HABLANDO DE CINE
HABLANDO DE CINE
Por Jorge Gutman
Después de varios años de ausencia, François Girard retorna al cine ofreciendo un film en donde reitera su amor por la música tal como lo hiciera en Thirty Two Short Films About Glenn Gould (1993) y en The Red Violin (1998). En una emotiva historia escrita por Ben Ripley, el realizador demuestra cómo la música puede alimentar el espíritu humano y permitir una positiva apreciación de nuestra existencia.
La trama se centra en Stet (Garret Wareing), un niño rebelde de 11 años de edad de Texas que proveniente de un hogar disfuncional ha sido criado por una madre monoparental adicta a la bebida. Cuando la mujer muere en un accidente automovilístico, la directora de la escuela (Debra Winger), apreciando la buena voz que tiene el niño para el canto, sugiere que sea enviado como alumno interno en una renombrada y elitista escuela musical (American Boychoir School) de Nueva Jersey. Tras algunos inconvenientes, el niño es finalmente admitido en el establecimiento gracias a su distanciado padre (Josh Lucas), que aunque tenga su propia familia no tiene inconveniente en sufragar el financiamiento de la matriculación y alojamiento.
Además de mostrar el problemático ajuste del niño al medio que lo rodea, donde no le resulta fácil hacerse de amigos por su naturaleza rebelde e irrespetuosa, el nudo principal del relato descansa en la tensa relación establecida entre él y el maestro Carvelle (Dustin Hoffman), el severo director del coro. Sin embargo, el educador es lo suficientemente inteligente para reconocer la valiosa voz de su discípulo y es por eso que constituye un factor clave para lograr que con el transcurso del tiempo Stet pueda aumentar su autoestima llegando a tener más confianza en sí mismo y finalmente permitir que vuelque su gran aptitud musical como corista y eventualmente poder cantar para la escuela en Nueva York.
Con sencillez y sin sentimentalismo alguno, el relato que no deja de ser convencional se distingue por las tiernas voces de los coristas y los temas musicales que interpretan así como por el buen elenco que anima a esta historia. Aunque no conocido hasta el presente, el debutante Wareing ofrece una notable espontaneidad en su actuación además de otorgarle una notable frescura que permite al espectador empatizar con su personaje. Por su parte, el veterano Hoffman demuestra una vez más cuán talentoso es suministrando con aplomo sus condiciones interpretativas; en tal sentido, y a pesar de que caracteriza a un docente estrictamente riguroso y disciplinario, también demuestra cómo un educador puede influir en su alumnado infundiendo afecto, apoyo y reconocimiento de la labor realizada. El resto del elenco satisface igualmente aunque cabe distinguir a Kathy Bates quien como la directora de la selecta escuela produce un verdadero placer contemplar su desempeño.
Conclusión: Girard ofrece una tierna historia mostrando cómo un niño con problemas de conducta pero dotado de talento puede ser rescatado gracias al estímulo de un buen maestro y al inmenso poder de la música.
THE RIOT CLUB. Gran Bretaña, 2014. Un film de Lone Sherfig
Basado en la pieza teatral Posh de Laura Wade, la directora danesa Lone Sherfig la ha trasladado al cine en una adaptación realizada por su autora. Sin haber visto la obra, la impresión que deja The Riot Club es la de ser un filmprovocativo con algunos momentos de relativa intensidad pero que no está a la altura de las expectativas planteadas en su punto de partida.
El denominado “club de la revuelta” es una logia integrada por diez universitarios británicos masculinos provenientes de familias de alcurnia que se rigen por ciertos códigos basados en tradiciones que datan de varios siglos y entre otras actividades que realizan es la de reunirse secretamente en las elegantes salas de sofisticados bares. Al comenzar el relato se asiste al inicio de un nuevo período escolar en la selecta universidad de Oxford, donde queda abierta la posibilidad para el ingreso de dos nuevos miembros en reemplazo de otros dos que ya han dejado la universidad. Uno de ellos es Miles Richards (Max Irons) quien proviene de la prestigiosa escuela de Westminster y está bien dispuesto a asimilarse a la cultura de Oxford; el otro estudiante es Alistair (Sam Claflin) que proviene de una cuna aristocrática y además cuenta con el antecedente favorable de que su hermano ya había sido miembro de esta secta; después de la consideración realizada por los ocho integrantes restantes del grupo, tanto Miles como Alistair son finalmente admitidos. Al poco tiempo Miles inicia una relación romántica con Lauren (Holliday Grainger), una estudiante proveniente de una familia modesta que por méritos propios logró ingresar a la universidad.
