HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Ciertamente, el horrendo acto criminal que ocasionó la muerte de 3 inocentes niños de 8 años acaecido en West Memphis, Arkansas el 5 de mayo de 1993 ha suscitado enorme interés y aún se mantiene la incógnita sobre la identidad del o de los asesinos. El cine se ocupó del caso en tres excelentes documentales realizados por Joe Berlinger y Bruce Sinofsky (1996, 2000 y 2011) y es así que poco margen quedaba para volver a referirse sobre el mismo, a menos que se hubiera agregado alguna novedad esclarecedora, que lamentablemente no ocurrió. A pesar de todo, el inteligente director canadiense Atom Egoyan consideró interesante volver a tratarlo mediante un relato de ficción; sin embargo, el film está lejos de alcanzar la intensidad dramática de los documentales mencionados y porque mientras que el último de la serie, Paradise Lost: Purgatory, culmina en 2011, Devil’s Knot finaliza con los dos juicios a los supuestos criminales que tuvieron en 1994.
El relato de Scott Derrickson y Paul Harris Boardman comienza el día de la trágica jornada donde tres niños amigos desaparecen del barrio residencial donde habitan; prontamente comienza la investigación policial donde se llega a descubrir sus cadáveres desnudos en un lago próximo al lugar donde vivían. De los numerosos personajes emergentes de este drama, la historia se concentra fundamentalmente en Pam Hobbs (Reese Witherspoon), la madre de uno de los chicos, y Ron Lax (Collin Firth), un investigador privado de Memphis. La labor de los detectives policiales conduce a la detención de tres adolescentes: Damien Echols (James William Hamrick), Jason Baldwin (Seth Meriweather) y Jessie Misskelley Jr. (Kristopher Higgins).
No es necesario entrar en minuciosos detalles sobre la forma poco eficiente en que la justicia trató el asunto responsabilizando a los tres sospechosos, pero era necesario actuar con urgencia para acallar la indignación de la población local así como atenuar en parte el dolor de los familiares ávidos de justicia. Como se había llegado a la convicción de que los niños fueron sacrificados por miembros de un culto satánico, todo hacía presumir que los acusados que mantenían afinidad con la hechicería, además de portar vestimentas en negro y sus gustos por la música metálica, encuadraban adecuadamente como los responsables homicidas; esa conclusión se ve reforzada por una obligada confesión de Misskelley. El resultado es que sin evidencia concreta que pudiera involucrar objetivamente a los acusados, Damien Echols fue condenado a la pena capital, mientras que Baldwin y Miskelley lo fueron a prisión perpetua.
Egoyan no logra que la dramatización de los hechos referidos cobre real tensión, sobre todo en las escenas del juicio donde los procedimientos de rigor resultan demasiado convencionales y un poco tediosos sin ofrecer la cuota de emoción necesaria que sí se llegó a percibir en los documentales de Berlinger y Sinofsky. Es loable la intención del realizador de considerar eventos horrorosos para analizar la repercusión emocional que los mismos producen socialmente, como lo logró magníficamente en The Sweet Hereafter (1997), pero aquí el relato se torna demasiado esquemático y anecdótico con algunas escenas que se podían haber prescindido sin alterar su contenido. Con todo, lo más objetable es que al concluir en 1994, el relato deja de lado el aspecto más importante de esta tragedia como fue la evolución de los acontecimientos en los años siguientes y el modo en que fue cambiando la percepción y el sentimiento de la población local con respecto a las dudas surgidas con relación a la culpabilidad de los reos. Solamente, en los créditos finales, se señala lo que ya es bien sabido: después de haber purgado con una culpa indebida de 18 años, en agosto de 2011 los tres convictos recobraron su libertad al aceptar someterse al procedimiento conocido con el nombre de “Alford Plea”, que permite que la persona inculpada reafirme su inocencia pero al propio tiempo admitiendo la existencia de evidencia sustancial que puede ser utilizada para su condena. Así, la libertad de los tres inocentes que sacrificaron su juventud en la cárcel se logra con el alto precio de que formalmente son considerados culpables para la ley, en tanto que los tres homicidios permanecen irresueltos.
Aunque el guión no llegue a satisfacer en la medida de lo debido, sus personajes están insuflados de considerable humanidad y eso es lo que transmiten Witherspoon como la aquejada madre que perdió a su hijo, así como Firth donde su personaje ofrece sus servicios al servicio de una noble causa al estar convencido de la inocencia de los tres muchachos. En otros roles, Alessandro Nivola convence como el marido de Pam, quien en un momento dado se convierte en sospechoso de los crímenes cometidos, así como Bruce Greenwood se destaca en el papel del juez encargado de la causa.
Conclusión: Un tema cautivante al servicio de un film de ficción episódico que sin llegar a convencer totalmente se deja ver.
