‘Coco’, la colorida fábula de los ‘bad hombres’
‘Coco’, la colorida fábula de los ‘bad hombres’
Veintidós años después, Pixar vio al sur. El estudio de animación, comprado en 2006 por el gigante Walt Disney, ha cautivado a las audiencias durante dos décadas con historias sobre la vida interior de los juguetes, los problemas laborales de los monstruos de las pesadillas y las inquietudes existenciales de los robots en el espacio. Diecinueve películas después, incluso después de explicar la maravilla de la mente humana, los cineastas y ejecutivos estadounidenses apuestan ahora por explorar un desconocido que ha estado ahí todo este tiempo: México.
En tiempos de los bad hombres de Trump, Coco se convierte en una herramienta de relaciones públicas que pretende mostrar que lo mexicano no tiene una carga negativa. Es una cinta que se empeña en mostrar las coincidencias en tiempos donde Washington se empeña en dividir. “Hay cosas y valores universales. Son más cosas las que tenemos en común que las que no. Espero que eso se pueda mostrar con Coco”, confiesa la productora de la cinta, Darla Anderson.
Cuando Disney y Pixar tomaron la decisión de sacar adelante el proyecto, una gran maquinaria comenzó a moverse. Unkrich y Molina iniciaron una extensa investigación de ambición antropológica sobre la cultura mexicana que arrancó en los pueblos de la zona lacustre de Michoacán, Pátzcuaro y Janitzio. Allí entraron a las casas de familias mexicanas para ver cómo conmemoraban el dos de noviembre. También viajaron a Guanajuato y Oaxaca, donde extendieron sus conocimientos culinarios. En esta ciudad aprendieron que existen varios tipos de mole.
El resultado en pantalla es una sobredosis de folclore. Todo lo que un turista aprenda en unos días en México está en Coco. Hay alebrijes, xoloitzcuintles, papel picado, pirámides, flores de cempasúchil, tamales y drama de telenovelas, con sollozos incluidos. Pero la envergadura de la investigación de Pixar se percibe en una segunda capa, más lejana de la superficialidad de los lugares comunes. Son guiños a detalles intrínsecos de lo mexicano: el matriarcado en una sociedad machista, la violencia que puede desatar una chancla y lo risible que puede ser para los locales la imagen de Frida Kahlo, idolatrada en el extranjero.
“Hay algunos chistes que gente en otras partes del mundo no va a entender. Y está bien. Vivimos en un mundo muy grande. No creo que la gente solo deba ver películas sobre sus culturas. He visto películas de otras culturas que aprecio y entiendo. Así se aprende de los otros. Y creo que algo así puede suceder conCoco”, explica Unkrich.
El localismo de Coco tendrá que ser compensado con una excepcional taquilla en México. La cinta se estrena este viernes 27 de octubre, casi un mes antes de que llegue a los cines en el resto del mundo. La nueva entrega de Pixar llegará a más de 3.000 pantallas, algo más del 50% del total de salas que hay en el país y el total de pantallas que tiene España, por ejemplo.
La estrategia universal de Coco ya ha encontrado algunos problemas. En Brasil, la aventura mexicana en el día de muertos se llamará Viva. El título original en portugués remite a la mierda.
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