HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Antropología, etnología y psicoanálisis son temas que siempre interesan y es probable que ésa sea la razón que motivó al director francés Arnaud Desplechin, en su primer film en Estados Unidos, a considerar el caso clínico de un nativo que es objeto como su título lo anticipa (Psicoterapia de un indio de las praderas) de un proceso terapéutico para poder emerger del mal que lo aqueja.
En un guión que le pertenece escrito con Julie Peyer y Kent Jones, Desplechin ubica las primeras escenas en Montana en 1948. Allí vive con su hermana y su familia Jimmy Piccard (Benicio Del Toro), un autóctono blackfoot (pie negro) perteneciente a una tribu americana. Después de haber combatido en la Segunda Guerra en Francia en donde sufrió una fractura de cráneo, a su regreso comienza a experimentar ciertas anomalías físicas y mentales como mareos, esbozos de ceguedad y pérdida de audición. Trasladado al Hospital Militar Topeka de Kansas, los facultativos que se dedican al tratamiento de veteranos de guerra no logran resolver su problema.
Al estar convencido de que el paciente no sufre de esquizofrenia, el doctor Menninger (Larry Pine) de dicho centro hospitalario decide convocar a Georges Devereux (Mathieu Amalric), quien es el autor del libro Reality and Dream en que se basa este film, para que trate al paciente. Este científico es un eminente etnólogo francés de origen rumano viviendo en Estados Unidos y que además es psicoanalista y gran conocedor de la cultura de la gente nativa americana. Ahí comienzan las sesiones de terapia en donde a través de procedimientos psicoanalíticos Devereux trata de insertarse en la psiquis de Piccard. A través de las sucesivas entrevistas comienzan a fluir importantes detalles de la vida del paciente que anteceden a su traumática experiencia de guerra; es así como quedan revividos algunos traumas de la infancia donde queda resaltado el complejo de Edipo con su madre viuda al verla acostada con otro hombre y otras actitudes de su vida adulta, especialmente en lo referente al tratamiento poco agradable dispensado a su amante y a la hija que nació de esa unión.
El desarrollo de esta historia está fundamentalmente centrado en la relación terapeuta-paciente y eso constituye un arma de doble filo cuando se trata de valorar al film. Si por un lado las primeras sesiones pueden concentrar la atención del espectador, a medida que transcurre la terapia, el relato acusa cierto agobio que lo hace languidecer. A pesar de las sólidas interpretaciones de Del Toro y Amalric caracterizando muy bien a dos contrastantes personalidades, lo que se añora es el contenido de algo más excitante o al menos de algún factor inesperado o imprevisto en su exposición que atraiga un renovado interés del espectador sin que se transforme, como en este caso, en algo tan verborrágico y teatral. Aparte de la relación terapéutica de los dos personajes, se puede apreciar una escena en que Devereux recibe la visita de su amante (Gina McKee) con quien comparte algunos momentos de placer; en todo caso, desde una perspectiva global nada agrega al nudo dramático del relato.
Como estudio clínico de un caso psicológico real, este film es apreciable en sus intenciones; sin embargo, es necesario considerar que Alfred Hitchcock hace más de medio siglo logró un fascinante thriller con Spellbound (1945) sobre una temática similar involucrando por completo al espectador, hecho que aquí no ocurre.
Conclusión: Más allá de las observaciones apuntadas, el film está impecablemente filmado y se valoriza con las estupendas interpretaciones de Amalric y Benicio Del Toro.
THE MISSING PICTURE (L’IMAGE MANQUANTE). Camboya-Francia, 2013. Un film de Rithy Panh
Este remarcable documental que obtuvo el premio al mejor film en la sección oficial Un Certain Regard del Festival de Cannes, es uno de los cinco títulos nominados al Oscar de la mejor película extranjera. Más allá de que obtenga o no la codiciada estatuilla, este trabajo del realizador Rithy Panh es una obra de carácter personal donde en apenas hora y media transmite al espectador las experiencias vividas en sus años de adolescencia junto a su familia durante la violenta dictadura de los Khmer Rouge que azotó al país entre 1975 y 1979.
Reproducir el sangriento genocidio liderado por Pol Plot, que produjo aproximadamente tres millones de muertos, incluyendo los padres y hermanos del realizador, no ha sido una labor sencilla. En la medida que Panh trató de buscar en vano alguna fotografía que testimoniara el horror del brutal régimen, esa “imagen faltante” a la que alude el título del documental es lo que lo impulsó a usar unas pequeñas esculturas artesanales creadas y además valerse de un escaso material de archivo para cubrir ese vacío. Con una voz en off (Randal Douc) que acompaña a las imágenes y una música (Marc Marder) que se ajusta acertadamente al clima dramático del relato, el espectador asiste a un documental íntimo que expone la infancia feliz de Panh antes del fatídico 17 de abril de 1975 cuando las tropas revolucionarias irrumpieron en la capital de Phnom Penh generando el traslado de más de dos millones de personas hacia los campos de reeducación establecidos en el interior del país; eso significó la eliminación de cualquier vestigio de capitalismo que Pol Pot y los miembros de su partido consideraran inadecuados. Pero la proposición colectivista del régimen, a pesar de haber tenido el apoyo inicial de los campesinos, condujo a que el pueblo estuviese sometido a condiciones de esclavitud y a que sufriera hambre como método para asegurar la obediencia de las órdenes impartidas por el nefasto gobierno. En otras palabras, se repitió la funesta experiencia de la Revolución Cultural de Mao Tsé-tung donde todo vestigio de conocimiento o de material pensante debía ser drásticamente eliminado, utilizando los establecimientos educacionales como lugares apropiados de masiva exterminación.
