Los errores históricos en las películas de Semana Santa
Los errores históricos en las películas de Semana Santa
La Semana Santa trae a los hispano hablantes recuerdos de escabeches, torrijas, monas de pascua, hornazos, potajes… y, sobre todo, de películas de romanos en televisión. Con los años las costumbres se han ido relajando y, poco a poco, las cadenas han pasado de los títulos bíblicos puros, como Ben Hur, La túnica sagrada o Barrabás, a filmes de romanos en general, como Gladiator (que emite mañana jueves La 1 a las 22.00), lo que plantea algunos problemas. En la cinta de Ridley Scott, el emperador Marco Aurelio aparece como un hombre sabio y justo, olvidando que fue el responsable en el siglo II de terribles persecuciones de cristianos (las masacres de Lyon se cuentan entre las más violentas de la antigüedad).
¿Veracidad o calidad?
Sin embargo, Solomon, profesor de la Universidad de Ilinois, arranca su libro con una cita de Cicerón que afecta al corazón mismo de las películas sobre la antigüedad: “Sin duda, está permitido que los oradores mientan sobre aspectos históricos para poder hablar con más sutileza”. En otras palabras, ¿qué es más importante, la calidad de una película o su veracidad?, ¿son siempre compatibles las dos cosas?
El primer problema reside en que la fidelidad histórica tiene un límite porque nuestros conocimientos sobre el pasado son siempre fragmentarios: no lo sabemos todo y nunca llegaremos a saberlo (Pompeya es la ciudad más excavada de la antigüedad pero no sabemos dónde estaba el puerto por ejemplo). Aunque dispongamos de muchísimos datos literarios y arqueológicos, como en el caso de la Roma antigua, los huecos siguen siendo grandes. El historiador segoviano Néstor F. Marqués, que acaba de publicar Un año en la antigua Roma (Espasa), un interesante y entretenido ensayo lleno de detalles sobre la vida cotidiana romana, explica que, por ejemplo, no tenemos muy claro cómo se pedía la vida o la muerte para un gladiador, pero el gesto del pulgar arriba o abajo es una invención del pintor decimonónico francés Jean-Léon Gérôme. Su cuadro, Pollice Verso, de 1872, inspiró tanto Ben Hur comoGladiator pero desde una interpretación muy libre de lo que ocurría en un anfiteatro.
Máximo Décimo Meridio, un nombre falso
“Gladiator (2000) es una película muy buena, aunque se salta la historia una y otra vez. Por ejemplo, Marco Aurelio no fue asesinado por su hijo Cómodo, sino que murió de peste”, explica Marqués, que señala un error que arruinaría la escena más famosa del filme, cuando el general-gladiador le espeta desafiante al emperador: “Mi nombre es Máximo Décimo Meridio, comandante de los Ejércitos del Norte, General de las Legiones Félix, leal sirviente del único emperador Marco Aurelio. Padre de un hijo asesinado, esposo de una esposa asesinada, y juro que me vengaré en esta vida o en la otra”. En realidad, como señala Marqués, ningún romano se podría llamar Máximo Décimo Meridio porque se respetaban siempre unas normas muy estrictas para los nombres. Existían tres nombres, praenomen, nomen y cognomen, y el primero nunca hubiese podido ser Máximo ya que sólo podían elegir entre 18. Curiosamente, uno de ellos era Décimo.
Se trata de errores que se podrían arreglar sólo con tener Google a mano, pero, claro, Máximo Décimo Meridio suena muy bien. Entre los que más irritan a Marqués, que mantiene una cuenta de Twitter llamada Antigua Roma al día, está llamar emperador a Julio César, título que nunca ostentó, y la aparición de estribos en los caballos, algo inexistente en Roma.
Muchos expertos eligen Roma (2005), la serie de la HBO creada por John Milius, William J. MacDonald, y Bruno Heller, como el trabajo cinematográfico que mejor describe cómo pudo ser aquel momento de la antigüedad, sobre todo el ambiente y las calles de lo que entonces era la ciudad más poblada del mundo.
El maestro Fellini
Para otros, sin embargo, una película que no se suele poner en Semana Santa es la obra maestra del cine de romanos: se trata de Satiricón (1969), de Federico Fellini, una adaptación de la novela de Petronio, del siglo I. Jon Solomon explica que el maestro italiano estudió el clásico de Jerôme Carcopino La vida cotidiana de Roma en el apogeo del Imperio (desgraciadamente descatalogado en castellano), así como los frescos de Pompeya y Herculano, además de la obra del propio Petronio (de la que solo se conservan 3 de un total de 20 capítulos), aunque precisa que siempre introduce “comentarios o modificaciones personales”. El resultado es hipnótico, porque logra trasladar a los espectadores a otro mundo remoto.
La escena que mejor refleja la dificultad para rodar cine histórico aparece también en Fellini, en otra película, Roma, cuando los trabajadores del metro encuentran una villa romana llena de frescos. Cuando abren un hueco para acceder a ella, las pinturas desaparecen en cuestión de minutos ante su mirada. El pasado siempre se desvanece así cuando tratamos de acercarnos a él. La única manera de fijarlo es hacer trampas: siempre serán necesarias para construir una buena película.
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