HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Un film muy bien construido que aborda un drama judicial es lo que se aprecia en L’Hermine. Teniendo en cuenta que el director Christian Vincent ya trabajó en otras oportunidades con Fabrice Luchini, nuevamente ha logrado que el popular comediante haya aceptado protagonizarlo; precisamente, su actuación le valió el premio a la mejor interpretación masculina en el Festival de Venecia del año pasado.
En el relato de Vincent, Luchini anima a Michel Racine, un juez penalista que desempeña sus funciones en Saint-Omer, una pequeña población francesa. Dueño de una personalidad obsesiva y demasiado rígida e imponiendo severas penas para quienes son considerados culpables, con su carácter poco amigable no se ha granjeado la simpatía de quienes lo rodean en su trabajo; con todo, es respetado por su integridad profesional. En el caso que actualmente ocupa su atención, asume el cargo de presidente de un jurado integrado por ciudadanos corrientes que debe juzgar a Martial (Victor Pontecorvo), un joven padre a quien se lo acusa de haber matado a patadas a su bebita de 7 meses que tuvo con su pareja (Miss Ming).
En forma dinámica y amena el film concentra la atención siguiendo las repetitivas respuestas del taciturno acusado a las preguntas formuladas por el juez, las dudas y contradicciones en que incurre su mujer y sobre todo observando la idiosincrasia de los miembros del jurado. Sus integrantes, pertenecientes a diferentes orígenes y medios sociales, durante los almuerzos en que se encuentran reunidos efectúan comentarios sobre variados aspectos que resultan genuinos y espontáneos a la vez que interesantes.
En la medida que el proceso se va prolongando durante varios días frente a la dificultad de clarificar la verdad de lo acontecido, el realizador expone algunas facetas del sistema judicial de Francia; así, todo acusado se presume inocente hasta no existir pruebas que lo condenen, y si existiera una mínima duda sobre su culpabilidad debe ser declarado inocente. Este hecho queda expuesto cuando Racine en un momento dado manifiesta a los miembros del jurado que aunque nunca se llegue a saber la verdad, lo importante para la justicia es reafirmar los principios de la ley.
Además de su tema central el relato cuenta con una subtrama romántica. La misma se genera cuando Racine descubre que entre las personas del jurado se encuentra una médica anestesista (Sidse Babett Knudsen) de origen danés a quien él había conocido y llegó a amar secretamente cuando años atrás estuvo internado y ella lo trató como paciente. Esta historia secundaria, aunque en apariencia no necesaria, es funcional para demostrar que a pesar de la dureza exterior manifestada por el misántropo juez, aflora su lado tierno y humano tratando de cimentar una relación sentimental con esa mujer.
Todos los actores a través de sus diversificados personajes tienen ocasión de lucirse. Con todo es Luchini quien se lleva las palmas por su notable interpretación; sin sobreactuar, logra en forma mesurada dar con el justo tono de un ser humano que sufre una metamorfosis positiva de su persona frente a un hecho inesperado. Igualmente, el film se distingue por su ajustada dirección e interesante relato gracias a un acertado guión.
BAD SEEDS (LES MAUVAISES HERBES). Canadá 2016. Un film de Louis Bélanger
He aquí un film canadiense realizado en Quebec que resulta difícil de catalogar. No significa que un crítico esté obligado a hacerlo pero en general sirve como guía para que el público sepa a qué atenerse. Haciendo un esfuerzo diría que Les mauvaises herbes es una absurda comedia dramática que desborda en humanidad.
El inventivo guión del realizador Louis Bélanger escrito con Alexis Martín surge de una premisa bastante extravagante; no obstante, si se deja la lógica racionalista de lado, a medida que el relato se desarrolla se apreciará que la delirante comedia dislocada a la cual se asiste en un comienzo ofrecerá más de una nota dramática; en todo caso lo más importante de este cóctel genérico es que la emotividad de su contenido y el brillante desempeño de su elenco deja como resultado un muy buen film.
Al comenzar la historia se ve a Jacques (Alexis Martin), un actor que en un escenario teatral de Montreal desempeña uno de los roles de El Misántropo de Molière y por lo tanto ataviado con un atuendo de la época en que transcurre. Al concluir su parte, tal como se encuentra vestido se retira por una puerta lateral del teatro para escabullirse de un prestamista usurero (Luc Picard) a quien le debe una considerable suma de dinero que no le ha sido reintegrada; al ser descubierto por éste, logra escaparse subiendo a un autobús que lo lleva a una zona campestre de Quebec invadida por la nieve.
