INMIGRANDO A CANADA
INMIGRANDO A CANADA
Por Vilma Filici
vilma@filici.com
Toronto. Hace exactamente un año escribí una columna titulada “Tu pareja, tu hija, tu amigo o tu vecino podrían ser deportados con las nuevas leyes migratorias”. En ese momento el Ministro de Inmigración y Ciudanía, Jason Kenney, había anunciado una propuesta de ley que según él iba a poner un alto a los criminales del mundo que quisieran llegar a Canadá, así como también deportaría a los residentes permanentes (porque nunca se hicieron ciudadanos) que hubieran cometido un crimen dentro del país.
El Ministro Kenney dijo en esa ocasión que quería sacar del país a las personas que representen un peligro para la sociedad canadiense, y el 19 de Junio pasado esa propuesta de ley se convirtió en ley y se está implementando.
Para entender la nueva ley hay que entender primero qué es lo que estaba sucediendo en el pasado con los residentes permanentes que cometían un crimen.
Una persona que cometía un acto criminal, que era encontrada culpable de haberlo cometido y que recibía dos años o más de condena, al terminar la sentencia era buscada por el Departamento de Inmigración y se le daba una orden de deportación. Y por haber recibido dos años o más de cárcel perdía su derecho a una apelación ante el Consejo de Apelaciones de Inmigración de Canadá, que es un cuerpo de apelaciones que tiene el poder para decidir si en el momento que se dio la orden de deportación hubo un error de hechos, de interpretación de los hechos, un error legal, una falta a los derechos de la persona, o si hay razones humanitarias y de compasión para que esta persona permanezca en el país aun teniendo un record criminal.
Pero el Ministro de Inmigración alegó que el límite de dos años le permitía a la persona permanecer en el país mientras se terminaba todo este proceso de apelación, y que teniendo el derecho a apelar podía dilatar su deportación. Es decir, que estos procesos le impedían al gobierno poder sacarlos del país.
Ahora, con el cambio de ley, es posible agilizar la deportación de personas que han sido encontradas culpable de una ofensa criminal, dado que la posibilidad de apelar la deportación sólo le será permitido a personas que reciban seis meses o menos de cárcel, lo que implica que alguien que reciba seis meses o más automáticamente perderá el derecho de iniciar una apelación y será deportada.
También se introdujo otro cambio que afectará a los residentes permanentes y personas que desean obtener su residencia dentro o fuera del país, y que hayan sido encontradas culpables de una ofensa dentro o fuera de Canadá por la cual, si dicha ofensa hubiese sido cometida dentro del país, podrían haber recibido una sentencia máxima de por lo menos diez años.
El problema con esta ley es que afecta no solamente a las personas que realmente representan un peligro para la sociedad canadiense. Porque la mayoría de personas que van a ser afectadas son gente que tal vez ha cometido un error pero que no necesariamente lleva un patrón de vida de criminalidad. Son personas que, por ejemplo, pierden el control en una pelea porque están ebrios o porque están muy enojados, y golpean a una persona y la pueden llegar a lastimar en un acto de enojo. Si esa persona recibe una sentencia de más de seis meses, va a ser deportada del país.
Otra cosa que debemos tener en cuenta cuando el Ministro dice que quiere sacar a los criminales del país, es que esos “criminales” pueden ser tu esposo, tu hija que se metió en problemas, tu vecino, tu hermano. Puede ser cualquiera, ya que en este contexto, “criminal” no significa un asesino o mercenario, sino que cualquier persona que cometa un error y que reciba más de seis meses de sentencia.
Yo personalmente tuve hace poco una de las experiencias más absurdas pero a la vez más interesantes de mi vida, y doy gracias a Dios que soy ciudadana canadiense, porque de no ser así eventualmente hasta podría haber sido ¡deportada!
Eran las 8:30 de la mañana e iba camino a mi oficina. Estaba tratando de hacer un giro a la izquierda, pero una mujer con cinco niños estaba parada en la esquina. Yo estaba lista para hacer el giro, pero al ver que la señora vacilaba si cruzar o no, decidí esperar un momento que pareció una eternidad. Los niños estaban dispersos y parecía que nadie sabía lo que estaban haciendo.
De repente empezaron a cruzar la calle. La mujer me miró y me hizo un gesto desagradable. Abrí la ventana y le dije que estaba esperando a que se moviera. Ella estaba a media calle, se dio la vuelta y se dirigía hacia mi coche. Como yo tenía el paso libre mejor avance y me fui para mi oficina.
Tuve una mañana bastante ocupada, y luego, cuando estaba almorzando, recibí una llamada de mi oficina: La policía me estaba buscando. Inmediatamente pensé que habían llegado a mi oficina para hablar sobre algún cliente, pero para mi sorpresa, querían hablar conmigo sobre el altercado que había tenido en la mañana.
Cuando regresé a mi oficina los policías ya se habían ido, pero pidieron que yo les llamara al día siguiente. Yo estaba en shock de solo pensar que se tomaron todo el tiempo para buscarme y llegar a interrogarme.
Cuando llamé, el oficial me preguntó sobre el incidente. Dijo que la mujer me había acusado de agredirla, pero después de hablar con él y explicarle mi versión de los hechos el caso no llegó a mayores.
Sin embargo, el oficial de policía podría haberme hecho cargos de asalto físico, y de haber ido a Corte y haber sido encontrada culpable, me habría dejado con un record criminal. Y yo no me considero para nada un peligro para la sociedad, ni considero a una persona en la misma situación un peligro para la sociedad.
Definitivamente esta ley es injusta e inhumana. Penaliza a las personas doblemente porque primero deben sufrir la condena penal y luego son deportadas. Y no se puede criminalizar y hacer pagar un precio tan alto como la deportación a personas que por azares de la vida cometen un error, pero que no son ni pueden ser consideradas criminales o personas de las que Canadá debería deshacerse.
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