HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
La celebrada novela Anna Karenina de Leo Tolstoy escrita en 1877 cobra nueva vida en la pantalla a través de la visión del director Joe Wright quien se valió de la adaptación hecha por el renombrado dramaturgo Tom Stoppard para aportar algo diferente de lo que hasta ahora se ha visto en las numerosas versiones ofrecidas tanto por el cine como la televisión.
Para transmitir esta historia de amor el director ubica la acción en un escenario teatral para posteriormente proseguir su desarrollo fuera del mismo y en forma intermitente recordar al espectador que está asistiendo a una obra teatral. El recurso, si bien ingenioso, en ciertos momentos distrae al ver a actores en escena representando sus respectivas partes en vez de apreciar a personajes que cobran vida real. Más allá de esta innovación, la presente versión caracterizada por un lujo impresionante y por su elegancia visual, resulta emocionalmente fría y distante sin alcanzar a transmitir plenamente el drama que atraviesa su protagonista.
La adaptación de Stoppard es fiel al contenido de la novela original. El año es 1874 y estamos en la ciudad de San Petersburgo de la Rusia imperial. Ahí vive la joven y bella Anna Karenina (Keira Knightley) gozando de un excelente nivel económico y social al estar casada con Karenin (Jude Law), un funcionario de gobierno de importante jerarquía. El matrimonio que tiene un pequeño hijo funciona más por inercia que por la existencia de un verdadero amor. El día en que Anna viaja a Moscú a pedido de su donjuanesco hermano Oblonsky (Matthew Macfadyen) a fin de que le ayude a evitar de que su matrimonio con Dolly (Kelly Macdonald) zozobre, cuando el tren llega a la estación de destino conoce a Vronsky (Aaron Taylor-Johnson) un oficial de caballería e hijo de una distinguida condesa (Olivia Williams). El flechazo amoroso entre ellos es fulminante y al poco tiempo Anna se convierte en su amante, transgrediendo de ese modo las convenciones de la sociedad en que ella se desenvuelve.
Si hay un rasgo importante que justifica el paso impropio cometido por Anna es que Tolstoy concibió a su heroína como un ser vulnerable consumido por una inconmensurable pasión; es en ese aspecto que radica el vínculo o empatía que el lector o bien en este caso el espectador debería sentir por la protagonista; sin embargo, en este film, esa pasión está ausente. Hay dos razones importantes por la que la fuerza emocional de esta tragedia romántica queda diluida: en primer lugar, Anna es aquí descripta no como la mujer vulnerable a quien el destino le deparó un amor irresistible que la conduce a la infidelidad matrimonial, sino más bien la presenta como una persona mimada, caprichosa, neurótica que difícilmente logra ganar la simpatía del público; otro factor importante es la falta de química existente entre los amantes, donde uno no alcanza completamente a consustanciarse con la gran atracción que Vronsky despierta en Anna y su consecuente “affair” que destruye su vida conyugal y la aparta del hijo que tanto quiere.
El mayor mérito del film descansa en el suntuoso toque de distinción que el director brinda a esta historia. Visualmente, lo que se observa es irreprochable y uno se siente tentado de participar de la magnificencia de los bailes de salón magníficamente coreografiados y bellamente fotografiados; así también la pintura de época y las costumbres de la alta sociedad están bien reflejadas.
A nivel de interpretación Law es el que más se destaca como el herido cónyuge que por razones de dignidad de ninguna manera puede consentir que el adulterio de su esposa persista. Knightley colabora por tercera vez (Atonement, Pride and Prejudice) con el realizador con lo que se supone la existencia de una verdadera sintonía entre ambos; sin embargo, su actuación aunque correcta no logra expresar totalmente los sentimientos entremezclados de pasión, culpa y desesperación que Greta Garbo (en 1927 y 1935) y/ Vivien Leigh (en 1948) tan bien brindaron en sus respectivas caracterizaciones de la romántica heroína. Finalmente, la participación de Aaron Taylor-Johnson como Vronsky está completamente fuera de tipo al ofrecer una interpretación unidimensional y anodina.
