HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
El excelente realizador Samuel Maoz quien con su primer film Lebanon obtuvo el premio máximo en el Festival de Venecia de 2009, nuevamente brinda un magnífico trabajo con Foxtrot que el año pasado fue distinguido con el segundo premio en el mismo festival. Aunque el telón de fondo en ambos títulos es el eterno conflicto árabe israelí, esta película se caracteriza por sorprender al espectador en más de una ocasión.
El relato del director está estructurado en tres partes. En la primera sección se asiste a la tragedia vivida por el matrimonio de mediana edad integrado por Michael Feldman (Lior Ashkenazi) y su esposa Daphna (Sara Adler) a partir del momento en que ella recibe en la puerta de su hogar la notificación por parte de dos soldados que su hijo Jonathan (Yonatan Shiray) de 20 años ha muerto en el campo de batalla; como consecuencia de la terrible noticia, la angustia y desolación se amparan en los desolados padres. La cámara sigue atentamente a Michael contemplando cómo el dolor se convierte en furia cuando en momentos de la preparación del funeral a cargo de la autoridad rabínica, él insiste en querer ver el cuerpo de Jonathan. Con todo, un hecho inesperado sorprende al espectador al concluir este capítulo.
En el segundo segmento de naturaleza surrealista, el director ubica la acción en un remoto lugar desértico donde en un puesto de control se refleja la situación que viven 4 soldados allí apostados, siendo Jonathan uno de ellos. Los muchachos, además de franquear el paso a un camello suelto, se dedican a verificar las tarjetas de identificación de los palestinos que atraviesan el lugar adoptando hacia ellos actitudes humillantes. En los momentos en que nada sucede, estos jóvenes atenúan su soledad apelando a juegos de video como así también bailando el foxtrot; este popular baile en donde los pasos de los bailarines siempre retornan al punto de partida, es utilizado metafóricamente por Maoz para transmitir el desaliento que se puede sentir frente al proceso de estancamiento de las negociaciones que vive Israel sin resolver la grave crisis que le afecta. El final de esta segunda parte culmina con una situación no aguardada y que evidentemente constituye una recriminación a la política seguida por quienes gobiernan el país.
En el tercer capítulo se retorna al hogar de los Feldman donde el guión conduce a un desenlace conmovedor.
A manera de un ingenioso rompecabezas, el espectador va concatenando los acontecimientos que se desarrollan a través del relato donde no hay hilo alguno que permanezca suelto. Con un excelente argumento, excepcional actuación, un sorprendente despliegue visual y una insuperable dirección escénica, Maoz ofrece un excepcional film retratando de manera crítica la falacia de las guerras y la manera en que terminan frustrando a las víctimas y sus victimarios.
THE DEATH OF STALIN. Francia-Gran Bretaña-Bélgica, 2017. Un film de Armando Iannucci
El popular satírico político Armando Iannuci relata en tono de farsa las consecuencias producidas a raíz del deceso de Joseph Stalin en marzo de 1953. Basándose en la novela homónima ilustrada de Fabien Nury y Thierry Robin, y adaptada para el cine por Iannucci, Ian Martin y David Schneider, el relato narra las disparatadas situaciones que se producen en la lucha por el vacío de poder al morir el ominoso dictador. Cualquier intento de asociarlo a la estricta realidad de los hechos resultaría infructuoso dado que lo que el realizador pretende es satisfacer a su audiencia con un espectáculo divertido; así poco importa que el elenco que anima al film hable un inglés cargado con acento ruso en lugar de hacerlo en el idioma del país en que transcurre la acción.
El relato se desarrolla en Moscú y comienza en la víspera del fallecimiento de Stalin (Adrian McLoughlin) a quien se lo observa preparando la lista de las personas que deberán ser ejecutadas por disentir con él. El primer momento del humorístico drama se produce cuando el dictador colapsa por haber sido afectado por una inesperada hemorragia cerebral y su cuerpo es descubierto en la siguiente mañana por su íntimo círculo de consejeros; es una pena que los mejores facultativos no se encuentren disponibles porque han sido enviados al gulag de Siberia. Cuando Stalin expira, el selecto Consejo de Ministros decide elegir al ridículo Georgy Malenkov (Jeffrey Tambor) para que interinamente asuma las funciones de Secretario General del Partido Comunista aunque prontamente se aprecia que no es el más preparado para liderar a la Unión Soviética; en consecuencia será Nikita Khruschev (Steve Buscemi) quien dispuesto a tomar las riendas del poder desea imponer importantes reformas. Entre otras figuras importantes designadas se encuentran Vyacheslav Molotov (Michael Palin) como ministro de relaciones exteriores en tanto que el depravado Lavrentiy Beria (Simon Russell Beale) actúa como jefe de seguridad.