Conclusión: Este es un muy buen documento que Panh lo ha realizado como un medio de catarsis al desear exponer a la humanidad mediante la imagen del cine el infierno vivido por Camboya durante los años de plomo.
LE CAPITAL. Francia, 2012. Un film de Costa-Gavras
Un film de Costa-Gavras es siempre bienvenido dado que como representante de un cine político y social realizó filmes de gran envergadura dramática como lo fueron, entre otros, Z (1969), Estado de Sitio (1972) y/o Missing (1982) que permitieron involucrar al espectador sobre nefastas dictaduras militares que azotaron al mundo. En esta oportunidad el realizador brinda un melodrama ubicado en el mundo de las altas finanzas donde a través de su accionar queda reflejada la faz oscura del capitalismo debido al comportamiento impiadoso de irresponsables tiburones financieros que influyeron notoriamente en la crisis económica de los últimos años.
El relato está basado en el libro de Stéphane Osmont cuyo título se refiere a la obra de Marx y se centra sobre el inesperado ascenso de un individuo que agraciado por un golpe de suerte logra ubicarse en una posición insospechada de inconmensurable poder financiero. Esa persona se llama Marc Tourneuil (Gad Elmaleh) quien trabajando para el Banco Phenix (naturalmente ficticio), el más importante del continente europeo, es convocado por el consejo directivo para reemplazar en forma temporal al presidente de la institución que ha sufrido un colapso jugando al golf y además padece de un cáncer terminal. En tanto que sus colegas creen ver en Marc a un individuo sin mucho carácter, fácil de manejar y ocupando ese cargo por breve tiempo, he aquí la sorpresa cuando el interino sucesor se toma muy a pecho sus nuevas funciones y no está dispuesto a ceder su prestigiosa posición al ver que es el camino indicado que lo conducirá a la máxima riqueza y a un poder ilimitado.
De aquí en más comienza su dura lucha para tratar de combatir a sus enemigos y lograr el apoyo de su principal aliado que es Dittmar Rigule (Gabriel Byrne). Se trata de un despiadado y temperamental director de un fondo de inversión estadounidense que tiene una importante participación en Phenix y cuya intención es ganar el completo control de la institución bancaria; para satisfacer sus requerimientos, Tourneuil tratará de privilegiar el interés de los accionistas despidiendo sin contemplaciones a gran parte del personal.
Costa Gavras no está solamente interesado en la descripción de un individuo amoral, mezquino y depredador sino más bien en demostrar que los participantes o ejecutivos que están al frente o que trabajan en los altos puestos de las instituciones financieras, por más honestos que fuesen, no pueden dejar de contaminarse por el sistema en que se desenvuelven abandonando de este modo sus principios éticos y morales.
Elmaleh impresiona como el ambicioso individuo que no tiene empacho en manifestar su avidez desmedida por el dinero para lograr ser respetado y que descaradamente promete seguir robando el dinero de la gente humilde para dárselo a los ricos. El resto del elenco se desempeña con solvencia, especialmente Byrne caracterizando convincentemente a un insensible representante de un capitalismo depredador. Los valores de producción son de inobjetable factura, sobre todo en los renglones de fotografía y montaje.
En líneas generales, este relato resulta hoy día demasiado familiar porque ya han habido numerosos filmes incursionando en tópicos de la misma índole, sobre todo si se tiene en cuenta el reciente film de Martin Scorcese The Wolf of Wall Street cuyo contenido es aún más elocuente que lo que Costa-Gavras expone aquí. A pesar de no aportar nada nuevo a lo ya conocido Le Capital satisface en la medida que el realizador logra un thriller cáustico de ritmo fluido y ameno al que sólo podría objetarse por ser demasiado didáctico por explicar situaciones que se entienden por sí solas.
Conclusión: Costa Gavras denuncia los males del capitalismo a través de un entretenido thriller que expone las prácticas “non sanctas” del sistema bancario internacional.
LECTURA DE FOTOS
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Benicio del Toro y Mathieu Amalric en JIMMY P. (Psychotherapy Of A Plain Indian)
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Una foto de THE MISING PICTURE
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Gad Elmaleh en LE CAPITAL
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