo de las Artes de Canadá.
El problema en esto sin embargo no era el multiculturalismo o quienes lo fomentaban, sino las políticas discriminatorias que existían y de algún modo aun existen en los jurados que adjudican las subvenciones en el Consejo de Artes de Canadá (y también en sus similares provinciales y municipales), en los hechos jurados constituidos en su gran mayoría por artistas y académicos del establishment inglés o francés y que—para decirlo crudamente—se reparten las subvenciones entre ellos mismos, al fin de cuentas este es un país de poca población en el cual prácticamente todos los que hacen algún trabajo intelectual en universidades u otros sitios se conocen. Estos miembros de las elites intelectuales anglófona o francófona se turnan en los jurados y—aunque en unos cuantos casos las adjudicaciones pueden ser merecidas—al final terminan dándoselas a aquellos que ellos conocen. Gente con apellidos difíciles de pronunciar o deletrear encuentran grandes dificultades en ser aprobados por estos jurados. En ese contexto el Departamento de Multiculturalismo fue como el mecenas cultural y artístico de los étnicos. Y bienvenido que así haya sido (admito que un organismo fundado por mí, el Taller Latinoamericano de Comunicaciones, se benefició en más de una ocasión con subvenciones de Multiculturalismo, la última vez con un proyecto que permitió diseñar y poner en marcha un sitio web, cuando estos todavía eran una novedad allá por los 90).
Otros alegan que el multiculturalismo simplemente consagra la dominación de una cultura sobre las otras (la inglesa, excepto en Quebec donde la dominante es la francesa). Lo cierto es que el multiculturalismo nunca se planteó como un ambiente cultural neutro o de absoluta igualdad de todas las culturas del país. De hecho uno se integra lingüísticamente ya sea al medio anglófono o francófono, y de ese modo asimila también muchos de sus sellos culturales. Esa es una realidad que existe independientemente de nosotros, después de todo somos ‘minorías étnicas’ lo que significa que hay alguien que es la ‘mayoría’.
Al menos los hispanoparlantes no hemos tenido mala suerte: dado el interés por el mercado latinoamericano, el español acapara un espacio lingüístico y cultural mayor que, digamos, quienes hablan urdú o letón. En eso no nos podemos quejar ya que en todo Canadá es casi siempre el tercer idioma que la gente aprende.
No todo es brillante en el multiculturalismo, especialmente ahora que los programas de apoyo cultural han sido reemplazados por otros sin mayor trascendencia para las comunidades étnicas. Algunos incluso dicen que el multiculturalismo ya no existe. Eso probablemente como programa de gobierno, pero en el espíritu de la gente el multiculturalismo está aun muy vivo. Y en lo personal creo que ha sido un gran aporte de Canadá a la convivencia de distintas comunidades. Lástima que los gobiernos lo hayan descuidado tanto.