Conclusión: Joe Wright ofrece una producción ambiciosa cuya frialdad impide transmitir el impacto emocional de la novela original; con todo llega a atraer por su elegancia y exuberante riqueza visual.
HITCHCOCK. Estados Unidos, 2012. Un film de Sacha Gervasi
Alfred Hitchcock ha sido uno de los más grandes realizadores del siglo XX y considerado por muchos historiadores de cine como el maestro del suspenso. A pesar de haber muerto hace 32 años, sus filmes perduran como clásicos de la cinematografía universal y su nombre es utilizado como importante referencia de comparación cada vez que un nuevo thriller se estrena. De allí que esta película de ficción que lleva su nombre puede prestarse a confusión al creer que se trata de su biografía; en cambio considera un capítulo de su vida que tuvo especial trascendencia para él tanto a nivel profesional como en su vida personal.
Basado en el libro del escritor Stephen Ribello Alfred Hitchcock And The Making of “Psicho” el film es un recuento de la parafernalia vinculada con el rodaje de “Psicosis”, donde ningún espectador que lo haya visto podrá olvidar la escena de la ducha, una de las más antológicas de la historia del cine.
Después del estreno de su último film “North by Northwest” (1959), instigado por algunos críticos que pensaron que quizá podría haber llegado el momento de retirarse, el realizador (Anthony Hopkins) se siente obsesionado por filmar el libro “Psycho” de Robert Bloch, basado en un verdadero asesino de Wisconsin que sirvió de inspiración para la concepción del personaje Norman Bates. Sin embargo, la dificultad de poner en marcha el proyecto se debió al rechazo de los estudios de Paramount Pictures para financiarlo debido a que “Vértigo” (1958) no resultó un éxito comercial como se esperaba. Empecinado en filmarlo, Hitchcock logra superar el obstáculo obteniendo los fondos necesarios a través de un préstamo sobre la hipoteca de su casa que también pertenece a su esposa Alma Reville (Helen Mirren).
Simultáneamente con el proceso del casting del film protagonizado por Janet Leigh (Scarlet Johansson) y Anthony Perkins (James D’Arcy), el comienzo del rodaje y lo acontecido a lo largo de su desarrollo, el relato centra su atención en Alma. Ella fue la devota cónyuge quien durante los 30 años de matrimonio -hasta ese entonces- había constituido la fuerza magnética pero oculta que gravitó positivamente en la carrera del realizador. Además de compañera, fue la íntima confidente que leía sus guiones y sugería cambios si fueran necesarios, quien participó anónimamente en las tareas de montaje y en general siempre alerta en todo lo que concernía a la labor fílmica de su marido quien a su vez prestaba gran atención a sus observaciones.
En lo que concierne a un nivel más íntimo, el relato inserta la relación existente en la pareja destacando jocosamente la obsesión del director por las actrices rubias que no hace mucha gracia a Alma; ella, por su parte -en una situación ficticia introducida por el guión de John J. McLaughlin- comienza a trabajar con su amigo, el escritor Whitfield Cook (Danny Huston), manteniendo un flirteo estrictamente platónico que hace celar a su marido. Aunque estas escaramuzas conyugales podrían distraer levemente del objetivo central del film lo cierto es que ponen de relieve el apoyo moral que Alma brindó a Alfred y que éste, a pesar de cualquier altibajo matrimonial, sabía muy bien la importancia del valioso aporte profesional y afectivo que ella le brindó.
Volviendo al film, en la dramática escena de la ducha donde Hitchcock prefería prescindir de cualquier fondo musical, es Alma quien lo convence de introducir el tema especialmente concebido por el compositor Bernard Herrmann que en combinación con la imagen proyectada logra que el público cobre una real sensación de horror.
Hitchcock ofrece muchos momentos de humor. Como buen ejemplo bastaría citar la secuencia en que tiene lugar la primera proyección pública del film con el director apostado en el vestíbulo del cine donde se lo exhibe; ahí salta contentísimo como un niño chico al oír y ver la reacción de la audiencia frente al miedo y espanto causado cuando Norman Bates acuchilla salvajemente a la infortunada visitante de su hostería.
