HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
A pesar de haber transcurrido más de siete décadas desde su estreno, The Wizard of Oz (1939) es un clásico que sigue manteniendo vigencia; en base a los célebres libros de Frank Baum, el film seguía los pasos de la joven Dorothy Gale (Judy Garland) quien a causa de un tornado es llevada a un mundo mágico y al tratar de ubicar al mago que la regrese nuevamente a su hogar encuentra en su camino a encantadores personajes. A través de los años se trató de reproducir el espíritu de dicho film, incluso en una comedia musical de Broadway, pero sin lograr alcanzar el nivel de la versión original. En esta oportunidad, Sam Raimi intenta algo que no es exactamente volver al mismo relato sino incursionar en los orígenes de la leyenda de Oz que no había estado contemplado por Baum. El ambicioso proyecto de ninguna manera llega a eclipsar a la maravillosa fantasía de Victor Fleming pero cabe reconocer la energía e imaginación desplegada por Sam Raimi para reconstituir el mundo de Oz; aunque el film no llegue a revolucionar, dispone de los necesarios atributos para satisfacer a todo tipo de público.
Los guionistas Mitchell Kapner y David Lindsay-Abaire han concebido una fantasía que comienza en la ciudad de Kansas con escenas filmadas en blanco y negro; allí se ubica un circo ambulante que entre su principal atracción destaca la actuación de Oscar Diggs (James Franco), un ilusionista donjuanesco de pocos escrúpulos y por añadidura farsante. Al verse obligado a escapar del circo, el versado charlatán se aferra a un globo aerostático y, al igual que Dorothy, a causa de una tormenta termina arribando al lejano mundo encantado de Oz. Ya con imágenes en colores, el film muestra a este antihéroe gratamente sorprendido cuando equivocadamente los habitantes lo confunden como el profético mago que llegó para liberarlos del sometimiento de la maquiavélica bruja Evanora (Rachel Weisz) que reina la Ciudad de Esmeralda. De allí en más, comenzará para Oscar una singular aventura que vivirá a través del encuentro con Evanora y dos brujas más; una es Theodora (Mila Kunis) la ingenua hermana de Evanora, y la otra es la dulce y bondadosa Glinda (Michelle Williams). Además, el simpático antihéroe se codeará con coloridos personajes como la pequeña muñeca de porcelana, el mono alado, la China Girl, entre otros. Al final de esta historia, Oscar llegará a redimirse al haberse transformado de un egoísta e inescrupuloso truhán en un noble y auténtico líder amado por la gente del mágico reino al que llegó por azar.
Aunque se podría aducir que la historia narrada tiene un dejo de dejà vu, lo cierto es que el director la ha convertido en un agradable film para toda la familia que además de ampliamente entretenido, reboza en humor, no está exento de cierta emoción y sobre todo no recurre a la violencia para generar interés. El elenco es parejo y si bien no hay ninguna actuación descollante, tanto Franco como Weisz, Williams y Franco demuestran una vez más que son eficientes actores en la caracterización de sus respectivos roles.
Lo que más trasciende de este film son los valores de producción que ofrecen un espectáculo altamente grato a la vista. Raimi contó con un magnífico equipo técnico como es el caso del sólido apoyo suministrado por Robert Stromberg en los diseños de producción, un artista que logró un Oscar por Avatar y que aquí ofrece nuevas muestras de su creatividad: así, contemplar la Ciudad Esmeralda, el Bosque Oscuro, y/o el curioso Sendero Amarillo, entre otros logros, suscita verdadera admiración. Elogios similares merecen la dirección de fotografía de Peter Deming así como los notables efectos visuales de Scott Stokdyk. Finalmente, el empleo del 3D, que en este caso se ajusta funcionalmente a la ilustración del relato, refuerza los valores del film.
