HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Con una interpretación excepcional de Matthew McConaughey, el film se centra en Ron Woodroof, un hombre de Texas que viendo su vida amenazada por el SIDA comienza una cruzada única para tratar de salvarse así como también ayudar a otros pacientes aquejados del mismo mal.
A través de la elegante narración ofrecida por el realizador canadiense Jean-Marc Vallée, el público llega a conocer a Ron Woodroof (McConaughey), un rústico y beligerante electricista de Dallas quien además es mujeriego, adicto a la bebida y decididamente homófobo. Cuando como consecuencia de un accidente de trabajo que sufre en julio de 1985 es hospitalizado, se entera de ser portador del virus del SIDA y que solo le resta un mes de vida. Aunque en esa época no se sabía mucho de esta extraña enfermedad, lo único claro era que el mal afectaba mayoritariamente a la comunidad gay que mantenía relaciones sexuales; de allí que viendo insultada su masculinidad y no creyendo en el diagnóstico obtenido Ron reacciona hostilmente contra los médicos que lo atienden (Denis O’Hare y Jennifer Garner) abandonando el hospital.
Al ver que su estado físico comienza a deteriorarse y al negarse a aceptar su sentencia de muerte, este hosco individuo decide efectuar una investigación en la biblioteca local –el sitio web aún era desconocido- sobre el origen de su enfermedad así como de la existencia de ciertos medicamentos eficaces existentes fuera del país pero no aprobados aún por la FDA (Food and Drug Administration). En consecuencia decide desplazarse a la frontera mexicana donde se contacta con un médico americano sin licencia (Griffin Dunne) que ha obtenido buenos resultados con tratamientos alternativos; a partir de allí, y conciente de la nueva realidad que le toca afrontar, Ron comienza a contrabandear drogas medicinales que ya no solo provendrán de México sino también de otros lugares del mundo.
Lo interesante de esta historia real es que aunque constituya una acerba crítica contra las instituciones médicas y corporaciones farmacéuticas americanas al demostrar sus falencias en el tratamiento de la enfermedad que ha cobrado tantas víctimas, el film en última instancia constituye un meticuloso estudio de la personalidad de un individuo que en el transcurso de su lucha por legalizar medicamentos que alivien males incurables va cambiando su forma de pensar y actuar. Dentro de ese contexto, resulta encomiable la relación improbable que llega a entablar con Rayon (magnífica caracterización de Jared Leto), un transexual drogadicto a quien conoció durante su permanencia en el hospital; con él llegará a fundar un club donde la gente afectada de SIDA, a través del pago de una cuota mensual puede tener acceso a los medicamentos no provistos por el sistema de salud de los Estados Unidos.
Tanto la lograda dirección de Vallée como el excelente guión de Craig Borten y Melisa Wallack, contribuyen a que este film, lejos de apelar a artificiosos sentimentalismos, llegue a cualquier tipo de audiencia capaz de apreciar y sentir qué es lo que significa padecer de un terrible mal buscando con desesperación una medicina que pueda socorrerlo.
Como al principio se señaló, la interpretación de McConaughey causa admiración y sin duda imposible de olvidar. Si físicamente resulta irreconocible con la pérdida de peso lograda para brindar la idea de una persona demacrada por la enfermedad, lo sorprendente es de qué modo el carilindo actor se ha convertido en un intérprete de gran envergadura; así y con total convicción, se sumerge por completo en la piel del macho antihéroe que se transforma en un autodidacta científico del virus del SIDA y en su viaje interior de autodescubrimiento logra redimirse como un hombre tolerante y afectuoso que brinda su apoyo y cariño hacia individuos que antes había despreciado y padecen del mismo síntoma. No menos importante es la participación de Leto quien ofrece una humana caracterización de una persona que ha logrado romper la coraza homofóbica de Ron. En los créditos finales del film se indica que Woodroof logró vivir hasta 1992.
