Miami, años ochenta. Un ejemplo del delirio de dólares y cocaína que se vivió: dos narcos, colocados hasta la coronilla, ordenan que les lleven a su cuarto tantas botellas de Dom Perignon como fuera necesario para llenar la bañera. “Se gastaron 25.000 dólares. ¿Te imaginas lo que eran 25.000 dólares en aquel tiempo? ¡Todo ese dinero convertido en líquido para que al final se vaya por el desagüe!”, cuenta por teléfono desde Nueva York el periodista Roben Farzad, autor de Hotel Scarface (Editorial Berkley; disponible solo en inglés), un relato delos años dorados del hampa en Miami centrados en la historia del hotel Mutiny, el epicentro por entonces de famosos y mafiosos, el lugar donde dos traficantes de droga decidieron llenar su bañera con champán francés.
“El punto álgido del Mutiny y del Miami de la coca fue justo a inicios de los 80”, dice Farzad. “Esa es la época en la que llegó al tope la fiesta de sexo, coca, champán y disco”. “Todo traficante que se preciase estaba en el Mutiny. Cada vez que conseguían traer un alijo montaban fiestón”, recuerda en el libro el detective Diosdado Díaz. Todo empezó a empeorar cuando los sicarios llevaron su descontrol sanguinario al hotel. Un punto y aparte fue el asesinato de Margarita, una camarera dominicana que soñaba con ser estrella de Hollywood. El asesino Miguel Miranda, un entusiasta de la santería que se volvió loco de esnifar tanta cocaíana, la atrajo haciéndose pasar por director de cine y la mató. Su cuerpo apareció en Cayo Hueso envuelto en una sábana del Mutiny. “Ahí es cuando la gente se dio cuenta de que aquello iba en serio y era muy peligroso, y hasta los empleados empezaron a irse”, afirma el autor.
En 1981 Miami, dice Farzad, se convirtió en la capital de los homicidios en EE UU. La revista Time plasmó el fenómeno con una portada titulada: “Paraíso perdido”. A partir de ahí el encanto de lo extravagante se vio sepultado aprisa por el crimen. “Ya era todo solo coca y dinero”. Se llego a tal nivel que el Burger King tuvo que prestarle un camión de refrigeración a la morgue del condado.
Hoy el Mutiny, situado en el barrio de Coconut Grove –en los sesenta el área de los hippies de Miami–, reabierto tras su clausura en los años noventa, es un hotel que conserva solo “el esqueleto”, cuenta Farzad, que comparándolo con el desmadre que fue lo califica ahora de “hotel higiénico”.
En su época dorada se rodaron allí escenas de Scarface y Don Johnson se enfiestaba con su troupe de Miami Vice. Julio Iglesias pasó una temporada como huésped fijo. Por el Mutiny pasó toda clase de clebridades. El libro menciona al gran Paul Newman siendo auxiliado para llegar a su habitación tras beberse buena parte de las existencias de Château Latife, rostros del espectáculo como Arnold Schwarzeneger o de la élite política como Ted Kennedy. Pero los verdaderos señores del Mutiny no eran las estrellas ni los hombres del poder de guante blanco sino los Reyes de la Cocaína que dejaban a un lado sus nombres propios para ser conocidos por alias como El Perro, el Súper Papi o El Raspao.
El narco Mario Tabraeu tenía un chimpancé llamado Caesar que lucía cadena de oro y Rolex. En casa Tabreu y Caesar tenían panteras, caimanes y un búho. Se cree que Tabreau inspiró el personaje de Tony Montana, el sicario cocainómano interpretado por Al Pacino en la legendaria película Scarface, dirigida por Brian de Palma.
El libro presenta un mundo tan excesivo que Farzad se ve en la necesidad de repetir: “Todo es real. Nada es ficción”.
Comments (0)