HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
En Le Redoutable Michael Hazanavicius aborda la figura de Jean Luc Godard, uno de los más inteligentes, irreverentes y provocativos representantes de la Nouvelle Vague. El criterio enfocado no es el de una tradicional biografía sino el de analizar al “enfant terrible” del cine en un momento crítico de su vida personal y profesional.
En un guión que le pertenece, el exitoso director de L’artiste comienza su relato hacia finales de 1967, cuando Godard (Louis Garrel), en ese entonces de 36 años, después de haberse separado de su primera mujer Anna Karina que hasta entonces fue su musa cinematográfica, está por contraer enlace con Anne Wiazemsky (Stacy Martin) de 19 años de edad que protagonizó su reciente film La Chinoise. El estreno de esa película que mereció una lapidaria crítica y los acontecimientos de protesta revolucionaria de Mayo de 1968 donde Godard se involucra totalmente, van convirtiéndolo en un pronunciado marxista; a todo ello su absorción en el campo político influye en una dificultosa relación conyugal con Anne motivando la breve duración del matrimonio.
Hazanavicius que se basó en la autobiografía Un an après de Wiazemsky, transmite en el film importantes aspectos evocados por su ex mujer en lo que concierne a las dudas, angustias y tormentos que condujeron a Godard a un intento de suicidio. Asimismo queda reflejado cómo su identificación con la doctrina maoísta repercute en los filmes que posteriormente realiza adoptando un criterio radical; así, apartándose por completo del cine tradicional y despreciando la cultura del “mainstream” se centra en un cine ideológico que aliena a buena parte de sus fieles cinéfilos.
La película adopta el tono de ligera comedia que a veces bordea en la caricatura sin profundizar demasiado en la compleja personalidad de Godard. En todo caso, el film queda realzado por la brillante composición que Garrell realiza de este real personaje; su actuación no tiene desperdicio mostrando la personalidad misantrópica, narcisista, egocéntrica y en muchos casos altanera con quienes le rodean, sobre todo en una escena enfrentándose con el director italiano Bernardo Bertolucci.
Esencialmente, Hazanavicius logra un film que de ningún modo es revolucionario como su personaje principal pero aceptablemente entretenido, permitiendo echar una mirada a esta leyenda del cine. Como dato al margen, cabe recordar que Godard, actualmente de 87 años de edad, obtuvo en el Festival de Cannes de 2014 el Premio del Jurado por su film Adieu au langage; y en estos días se lo juzga en el mismo Festival en Le libre d’image, su último trabajo que concursa en la competencia oficial.
THE RIDER. Estados Unidos, 2017. Un film escrito y dirigido por Chloé Zhao
La compulsión por el deporte puede a veces generar consecuencias dramáticas, especialmente cuando se trata del rodeo estadounidense en la medida de que quien lo practica corre el riesgo de quedar severamente tullido. Ese aspecto es lo que considera la directora Chloe Zhao en The Rider enfocando la vida de un joven americano apasionado del rodeo después de haber sufrido un severo percance que lo imposibilita seguir practicándolo.
El film se caracteriza por haber sido rodado con actores no profesionales y a pesar de tratarse de un relato de ficción los integrantes del elenco, especialmente los miembros de la familia Jandreau, vuelcan sus propias experiencias; de allí que mucho de lo que se observa responde a una realidad concreta.
La acción que específicamente transcurre en la reserva autóctona de Pine Ridge en South Dakota presenta en la primera escena al joven vaquero Brady Blackburn (Brady Jandreau) quien ingiere ciertas pastillas para calmar su dolor después de haber experimentado un grave accidente practicando el rodeo; el mismo le afectó severamente su cabeza por lo que debe portar en la misma una placa metálica; asimismo quedó una secuela que le impide manejar adecuadamente su mano derecha. El diagnóstico médico es contundente al advertirle que expondrá peligrosamente su vida si acaso persiste en continuar practicando ese deporte, además de manifestarle que no resulta conveniente que siga jineteando con su querido caballo.
Huérfano de madre y a pesar de un padre que lo quiere, el taciturno muchacho se relaciona con su hermana menor Lilly (Lilly Jandreau) que está mentalmente discapacitada (en la realidad sufre del Síndrome de Asperger) y con su íntimo amigo Lane (Lane Scott); éste último también fue un jinete de rodeo, que ahora reside en un instituto de rehabilitación después de haber sufrido un severo accidente que lo dejó paralizado y mudo.
El relato fundamentalmente ilustra las emociones internas de Brad que en forma lacónica y taciturna experimenta la desdicha de no seguir practicando el rodeo que para él constituye la razón de su vida. Con todo, el acercamiento con Lily, el emotivo y tierno enlace que mantiene con Lane así como la buena disposición del grupo de compañeros vaqueros que lo rodean mitigan de alguna manera su desconsuelo.
La belleza de los escenarios de la pradera agraciada por la fotografía de Joshua James Richards constituye el telón de fondo para este poético drama donde por razones antedichas las interpretaciones no pueden resultar más auténticas; en tal sentido las expresiones gestuales de Blackburn son suficientemente elocuentes para transmitir la desazón del jinete que lo tuvo todo para ser feliz y ante el golpe que le ha propinado el destino debe acomodarse para encontrar un nuevo sentido a su vida.
La objeción que el film merece es que en su construcción narrativa se asisten a escenas repetitivas que aletargan el ritmo del relato. De todos modos sus virtudes compensan el resultado final de este drama que ha sabido captar la cultura del rodeo que conduce a un estilo de vida que puede acarrear serios padecimientos físicos y emocionales.