Conclusión: Un film bellamente realizado y que abordando un urticante tema cuenta con la insuperable actuación de McConaughey
12 YEARS A SLAVE. Estados Unidos-Gran Bretaña 2013. Un film de Steve McQueen
Aunque el tema de la esclavitud ha sido tratado en innumerables oportunidades por el cine americano –desde Lo que el Viento se Llevó (1939) hasta Django Desencadenado (2012)- este film de Steve McQueen es el más elocuente, visceral, brutal y descarnado sobre el tema. Si el siglo XX espantó al mundo con los horrores del Holocausto, no menos doloroso es pensar en la tragedia vivida en Estados Unidos con la institución legal de la esclavitud hasta su abolición en 1863, donde por el color de su piel la mayoría negra afroamericana había sido tratada prácticamente como ganado destinado al matadero.
Lo que distingue a este film de muchos otros es que a pesar de tratarse de un relato de ficción está basado en las memorias de Solomon Northup, el noble negro de alma blanca, quien después de los vejámenes sufridos por más de una década brindó el testimonio escrito de su descenso a los infiernos. Así y en la excelente adaptación de John Ridley, Mc Queen ofrece con su tercer film –sin duda el más directo e importante después de Hunger (2008) y Shame (2011)- un documento vital que parecería adquirir el carácter de un documental donde el realizador le pide a la víctima Northup que relate su odisea.
La acción comienza en 1841, donde vemos a Northup (Chiwetel Ejiofor) viviendo en Saratoga –Nueva York- junto a su familia. Se trata de un hombre negro educado que se desempeña exitosamente como violinista y siendo libre está lejos de experimentar los tormentos de la esclavitud que sufren los afroamericanos sureños. Un buen día, engatusado por unos embaucadores que se hacen pasar como empresarios del mundo del espectáculo, es invitado a viajar con ellos a Washington para efectuar algunas actuaciones como músico; ahí es vilmente secuestrado y de la noche a la mañana se encuentra encadenado en una habitación vacía como esclavo. A pesar de protestar y aducir que él es un hombre libre, su inmediato lúgubre destino queda marcado cuando es enviado a Louisiana, desprovisto de su identidad, rebautizado como Platt Hamilton y vendido por un comerciante de esclavos (Paul Giamatti) a Ford (Benedict Cumberbatch), el dueño de una plantación del lugar. Este hombre lo trata bien – considerando la cultura imperante de los propietarios de esclavos- y hasta lo incentiva a tocar el violín, pero al ser revendido en dos oportunidades cae finalmente en manos de Edwin Epps (Michael Fasbender), dueño de una explotación algodonera; es ahí donde en manos de este despiadado y salvaje amo, tanto Solomon como el resto de los esclavos son tratados con total impiedad y ferozmente castigados si no cumplen con la recolección de cierta cuota diaria de algodón. Afortunadamente no todas son piedras las que el violinista encuentra en su camino; así, la llegada de Samuel Bass (Brad Pitt), un carpintero canadiense que se conmisera de los esclavos, les abre la posibilidad aunque ciertamente difícil de poder escapar de ese infierno; de algún modo el milagro se produce para Solomon al recuperar su libertad en 1853.
Esta es una historia muy triste y dura de digerir frente a la malicia y extrema crueldad infligida por detestables individuos blancos hacia indefensos y vulnerables negros inocentes quienes desposeídos de su libertad debieron afrontar innumerables humillaciones y castigos. Pero a través de personajes verdaderos como los de nuestro héroe también queda reflejado hasta qué punto un hombre es capaz de mantener su dignidad a pesar de la brutalidad sufrida en su calvario.
El retrato que ofrece McQueen es nada menos que excepcional tratando de reproducir la historia de una vida extraordinaria sin caer en el sensacionalismo ni en la sadista morbosidad para poder impresionar; por el contrario, sin falso dramatismo el realizador utiliza una narrativa sobria pero llegando a conmover hasta la médula en la descripción de la miseria rutinaria atravesada por los esclavos.