THE SQUARE. Egipto-Estados Unidos, 2013. Un film de Jehane Noujaim
La directora egipcia Jehane Noujaim especializada en filmes documentales, ofrece con The Square un fascinante relato del mismo género, reseñando la situación de su país en relación con los hechos acaecidos con posterioridad a la primavera árabe.
El proceso revolucionario comenzado en enero de 2011 con la espontánea revuelta popular que tuvo lugar en la plaza Tahrir de El Cairo produjo el derrocamiento del régimen de Hosni Mubarak después de tres décadas en el poder, alentando de este modo grandes esperanzas de un futuro democrático que Egipto no llegó a conocer. Desde el principio, todos los acontecimientos por los que el país atravesó hasta la fecha fueron ampliamente difundidos a través de los medios de comunicación; así, el mundo no ha sido ajeno al proceso que tuvo lugar hasta la elección del primer presidente musulmán Mohamed Morsi en 2012, su gobierno que defraudó las expectativas aguardadas y que motivó que la gente nuevamente se concentrara en la la plaza para finalmente ser testigo de su expulsión por parte de las fuerzas armadas a fines de junio de 2013 resquebrajando el esquema democrático que se había forjado poco tiempo atrás.
Lo que esta película ofrece como innovación a lo ya conocido es haberse valido de varios personajes que involucrados en este movimiento popular manifiestan con sus opiniones la forma en que el país puede llegar a superar el malestar que atraviesa.
Las inquietas cámaras de Noujaim y su equipo ubicados en Tahrir durante todo ese período salen al encuentro de Ahmed Hassan en 2011; este muchacho musulmán secular de poco más de veinte años y proveniente de la clase trabajadora de El Cairo representa al espectro juvenil de su país y como buen orador transmite su optimismo, entusiasmo y los ideales que sustenta a pequeños grupos que se forman escuchándolo, generando de ese modo animados debates. Entre sus amigos se encuentra Magdy, un hombre de unos cuarenta años quien había sido secuestrado y torturado como miembro integrante de la Hermandad Musulmana y que con la evolución de los acontecimientos experimenta un conflicto de lealtades. Otro protagonista importante es Khalid Abdalla de 33 años, un actor conocido en Occidente por su actuación en United 93 (2006) y The Kite Runner (2007) e hijo de un exiliado disidente político; representando a la inteligencia esclarecedora y pensante de un importante sector de la población que quedó marginado en la época de Mubarak, Abdalla es un ardiente defensor de los derechos humanos y utiliza a la plaza como el lugar apropiado para expresar su desencanto y protesta frente al cariz adoptado por la evolución de los acontecimientos. Además de los personajes mencionados el film presenta algunos otros secundarios como también a familiares vinculados con los protagonistas mencionados que expresan sus puntos de vista sobre lo que está sucediendo.
Este esclarecedor documental permite al espectador atender los diferentes puntos de vista de los participantes mencionados brindando su visión de la democracia y la forma en que el país podría albergarla de manera valedera y permanente. Si bien es cierto que en principio, parecería que en la actual situación el egipcio corriente no tiene otra opción que decidir entre un gobierno musulmán religioso u otro secular limitado por un militarismo autoritario, lo cierto es que a pesar de los continuos enfrentamientos que tienen lugar entre el ejército y los islamistas, el movimiento pujante que se gestó hace tres años y sigue manteniendo vigencia permite alentar esperanzas de un futuro más promisorio y portador de la anhelada paz y concordia que decididamente merece el pueblo egipcio.
Conclusión: Un minucioso reportaje político de incuestionable valor sobre una revolución en marcha que aunque lenta y con dificultades trata de cobrar forma.
JACK RYAN: SHADOW RECRUIT. Estados Unidos, 2013. Un film de Kenneth Branagh
El personaje Jack Ryan concebido por el novelista Tom Clancy y llevado al cine en varias oportunidades (Patriot Games en 1992, Clear and Present Danger en 1994) vuelve a cobrar vida en un film de acción dirigido y actuado por Kenneth Branagh.
Resulta curioso saber qué es lo que impulsó a Branagh, un experto shakesperiano, para abordar un género tan disímil donde en el caso de este film no se aprecia nada diferente de los corrientes productos comerciales de espionaje.
