HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
A 26 años de haber juzgado Beauty and the Beast, el excelente film de animación musical de los estudios Disney, ahora se puede apreciar la misma historia con personajes en vivo en la magnífica versión de Bill Condon.
El cuento concebido por la novelista francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve (1740), ya había despertado el interés del gran dramaturgo y cineasta Jean Cocteau que lo concretó en la poética película de 1946. Con todo, este film adaptado por Evan Spiliotopoulos, Stephen Chbosky y Condon adopta un carácter completamente diferente al atribuirle ciertos rasgos feministas aunque respetando la esencia del triunfo de la belleza interior del ser humano.
Belle (Emma Watson) es una encantadora joven viviendo en Villeneuve, un pequeño pueblo francés, junto a Maurice (Kevin Kline), su padre inventor. Amante de la literatura, ella se diferencia del resto de las chicas de la aldea por su inquietud intelectual y por desdeñar todo lo que resulte frívolo; es por eso que rechaza la proposición matrimonial de Gastón (Luke Evans), un antipático y narcisista machista del lugar. Cuando un día, su padre desaparece en el bosque, al buscarlo ella se aventura en un castillo encantado; allí se topa con una galería de mágicos personajes y sobre todo con una Bestia (Dan Stevens) que anteriormente había sido un elegante príncipe. Embrujado por una maga como castigo a su egoísmo y falta de piedad, el maldito hechizo solamente podría desaparecer si el príncipe encontrase a alguien que llegase a amarlo a pesar de sus rasgos físicos. La Bestia que retiene a su padre promete liberarlo si Belle accede a permanecer como invitada permanente en su morada, a lo que ella termina aceptando. La convivencia diaria entre los dos hará que la chica descubra la sensibilidad oculta del monstruo y que su captor aprenda a apreciar la importancia de la generosidad humana.
A través de un sencillo pero emotivo relato, esta bellísima comedia musical cautiva por diferentes motivos. En principio, el libreto se destaca en general por la buena descripción de sus personajes; desde el inicio queda bien expresado el carácter feminista de su protagonista en “Belle”, el primer motivo musical del film; bien delineada resulta la personalidad de su amado padre, la transformación del príncipe en monstruo es convincente así como la naturaleza fanfarrona y hueca de Gastón; una sola objeción al guión es el haber convertido a Le Fou (Josh Gad), el compañero de Gaston, en un personaje gay. Los personajes del palacio que a causa del hechizo se encuentran transformados en muebles y artefactos animados son adorables; entre los mismos figuran el candelabro Lumière (Ewan McGregor), el vivaz reloj ambulante Cogsworth (Ian McKellen), la tetera Mrs. Potts (Emma Thomson), la pájara Plumette (Gugu Mbatha-Raw), el clavecín Maestro Cadenza (Stanley Tucci) y el armario Madame Garderobe (Audra McDonald) que anteriormente había sido una famosa cantante lírica.
No menos importante es la música original de Alan Menken y letra de Howard Ashman, donde además de la mencionada canción “Belle” se encuentran otras fáciles de tararear como “Be Our Guest”, “Something There”, “Gaston” y el leitmotiv “Beauty and the Beast”; en la versión actual se agregan tres nuevos números a cargo de Menken y Tim Rice. Tanto Watson, Stevens y Evans demuestran poseer un buen acento vocal entonando las canciones.
Renglón aparte merecen los extraordinarios diseños de producción de Sarah Greenwood reproduciendo entre otros escenarios la aldea de Villeneuve, el bosque encantado, el paisaje invernal, y el imponente salón de baile del palacio, conformando un verdadero placer visual.
Como en el film animado de 1991, aquí nuevamente queda reflejada una bella romántica historia con su mensaje de tolerancia, humildad y respeto al valorar los verdaderos sentimientos que se manifiestan en las personas más allá de las apariencias externas de sus rostros.
En suma: la magia de Beauty and the Beast vuelve a ser revivida en esta esplendorosa versión que grandes y chicos disfrutarán ampliamente.