En medio de la solitaria aldea en que se encuentra, Jacques descubre un buen refugio en la casa de Simón (Gilles Renaud), un excéntrico granjero quien clandestinamente se dedica a cultivar marihuana en su invernadero. A cambio de darle protección y evitar que sea denunciado a su perseguidor, Jacques se encuentra forzado a colaborar con su anfitrión en la tarea que viene llevando a cabo. Todo parecería marchar bien hasta que aparece Francesca (Emmanuelle Lussier-Martínez), una empleada de Hydro-Nord quien husmeando más de la cuenta descubre las plantaciones ilegales de Simon; no pudiendo dejarla escapar para evitar que las autoridades tomen cartas en el asunto, Simon la convence de que trabaje para él a través de una remuneración diaria de 250 dólares, muy superior a la que ella obtiene en la compañía de electricidad.
A partir de allí y en medio de situaciones que no siempre transcurren dentro de un marco armonioso, el trío aprende a convivir donde cada uno rescata algo positivo de los otros.
Como se señaló previamente hay muchas situaciones que desde una óptica racional resultan poco probables de digerir. Sin embargo, el cultivo de la marihuana, que aún no está legalizada y por lo tanto constituye una actividad ilegal, es la excusa utilizada por los guionistas para lograr que esta historia trascienda por su gran contenido humano.
Entre varios de los detalles de interés que emergen del relato, quedan resaltados el contraste entre la vida urbana y rural; así Simon puede a su manera perfectamente vivir sin el uso de internet, teléfono inteligente y/o un mero aparato de televisión en el medio en que se encuentra. No menos importante es el modo en que la carencia de afecto familiar influye en el comportamiento rebelde de Francesca debido a que ha tenido que dejar su hogar por su orientación sexual diferente. La importancia de los valores familiares también queda reflejada en el distanciamiento de Simon con un hijo al que hace mucho tiempo que no ve y que no obstante lo tiene presente permanentemente; es en ese sentido, donde el relato va humanizando gradualmente a sus personajes donde queda configurada una familia por mero accidente circunstancial; así, Simon llega a considerar a Jacques como su hijo ausente, de la misma manera que Francesca siente por primera vez el cariño de un padre en la figura de Simon. Otros valores relevantes como la amistad y la solidaridad humana también quedan ratificados en este bello film.
En cuanto al elenco, Bélanger ha sido exitoso al haber convocado a estupendos intérpretes; así, Martin, Renaud y en un papel menor a Picard reafirman la gran capacidad actoral que poseen. Pero el gran descubrimiento y revelación es la maravillosa actuación de Lussier-Martínez en su debut cinematográfico; esta joven actriz merece ser elogiada por la excepcional caracterización que realiza de Francesca.
El director ha sabido mantener un ritmo fluido para que el desarrollo de la trama nunca decaiga. En tal sentido, varias escenas de un franco y sano humor se encuentran perfectamente equilibradas con episodios dramáticos, conduciendo a un desenlace de gran emotividad.
La magnífica fotografía de Pierre Mignot resaltando el paisaje invernal y una música diversificada -donde el movimiento Invierno de Las Cuatro Estaciones de Vivaldi es uno de los motivos centrales- contribuyen a realzar los valores de esta producción.
RIVER. Canadá-Laos, 2015. Un film escrito y dirigido por Jamie M. Dagg
La sorpresa que depara el film que se comenta es que Canadá lo coprodujo con Laos, un pequeño país del sudeste asiático que no se caracteriza precisamente por su cinematografía. En todo caso, esta ópera prima de Jamie M. Dagg con su meticulosa dirección y eficiente guión resulta agradable.
La acción se desarrolla en el sudeste de Laos donde John Lake (Rossif Sutherland) es un médico cirujano americano que colabora como voluntario de una NGO. Después de una delicada operación tratando de amputar la pierna de un herido en donde lamentablemente el paciente muere, la doctora Stephanie Novella (Sara Botsford)- su jefa- le sugiere que tome dos semanas de vacaciones para estar más relajado. Encontrándose en el bar de un centro turístico de una isla próxima, advierte que dos australianos maltratan a una joven del lugar. Cuando poco tiempo después John sale al encuentro de uno de los dos turistas que violó a la chica, en una riña que se produce el médico sin intención premeditada termina matándolo como un acto de defensa propia, sin que hubiese testigos.