Conclusión: Una colorida fantasía engalanada por su belleza visual
STOKER. Estados Unidos, 2013. Un film de Park Chan-wook
El conocido realizador sudcoreano Park Chan-wook incursiona en el cine americano con un desafortunado relato de suspenso. Stoker es un melodrama incongruente que trata de crear un clima de misterio basado en situaciones completamente irreales y aunque cuenta con mínimo diálogo, lo poco que se dice o expresa suena pretencioso e impostado.
Lo que en principio atrae en este film es su reparto con Nicole Kidman, Mia Wasikowska y Matthew Goode conformando el trío protagónico; sin embargo, ninguno de los roles que les toca caracterizar les permite demostrar sus cualidades interpretativas en el risible guión de Wentworth Miller.
Kidman anima a Evelyn Stoker, una viuda, cuyo marido Richard (Dermot Mulroney) acaba de fallecer en un no muy claro accidente automovilístico. Su hija India (Wasikowska) de 18 años de edad se encuentra sumamente deprimida porque la pérdida de su padre significa también la invalorable ausencia de una persona con quien mantuvo una íntima comunicación. Caído del cielo, aparece en el escenario el elegante y seductor tío Charlie (Matthew Goode), hermano del difunto, de quien India ignoraba su existencia y que hasta ese momento había estado ausente en su condición de viajero mundano; sin explicación alguna, se instala en el confortable hogar de Evelyn e India y a partir de allí, el director trata de crear artificiosamente un clima de misterio.
Durante la primera mitad del metraje, uno ignora la razón de la frialdad existente entre madre e hija así como también se desconoce saber qué es lo que se propone el inesperado visitante. Poco a poco Charlie va encandilando a Evelyn al propio tiempo que comienza a seducir a India, lo que genera cierta tensión que se acrecienta cuando la tía de Charlie (Jacki Weaver) trata de aconsejar a Evelyn acerca de ciertas sospechas que tiene de su sobrino. De allí en más, nada cobra sentido; así, desapariciones misteriosas, crímenes que acontecen y una muy pobre justificación de lo que aconteció con Richard y cómo se produjo su muerte, deja al espectador en un estado de frustración total.
Sin duda el realizador vio el film de Alfred Hitchcock Shadow of a Doubt (1943) y quiso emularlo tratando de que el personaje de Charlie crease la misma incertidumbre y ambigüedad que el papel interpretado por Joseph Cotten. Cualquier comparación resulta inútil porque mientras que el mago del suspenso siempre brindó coherencia en sus filmes, eso no ocurre aquí con personajes irrealistas pedestremente desarrollados y una forma nada sutil para narrar la historia. Aunque estilísticamente bien realizado y con buenos diseños de producción, esos aspectos favorables no logran salvar la mediocridad del presente film.
LES SAVEURS DU PALAIS. Francia, 2012. Un film de Christian Vincent
Aunque las películas basadas en temas culinarios o gastronómicos no abunden, con todo hay dos filmes que tuvieron repercusión internacional por la forma en que la buena comida adquiría relieve especial dentro del relato: tanto El Festín de Babette (Dinamarca, 1987) de Gabriel Alex como Comer, Beber, Amar (Taiwan, 1994) de Ang Lee, impresionaron gratamente porque además de tentar a los espectadores con los deliciosos platos ofrecidos, se asistía a dos historias cálidas y humanas de fácil identificación. Algo semejante acontece ahora con el estreno de Los Sabores del Palacio del director francés Christian Vincent, que sin llegar al nivel de los filmes arriba mencionados, relata una historia agradable de ver. La misma está inspirada en las experiencias vividas por Danièle Delpeuch quien ha sido la cocinera del presidente François Mitterand durante casi dos años en la segunda gestión de su mandato.
Con nombres cambiados, el film comienza mostrando a Hortense Laborie (Catherine Froth) quien se desempeña como jefa de cocina en una estación científica francesa del archipiélago Crozet, al sur del Océano Indico. Rápidamente y a través de flashback, la acción retrocede algunos años donde Hortense es una modesta chef de Perigord, una zona rural de Francia, apartada del mundanal ruido de París. Grande será su sorpresa cuando el presidente de la república (Jean d’Ormesson) al haberse impuesto de sus aptitudes profesionales, la convoca para ofrecerle el cargo de cocinera de sus comidas privadas y la de sus invitados personales en el Palacio Eliseo.
