HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
MR. GAGA. Israel-Suecia-Alemania-Holanda, 2015. Un film de Tomer Heymann
El realizador Tomer Heymann ofrece un atractivo documental sobre la trayectoria artística y personal del renombrado coreógrafo israelí Ohad Naharin, director artístico del Grupo de Danza Batsheva. Reacio a que la cámara cinematográfica penetrara en su intimidad artística y personal, el realizador logró persuadir a Naharin para la realización de este documental cuya filmación se extendió por espacio de 7 años.
Nacido en 1952 en el kibutz Mizra de Tel Aviv, desde pequeño manifestó una inclinación por la danza. A los 22 años, después de haber cumplido el servicio militar, es cuando al ser urgido por su madre comienza su entrenamiento profesional en la compañía Batsheva.
En una visita realizada por Martha Graham a Tel Aviv la eminente coreógrafa descubrió su gran talento como bailarín y en consecuencia lo invita a trasladarse a Nueva York para integrar su compañía de danza; igualmente, Maurice Bejart hará lo propio integrándolo a su cuerpo de baile en Bruselas. Con todo, este joven no se sintió realizado porque ambicionaba algo más significativo de lo que estaba efectuando. Es así que decide constituir una pequeña compañía de danza moderna donde en 1980 logra su primer trabajo coreográfico. En lo personal, llega a conocer a la bailarina Mari Kajiwara que había integrado el ballet de Alvin Hailey con quien se casa en 1978 y a partir de ese momento ella entra a formar parte de los proyectos de su marido.
A través de varios trabajos coreográficos que lo consagraron internacionalmente, Naharin es invitado por la Batsheva Dance Company para asumir el cargo de director artístico. Ahí es donde crea la técnica “Gaga” que utiliza para entrenar a su equipo de baile; aunque no queda muy explicitado en qué consiste la misma, de lo que se aprecia en el documental se puede inferir que lo que se persigue es que cada bailarín sin mirarse al espejo mientras ensaya pueda expresar en los movimientos naturales de su cuerpo lo que va sintiendo interiormente.
Además de mostrar clips de algunos de los trabajos del coreógrafo, el film considera la relación que el artista mantiene con sus bailarines. Es allí donde queda evidenciada su personalidad obsesiva y exigente al demandar la repetición de un determinado movimiento tantas veces como sea preciso hasta llegar al nivel de perfección por él deseado.
Hay algunos elementos que suscitan especial atención en este documental. Uno de ellos tiene lugar en 1998 cuando en ocasión de celebrarse el cincuentenario de la creación del Estado de Israel, a último momento Naharin cancela la presentación del espectáculo planeado; eso es debido a que él no está dispuesto a cercenar la libertad de expresión artística cuando el presidente de la nación cediendo a la presión de grupo religiosos le solicita que los bailarines cambien su atuendo de baile. Igualmente interesante es cuando se le pregunta a Naharin porque denominó a su último trabajo coreográfico Last Work; su respuesta es que no está seguro sobre la continuidad de su compañía debido al fundamentalismo religioso imperante en su país.
En otros aspectos se resalta cómo la muerte de su querida esposa Mari en Diciembre de 2001 a causa de un cáncer afectó la existencia del coreógrafo reformulando su manera de pensar. Años después contrae enlace nuevamente con la bailarina Eri Nakamura cimentando una familia con el nacimiento de su hijita.
Este film constituye un muy buen acercamiento a la intensa personalidad carismática del coreógrafo develando el proceso creativo de un artista que con su espíritu innovador ha redefinido la danza contemporánea convirtiéndolo en una de las personalidades artísticas más admiradas y aplaudidas internacionalmente.
SIERANEVADA. Rumania-Francia-Bosnia Herzegovina—Macedonia-Croatia, 2016. Un film escrito y dirigido por Cristi Puiu
Para comenzar es necesario aclarar que Sieranevada es una película difícil en el sentido de que a través de casi tres horas de duración y mediante larguísimos planos secuencia, el film no está destinado a un público masivo. No obstante, la excelente dirección de Cristi Puiu y la diversidad de los temas enfocados permitirá que el cinéfilo selectivo quede ampliamente recompensado.
El relato del director ubica la acción en el segundo sábado de enero de 2015 en un pequeño departamento de un edificio de Bucarest donde habita Nasu (Dana Dogaru), la viuda de un patriarca que ha muerto hace 40 días. Allí convergen los hijos y sus cónyuges, nietos y hermanas para una ceremonia fúnebre de acuerdo a los ritos de la iglesia ortodoxa; la misma, servirá para que el alma del difunto tenga un buen traslado al paraíso. Posteriormente tendrá lugar la tradicional cena familiar, aunque la misma se verá pospuesta en varias oportunidades lo que conduce a la posibilidad de que no llegue a concretarse.
Ubicando la cámara desde un ángulo fijo para después moverla de un ambiente al otro, el realizador convierte al espectador en un voyeur de lo que acontece en ese reducido marco habitacional, incluyendo el comedor, la cocina y algunas de las habitaciones, mientras se aguarda el arribo del sacerdote para efectuar el servicio religioso.
De este modo la narración, que se aparta de los moldes tradicionales, va abarcando tópicos de diferente índole que van reflejando los puntos de vista de sus personajes a través de las conversaciones que mantienen y que a veces adoptan un tono agrio y agresivo. Así al comenzar el relato se asiste a las desavenencias de Lary (Mimi Branescu), el hijo mayor, con su esposa Laura (Catalina Moga), acerca de la vestimenta de una de sus pequeñas hijitas para una representación escolar. En el aspecto político, además de referencias vinculadas con el atentado que tres días antes sufrió el semanario Charlie Hebdo en París, se asiste a una excéntrica teoría de la conspiración mantenida por Sebi (Marin Grigore) sobre lo ocurrido el 11 de septiembre de 2001. La nostalgia se asoma por parte de la tía Evelyne (Tatiana Iekel) quien destaca las virtudes del régimen de Ceausescu, opinión que contrasta por completo con la manera de pensar de su sobrina Sandra (Judith State).