Como consecuencia de lo acontecido, John resuelve cortar su estadía pero lamentablemente al ser considerado como sospechoso por parte de las autoridades locales, comienza una azarosa odisea para escapar a toda costa a fin de evitar las consecuencias punitivas que acarreará su conducta, sobre todo siendo juzgado en un país desconocido donde ni siquiera domina su lengua. De allí su urgencia por lograr conectarse con la embajada americana para solicitar su ayuda a fin de ser repatriado.
No es ésta la primera película de fugitivos de la justicia que se haya visto. Con todo, más que poner énfasis en la acción de la persecución propiamente dicha, el guión del realizador permite reflexionar sobre la ambigüedad moral que el film plantea. Aunque John merezca la simpatía del espectador juzgándolo como a una persona que lamentablemente se ha envuelto en un drama involuntario, lo cierto es que hay un asesinato de por medio por lo cual debe ser juzgado; precisamente allí se produce la dificultosa situación del implicado, teniendo en cuenta que la víctima ha sido hijo de una prominente figura política de Australia y que por lo tanto eso influirá para que el juez le imponga una dura pena.
Con un dinámico ritmo impuesto por Dagg y dejando a un costado las banalidades que este tipo de relatos suele generar, el relato va creando un suspenso psicológico de sostenible interés, reforzado en gran parte por la intensa, absorbente y casi exclusiva interpretación de Sutherland.
Los escenarios naturales filmados constituyen un importante ingrediente del film; así, la lograda fotografía de Adam Marsden capta tanto la modernidad de Vientián -la capital de Laos- como las aldeas interiores del país ofreciendo una visión colorida, exótica e indudablemente auténtica de los lugares en que el relato se desarrolla.
10 CLOVERFIELD LANE. Estados Unidos, 2016. Un film de Dan Trachtenberg
Habiendo juzgado poco tiempo atrás el fascinante drama psicológico Room basado en el secuestro de una madre y su niño en el confinado reducto de una habitación, resulta decepcionante contemplar 10 Cloverfield Lane, un rutinario y pedestre thriller.
Mary Elizabeth Winstead anima a Michelle una joven que habiendo roto su relación de pareja con el hombre con quien estaba viviendo se lanza con su coche por una carretera de Louisiana donde a los pocos minutos sufre un grave accidente que la deja sin conocimiento. Cuando despierta se encuentra encadenada en una cama ubicada en un búnker. A los pocos minutos aparece Howard (John Goodman) quien le señala que él le salvó su vida al rescatarla del vehículo en que se encontraba y que ahora ella está allí protegida del mundo exterior debido a un gran ataque químico provocado por fuerzas desconocidas; hasta que no se disipe el aire tóxico de la radiación, no podrá salir de ese encierro involuntario.
¿Era necesario que Howard encadenara a la joven? Esa es la primera incongruencia del film porque ninguna persona que intente salvar a otra la mantendría encadenada. A los pocos minutos la joven transita libremente en ese refugio subterráneo y constata que ese ambiente estuvo desde hace tiempo preparado para prevenir un holocausto nuclear; también descubre a Emmett (John Gallagher, Jr.), un amigo de Howard, que aparentemente está allí para sentirse protegido. En suma, éstas son las tres personas que supuestamente han sobrevivido a esta suerte de apocalipsis.
Cabe reconocer que en sus primeros minutos, el film intriga en la medida que el espectador se encuentra un poco despistado sobre la verdadera personalidad de Howard; eso se debe a que existen indicios contradictorios que no permiten esclarecer si este individuo está diciendo o no la verdad sobre lo que acontece en el espacio exterior. Sin embargo, al poco tiempo la tensión se diluye porque resulta fácil de determinar si Michelle ha sido o no objeto de un secuestro por parte de un pervertido mental.
Frente a un suspenso que se agota bastante antes de concluir el relato, se produce una situación que obviamente no se habrá de develar pero que lamentablemente motiva a que el film con su gratuito efectismo se descarrile y que desemboque en un insatisfactorio desenlace.
En su primer film como realizador Dan Trachtenberg intenta crear una atmósfera de suspenso a la manera de los grandes filmes de Hitchcock; por el momento no está preparado para emularlo. Frente a las limitaciones de la historia, Winstead y Goodman se desempeñan correctamente mientras que Gallagher aparece deslucido a causa de que su personaje ha sido débilmente desarrollado.
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