Tras una primera parte en que la directora describe adecuadamente el ambiente universitario y en forma más esquemática las características de cada uno de los miembros del club, tiene lugar la cena ritual de bienvenida a sus nuevos integrantes. Eso tiene lugar en una taberna local donde la comida es acompañada de abundante bebida alcohólica que prontamente comienza a causar sus perniciosos efectos; así, los muy “respetados” y formalmente educados jóvenes que se encuentran ataviados formalmente para la ocasión irrumpen en una violencia colectiva donde es el dueño del restaurante (Gordon Brown) es salvajemente atacado frente a los ojos de su espantada hija (Jessica Brown Findlay) que es la mesera. Como consecuencia de lo acontecido el grupo para salvar su reputación debe buscar un chivo emisario como causante de la gran batahola.
Del mismo modo como en An Education (2009) la realizadora consideraba el comportamiento de los estratos de la clase media londinense con sus prejuicios y racismo encubiertos, aquí concentra su atención en el ostentoso comportamiento de jóvenes de la alta burguesía que para divertirse no tienen empacho alguno en adoptar extravagantes comportamientos que conducen a actos de desmesurada violencia. Todo ello deja la pregunta abierta acerca de si estos miembros de la elite británica serán los hombres que en el futuro habrán de prosperar en el mundo de los negocios y/o serán convocados para ocupar altos cargos de gobierno.
Uno de los bemoles de este film es que el análisis realizado de la clase alta británica es demasiado superficial porque resulta apresurado emitir un juicio valorativo de este estrato social en función del lamentable bacanal. Además, el relato no adquiere dramática vibración en la medida que los incidentes más convulsionados son ilustrados sin la sutileza necesaria como para que resultaran más convincentes en la apreciación del espectador. A su favor, el film se beneficia de un cierto humor que permite entretener además de contar con un elenco de inobjetable actuación.
SEYMOUR: AN INTRODUCTION. Estados Unidos, 2014. Un film de Ethan Hawke
Ubicándose por primera vez detrás de la cámara, el actor Ethan Hawke encuentra en un artista quizá no demasiado conocido su fuente de inspiración para la realización de este hermoso documental.
El personaje es Seymour Bernstein, un afable pianista de 85 años de edad que ha sido agraciado con el amor por la música y que solía ofrecer conciertos hasta que en 1977, a los 50 años, después de un recital ofrecido en Nueva York decidió retirarse de la escena. A través de las entrevistas realizadas por Hawke y las conversaciones mantenidas con varios interlocutores, Seymour pasa revista a algunos episodios de su vida con especial referencia a su pasión musical.
De naturaleza humilde, con solo mencionar que durante 57 años vive en Nueva York en el mismo modesto departamento de un solo ambiente, el público se impone de sus orígenes donde a pesar de que ningún miembro de su familia tenía antecedente musical alguno, a los 6 años de edad solicitó querer estudiar piano; en tal sentido recuerda a Clifford Curzon como su gran maestro. Cuando en la conversación mantenida con Michael Kimmelman, el crítico de arte de New York Times, éste le pregunta la razón de haber interrumpido sus actuaciones a pesar de haber obtenido un gran éxito de crítica y público, Bernstein le responde que el pánico y ansiedad generados en cada presentación escénica ha sido la causa fundamental de tal decisión; además agrega que a través de las actividades que posteriormente desarrolló hasta la fecha, incluyendo la docencia , clases magistrales -como las realizadas en la Universidad de Nueva York- y la composición musical, encontró su verdadera creatividad.
Hay momentos de emoción que despierta esta notable personalidad cuando apelando a su memoria describe su experiencia como soldado durante la guerra de Corea en la que tuvo ocasión de tocar el piano para sus camaradas. Frente a las preguntas realizadas por Andrew Harvey, autor y místico experto religioso, sobre la diferencia entre la religión y la música, el artista responde que la religión es una cuestión de fe ya que la existencia de Dios no puede probarse, en tanto que la música –a través del lenguaje escrito- es algo tangible y por lo tanto no está sujeta a prueba alguna. Entre otros de los entrevistadores figuran Kimball Gallagher y Joseph Smith, dos eminentes pianistas que han sido sus alumnos, manifestando la gran influencia recibida de Bernstein, además de intercambiar otros tópicos como la música y la educación.
Más que el típico documental en donde el desarrollo transcurre a través de entrevistas, Hawke logra un film íntimo en base a conversaciones donde predomina la tranquilidad, serenidad, calidez y belleza de alma que transmite Bernstein produciendo un gran placer escucharle; así resulta conmovedor cuando señala en que forma la música produce éxtasis al trascender por su belleza o bien cuando Hawke concluye el documental con sus emotivas palabras: “Yo nunca soñé que con mis dos manos podía llegar hasta el cielo”
Para el melómano, el documental ofrece la oportunidad de asistir a la excelente interpretación de Bernstein de extractos pertenecientes a música de Schubert, Bach, Beethoven, Chopin, Brahms y Schumann.
Conclusión: Un documental sin desperdicio alguno donde al término de la proyección el espectador siente un enorme deseo de salir al encuentro de Bernstein y prodigarle un afectuoso abrazo
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