La nota emotiva del film está también presente cuando por primera vez en forma expresa Hitchcock reconoce públicamente la contribución fundamental que tuvo su esposa en su vida profesional como realizador.
La interpretación de Hopkins –excelentemente maquillado para la ocasión y brindando un buen parecido físico a la corpulenta presencia física del realizador- capta maravillosamente la personalidad del personaje que anima, en tanto que Mirren aporta calidez y afecto como Alma. Johansson está acertada como Janet Leigh en tanto que D’Arcy aporta la personalidad un tanto ambigua de Perkins que se asocia al rol que interpreta en “Psicosis”.
Conclusión: Lejos de ser un film profundo, esta buena comedia dramática reúne los elementos necesarios para conformar plenamente al público adicto a los filmes del excepcional director.
SILVER LININGS PLAYBOOK. Estados Unidos, 2012. Un film escrito y dirigido por David O. Russell
El director David O. Russell, con un guión que le pertenece basado en una novela de Mattew Quick, ofrece un film que sin ser excepcional resulta entretenido con personajes bien delineados que son desempeñados por un competente elenco.
El protagonista es Pat (Bradley Cooper) un ex profesor de escuela secundaria de Filadelfia diagnosticado con desorden bipolar. Consecuencia de ello fue el brutal ataque inferido al amante de su esposa Nikki (Brea Bee) cuando los pescó haciendo el amor en su hogar. En vez de la cárcel le ha tocado pasar ocho meses como paciente en una institución mental para su recuperación. El film comienza cuando es dado de alta, a pesar de que aún persisten rasgos que denotan no haberse restablecido totalmente. Con la intención de rehacer su vida y tratando de adoptar una actitud positiva –a pesar de haber perdido su empleo, casa y esposa-, se instala en el hogar de sus padres Dolores (Jacki Weaver) y Pat Sr. (Robert De Niro); allí, sus frecuentes exabruptos de violencia originan tensión perturbando la rutina familiar.
La primera parte del film adopta el tono de drama realista describiendo los esfuerzos de Pat de querer desvincularse de su pasado aunque persiste el deseo de recuperar el amor de su distanciada esposa, a pesar de una orden judicial que le impide acercarse a ella. El circunstancial encuentro con Tiffani (Jennifer Lawrence), una joven viuda que también experimenta considerables problemas emocionales, hará que ambos se acompañen compartiendo el estado de salud y los remedios que los dos ingieren; además, ella se apresta a ayudarlo para hacerle llegar una carta suya a Nikki con la condición de que Pat la acompañe como pareja en un concurso de baile.
De allí en más, el relato cambia de rumbo para convertirse en una comedia dislocada más el agregado del clima romántico que previsiblemente va surgiendo entre Pat y Tiffani; aunque nada de lo que se contempla resulta realísticamente plausible, eso no priva que un buen numero de situaciones resulten ciertamente hilarantes. Entre las ocurrencias absurdas, el público se divierte con el comportamiento adoptado por el supersticioso padre de Pat quien como apasionado fanático del equipo de fútbol local apuesta considerables sumas de dinero en base al resultado de los partidos.
Ciertamente, lo que al principio prometía considerar el modo en que la enfermedad mental puede afectar el grado de comunicación de las personas afectadas con el mundo que les rodea, el tema es dejado totalmente de lado para privilegiar en cambio el lado excéntrico de esta historia con personajes socialmente inadaptados.
Russell logró un film satisfactoriamente romántico respaldado por el excelente desempeño de Cooper y la versatilidad demostrada por la joven actriz Lawrence en los roles protagónicos; en los papeles secundarios De Niro se destaca confirmando que además de ser un excelente actor dramático, también goza y convence caracterizando a personajes ocurrentes.
Conclusión: Aunque la combinación de drama, romance y comedia excéntrica no siempre se conjuga armoniosamente, el ritmo fluido y ameno del film conduce a un relato de agradable visión
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