HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Aunque el título anticipa que uno de los personajes es el de una chica moribunda, esta comedia dramática basada en la novela de Jesse Andrews, igualmente autor del guión, considera el proceso de madurez de un adolescente, su relación con un compañero de trabajo y finalmente el vínculo que lo une con una enferma terminal.
Greg (Thomas Mann), el joven protagonista de esta historia, es un muchacho que sin ser decididamente excéntrico, como estudiante del último año de una escuela secundaria de Pittsburgh permanece un tanto marginado de sus compañeros. Aunque en principio desafectado de toda emoción, lo único que es capaz de atraerlo es su pasión por el cine de arte donde ese entusiasmo lo vuelca en sus ratos libres realizando parodias de algunos filmes clásicos con Earl (RJ Cyler), un muchacho de edad similar a quien llama su compañero de trabajo pese a que en realidad se trata también de su mejor amigo.
A los pocos minutos y sin que nada lo anticipe en términos de progresión dramática, el relato introduce a la madre de Greg (Connie Britton) quien presiona fuertemente a su hijo para que visite a Rachel (Olivia Cooke), una de sus compañeras de estudio recientemente diagnosticada de leucemia, a fin de entretenerla en esos momentos difíciles. Como en muchas otras situaciones un tanto irrealistas que suelen producirse en los guiones de ciertos filmes, uno se pregunta porqué necesariamente Greg -que meramente conoce a Rachel- debe ser quien la visite y porqué la forma cargosa y sin sutileza alguna de su madre en obligarlo a que lo haga. Pero en fin, dejando de lado la objeción señalada, puede señalarse que el realizador Alfonso Gómez-Rejón logra muy bien crear ese clima extraño de incomodidad que se produce cuando por primera vez Greg visita a Rachel y el modo cómo va rompiéndose el témpano de hielo que los separa para que ella finalmente lo acepte y vaya ganando su simpatía y afecto. Todo eso permite que hasta aquí, el relato transpire autenticidad evitando afortunadamente que la enfermedad terminal de la adolescente se convierta en un melodramático paño de lágrimas.
Como se señaló previamente el hilo conductor de la narración es Greg y es así que además de su inesperado vínculo con Rachel, parte de la historia está reservado a su vínculo con Cooke donde sin duda las sátiras y referencias que efectúan respecto de filmes de Scorcese, Herzog, Truffaut, Godard y otros títulos bien conocidos serán muy apreciadas por el público cinéfilo. Con todo, el relato introduce en su parte media historias secundarias con personajes insuficientemente desarrollados que distraen la atención, disminuyendo en consecuencia la eficacia global del mismo.
A pesar de lo anteriormente señalado, el film resulta agradable de ver aunque sin alcanzar el mismo impacto emocional de The Fault In Our Stars (2014) sobre una temática parecida. Sin llegar a niveles de excelencia, el realizador ofrece un apreciable relato sobre el enriquecimiento emocional de un adolescente a través de la experiencia confrontada con una persona cercana a la muerte.
Formalmente resulta original y acertada la incorporación de escenas animadas que se acomodan muy bien al carácter un tanto bizarro de algunos de los personajes secundarios.
Conclusión: Un drama afectivo de adolescentes que aunque atraviesa terrenos ya explorados por el cine logra satisfacer por su acertada realización y el buen elenco que lo integra.
LOVE & MERCY. Estados Unidos, 2014. Un film de Bill Pohlad
Más que una convencional biografía de Brian Wilson, Love and Mercy de Bill Pohlad recorre un camino diferente para narrar la forma en que su enfermedad afectó su vida y al propio tiempo tuvo repercusiones en la banda de pop rock The Beach Boys que lideró durante varios años de su existencia. Para quienes no estén informados sobre este grupo musical cabe señalar que desde su gestación a principios de la década de los años 60 alcanzó gran repercusión en los Estados Unidos donde indudablemente Wilson fue el alma de ese conjunto como pianista, cantante y compositor; el éxito de esta agrupación fue tan grande que llegó a competir magníficamente, aunque por breve tiempo, con los Beatles.
Lo que constituye el elemento esencial del film es la búsqueda de la identidad de un dotado músico como Wilson, y la forma en que la película trata de penetrar en su mente al batallar con el problema mental que lo afectaba. En consecuencia, aunque el escenario de fondo lo constituya el contexto musical del conjunto, la historia fundamentalmente tiene como propósito retratar a un vulnerable ser humano mostrando cómo parte de la gente que lo rodea constituye un factor que agudiza y perturba su inestabilidad, como también resaltar a la mujer que constituirá su tabla de rescate.
El guión de Oren Moverman y Michael Alan Lerner estructura el relato en dos épocas, que se desarrolla paralelamente en los años 60 y mediados de los 80, en donde el personaje de Wilson lo interpretan Paul Dano –en su primera etapa creadora- y John Cusack durante los años contemporáneos. Es precisamente en el segundo tiempo donde un Wilson de mediana edad con el propósito de comprar un coche en una concesionaria conoce a Melinda (Elizabeth Banks), una agradable vendedora del lugar, y entre ellos se produce una mutua corriente de simpatía que origina un romance; a pesar de características notorias que delatan a un Wilson altamente medicamentado como un personaje extraño, la relación sentimental cobra intensidad cuando ella llega a imponerse sobre los años jóvenes del músico sufriendo la influencia poco estimulante de un abusivo padre (Bill Camp) que prácticamente menospreciaba las dotes musicales de su hijo; es también allí donde se refleja el período de gloria del conjunto cuando Wilson a pesar de circunstancias adversas compuso el álbum Pet Sounds, considerado por la prensa como uno de los mejores de todos los tiempos; curiosamente, se aprecia cómo simultáneamente se va deteriorando la salud mental del muchacho que en última instancia repercute en un comportamiento inestable que crea tensiones en el seno de la banda. Volviendo a los años 80, el relato fundamentalmente enfoca el modo en que la evolución de la relación sentimental de la pareja encuentra un serio obstáculo en el tiránico rol que asume Eugene Landy (Paul Giamatti), un terapeuta siniestro y predador que había sido designado guardia legal de Wilson y que prácticamente actuó como un demonio minando su alma; es precisamente allí donde se impone y gravita la personalidad de Melinda para salvar su amor y al propio tiempo constituir el factor catalizador para la recuperación de quien llegaría a ser su marido.