Entre los méritos del film cabe mencionar a Ejiofor, un actor que aunque experimentado aquí asume por primera vez un rol protagónico. En una compleja y difícil caracterización, es fundamentalmente a través de movimientos gestuales y su profunda mirada donde transmite a la audiencia el dolor y la indignación que experimenta pero sin doblegar su orgullo y la nobleza de su persona. Entre los otros actores se distingue Fassbender como el demoníaco y monstruoso esclavista capaz de infligir los daños más atroces a sus cautivos prisioneros; no menos destacable es la participación de Lupita Nyong’o animando a una humilde esclava que debe satisfacer sexualmente al brutal Epps y a su vez sufrir los latigazos impuestos por su celosa esposa (Sarah Paulson).
A pesar de su dureza y de las aberrantes escenas de violencia que contiene, este film además de altamente recomendable para el público en general por su gran calidad, lo es en especial para las nuevas generaciones a fin de que adquieran conciencia de lo que significó la esclavitud como institución destructiva del género humano. Eso es importante porque la esclavitud no ha quedado completamente eliminada en numerosos países; lamentablemente millones de personas viven hoy día en condiciones de servidumbre como si fueran realmente esclavos.
Conclusión: Un excelente drama de imprescindible visión.
TRIPTYQUE (Triptych). Canadá, 2013. Un film de Pedro Pires y Robert Lepage
Basado en la pieza « Lipsynch » del gran dramaturgo canadiense Robert Lepage, llega a la pantalla una magnífica adaptación dirigida por el autor conjuntamente con Pedro Pires sin que de modo alguno acuse su estructura teatral. El resultado es una obra de aliento artístico donde su emotivo contenido va unido a una riqueza visual que satisfará a la audiencia selectiva.
Estructurado en tres partes, cada una de las mismas responde a un personaje específico aunque todos están íntimamente vinculados entre sí. El primer capítulo enfoca a Michelle (Lise Castonguay), una persona de edad madura que deja la institución psiquiátrica donde estaba internada; aunque no del todo recuperada de la esquizofrenia que la aqueja es instada a que siga con los medicamentos prescriptos. Reanudando con su actividad habitual se la ve confortable trabajando en una vieja librería de la ciudad de Quebec donde demuestra poseer un muy buen conocimiento literario. Pronto recibe la visita de su hermana Marie (Frédérike Bédard) acompañada de su novio Thomas (Hans Piesbergen), a fin de saber cómo ella se encuentra.
El segundo segmento que transcurre en Londres se centra en Thomas, un neurocirujano alemán que se encuentra con la posibilidad de un retiro forzado debido a un temblor que aqueja a sus manos. Llega a conocer a Marie cuando se le descubre un tumor cerebral y él le recomienda que sea operada. El trato entre médico y paciente originará un vínculo sentimental donde Thomas piensa casarse con ella y dejar a su esposa, una cantante de ópera (Rebecca Blankenship) con quien mantiene un matrimonio a la deriva. Montreal es el escenario del capítulo final cuyo foco es Marie quien como cantante de jazz teme perder su voz como resultado de la operación; aunque temporalmente eso ocurre, lo más importante es que llega a reconocer la voz de su desaparecido padre.
Aunque sin responder a un estricto orden cronológico, no resulta difícil recomponer la ilación de los sucesos, pero lo más importante de su contenido es la forma en que sus personajes tratan de comunicarse a través de la voz, las palabras y la memoria; a pesar de sus relativas discapacidades físicas, cada uno de ellos tratará de ajustarse a la nueva realidad tratando de vencer la soledad que los envuelve.
Conclusión: Visualmente interesante y de innegable contenido poético, Lepage y Pires han logrado un tríptico intelectualmente estimulante, que a la vez trasciende emocionalmente por su contenido humano y sus subyugantes imágenes pictóricas.
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