HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Cruel, devastador, impresionante, patético pero por sobre todo sublime. Estos adjetivos, de ninguna manera exagerados, merecen aplicarse al extraordinario drama del director ruso Andrey Zvyagintsev. Así como en cada uno de sus filmes precedentes a través de diferentes ángulos ha retratado a la sociedad rusa, aquí nuevamente la enfoca a través del microcosmos de una unidad familiar desintegrada.
El guión del realizador y Oleg Negin ambienta la acción en 2012 en un suburbio de Moscú y en su primera imagen la fotografía de Mikhail Krichman capta magníficamente el panorama nevado del invierno que es funcional a la frialdad asumida por los personajes de esta historia.
Alyosha (Matvey Novikov) es un niño de 12 años que retorna a su hogar después de un día de escuela; al llegar al mismo es objeto del trato poco amable que recibe de su madre Zhenya (Maryana Spivak); esta mujer comparte el departamento con su ex marido Boris (Alexey Rozin), donde ambos aguardan venderlo para proseguir sus vidas separadamente. En tal sentido, Boris está esperando un hijo de Masha (Marina Vasilyeva) que es su nueva pareja, en tanto que Zhenya se apresta a convivir con Anton (Andris Keiss), un rico y elegante hombre de negocios de mediana edad de quien ella cree haber encontrado al verdadero amor de su vida.
En las agrias discusiones que mantiene el disuelto matrimonio, uno de los tópicos se refiere a la tenencia de Alyosha; como ninguno de los dos desea hacerse cargo de él, la solución que encuentran es la de enviarlo a un internado. El chico que manteniéndose oculto oye la conversación de sus padres, no puede evitar que las lágrimas se desprendan de su rostro al comprender que él nunca ha sido algo más que un objeto para ellos; esa falta completa de amor de sus progenitores -a la que alude el título del film- motiva a que se encuentre afectivamente totalmente desprotegido.
El conflicto central del relato comienza una mañana cuando la maestra de Alyosha comunica a a su madre que el niño no ha concurrido a la escuela por espacio de dos días; preocupada por la desaparición, Zhenya se comunica con Boris y de allí en más comienzan a dar parte a la autoridad policial cuyo jefe declara no disponer del suficiente personal para atender el caso ya que sus subalternos están abocados a resolver los casos de violencia que se producen a diario; de allí que les sugiere que por internet localicen a una sociedad de voluntarios que se ocupa de ayudar a los afectados en tales circunstancias. De este modo el coordinador (Alexey Fateev) del grupo integrado por un buen número de personas les brindan su colaboración para ubicar al menor, lo que incluye, entre otras medidas, efectuar una visita a un abandonado edificio como así también visitar a la madre de Zhenya que vive en las afueras de Moscú donde quizás Alyosha pudo haberse refugiado.
A través de la infructuosa búsqueda queda de manifiesto la ferocidad y el indisimulado rencor existente entre estos padres que se ven obligados a actuar juntos para localizar al menor. Aunque ninguno de los dos ofrece la mínima simpatía, es principalmente repudiable la actitud de la mujer que abiertamente confiesa que nunca había deseado tener a su hijo y si no abortó durante su embarazo se debió simplemente a que temía hacerlo. Con todo, ese desamor y máximo desprecio que estos dos personajes transmiten al público se atenúa en una escena culminante; la misma se produce cuando al ser llamados a identificar el cadáver de un menor en la morgue comprueban que no es el de Aliosha y como consecuencia de ese alivio ambos irrumpen en un desgarrador llanto.
Simultáneamente a los hechos narrados, los medios de difusión van reportando las noticias cotidianas del país en donde no están ausentes la violencia imperante, el nivel de corrupción de ciertos funcionarios y la situación política de la parte de Ucrania invadida por Rusia.
Con una estupenda descripción de sus personajes, tanto Spívak como Rozin transmiten con total convicción el vía crucis vivido por estos deshumanizados padres que solamente piensan en sí mismos al dejar de lado la indiscutible responsabilidad de brindar ternura, comprensión y protección a su hijo; en papeles secundarios el resto del elenco ofrece una irreprochable actuación donde se destaca el menor Matvey Novikov quien conmueve profundamente en las pocas escenas en las que le corresponde participar.
Con una austera y rigurosa puesta escénica, Zvyagintsev ofrece un impiadoso documento donde transmite el marcado individualismo, el candente egoísmo, la codicia por el dinero y el desamor latente como factores claves que aquejan a un medio social encapsulado en sí mismo y despojado de la sensibilidad necesaria para apreciar el dolor ajeno.
Este film ha sido distinguido con el Premio del Jurado en el festival de Cannes de 2017 y es uno de los cinco nominados al Oscar a la mejor película extranjera.
CORTOMETRAJES DE FICCION NOMINADOS AL OSCAR
1. DEKALB ELEMENTARY. Estados Unidos, 2017
Escrito y dirigido por Reed Van Dyk, el relato de este corto se inspira en un caso real acontecido en Atlanta, estado de Georgia. A una escuela elemental de esta ciudad llega inesperadamente Steven (Bo Mitchel), un muchacho de alrededor de 20 años de edad mentalmente inestable portando un rifle semiautomático; en la oficina de recepción, manteniendo como rehén a la secretaria Casandra (Tarra Rigs), la conmina a que se comunique con el 911 -número de teléfono para llamadas de emergencia- y dé la orden de evacuar el edificio; entre tanto ambos esperan que la policía llegue al lugar. La marcada tensión creada va atenuándose en la medida que la joven logra exitosamente manejar al muchacho y comienza a sentir compasión por su persona. En forma minuciosa, el director ofrece un relato absorbente que por su forma narrativa adquiere el carácter de un documental dada la naturalidad y expresividad manifestada de Mitchel y Rigs.
