Otro Real Madrid de leyenda arrolla a la Juventus y sella su 12ª Copa de Europa
Otro Real Madrid de leyenda arrolla a la Juventus y sella su 12ª Copa de Europa
Convertido en una máquina de ganar, el Madrid dejó otra huella para la posteridad en su exclusivo viaje lunar por la competición de clubes más prestigiosa del universo. En Cardiff se entronizó otro Madrid de leyenda, y no solo por su 12º podio. Por su doblete tras 59 años y por enganchar dos Copas de Europa 57 años después. Por sumar tres títulos en cuatro años. Por no ser ya un Madrid galáctico, sino una cofradía zidanesca justo en el curso de menor gasto, lo que revela que el fútbol no tiene precio. Por todo ello, no caerá en el olvido y se rebobinará de generación en generación que en una noche bajo techo en Cardiff, otro Madrid glorioso arrolló esta vez a la Juventus, que no es un equipo de monaguillos, sino una orden de pretorianos con el imponente Buffon canonizado.
Para la Juve no hubo consuelo. En realidad nunca lo tiene: siete azotes en nueve finales. Parece que en Europa el destino nunca otorga al cuadro piamontés un partido de vuelta. Ante el Madrid tuvo mucho poso en el primer tiempo, pero luego sucumbió ante un rival telescópico, machote, abrumador… No es fácil dejar sonado al grupo juventino. Hay quien dijo que la realidad es la escoria de la ilusión. El disparado Real del segundo acto se lo hizo ver.
Le costó madrugar al Madrid, que entró en el partido algo pasmado, poco reconocible. Como si no encontrara su lugar en la final. Sí la Juve, con un juego más directo y concreto. No se engaña, tiene metabolizado hasta el hueso lo que puede y no puede hacer. Rema por fuera con Alves y Alex Sandro y deja el embudo para el habilidoso Dybala y el geométrico Pjanic. Del revuelo general se encarga Mandzukic. No es Nureyev con botas, aunque lo pareciera con su imprevisto golazo, pero combate con su sombra. Carvajal tuvo lata. Sin más, la escuadra italiana tuvo mayor tonelaje. El Madrid no dio con su equipaje. No tuvo hilo suficiente con Isco, que quiso capotear por aquí y por allá. Modric se contuvo más de la cuenta y Marcelo apenas pareció Marcelo. Aislados CR y Benzema, sometidos por el macizo juventino —Barzagli, Bonucci y Chiellini—, solo Kroos tuvo miga. Como consecuencia del envite italiano, Pjanic puso contra las cuerdas a Keylor a los seis minutos. El portero, con guante de plomo, reaccionó muy bien. Un aviso de que la Juve ya no solo vive en las barricadas.
Anestesiado el Madrid, sin dar con alguno de sus muchos rasgos diferenciadores, Kroos fue el primero en tocar la corneta. Se saltó las líneas enemigas con remangue y potencia, y conectó con Benzema. La jugada, pocos pases, precisos y con la marcha adecuada, tuvo carrete para Carvajal. Como testigo, el mejor posible. Lo de CR fue un remate de pie clínico. No reventó la pelota; fue un tiro de billar ajustado a una esquina de la portería de Buffon. A la Juve le habían marcado tres tantos en 12 partidos de esta Champions. Al Madrid le bastó con su primer y único remate del primer tiempo. Eso también es el Madrid. Mata hasta cuando no está en escena.
El tanto del portugués tuvo un efecto extraño. Durante un trecho se desató un partido sin cadenas, como si los dos tuvieran prisa a más de una hora del final. Si acaso, algo más comprensible en la Juve. Quizá consciente del reto mayúsculo ante el que estaba: jamás en sus ocho finales previas había logrado marcar más de un gol. Así que todos, incluidos los madridistas, se olvidaron de la intendencia hasta que Mandzukic compuso el gol más bello que se le recuerda. Higuaín, que arrancó como un cohete y pronto perdió vuelo, descolgó el balón y el croata, de espaldas a Keylor, se las ingenió para disparar de chilena. Incluso Mandzukic debió quedarse helado. Un golazo. Un broche a las mejores sensaciones ofrecidas por la Juve, que tuvo a Buffon acostado hasta que en el minuto 44 se quitó el chándal para atrapar un centro sin picante de Carvajal. Señal de que el Madrid aún no había sido el Madrid y el gol de CR solo un espasmo. Le quedaba un cuarto de hora, lo que tardó en regresar al segundo acto. Alguien tocó diana en la caseta. Hasta eso distingue a este Madrid con piernas, corazón y cabeza.
Cambio tras el descanso
De vuelta del descanso fundió a su adversario sin demora. La mutación fue absoluta. Con el dictado de Modric a la cabeza, el equipo español cogió el partido por el pescuezo. Todos los volantes hicieron de bisagra, Carvajal y Marcelo subieron el volumen por las orillas y el gobierno fue absoluto. Apareció ese Real camaleónico, capaz de tocar muchas y variadas teclas. La Juve, tan fresca en el primer tiempo, quedó encapotada. De repente se sintió como nunca: permeable como jamás. En dos parpadeos encajó dos goles, sumados al primero, tantos como había descontado en toda la competición. Y no fueron goles imprevistos, sino hijos del juego de un Madrid ya arrebatador. Primero lo celebró Casemiro, que ya se suma a todas las fiestas, cuyo disparo desvió ligeramente Khedira. A los dos minutos, a Modric le fue la vida en rescatar un pase profundo de Carvajal y a su centro llegó el más espabilado de las áreas, ese Cristiano que un día fue un grandioso extremo goleador y hoy resplandece como un depredador a la primera. De toque en toque y de gol en gol. Así cazó también su segundo a la Juve, el 600 de su colosal carrera. Con el Real reluciente y a toda mecha hubo tiempo para que Bale saludara a sus paisanos y para que Asensio, al que el presente ya anticipa su inmediato futuro, sellara la goleada. El Madrid juega mejor, peor, regular… Lo que se quiera. Pero nadie sabe tan bien cómo vencer, cómo afrontar cada situación, cómo inyectarse a tiempo una sobredosis de fe y autoestima. Este Madrid de Zidane y sus mosqueteros ya está en el archivo del tesoro de Chamartín.
¿Cómo triunfa? Es el Madrid, estúpido. Y punto. Ahí queda su testamento de fábula. Y si no sufre de actualidad, con Asensio por bandera de una plantilla para hoy, mañana y pasado mañana, quizá no tenga límites a la vista. Como no los tuvo el Real Di Stéfano. Es el reto a superar para un club insuperable cuando se trata de ganar, ganar, ganar y ganar.
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