Entre otros méritos, el film se destaca por su nivel interpretativo. Cada uno de sus principales actores ofrece la suficiente relevancia para que sus respectivos trabajos no solo luzcan sino que también resulten ampliamente satisfactorios. Así, Banks persuade con su dulzura, calidez y abnegación de una mujer firmemente decidida a ayudar a Wilson; un elogio semejante merece Giamatti donde a pesar de su personalidad siniestra tratando de demostrar que solo quiere el bienestar de su paciente, sabe muy bien cómo controlar su persona abusando en su condición de psiquiatra. El peso mayor del relato recae en el personaje principal; en tal sentido tanto Dano como Cusack se desempeñan en forma irreprochable; con todo, hay algo que no se llega a explicar en el casting efectuado; no hay razón alguna para que dentro de la variación de un período de tan solo 20 años se haya tenido que recurrir a dos actores diferentes, donde en este caso no existe un mínimo parecido físico aceptable que permita creer que se está en presencia del mismo personaje.
Reafirmando el criterio de que Pohlad decidió distanciarse del método tradicional utilizado en las biografías de músicos populares, aquí no hay mayor espacio para que uno se interiorice sobre los otros miembros de la banda musical como tampoco se la muestra realizando conciertos en público; más bien la excelente banda de sonido se hace presente en las grabaciones efectuadas en los estudios, lo que de ningún modo resulta objetable porque el propósito del film es esencialmente recrear los altibajos emocionales de un músico excepcional acosado de enfermedad mental y recuperado gracias al amor de su mujer.
Conclusión: Más allá que uno esté o no familiarizado con Brian Wilson, Bill Pohlad ofrece un relato íntimo de notable calidad.
52 TUESDAYS. Australia, 2013. Un film de Sophie Hyde
A pocos días de haber comentado Une nouvelle amie de François Ozon donde aborda el tema de la transexualidad y los aspectos emocionales que derivan de la misma, la novel directora Sophie Hyde también lo considera aunque desde un ángulo completamente diferente; en lugar de una fina comedia osada que roza con el absurdo, aquí se contempla la singular experiencia de una adolescente que en el proceso de maduración sexual se enfrenta con la decisión de su madre de adoptar un cambio de sexo. Nutrida en algunas de sus propias experiencias vividas, Hyde ofrece un relato poco convencional, utilizando actores no profesionales y aunque en el desarrollo del mismo se aprecia un estilo de filmación no del todo homogéneo, el resultado capta la atención de un público interesado en seguir los vericuetos de esta historia.
Billie (Tilda Cobham-Hervey) es una sensible adolescente de 16 años quien supo desarrollar una excelente relación amistosa con su madre divorciada Jane (Del Herbert-Jane). Un día, recibe de su progenitora la sorpresiva noticia de que desea cambiar de género sexual para convertirse en hombre adoptando el nombre de James; como consecuencia de la situación, le pide que ella vaya a vivir con su padre (Beau Travis Williams) y que todos los martes en horas de la tarde se reúna con ella/él para mantener el contacto y ver cómo se producirá la adaptación y reacomodamiento entre ambas con el paso del tiempo.
El camino elegido por Hyde para narrar la historia del guión que la realizadora elaboró con la colaboración de Matthew Cormack, es la de que Billie comience a registrar con su cámara de video un diario de las experiencias vividas durante todo un año a través de los encuentros de 52 martes, a los que alude el título del film. Dentro de esa rígida estructura, las escenas que se suceden semanalmente tienen desigual duración, así mientras que en algunos casos no alcanzan 60 segundos sin mayor trascendencia, en otras la cámara se detiene para ir registrando con mayor intensidad qué es lo que Billie va sintiendo frente al cambio hormonal por el que atraviesa su madre donde los rasgos femeninos van diluyéndose para encontrarse con la figura de un segundo padre. Lo que resulta notable es el modo natural sobre cómo la joven se halla frente a una persona que mucho quiere pero que le cuesta aceptar ese cambio. Simultáneamente a esa compleja experiencia, ella también enfrenta su propio despertar sexual que se refleja en una historia paralela donde se asiste a las vicisitudes atravesadas con dos compañeros de escuela, Josh (Sam Althuizen) y Jasmine (Imogen Archer).
Como se podrá inferir de lo que precede, éste es un film extremadamente delicado donde cualquier mínimo error en su tratamiento puede menoscabar el interés del mismo. Sin embargo, la directora logró sortear los escollos de un elenco no profesional y de ciertas situaciones un tanto forzadas -por ejemplo la presencia perniciosa del desagradable tío Nick (Mario Spate), con quien vive Billie- para permitir que su film transmita máxima honestidad y sinceridad en lo expuesto.
Conclusión: Casi filmado en estilo documental, el relato aunque un poco perturbador permite que el público pueda empatizar con la variada gama emocional de sus personajes.
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