HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Una vez más este film prueba cómo en ciertos casos la pujante fuerza expresiva de una excelente interpretación puede valorizarlo. En esta comedia dramática de la directora Lorene Scafaria es Susan Sarandon, la veterana y gran actriz que le da vitalidad a la historia aquí planteada.
El guión que pertenece a la realizadora está basado en algunas experiencias personales mantenidas con su madre; ahora bien, si la relación materno-filial es su telón de fondo, lo cierto es que las aventuras por las que atraviesa la protagonista del relato son lo que constituye la esencia del mismo.
Sarandon anima a Marnie Minervini, una mujer domiciliada en Nueva Jersey que enviudó hace dos años. Para estar cerca de Lori (Rose Byrne), su única y adulta hija que vive en Los Ángeles resuelve trasladarse allá para iniciar una nueva etapa de su existencia. Lo primero que se evidencia es que la joven no tolera algunas actitudes de su madre, como ser llegar a su casa sin anuncio previo o bien cuando intenta aliviarle el dolor que sufre por la ruptura que tuvo con su novio Jacob (Jason Ritter).
Tratando de sonsacar aspectos de la vida de Lori que pudieran servirle para ayudarla mejor, Marnie acude a su terapeuta (Amy Landecker), aunque las sesiones de terapia poco contribuyen a solucionar el problema.
Cuando su hija se ausenta a Nueva York para trabajar como guionista en un programa piloto para la televisión, Marnie encuentra diferentes medios para demostrar a sí misma que su vida tiene sentido. Así, estimula a Frank (Jerrod Carmichael), un joven empleado del lugar donde compró un teléfono inteligente y le ayudó a manejarlo, para que estudie en la universidad a fin de optar por un futuro mejor. Al propio tiempo y debido a su afluente condición económica heredada de su marido, ella adopta actitudes generosas como regalar un I pad a una de las amigas de su hija que está en vísperas de dar a luz; también demuestra su buena disposición con otra chica amiga de Lory (Cecile Strong) financiándole parte de los gastos de su inminente boda y comportándose como una madre sustituta con el cariño que le brinda. Como buena samaritana, parte de su tiempo es destinado a desempeñarse como voluntaria en un hospital local para ofrecer su ayuda, compañía y afecto a una anciana internada con dificultades de movimiento.
Desde el ángulo sentimental, Marnie aunque de edad madura goza de buena presencia, resulta atractiva en su comportamiento social y ésas son buenas razones para que ciertos cortejantes de su misma edad estén dispuestos a lograr su compañía. Entre ellos, el que mejor aspiración tiene para alcanzar este propósito es Rady Zipper (JK Simons), un retirado agente de policía que ahora dedica su tiempo a criar gallinas en su finca; los encuentros entre ambos demuestran que existe un sentimiento mutuo aunque en principio Marnie se resiste a involucrarse románticamente debido al recuerdo y pesar que aún le causa la muerte de su esposo a quien ella bien quería durante los 40 años de vida en común.
El relato está armado en función de las diferentes viñetas que ofrece y si bien no existen verdaderos conflictos que pudieran otorgarle tensión dramática, el encanto del mismo radica en Sarandon. No hay un solo gesto o paso que da que no suene verdadero; esa compulsión de hacer el bien a terceros resulta realmente conmovedora.
En líneas generales, esta sentimental historia evita desbordar en caricaturas a pesar de ofrecer momentos de impecable humor. Lo que resulta sorprendente es que a pesar de que el personaje de la hija –que no es otra que el de la realizadora- no aparece como muy simpática que se diga en la medida que no alcanza a apreciar el profundo afecto y cariño que su madre quiere brindarle, en este relato Scafaria la pondera a través de la gran nobleza que emerge del personaje de Marnie.
Sin ser un film extraordinario, The Meddler se deja ver con mucho agrado y simpatía por la veracidad emanada de sus personajes y por la gran labor de Sarandon en un papel al que le brinda, calidez, ternura y simpatía.
DISORDER (Maryland). Francia-Bélgica, 2015. Un film de Alice Winocour
La realizadora Alice Winocour aborda en este film los efectos traumáticos de los veteranos de guerra que retornan a la vida civil. El personaje protagónico es Vincent (Matthias Schoenaerts) un soldado francés que recientemente regresó de Afganistán integrando el cuerpo militar de una misión especial de Francia; como muchos de sus ex colegas, es víctima de un síndrome post-traumático, lo que motiva que la percepción de los acontecimientos que transcurren en su nueva vida puedan resultar alterados y fragmentados de la realidad cotidiana.