El film comienza en 2001 presentando a Ryan (Chris Pine) como un americano estudiante de economía en una prestigiosa universidad londinense que observa asombrado lo que la televisión muestra en la dramática jornada de septiembre de ese año con el ataque a las torres gemelas de Nueva York. Actuando con sentido patriótico resuelve enrolarse en una misión militar que lo lleva a Afganistán; alli, después de un accidente en el que logra salvar su vida pero dejándolo mal herido, inicia un proceso de rehabilitación de una de sus piernas con la ayuda de la terapeuta Cathy (Keira Knightley), una estudiante de medicina con quien logra simpatizar y que prontamente se convierte en su pareja. Durante su recuperación es reclutado por William Harper (Kevin Kostner), un comandante naval americano, para que en forma encubierta preste su colaboración a la CIA trabajando como analista financiero de Wall Street a fin de detectar movimientos de dinero de posibles terroristas. Después de 10 años de trabajo, Jack descubre algunos legajos demostrando la existencia de un complot ruso de naturaleza financiera que puede causar una profunda recesión económica en los Estados Unidos. Es por ello que es enviado rápidamente a Rusia donde comienza su actividad de espía; ya en Moscú descubre que el gran enemigo y villano es Viktor Cherevin (Branagh), un megalómano hombre de negocios ruso, quien como astuto y despiadado manipulador está obstinado a que la economía americana sucumba.
Lo que prosigue es un relato de espionaje que pretende emular a la serie de Jason Bourne pero que no lo logra debido a un guión poco imaginativo, pedestre y poco plausible. dista de brindar la tensión y emoción necesaria. Tal como se lo aprecia, el relato no es más que un reciclaje de muchos otros ya vistos donde las clásicas persecuciones de autos, explosiones, tentativas de asesinatos y todos los clisés propios del género salen a relucir.
La labor de Branagh como realizador es correcta donde logrando algunas escenas de lucha que brindan cierta tensión al relato; en su carácter de actor sale airoso del paso a pesar de las inconsistencias del libreto; algo parecido sucede con Pine quien con su simpatía es capaz de defenderse brindando energía y cierta convicción como el encubierto patriota destinado a salvar a su país del terrorismo financiero; la relación que su personaje mantiene con Kathy está bien desarrollada aunque resulta difícilmente verosímil admitir que ella durante 10 años ignoraba las tareas a las que estaba abocado Jack.
Conclusión: Un thriller demasiado tibio y sin mucha emoción que parecería querer resucitar la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia. El film solamente podrá satisfacer a una audiencia proclive a los relatos de acción y que no cuestione demasiado su contenido.
JEAN-LUC GODARD EN LA CINEMATECA DEL TIFF
Con el propósito de seguir ofreciendo retrospectivas de importantes cineastas, la Cinemateca del TIFF dedicará durante las próximas 3 semanas la primera parte de la filmografía del director vanguardista Jean Luc Godard, considerado como uno de los realizadores más influyentes de la Nouvelle Vague. Conocido por su cine radical, sus películas estuvieron caracterizadas por su acerba crítica social así como por el lirismo insuflado a las imágenes plasmadas.
Este primer ciclo del TIFF comprende 17 largometrajes que corresponden a la época dorada del cine francés de fines de los años 50 y principios de la década del 60 donde nuevos jóvenes directores vendrían a aportar un nuevo ímpetu y un marcado entusiasmo a dicha cinematografía. La muestra comienza con la proyección de su primer largometraje A bout de souffle de 1959 (23 y 28 de enero, 18h30), protagonizado por Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg, que hasta la fecha es considerada como una pieza fílmica decididamente innovadora por el empleo que Godard realiza de técnicas poco frecuentadas en el cine además de rodar con cámara en mano y utilizar saltos abruptos de un plano hacia otro a fin de lograr una mayor intensidad y naturaleza documental a su relato. Este film es precedido por dos cortos Opération Béton y Une femme coquette que Godard realizó en 1954 y 1955 respectivamente mientras se desempeñaba como crítico cinematográfico de la emblemática revista de cine Cahieurs du Cinéma donde solía utilizar el seudónimo de Hans Lucas.
Las otras películas incluyen Le Petit Soldat (24 de enero, 18h30, Une femme est une femme (25 de enero, 16h45), Vivre sa vie (26 de enero, 16h30), Les carabiniers (30 de enero, 18h30), Le mépris (31 de enero, 18h30 y 4 de febrero, 18h30), Bande à part (1 de febrero, 16h45), Une femme mariée (1 de febrero, 19h15), Alphaville (2 de febrero, 15h30), Pierrot le fou (2 de febrero, 18h), Masculin féminin (6 de febrero, 18h30), Made in USA (7 de febrero, 18h30), Deux ou trois choses que je sais d’elle (8 de febrero, 16h45), Paris vu par… (8 de febrero, 19h30), Loin du Vietnam (9 de febrero, 18h), La chinoise (11 de febrero, 18h30) y Weekend (13 de febrero, 18h30).
Información adicional de todas las exhibiciones que se realizan en el TIFF Bell Lightbox, incluyendo la presente retrospectiva, se puede obtener acudiendo al sitio www.tiff.net
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