THE LAST WORD. Estados Unidos, 2016. Un film de Mark Pellington
Esta película de Mark Pellington imbuida de buenos sentimientos tiene como principal propósito el lucimiento de la veterana y gran actriz Shirley MacLaine; sin duda, ésa es la razón que justifica la visión de este liviano film.
El guión de Stuart Ross Fink presenta a Harriet, una mujer octogenaria divorciada viviendo solitariamente en Los Ángeles, que a través de algunas actitudes que mantiene con el personal de su confortable casa da muestras de poseer un carácter difícil. Todo indicaría que tampoco ella se encuentra conforme con sí misma evidenciando su intención de suicidarse aunque sin lograrlo. Cuando leyendo las necrológicas de un diario local encuentra una descripción positiva en una persona fallecida, ella decide tener su propia nota necrológica preparada mientras está con vida para que cuando se muera pueda ser bien recordada. Para ello se dirige al editor (Tom Everett Scott) de ese periódico solicitando la redacción de un elogiable obituario de su persona; esa tarea es asignada a Anne (Amanda Seyfried), una joven periodista del diario especializada en el tema, quien con gran reluctancia se encuentra obligada a hacerlo.
Desde el primer momento, Anne sabe que tendrá que vérselas con una persona gruñona e insoportable como lo es Harriet. En todo caso, y dispuesta a poner manos a la obra, ella decide entrevistar a un buen número de personas que la han llegado a conocer, incluyendo al ex marido (Philip Baker Hall) de Harriet.El resultado no puede ser más desalentador cuando todos coinciden en que la persona objeto de su obituario es un ser decididamente indeseable.
Lo que acontece después se ve venir a la legua. Así la agria relación entre ambas mujeres se va transformando en un vínculo agradable cuando Anne sugiere a Harriet que debe reformular su personalidad emprendiendo labores humanitarias y constructivas que lleguen a destacarla como un ser noble, caritativo y altruista; en esa tarea estará involucrada Brenda (Ann’Jewel Lee), una humilde niña negra de 9 años que verá a Harrriet como su mentora, como también su ex.marido y distanciada hija (Anne Heche).
Si acaso el lector no adopta una actitud demasiado racional., podrá apreciar cómo se produce el milagro de que una mujer difícil de aguantar se convierta de la noche a la mañana en un ser amado por todos los que la rodean y que finalmente sirva de gran inspiración a Anne para encarar un nuevo rumbo más ambicioso y positivo en su carrera literaria. ¿Es necesario apuntar que Harriet tendrá el obituario que tanto anhelaba?
A pesar de los abundantes estereotipos de un guión no muy sutil y carente de sorpresas, esta comedia se deja ver por su buen reparto pero sobre todo, como se anticipó, por Shirley MacLaine; este monstruo sagrado del cine americano sigue manteniendo su vitalidad, carisma y sus condiciones de excelente actriz.
LA MÉCANIQUE DE L’OMBRE. Francia, 2016. Un film de Thomas Kruithof
Un drama de logrado suspenso es lo que se contempla en este relato que tiene como telón de fondo el mundo menos conocido de la trastienda política de Francia. Aunque se trata de una ficción, nada obsta para que uno pueda imaginar que lo que se muestra aquí adquiera visos reales.
Interpretado centralmente por François Cluzet la historia gira en torno de Duval, un hombre parisino de mediana edad que habiéndose desempeñado como un contador auditor de una empresa es despedido de la misma por la irresponsabilidad de uno de los empleados que tenía a su cargo. En esa etapa de su vida no le resulta fácil encontrar un nuevo empleo y es así que a medida que el tiempo transcurre, el desánimo cunde en él.
Dispuesto a aceptar cualquier oferta de trabajo, la oportunidad se le presenta cuando un buen día es citado por Clément (Denis Podalydes), un misterioso individuo que le ofrece una excelente remuneración para desempeñar un cargo bastante peculiar. Con el pretexto de preservar la seguridad nacional, su tarea consiste en grabar en una cinta magnética conversaciones de ciertos teléfonos que se encuentran intervenidos; posteriormente debe efectuar la transcripción de lo registrado utilizando para ello una máquina de escribir en lugar del computador a fin de evitar cualquier filtración. Su trabajo es realizado en un departamento prácticamente vacío de un moderno edificio de oficinas, donde nadie puede entrar ni saber qué es lo que él realiza.