Las decisiones que se van adoptando en el seno del gobierno distan de contar con el apoyo unánime de sus integrantes contribuyendo a sembrar las semillas venenosas de la discordia; de este modo la tranquilidad dista de reinar en las altas esferas oficiales en la medida que cada uno de los miembros de la élite comunista está preparado para complotar contra el otro con tal de adquirir mayor poder. Así, si bien Stalin ya descansa en su tumba, la atmósfera de terror continúa rigiendo en toda su dimensión mediante manipulaciones y deslealtades que se van urdiendo; por ejemplo, el comandante de la armada Georgy Zhukov (Jason Isaacs) está listo en ayudar a Khrushchev para expulsar a Beria y a su policía secreta.
Entre otros personajes que asoman en el relato se encuentra Vasily (Rupert Friend), el ebrio hijo de Stalin, y Svetlana (Andrea Louise Riseborough), la neurótica hija del tirano; ambos no agregan mucho a la esencia del film aunque generan algunas situaciones reideras. La edición no siempre es prolija en la ilación de las escenas, pero en todo caso ésa objeción no alcanza a perjudicar mayormente a esta ácida farsa política que cuenta con un homogéneo elenco de excelentes actores británicos y americanos.
Para finalizar cabe señalar que no es extraño que la exhibición de esta mordaz sátira se mantenga prohibida en Rusia; si bien transcurre en otra época, mucho de lo que aquí se ilustra mantiene relevancia actual en el país del recientemente reelecto presidente Putin.
THE LEISURE SEEKER. Italia-Estados Unidos, 2017. Un film de Paolo Virzi
En su primer film hablado en inglés, el director italiano Paolo Virzi, ofrece en The Leisure Seeker una comedia dramática protagonizada por Donald Sutherland y Helen Mirren.
El guión de Virzi, Stephen Amidon, Fracesca Archibugi y Francesco Piccolo, basado en la novela homónima de Michael Zadoorian, se centra en un matrimonio de ancianos frágiles de salud que tratan de rescatar el tiempo que les resta de vida para realizar una singular aventura a través de los Estados Unidos. El espíritu que anima a la historia es ciertamente emocional y sus dos grandes intérpretes tratan de infundirle el máximo realismo posible a pesar de que el film no alcanza a satisfacer como debiera
La acción que transcurre en el verano de 2016 comienza cuando Will (Christian McKay), el adulto hijo de John (Sutherland) y Ella (Mirren) al llegar a la casa de sus padres en Massachusetts descubre que ellos no se encuentran allí como tampoco está en el garaje el vehículo de que disponen; preocupadísimo, él se comunica con su hermana Jane (Janel Moloney) para decidir cuál será la actitud a adoptar teniendo en cuenta que su padre se encuentra en los primeros estadios de Alzheimer y su madre padece de una grave enfermedad. En la próxima escena se ve a John y Ella muy felices y despreocupados quienes con su caravana se dirigen rumbo al sur con la intención de llegar hasta Florida. Como John ha sido un eminente profesor de literatura y gran apasionado de Ernest Hemingway, el propósito es visitar la casa en Key West donde el renombrado escritor vivió durante 9 años.
En primer lugar, cualquier raciocinio lógico debe ser dejado de lado en la medida que Ella no se opone a que su marido en su estado de demencia senil conduzca el vehículo en la ruta poniendo en peligro sus vidas en más de una oportunidad. En lo que concierne al desarrollo del film, el mismo está estructurado como un road movie; a lo largo del viaje estos ancianos conocerán a otras personas que acampan en el camino como así también habrá una ex alumna de John que gratamente lo encuentra en una parada del recorrido destacando que siempre lo recuerda como el brillante catedrático que ha sido. Otros eventos incluyen el atropello de dos delincuentes que en la ruta quieren asaltar a la pareja robándoles sus pertenencias pero que gracias a la valentía de Ella amenazándoles con un fusil no lograrán su propósito. La confusión y pérdida de memoria de John hará que en un alto del camino deje a su esposa abandonada; en otra, se verá a este hombre ideológicamente ligado al partido demócrata participando sin saberlo en una marcha realizada por los partidarios del candidato Trump como presidente.
Las dolencias que de distinta naturaleza afectan al matrimonio constituyen aquí una excusa para la narración de una historia bien intencionada pero al estar plagada de clisés y de situaciones poco verosímiles afectan su seriedad; a todo ello, la realización poco inventiva de Virzi carece de la frescura y espontaneidad que él ha sabido imprimir en anteriores trabajos para el cine.
Este film despliega una vez más el histrionismo de Sutherland y Mirren quienes vuelven a actuar juntamente después de haberlo hecho por primera vez en Bethune, The Making of a Hero (1990). En este caso transmiten el profundo sentimiento que anima a un matrimonio después de haber vivido juntos a lo largo de la mayor parte de su existencia, brindando así momentos de honesta ternura e intimidad.
Sin mayores sorpresas, excepto un final inesperado que evidentemente no se habrá de develar, el film se deja ver fundamentalmente por las maravillosas actuaciones de Sutherland y Mirren.
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