HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Basado en el libro homónimo de Yann Martel publicado en 2001 que generó más de 9 millones de copias, tanto los lectores del mismo como quienes no han tenido oportunidad de leerlo, apreciarán el meticuloso trabajo de Ang Lee. Aunque la aventura que vive su protagonista adquiere ribetes mágicos, el film es un relato de sobrevivencia del hombre expuesto a la naturaleza así como una historia filosóficamente mística donde aspectos teológicos y de fe confluyen en la creencia que asume su principal personaje.
El film comienza en Canadá con un desconocido escritor (Rafe Spall) -probablemente el alter ego de Martel- atentamente escuchando la historia que le cuenta Pi (Irrfan Khan), un hombre de mediana edad originario de India. Así, el espectador se impone de la singular y dramática experiencia que en su juventud atravesó en compañía de un salvaje animal.
Tratando de enmarcar el relato de Pi dentro de una zona donde ficción y realidad llegan a confundirse, el guión de David Magee introduce a Santosh Patel (Adil Hussain) y su esposa (Tabu) operando un zoológico en Pondicherry, una antigua colonia francesa de la India. El menor de sus dos hijos es Piscine quien desde niño guardó una extraña reverencia por Dios.
Ya como adolescente adulto, Piscine –habiendo adoptado el nombre de Pi (Suraj Sharma)- a pesar de haber profesado el hinduismo, su afición por lecturas mitológicas hace que también se sienta inclinado por el cristianismo y la religión musulmana.
Cuando dificultades financieras motivan que los padres de Pi cierren su empresa y emprendan con toda la familia un viaje a Canadá –junto con algunos animales del zoológico- para iniciar una nueva vida, el barco carguero que los transporta enfrenta una brutal tormenta zozobrando en medio del océano. A partir de ese momento el film adquiere el carácter de una aventura fantástica mostrando a Pi y a un feroz tigre de bengala (magníficamente logrado a través de imagen generada por computadora) como los únicos sobrevivientes de la tragedia.
Con el deslumbrante escenario de la soledad marina, Pi adquiere plena conciencia del estado errático y caótico que puede asumir la naturaleza; es allí donde el film adquiere inusitada tensión en las estrategias que debe utilizar el adolescente para convivir con la bestia felina cuyos naturales instintos asesinos la hacen difícil de domar. En esas secuencias el relato deja traslucir la relación que se crea entre el espiritual adolescente deseoso de sobrevivir y el factor divino interviniente para que resulte posible.
La decisión de Lee de rodar esta singular fábula en 3D confiere a las imágenes una especial riqueza visual, sobre todo en la casi hora de duración en que se contempla a los dos náufragos en medio de las aguas oceánicas enfrentando la majestuosidad y belleza de la naturaleza. Aunque no siempre el uso cada vez más generalizado de la tercera dimensión cumple con el propósito deseado, en este caso el formato empleado por el realizador proporciona positivos resultados artísticos.
Si bien esta historia de determinación, perseverancia y esperanza alcanza momentos de considerable valor espiritual, el film –indudablemente bien hecho- no logra suficiente impacto dramático, sobre todo en su última parte donde su alegoría religiosa no llega a satisfacer totalmente.
Con excepción de la breve participación de Gérard Depardieu animando el rol del cocinero en el buque carguero, no hay en el elenco nombres conocidos; con todo, cabe destacar la remarcable participación del debutante Suraj Sharma de 17 años de edad quien domina con su presencia todo el film brindando una convincente caracterización de un muchacho de naturaleza introvertida que se ve forzado a utilizar su máxima energía física al tratar de salvar su vida frente a un feroz animal.
En líneas generales, el tratamiento logrado por el realizador es encomiable teniendo en cuenta las dificultades que la novela ofrecía y que parecía casi imposible de ser filmada; aunque un poco larga, esta fantasía espiritual de supervivencia resulta convincente y no desmerece la novela original.
A LATE QUARTET. Estados Unidos, 2012. Un film de Yaron Zilberman
En su primer film como realizador, Yaron Zilberman considera un tema no muy frecuente adoptando la música clásica como eje de un drama realista profundamente humano.
Los múltiples conjuntos de música de cámara que existen a través del mundo motivan que con el paso del tiempo algunos de sus miembros se retiren para ceder lugar a otros que se incorporan, sin que ese hecho afecte mayormente su continuidad; en este caso, el guión del realizador escrito con Seth Grossman introduce un cuarteto de cuerdas que enfrenta una etapa crítica cuando uno de sus integrantes se ve obligado a alejarse del mismo.
Durante 25 años y con aproximadamente 3000 conciertos ejecutados en ese lapso, el Cuarteto de Cuerdas Fugue ha gozado de una importante reputación internacional debido a su impecable maestría. Sus miembros están integrados por Daniel Lerner (Mark Ivanir) –primer violín-, Robert Gelbart (Philip Seymour Hoffman) –segundo violín-, la violista Juliette (Catherine Keener), quien es también la señora de Robert, y el violonchelista Peter Mitchell (Christopher Walken) quienes han conformado una satisfactoria relación tanto humana como profesional.
La descripta armonía prevaleciente expondrá ciertas fisuras no previstas cuando Peter, el más veterano del conjunto y su mentor musical, comienza a experimentar una debilidad en sus dedos, donde finalmente se descubre que padece los primeros síntomas del mal de Parkinson; eso lo lleva a anunciar que muy pronto dejará a sus colegas. Inesperadamente y como si se tratara de la apertura de una caja de Pandora, ese hecho hará que frustraciones y resentimientos ocultos salgan a relucir.