JUSQU’ A LA GARDE / CUSTODY. Francia, 2017. Un film escrito y dirigido por Xavier Legrand
Si cualquier divorcio o separación de una pareja constituye un trance difícil de superar, la situación deviene más compleja cuando hay hijos entremedio en la medida que se impone el asunto de la custodia cuando ellos son menores y deben vivir con sus padres. Este tema considera Xavier Legrand en su destacable ópera prima Jusqu’ à la garde para describir la realidad de un matrimonio cuya acrimoniosa ruptura origina estremecedoras situaciones.
En la primera escena que transcurre en una audiencia judicial se sale al encuentro de Antoine (Denis Ménochet) y su esposa Miriam (Léa Drucker), un matrimonio separado enfrentando una dura batalla legal sobre la custodia del hijo Julien (Thomas Gioria) de 12 años de edad; a pesar de que tienen otra hija, Josephine (Mathilde Auneveux), ella puede decidir por sí misma con quien vivir porque está próxima a cumplir 18 años.
La inmutable jueza (Saadia Bentaieb) debe decidir si aceptar que Miriam mantenga la guardia total del niño o en cambio satisfacer la petición de Antoine quien solicita una custodia compartida. La argumentación de Miriam es que su marido es un hombre que irrumpe en violentos exabruptos y que no hacen de él un buen padre; además agrega que el niño -quien no está presente en la audiencia- no desea estar con él. La magistrada, sin pruebas concretas sobre su conducta, concede a Antoine el beneficio de la duda con un veredicto en el que él tendrá acceso a su hijo semana por medio.
A lo largo del relato se verá de qué modo transcurren las jornadas en que Julien en contra de su voluntad debe avenirse a estar con su padre y las consecuencias que sobrevienen en la tensa relación existente entre ambos, como así también entre Antoine y Miriam. Sin necesidad de agregar detalles sobre lo que acontece bastaría señalar que pocas veces se han visto relatos de violencia doméstica del modo en que Legrand lo ilustra..
Ciertamente, esta historia impregnada de un clima realísticamente asfixiante no es precisamente de aquéllas fácilmente contemplables; sin embargo, la precisión con que Legrand describe el drama y la notable dinámica que se establece entre el trío protagónico contribuyen a que su visión, aunque inquietante, mantenga la atención permanente del espectador. En lo que concierne a las actuaciones, tanto Ménochet, como Ducket ofrecen plena convicción a sus personajes; palabras aparte merece Gioria quien refleja todos los matices de la pérdida de inocencia de un niño casi adolescente que vive interior y exteriormente la angustia emocional de contemplar el desgarramiento de su familia.
LA BOLDUC. Canadá, 2017. Un film de François Bouvier
Antes de que la gran Céline Dion resplandeciera mundialmente, Quebec tuvo a otra popular dama de la canción llamada Mary Rose Anna Travers, aunque más conocida como La Bolduc. Es por ello que resulta bienvenido el film realizado François Bouvier que tiene varias facetas de interés, entre ellas la excepcional interpretación de Debbie Lynch-White.
El relato presenta a Mary, una madre de familia de humilde condición social viviendo en Montreal a comienzos del siglo pasado que por imperio de las circunstancias llega a convertirse en una figura de gran repercusión popular. Casada en 1910 con Édouard Bolduc (Émile Proulx-Cloutier), encuentra que su hogar se ve desprotegido financieramente cuando su marido es despedido de su trabajo; es allí que su afición por el canto permite que tenga la oportunidad de realizarlo públicamente lo que le brinda módicos ingresos monetarios que ayudan a solventar las necesidades del hogar. Prontamente su actuación a través de canciones que combinan motivos irlandeses con la expresión musical folclórica de Quebec impulsa su éxito inicial para llegar a ser una muy querida vedette de la canción; además de su talento vocal un factor importante es el ingenio volcado en la letra de sus canciones cuyo contenido social impactan fuertemente en la apreciación del público. .
Dentro del marco descripto el film considera la posición de la mujer casada en la época en que transcurre la acción que se caracteriza por estar relegada al rol de casa y dedicada a la crianza de los hijos exclusivamente; de allí que no es extraño que surja una tensión en la vida conyugal de La Bolduc cuando Édouard, frustrado por no conseguir empleo y volcado a la bebida, comienza a resentir el éxito artístico de su mujer que en ciertas ocasiones la alejan del hogar por las giras que realiza.
El guión de Frédéric Ouellet y Benjamin Alix permite abordar al propio tiempo la condición feminista considerando que en ese entonces la mujer no podía votar, como ni siquiera podía abrir una cuenta bancaria sin el permiso del marido, entre otros aspectos. Es así que se destaca la figura de Thérèse Casgrain (Mylène Mackay) abogando por revertir la situación en cuanto al derecho al voto e influir en Mary para que adquiera conciencia de la condición femenina. Igualmente interesante resulta observar la conducta ambigua de La Boldluc cuando su hija mayor (Rose-Marie Perrault) dotada de condiciones artísticas, debe desechar la oportunidad de llegar a ser actriz en Hollywood porque no se le permite que se aleje de su familia.
Apelando a la memoria colectiva, Bouvier brinda un drama clásico muy bien realizado; además de la trama argumental el valor del film se encuentra reforzado por la buena pintura de época enfocando la crisis económica de los años 20 y 30 y la situación atravesada por la clase obrera de Quebec. Pero lo más trascendente es el homenaje del realizador a la canción popular de esta provincia que encontró en La Bolduc a su gran representante y que con la magistral personificación de Lynch-White no pudo haber estado mejor caracterizada.
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