Entre otros episodios que se van suscitando se encuentra el de una de las nietas (Ilona Brezoianu) que trae a la casa a una amiga croata en estado de ebriedad. Pero el de mayor tensión se produce con la aparición inesperada del donjuanesco y alcohólico Tony (Sorin Medeleni), marido de la desconsolada y llorona tía Ofelia (Ana Ciontea) que al engañarla continuamente motiva que ella no pueda tolerar su presencia; claro está que en materia de adulterio prontamente se sabrá que Tony no es el único de la familia que lo ha venido practicando.
Con el considerable número de personajes resulta difícil lograr una descripción más profunda de cada uno de los mismos; pero eso no impide que en la muy buena actuación de su elenco, uno logre percibir los variados sentimientos de frustración, angustia, desengaño y animosidad que los anima.
Con este lúcido film que abunda en jugosos diálogos, el director concibió un apasionante microcosmos de una familia disfuncional que bien puede ser representativo de lo que acontece en el marco postcomunista de la Rumania actual. En tal sentido, esta propuesta es muy válida y merece su recomendación.
PATRIOTS DAY. Estados Unidos, 2016. Un film de Peter Berg
Aunque la tragedia del 11 de septiembre de 2001 quedó marcada en la memoria del mundo entero, no menos cierto es que la que tuvo lugar el lunes 15 de abril de 2013 en la ciudad de Boston también permanece registrada como uno de los actos más violentos del presente siglo. Inspirado en ese hecho, Peter Berg ofrece en Patriots Day un candente drama que recrea magníficamente el bombardeo terrorista producido durante la popular maratón anual que tuvo lugar en esa fecha arrojando un saldo de tres muertos y 264 heridos.
Con consumada pericia, el realizador ha logrado una excelente escenificación de lo acontecido que, atendiendo al modo de haber sido filmado, se asemeja más a un documental que a una historia de ficción donde por su extraordinario realismo el espectador tiene la sensación de ser el testigo invisible del dramático acontecimiento.
Construido a manera de un thriller, el relato basado en un guión del realizador junto a Matt Cook y Joshua Zetumer va creando un clima de tensión creciente a medida que la trama se va desenvolviendo. En los primeros 25 minutos el film va introduciendo diferentes personajes que de un modo u otro estarán involucrados en la tragedia. Así, durante las primeras horas de la mañana se sale al encuentro de algunas autoridades de la ciudad, entre ellas, el sargento Tommy Saunders (Mark Wahlberg) y el jefe policial de Boston Ed Davis (John Goodman) dispuestos a vigilar y resguardar el orden; igualmente se contempla a los espectadores ávidos de presenciar el espectáculo deportivo y entre los mismos se destaca una joven pareja (Rachel Brosnahan y Christopher O’Shea) que no sospecha lo que el destino habrá de aguardarle. Otros personajes incluyen a un simpático estudiante chino (Jimmy O. Yang) que ignora el rol importante que pocas horas después habría de desempeñar y a los hermanos Dzhokhar (Alex Wolff) y Tamerlan Tsarnaev (Themo Melikidze), americanos de origen checheno, quienes como autores de la tragedia y actuando al servicio dl yihadismo se preparan para ejecutar la sangrienta misión.
Cuando finalmente a las 2 y 50 de la tarde se produce el brutal bombardeo, donde el horror de la población se entremezcla con el pánico y confusión, comienza la urgente tarea de investigación para identificar a los responsables del atentado. Después de ser individualizados el relato origina una verdadera cacería humana para dar con los hermanos Tsarnaev.
Es ahí donde a través de un periodo de casi 100 horas se aprecia el significativo papel desempeñado por la policía de Boston junto con la del sargento policial Jeffrey Pugliese (J.K. Simmons) de la localidad de Watertown -ubicada a 10 kilómetros de la ciudad- y de Richard DesLauriers (Kevin Bacon), el agente especial del FBI.
Además de la excelente actuación del elenco, cobra gran importancia algunos de los valiosos factores de producción que contribuyen a la riqueza del film. En tal sentido, es encomiable la labor desplegada por el director de fotografía Tobias Schliessler con su inquieta cámara en mano y los excepcionales montajistas Colby Parker Jr. y Gabriel Fleming para reproducir tanto el momento del desastre como las escenas de persecución en la forma más realista posible; así, una de las secuencias de mayor climax y excelentemente filmada se produce en el enfrentamiento que tiene lugar en Watertown entre las autoridades y los hermanos asesinos al verse atrapados.
He aquí el ejemplo de una película de acción no desprovista de considerable emoción humana y que a pesar de su triste tema constituye un excitante entretenimiento. Lo más importante es que no obstante el heroísmo demostrado por los participantes de esta historia real, el film no se propone infundir mensajes patrióticos; lo que en cambio destaca es la manera en que la vigorosa y resistente comunidad civil de Boston se ha mancomunado con la autoridad policial actuando solidariamente frente al dolor producido por el atroz atentado.
A través de una meticulosa labor de investigación, el realizador ha logrado el mejor film de su carrera donde en los créditos finales presenta a sus verdaderos protagonistas incluyendo a los policías de Boston y a algunas de las víctimas que sobrevivieron la tragedia.
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