De inmediato obtiene un trabajo como guardia de seguridad acompañando a otros veteranos de guerra en una fastuosa fiesta realizada en una opulenta mansión –Maryland- que pertenece a Whalid (Percy Kemp), un hombre de negocios de gran fortuna del Líbano. Cuando éste debe partir al extranjero por razones de trabajo no muy “santas”, Vincent es reclutado como guardaespaldas para proteger la seguridad de su esposa Jessie (Diane Kruger) y del preadolescente hijo.
Dada la ansiedad de Vincent donde todo lo que observa a su alrededor puede resultar sospechoso o peligroso, muy pronto percibe, o quizás cree percibir, una amenaza por parte de asesinos que rondan la mansión. Es allí que en un estado de paranoia va extrayendo su experiencia militar del pasado para mantener a Jessie, su hijo y a él mismo fuera de todo peligro.
Este drama psicológico concebido por Winocour y el co-guionista Jean-Stéphane Bron va adoptando en su segunda parte el carácter de un moderado thriller aunque sin alcanzar la debida tensión como para que adquiriese mayor importancia; a todo ello, la ambigua relación surgida entre el protector y la bella Jessie resulta opacada y de poco interés. A lo anterior debe agregarse la existencia de numerosos hilos sueltos que le restan credibilidad, conduciendo a un desenlace poco satisfactorio además de frustrante.
En materia de actuación, Schoenaerts reproduce muy bien la imagen de un hombre perturbado que no puede eludir de su mente los escenarios de la guerra. Por su parte la actuación de Kruger es correcta aunque su personaje, tibiamente desarrollado, no adquiere mayor gravitación.
Compensando en parte las objeciones señaladas, técnicamente el film se distingue por la fotografía de Georges Lechaptois quien contribuye a lograr muy buenas imágenes visuales y por los excelentes efectos sonoros de Gesaffelstein tratando de reconstruir lo que bulle en la mente trastocada de Vincent.
LA LOI DU MARCHÉ. Francia, 2015. Un film de Stéphane Brizé.
El cine europeo ha demostrado en varias oportunidades la gran problemática que la población atraviesa en épocas de crisis económico-financieras y las consecuencias dramáticas cuando la población laboral es desprovista de su trabajo. Hace dos años los hermanos Dardenne han tratado el tema en el encomiable film Deux Jours, une Nuit Ahora, este tópico es transitado, aunque desde un ángulo diferente, por el realizador Stéphane Brizé en La Loi du marché.
¿Qué es lo que acontece cuando una organización comercial a fin de mantener la rentabilidad de la misma considera que la mano de obra para fabricar el mismo producto resulta más económica en otro país? Para Brizé y el coguionista Oliver Goce, la respuesta es que la ley del mercado se impone a través del despido de su personal.
Eso es lo que sucede con Thierry (Vincent Lindon), un hombre de mediana edad, quien habiendo sido leal a su empresa después de 25 años de trabajo resulta despedido. El relato va ilustrando el doloroso trayecto que este individuo debe transitar a fin de encontrar un nuevo empleo para que él y su señora (Karine de Mirbeck) puedan aliviar la delicada situación económica atravesada, sobre todo para solventar los gastos insumidos para el cuidado de su querido hijo (Matthieu Schaller) mentalmente discapacitado. Así parecería que la realización de cursos de preparación para nuevos empleos, los envíos de innumerables currículum vitae, entrevistas a través de skype con consejeros especializados, no tienen efecto alguno más allá de la humillación que Thierry debe afrontar en determinadas circunstancias.
Finalmente, después de 20 meses de desocupación logra un puesto como agente de seguridad de un supermercado; si por un lado resulta tranquilizador volver al mercado laboral, no transcurrirá mucho tiempo para que Thierry se sienta atrapado por conflictos morales cuando debe denunciar los robos de mercancías de los clientes como así también las contravenciones de sus propios compañeros de trabajo donde en un caso especial alcanza una dramática dimensión. Curiosamente, él se encuentra en una encrucijada impuesta por la ley de la selva (perdón, del mercado) donde para salvar su puesto necesita que sus colegas de trabajo atraviesen un proceso de humillación parecido al que le cupo experimentar poco tiempo atrás.
Rodeado por un buen elenco de actores no profesionales que brinda autenticidad al film, la actuación de Lindon es preponderante. Merecidamente distinguido como el mejor actor en el Festival de Cannes del año pasado, realiza una irreprochable composición del hombre común y sencillo que es Thierry; sin necesidad alguna de apelar a gestos grandilocuentes, los excelentes recursos expresivos del actor cuentan mucho para transmitir la dimensión humana y los conflictos morales por los que atraviesa su personaje.
La esmerada dirección de Brizé, acompañado de la ágil cámara en mano del fotógrafo Éric Dumont adoptando un estilo casi documental, ofrece una muy buena pintura de una triste realidad social, denunciando el problema existente aunque sin ofrecer soluciones al mismo. Sin apelar a artificiales recursos sentimentales, el film emociona llegando a calar en el ánimo del espectador.
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