Cuando en su primer encuentro el presidente le hace saber su predilección por algunas comidas básicas regionales que apreció en su juventud, Hortense sabrá cómo preparar platos no sofisticados de sabor regional que además de apetitosos sean saludables para un hombre ya octogenario.
Desde el momento que llega a su lugar de trabajo rápidamente se da cuenta que deberá tener que contrarrestar el recelo y/o la envidia despertada por el personal masculino de cocina frente al hecho de que por primera vez una mujer entra a jugar un rol principal en ese particular entorno; con todo, el entusiasmo que brinda a su trabajo, su manera de actuar en forma discreta y amable, su particular sentido del humor y la gentil colaboración de un joven asistente de pastelería (Arthur DuPont) que simpatiza con Hortense le permitirán superar los obstáculos que se le opongan.
La historia propuesta por el guión del realizador junto a Etienne Comar es bien simple sin que existan verdaderos conflictos dramáticos en su desarrollo. Sin embargo, es a nivel de la interpretación donde se destacan los valores más importantes del film; así, cabe apreciar la generosa actuación de Froth exudando humanidad, simpatía y espontaneidad en el rol que desempeña, así como una buena química que se genera con la caracterización lograda por Ornesson quien a los 87 años de edad y sin ninguna experiencia anterior infunde suficiente autoridad a la vez que calidez como el señor presidente.
Finalmente cabe mencionar que parte del relato ha sido filmado en el Palacio Eliseo logrando así completa autenticidad a lo que se está narrando.
Conclusión: Un film que sin ser muy relevante es agradable de ver gracias a sus personajes bien delineados dentro del marco de un relato eficientemente narrado y muy bien actuado; a pesar de su carácter francés tiene atractivo universal.
STEVEN SPIELBERG PRESIDENTE DEL JURADO DE CANNES 2013
En más de una oportunidad Steven Spielberg fue invitado a participar como presidente del jurado del Festival de Cannes, pero por superposición con su agenda de trabajo no le había sido posible aceptar. Finalmente, en la sexagésima sexta edición que se desarrollará entre el 15 y el 26 de mayo próximo, el celebrado realizador ocupará ese prestigioso cargo liderando un jurado cuyos integrantes hasta el momento se desconocen.
El realizador siempre ha mantenido una relación muy cercana con Cannes donde su segundo largometraje The Sugarland Express presentado en 1974 obtuvo el premio al mejor guión y el excelente E.T. en 1982 fue el film que clausuró el festival. Asimismo, el año pasado Jaws participó en una retrospectiva de clásicos de la historia del cine.
A través de una carrera de 4 décadas jalonada con 27 películas, Spielberg es uno de los directores más importantes e influyentes del mundo. Su filmografía es ecléctica y en la misma se puede encontrar una diversidad de géneros. Además de películas de gran entretenimiento comercial donde predominan la aventura, la fantasía infantil, la comedia brillante y/o la ficción, también se hayan excelentes dramas que testimonian algunos de los problemas sociales que han marcado profundamente a nuestra civilización como la esclavitud, la segregación racial y el holocausto, entre otros; de este modo varias de sus películas han logrado sensibilizar al espectador sobre la condición humana, brindando un mensaje alentador hacia un mundo mejor y más tolerante. Además de gran humanista, Spielberg siempre se encuentra en el constante proceso de innovación, lo que lo ha convertido en uno de los más grandes virtuosos del séptimo arte.
La Academia de Hollywood lo premió en dos ocasiones como mejor director con Schindler’s List en 1993 y Saving Private Ryan en 1998. Días atrás su última película Lincoln le permitió a Daniel Day-Lewis obtener el Oscar al mejor actor.
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