Aprovechando la pronta partida de Peter, Robert cree que ha llegado el momento de que Daniel comparta con él la posición de primer violín; durante largó tiempo guardó secretamente el fastidio de tener que ocupar el segundo puesto y a pesar de que su rol no dejar de ser importante no alcanza a tener la envergadura de un primer violín que es el que conduce al conjunto. El perfeccionista Peter se niega acceder a ello y como Juliette quiere evitar que el grupo se disgregue trata de persuadir a su marido que cambie de actitud y que siga ocupando la misma función; eso origina un grave conflicto en la relación conyugal incluyendo una situación de adulterio. Por si eso no fuese suficiente, Alexandra (Imogene Poots), la hija de la pareja que es una joven y prometedora violinista, siente un profundo resentimiento hacia sus padres al haber experimentado una soledad afectiva en su infancia cuando ellos se alejaban para viajar por el mundo en cumplimiento de los compromisos profesionales asumidos por el cuarteto.
Aunque mucho de lo expuesto puede que en la letra escrita suene melodramático o de telenovela, el film lo desmiente porque hasta en los momentos de mayor tensión el realizador ha cuidado de evitar el desborde lacrimógeno o forzadamente sentimental.
Uno de los placeres de este film es el desempeño de su excelente elenco compenetrándose perfectamente en cada uno de los personajes asignados. Walken, en uno de los mejores papeles de su carrera, impresiona como el digno hombre que adopta una decisión penosa, teniendo en cuenta que la agrupación a la que pertenece y su pasión por la música significaron una de las principales razones que alentaron su existencia. Hoffman sigue demostrando que es uno de los grandes actores mundiales al transmitir con total convicción al reprimido músico que cree haber sido dominado y/o manejado por su colega violinista rival. Keener conmueve al sentir que su dedicación al cuarteto no le permitió cumplir con el verdadero rol de madre, en tanto que Ivanir transmite acertadamente la personalidad del dotado violinista y fundador del conjunto que no está de ningún modo dispuesto a ceder su posición de liderazgo.
El título del film hace alusión a uno de los últimos y más bellos cuartetos de cuerda –el Nro. 14 op. 131- que el genial Beethoven compuso en 1826, un año antes de su muerte. Su complejidad melódica y de no fácil ejecución constituye el leitmotiv del film, a la vez que es la obra escogida por Peter para la conclusión de su carrera.
Por razones obvias evito comentar el desenlace de esta historia, pero en todo caso puedo anticipar que es lo suficientemente conmovedor como para no dejar a nadie indiferente.
Conclusión: Un film atípico, original, inteligente y cautivante donde no se requiere ser músico ni tampoco melómano para disfrutarlo plenamente.
VIDEO
CLOCLO. Francia-Bélgica, 2012. Dirección: Florent-Emilio Siri. Distribución: Seville/Entertainment One (2012)
Claude-François –apodado Cloclo- ha sido considerado para gran parte del público francés un mito de la canción popular y al ver esta película se rememora con nostalgia la trayectoria de una figura que tuvo su momento de gloria y que desgraciadamente el destino lo marcó trágicamente al morir electrocutado en marzo de 1978 a los 39 años de edad.
El director Florent-Emilio Siri no hizo gran esfuerzo para innovar este film biográfico; todo sigue un rumbo predecible marcando los pasos vividos desde su infancia en un hogar confortable de Egipto, para inmigrar posteriormente a Francia para comenzar su carrera de baterista y posteriormente convertirse en ídolo de la canción.
Hijo de un autoritario padre francés y de una cálida e incondicional madre italiana, el adolescente Cloclo, queda marcado por la relación difícil mantenida con su progenitor quien se opuso a que dejara una carrera convencional en un banco para dedicarse a la música. De allí en más el relato destaca la personalidad compleja, contradictoria y en gran parte egoísta del cantante, sus relaciones amorosas y su rol como compositor de algunas de las canciones francesas (le téléphone pleure, Alexandrie Alexandra) que hicieron vibrar a los jóvenes de la década del 60 y 70. En tal sentido, su mayor éxito fue el tema Comme d’habitude que fue traducido a varios idiomas y especialmente reescrito por Paul Anka al inglés con el título de My Way en donde Frank Sinatra logró del mismo una extraordinaria popularidad; esa canción constituyó la puerta de entrada de Cloclo a los escenarios de Londres.
Narrado en forma convencional y sin poder evitar algunos clisés, el film se beneficia de una estupenda interpretación de Jérémie Renier; el actor belga convence en todo momento transmitiendo la humanidad de un personaje complejo, decididamente egocéntrico a la vez que inseguro y contradictorio, denotando en ciertas circunstancias una personalidad poco agradable en el trato asumido con algunas de las mujeres que compartieron su vida.
El film no alcanza la envergadura de algunos dramas biográficos como por ejemplo lo fuera La vie en rose (2007) sobre Edith Piaf; con todo, sin ser remarcable y a pesar de algunas reiteraciones que alargan inadecuadamente su duración de casi dos horas y media, atraerá la atención de los seguidores de Claude-François, gracias a la energía desplegada por Renier, el montaje de algunos de sus números musicales y la buena banda sonora de Alexandre Desplat.
El DVD, que no contiene material suplementario, es presentado en su versión original francesa con subtítulos opcionales en inglés y francés.
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