HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Aunque el nombre de José Saramago inspire enorme respeto por su obra literaria, no creo que el desaparecido Premio Nóbel de Literatura de 1998 pudiera haber aprobado la versión cinematográfica de su novela El Hombre Duplicado publicada en 2002. La dirección de Denis Villeneuve es impecable pero eso no impide que tras la proyección de Enemy quede una sensación de frustración por haber quedado irresuelto y truncado el foco central del relato sobre la apasionante temática del doble y la búsqueda de la identidad.
El film transcurre en la ciudad de Toronto, que lejos de representar una tarjeta postal aquí es ilustrada como una urbe fría y poco acogedora, probablemente para que sirva como el adecuado telón de fondo de la opresiva historia que en este caso se presencia. Las primeras imágenes parecieran querer brindar el tono de lo que será el resto del film donde dentro de un clima de ensoñación (¿realidad o fantasía?) vemos a un individuo con barba (Jake Gyllenhaal) junto con otros reunidos en un club de hombres donde el sexo en vivo constituye la principal atracción. De inmediato, el guión de Javier Gullon traslada a este hombre barbudo, llamado Adam Bel, a un aula donde se lo ve impartiendo una clase de historia a sus alumnos en una universidad no especificada. La primera impresión es la de contemplar a un personaje extraño e interiormente inquieto como si algo lo molestara o preocupara; una suerte de comportamiento indiferente mantiene con su agradable compañera Mary (Melanie Laurent) donde en sus momentos íntimos practica el sexo como un acto meramente físico, desprovisto de emoción o sentimiento alguno. Su vida cambia radicalmente cuando a instancias de un profesor colega adquiere un video de un film donde nota que un actor secundario guarda un parecido extraordinario con él. Instado por la curiosidad, realiza una serie de investigaciones que lo conducen a determinar el domicilio y teléfono de dicho actor llamado Anthony St. Claire, quien está casado con Helen (Sarah Gadon) que se encuentra en un avanzado estado de embarazo.
Hasta aquí todo transcurre dentro de un clima de intrigante misterio al que uno sigue atentamente para ver de qué manera se desenvolverán los acontecimientos, sobre todo porque todo hace presumir que el tema de la identidad y sus implicancias adquirirá protagonismo en el desarrollo del relato. Después del encuentro que se produce entre ambos, uno no deja de observar significativos detalles donde Adam no solo halla en Anthony a un doble sino a un duplicado físico de su persona; así, este doble también se deja crecer la barba, los dos tienen igual tono de voz, son de la misma altura, similar longitud de las manos, idéntica forma de moverse al caminar y con una igual marca en el pecho.
Lo que perturba en la narración es que por una parte se trata de presentar a Adam y Anthony como si fueran dos seres diferentes para posteriormente confundirlos de manera irracional dentro de una sucesión de acontecimientos inexplicables y absurdos, tratando de crear una metamorfosis de tipo kafkiana que aquí no resulta convincente. Tal como se ve, parecería que uno está asistiendo a una historia que gradualmente se vuelve más disparatada sin que la motivación psicológica que intrínsecamente debería existir en el tema de la identidad, llegue a concretarse. ¿Cómo encontrar un sentido al sin sentido de una historia gélida, impersonal y cuyo título “enemigo” no se alcanza a comprender? ¿Cómo asociar las pesadillas de Adam en la trama aquí desarrollada? ¿Cómo se explica la escena final, que aunque obviamente no se habrá de relatar, da la impresión de que el film quedó interrumpido?
Dentro del pequeño elenco, nada es reprochable. Laurent y Gadon se desempeñan correctamente como así también lo hace Isabel Rosselllini como la posesiva madre de Adam. En cuanto a Gyllenhaal ofrece una sólida actuación asumiendo dos personajes escasamente diferentes.
Por el momento y para quien quiera ver un excelente film sobre este tema es mejor que contemple La double vie de Véronique (1991), remarcablemente realizado por Krysztof Kieslowski.
Conclusión: Desafiando las expectativas de aguardar un remate gratificante a la intriga creada por el relato, esta extraña exploración del subconsciente humano produce desazón y desencanto.
QUAI D’ORSAY. Francia, 2013. Un film de Bertrand Tavernier
¿Alocada caricatura?, ¿Sátira política? ¿Farsa fantasiosa? Poco importa si uno acierta o no en el género exacto para encuadrar a Quai d’Orsay; en cambio lo que sí interesa remarcar es que el veterano realizador Bertrand Tavernier al abordar por primera vez la comedia ofrece al público un entretenimiento de nivel superior donde es difícil contener la risa frente a lo que acontece en las oficinas del Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia, ubicado en el Quai d’Orsay de París. A pesar de que todo lo que se expone es necesario tomarlo con un granito de sal, lo cierto es que esta ágil comedia puede que no oculte mucho de la realidad vivida en el cotidiano y convulsionado ajetreo del lugar donde se adoptan decisiones políticas que afectan a Francia en su relación con el resto del mundo. Con un ritmo dinámico que en ningún momento pierde su impulso, Tavernier junto con Christophe Blain y Abel Lanzac resolvieron tomar como referencia una popular novela gráfica de Abel Lanzac para relatar las absurdas situaciones que le toca vivir a un joven profesional que obtiene un puesto en el gabinete de la gente que maneja al mundo dentro del solemne edificio que alberga al ministerio.