2. MY NEPHEW EMMETT. Estados Unidos, 2017
En 2009 el realizador y dramaturgo Kevin Wilson Jr. brindó en su primera obra The Emmet Till Story una ilustración del asesinato de Emmett Louis Till, por supremacistas blancos. Con este impactante cortometraje el cineasta recrea el lamentable episodio que tuvo lugar en el estado de Mississippi el 28 de agosto de 1955. En ese fatídico día, el relato presenta al anciano afroamericano Mose Wright (L. B. Williams) cuando en mitad de la noche, ve su hogar invadido por Roy Bryant (Ethan Leaverton), de 24 años y su hermanastro John William Milam (Dane Rhodes), de 36 años; estos dos criminales racistas procuran encontrar a su sobrino Emmett (Joshua Wright), un adolescente de 14 años que viviendo en Chicago se encuentra de visita en lo de su tío; a él se le acusa por el delito cometido al haber silbado a una bella mujer blanca. Estando su suerte sellada por ese acto, el film esboza en contados minutos el marcado racismo prevaleciente en ese entonces en Estados Unidos con especial referencia al lugar donde transcurre la acción. Ese ominoso crimen contribuyó a forjar el movimiento de los derechos cívicos de Estados Unidos que se concretaría una década después.
Perfectamente encuadrado y dotado de una excelente fotografía, Wilson Jr. obtiene un vigoroso relato que cunde hondamente en el ánimo del espectador.
3. THE ELEVEN O’CLOCK Australia, 2016
Este corto decididamente hilarante podría haberse denominado ¿Quién es quién? El director australiano Derin Seale valiéndose de un ingenioso guión de Josh Lawson presenta a un delirante paciente de un psiquiatra quien se cree que es el facultativo que debe atender a aquél. Pero a través de vueltas de giro magníficamente calibradas, el público se encuentra atrapado sin saber a ciencia cierta quién es el verdadero psiquiatra y quién es el paciente que desvaría. Es en esa incertidumbre donde descansa la inmensa gracia de esta original historia protagonizada eficientemente por Josh Lawson y Damon Herriman. 4. THE SILENT CHILD. Gran Bretaña, 2017 |
Esta ópera prima de Chris Overton exuda profunda humanidad. Valiéndose del esmerado guión de Rachel Shenton, el realizador retrata a Libby (Maisie Sly) de 4 años de edad quien padece de absoluta sordera. Perteneciente a una familia de clase media, la criatura se encuentra incapaz de mantener una comunicación con sus familiares viviendo por lo tanto en un mundo de silencio. Aproximándose al inicio de la etapa escolar la familia encuentra en Joanne (la guionista Shenton), una asistente social, a la persona indicada para que Libby pueda hacerse entender. Con gran empeño y devoción de su parte Joanne comienza a enseñarle el lenguaje de los signos y a través de los días el contacto entre ambas genera un lazo de profundo afecto; la pequeña encuentra en la joven instructora a la persona con quien puede transmitir los sentimientos que la albergan; a su vez Joanne se siente feliz no solo por ver que su labor logra fructificar por los avances que registra esa niña de brillante inteligencia sino también por el inmenso cariño que siente por ella. Sin embargo, Suzanne (Rachel Fielding), la madre de Libby, encuentra que ella está siendo dejada de lado en el afecto de su hijita; su injustificado egoísmo y celo maternal motivan a que el proceso de enseñanza quede abortado.
En solo 20 minutos Overton brinda una historia no dialogada de gran emotividad que se destaca por la excelente interpretación de Sly y Shenton. Imposible de no conmoverse teniendo en consideración que además de los méritos intrínsecos del film, Maisie es una niña británica que actualmente tiene 6 años y que padeciendo realmente de una marcada sordera se comunica mediante el lenguaje de los signos.
5. WATU WOTE. Alemania-Kenia, 2017
Katja Benrath debuta como realizadora narrando una historia basada en un evento real; en la misma se evidencia cómo las fricciones entre cristianos y musulmanes pueden llegar a superarse frente a situaciones límites.
El relato que reproduce un ataque perpetrado en 2015 se centra en Jua (Adelyne Wairimu), una joven cristiana de Kenia, quien aborda un ómnibus de larga distancia para visitar el pueblo donde habita su madre enferma. Al acomodarse en el vehículo poblado por musulmanes y cristianos, ella se siente incómoda de tener que estar sentada al lado de una maestra musulmana. El drama se produce cuando a mitad de camino, el ómnibus es abordado por terroristas del grupo fundamentalista islámico Al-Shabaab, quienes han sido responsables de numerosos ataques efectuados a través de Kenia y Somalia. Cuando los asaltantes exigen que los cristianos que se encuentran en el ómnibus se identifiquen con la intención de ejecutarlos, los pasajeros musulmanes demuestran su solidaridad con los perseguidos ofreciéndoles atuendos apropiados para protegerlos de una muerte segura. De este modo la solidaridad y la tolerancia prevalecen a los actos de terror y violencia permitiendo que los sentimientos humanos afloren más allá de los diferentes credos religiosos. Este excelente y aleccionador cortometraje de Benrath permite que los 22 minutos del film queden registrados en la memoria del espectador.
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