La primera mitad de La mécanique de l’ombre muestra cómo Duval cumple rutinariamente con la labor asignada sin que nada relevante ocurra hasta un determinado momento. El relato cobra un giro diferente cuando en una de las conversaciones él percibe que se ha cometido un crimen; a eso se agrega la visita de Gerfaut (Simon Abkarian), un hombre que dice venir en nombre de Clément quien le señala que es a él a quien tiene que reportar las informaciones transcriptas. Los acontecimientos que se van acumulando precipitadamente hacen que Duval, un hombre común y corriente, se vea envuelto en la mecánica sombría de uno de los servicios secretos del Estado, donde no faltan las conspiraciones y espionajes políticos dentro del marco de una inminente elección presidencial.
El joven realizador Thomas Kruithof seguramente que ha visto valiosos filmes de este género tales como la magnífica película de espionaje The Conversation (1974), o bien Three Days of the Condor (1975), un apasionante thriller ambientado en la CIA. Sin llegar al mismo nivel, el presente film está muy bien realizado logrando mantener un ritmo dinámico en la intrigante historia planteada y además es prestigiado con la excelente interpretación de Cluzot.
RÉPARER LES VIVANTS. Francia, 2016. Un film de Katell Quillévéré
Un profundo drama muy bien realizado sobre la donación de órganos es lo que se aprecia en Réparer Les Vivants de la joven realizadora Katell Quillévéré basado en la novela homónima de Maylis de Keranga publicada en 2014.
La adaptación cinematográfica de la directora y Gilles Taurand, presenta en su inicio al adolescente Simon (Gabin Verdet) viviendo en Lyon quien después de haber pasado la noche con su noviecita Juliette (Galatea Bellugi)en las primeras horas de la mañana se dirige con sus dos amigos a una desértica playa para practicar surf. Después del placer experimentado en haberse balanceado entre las olas marinas, a su regreso al hogar el automóvil en el que viaja sufre un accidente en la carretera, dejando a Simon en estado moribundo.
Cuando su madre Marianne (Emmanuelle Seigner) se impone de la desgracia junto con su distanciado marido (Kool Shen), inmediatamente llegan al hospital donde su hijo se encuentra y allí el cirujano que lo atiende (Bouli Lanners) les comunica que estando cerebralmente muerto, es prácticamente imposible que el joven llegue a recuperarse. A pesar de la angustia de estar perdiendo a un hijo, los desesperados padres aguardan ansiosamente que se produzca un milagro por el cual Simon pueda recobrar su vida.
Al mismo tiempo en París se encuentra Claire (Anne Dorval), una especializada musicológa afectada por su corazón enfermo que va debilitándose progresivamente; atendida con gran cariño por sus dos hijos (Finnegan Oldfield y Theo Cholbi), sólo un trasplante cardíaco puede salvarla de morir.
En la medida que el deceso de Simon es inminente, el relato adquiere su climax cuando el equipo hospitalario (Tahar Rahim, Bouli Lanners, Dominique Blanc, Monia Chokri, entre otros) está preparado para extraer su corazón y transportarlo al lugar donde se halla Claire a fin de efectuar con suma urgencia el delicado trasplante. Sin embargo, todo depende del previo consentimiento de Marianne y su marido para ceder ese órgano vital; en ese crucial momento de profundo dolor ellos deben decidir acerca de la actitud a adoptar.
Este drama moral, que en gran parte se asemeja a un documental, es abordado por la directora con gran fineza y profundo sentimiento donde evita que la naturaleza emocional del relato pueda desbordar. Además de la notable puesta escénica, se destaca el excelente guión enfatizando la dimensión caracterológica de sus personajes y la presencia de un muy calificado elenco donde cada uno de sus integrantes transmite total convicción en sus respectivos roles. De este modo el público llega a empatizar con esta humana y sensible historia no exenta de cuestionamientos, donde la inevitable muerte de una persona puede llegar a salvar la vida de otra.
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