En esta historia de ficción Arthur Vlaminck (Raphael Personnaz), un joven recién graduado en leyes de una prestigiosa facultad, entra a trabajar como asistente y redactor de los discursos de Alexandre Taillard de Worms (Thierry Lhermitte), el Ministro de Asuntos Exterirores. Lejos está de imaginar que tendrá que lidiar con un hombre excesivamente impulsivo que no alcanza a suministrarle por completo lo que tiene que hacer para distraer su atención en varios asuntos simultáneos. Con la fuerza y rapidez de un huracán que arrasa con todo, Alexandre no escatima críticas de los discursos preparados por su subalterno a pesar de no haber leído claramente su contenido y haciendo disquisiciones que nada tienen que ver con la naturaleza del discurso que mandó preparar.
El comportamiento errático y emocional del ministro se manifiesta con todo el mundo que le rodea, repitiendo constantemente los principios de “legitimidad, lucidez y eficiencia” para la consecución de las labores que su ministerio debe cumplir aunque no siempre logran ser satisfechos. Desplazándose continuamente entre las diferentes dependencias que conforman su ministerio, Alexandre es capaz de enloquecer –en el buen sentido de la palabra- a todo su personal incluyendo a Claude Maupas (Neils Arestrup), su tolerante jefe de equipo que actúa como moderador del ímpetu generado por aquél.
El relato se nutre de diferentes situaciones con las que el dinámico y caricaturesco ministro tiene que tratar enfrentando algunas crisis políticas, entre ellas los eventos acaecidos en el ficticio país Ludmenistán, así como los viajes a Africa y a las Naciones Unidas donde debe ensayar para actuar decorosamente en un discurso de gran repercusión política a pronunciar ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Dentro de las varias instancias regocijantes del film es imperdible la escena en que el Alexandre invita a almorzar a la Premio Nóbel de Literatura (Jane Birkin); allí la sorprendida mujer es incapaz de proferir palabra alguna frente a su interlocutor que le impide expresarse al dominar con su verborragia el desarrollo del encuentro.
Más allá de la continuada sonrisa que aflora en el rostro del público contemplando esta brillante comedia, el relato constituye una buena aproximación al mundo caótico del ministerio y a todos los entretelones que por detrás se cuecen para el cumplimiento de una agenda política concebida previamente.
La actuación es impecable con un elenco volcando su máximo entusiasmo al servicio de un film muy bien articulado por Tavernier, en donde las jocosas situaciones jamás recurren a situaciones de dudoso gusto.
Conclusión: Un film ameno, afectivo y divertido capaz de entretener al mortal más imperturbable.
RETROSPECTIVA DE LA OBRA DE ORSON WELLES
La Cinemateca de Quebec está llevando a cabo una retrospectiva de la obra de Orson Welles (1915-1985), uno de los más importantes realizadores de cine del siglo pasado.
De talento precoz y desmesurado, Welles además de cineasta fue guionista, actor magistral y excepcional hombre de teatro; su incursión a la cinematografía universal se produjo con su ópera prima Citizen Kane (1941) rodado a los 26 años de edad donde también fue su libretista y actor protagónico encarnando la figura de un corrupto magnate americano.
Si bien El Ciudadano fue considerado un film que marcó nuevos rumbos para el cine a través de una estética completamente diferente de lo que se había visto hasta ese entonces, los títulos que siguieron confirmaron la presencia de un genial director que abarcó variados tipos de género; eso quedó demostrado con The Lady from Shanghai (1947), impecable muestra del cine negro en donde además de su atractiva historia se destaca la escena final en la cual Welles maneja magníficamente los efectos visuales.
Siendo este realizador un artista completamente compenetrado con el teatro shakesperiano, legó al público cinéfilo tres de las obras más renombradas del inmortal escritor como lo fueron Macbeth (1950), Otelo (1952) y Falstaff (1965), en donde además de dirigir se reservó el papel protagónico. También de interés especial es la versión que efectuó de Don Quijote (1954) constituyendo la más completa versión del famoso personaje de Cervantes. Esta película filmada a través de 14 años, no pudo ser concluida por Welles; solamente después de su muerte el director español Jesús Franco utilizó el material ya rodado y efectuó su montaje de manera que el film pudo ser exhibido por primera vez en la Exposición Universal de Sevilla de 1992.
Entre otros títulos importantes de la filmografía de Welles son A Touch of Evil (1958), un melodrama policial de alto voltaje emocional que es sin duda otra de las obras remarcables de su filmografía donde él anima a un cínico e inescrupuloso detective; cabe señalar que este film permitió que Charles Heston lograse una de las mejores interpretaciones de su carrera caracterizando a un policía mexicano de probada integridad. Incursionando en la literatura de Kafka, es también recordado la magnífica versión que Welles ofrece de The Trial (1962), que reunió a un gran elenco integrado por Romy Schneider, Jeanne Moreau, Anthony Perkins, Elsa Martinelli, Madeleine Robinson, además de Welles; esta notable película mereció el gran elogio de Charles Chaplin considerándola como “la cumbre del arte cinematográfico”.
Esta retrospectiva también incluye The Third Man (1949), uno de los mejores filmes del director británico Carol Reed, donde Welles no dirigió pero realizó una excelente composición en calidad de actor de reparto acompañando a Joseph Cotten en una memorable interpretación y a la inolvidable actriz italiana Alida Valli.
Esta muestra está acompañada de documentales sobre Welles como así también de otros realizadores donde el desaparecido director actuó y/o participó como co-guionista. Todas las copias son de 35 mm o bien son restauraciones digitales provenientes de otras cinematecas.
Para una lista completa de todos los títulos que serán exhibidos hasta el 24 de abril y sus respectivos horarios, visitar www.cinematheque.qc.ca
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