HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Entre las obras maestras del célebre escritor ruso Anton Chéjov se encuentra The Seagull (“La Gaviota”), escrita en 1896 y representada en los escenarios de los diferentes rincones del mundo. El cine americano la adaptó en 1968 por parte del director Sidney Lumet y ahora nuevamente ha sido considerada por el realizador Michael Mayer. Afortunadamente tanto los amantes de la literatura chejoviana como quienes han visto la original versión teatral no se sentirán de modo alguno defraudados con esta magnífica adaptación cinematográfica.
Mayer y el guionista Stephen Karam han logrado que el film disimule su origen teatral sintetizando su contenido en poco más de una hora y media de duración, a través de una narración fluida que en todo momento respeta el espíritu de la tragicomedia concebida por su autor. En esencia la trama que transcurre durante los últimos años del zarismo se centra en las incidencias románticas de amores no correspondidos. como también refleja las vicisitudes artísticas de algunos de sus personajes.
Irina Arkadina (Annette Bening) es una celebrada diva teatral, muy centrada en sí misma y vanidosa por añadidura. Después de una exitosa representación en Moscú efectúa una visita a la mansión campestre de su discapacitado y avejentado hermano Sorin (Brian Dennehy); es allí donde están reunidos los restantes personajes de esta historia. Entre los mismos se encuentra Konstantin (Billy Howle), el hijo de Irina, quien es un potencial dramaturgo desestimado por su madre; él ama a la ingenua Nina (Saoirse Ronan), la hija de un rico terrateniente, quien es una aspirante a actriz; el romance entre los jóvenes se ve obstaculizado frente a la presencia de Trigorin (Corey Stoll), un afable escritor que es amante de Irina pero que logra conquistar a Nina. En esa cadena de amores contrariados se verá que Masha (Elisabeth Moss), la hija del encargado (Glenn Fleshler) de administrar la mansión de Sorin, se encuentra atraída por Konstatin rechazando de este modo el cortejo del maestro local Medvedenko (Michael Zegen) porque ella se encuentra atraída por Konstantin. La rueda sentimental sigue su curso cuando se aprecia que Polina (Mare Winningham) -la madre de Masha- está enamorada del médico local (Jon Tenney) que por su parte languidece por Irina con quien años atrás él mantuvo amoríos. Mayer ha logrado conservar el clima intimista y nostálgico que exuda la obra de Chejov donde las tensiones generadas por los sentimientos no correspondidos de este grupo humano se van manifestando a través de la diferente gama de emociones internas experimentadas por cada uno de sus integrantes. Además de la excelente descripción de cada uno de los diferentes caracteres, el realizador ha logrado reunir un remarcable conjunto de actores que viven plenamente sus roles, con especial mención de Annette Bening y Saoirse Ronan quienes deslumbran en los papeles protagónicos.
En suma, he aquí una muy buena versión de la conocida pieza de Chejov permitiendo que el espectador selectivo encuentre en la misma un film de calidad altamente gratificante.
RBG. Estados Unidos, 2018. Un film dirigido y producido por Betsy West y Julie Cohen
¡Qué placer y emoción causa ver este documental! Aunque fue realizado con anterioridad al movimiento que surgió valorizando la condición femenina debido al lamentable caso Weinstein, este film no puede ser más oportuno al resaltar la personalidad de Ruth Bader Ginsburg,cariñosamente bautizada RBG. A los 85 años de edad, integrando la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, demuestra una vitalidad a toda prueba y no está dispuesta a resignar su cargo mientras siga estando en forma para cumplir con completa solvencia sus funciones como hasta el presente lo ha estado realizando.
Betsy West y Julie Cohen han logrado un excelente documental permitiendo que la audiencia pueda conocer minuciosos detalles de un ser que se ha transformado en un ícono popular de la cultura americana. Para tal propósito ha sido muy importante la colaboración prestada por su protagonista como así también por varias cabezas parlantes incluyendo a varios integrantes de su familia cercana, amigos, colegas como así también al presidente Bill Clinton.
A través de la insigne jueza se llega a saber que cuando concluyó sus estudios de enseñanza media, su madre le inculcó que como buena dama supiera controlar sus emociones, como así también que mantuviera su independencia en el sentido de ser autosuficiente sin importar con quien pudiera unir su vida futura. Y vaya si ha sabido aplicar sus consejos.
A los 17 años de edad comienza sus estudios universitarios en la Universidad de Cornell en Ithaca, Nueva York; en ese medio conoce a quien sería el amado hombre de su vida, Marty Ginsburg, un año mayor que ella, con quien conviviría durante 56 años en plena felicidad conyugal y con dos hijos, conformando de este modo una hermosa familia.
En tal sentido, es importante destacar cómo la generosidad de un hombre puede contribuir a realzar los valores excepcionales de una mujer. Eso ha sido Marty; así, cuando Ruth es nombrada por el presidente Carter para integrar la Corte de Apelaciones del circuito de D.C, él deja su asociación compartida en un bufete de abogados para seguirla a ella en el lugar donde debe desenvolverse. La nieta Clara Spera hace referencia a las cartas que su abuelo recogió de los admiradores de Ruth en ocasión de celebrar su quincuagésimo aniversario en 1983 para formar parte de un libro de recortes a ella dedicado. Años después él sería el motor que impulsaría la promoción de su esposa a fin de que el presidente Clinton, reconociendo sus méritos la designara en 1993 como miembro integrante de la Corte Suprema de Justicia, que dicho sea de paso ha sido la segunda mujer en la historia de los Estados Unidos en ocupar tal alto rango después de Sandra Day O’Connor en 1981. Ruth es ampliamente reconocida de lo que su esposo hizo por ella manifestando que haber conocido a Marty fue lo más afortunado que aconteció en su vida; de allí que no resulta extraño el dolor que le produjo su muerte en 2010 y que a pesar de todo, dueña de una fortaleza a toda prueba, siguió adelante sin que el triste suceso empañara su trabajo.
Entre los testimonios se encuentran el de sus hijos Jane y James, recordando anécdotas de su infancia relativas a su madre; igualmente se asiste a las manifestaciones elogiosas vertidas por quienes la han conocido incluyendo las de aquellas personas que ideológicamente han disentido con su posición liberal, como ha sido el caso del conservador juez y colega Antonin Scalia.
El film se nutre de varias anécdotas, todas ellas muy bien ensambladas, y que en conjunto trascienden la figura de una gran dama que afrontó estoicamente la misoginia, luchó por los derechos igualitarios de la mujer a fin de eliminar la discriminación basada en el sexo y que con inmaculada integridad trató de adoptar decisiones que se atuvieran al estricto sentido de justicia.
Realizado de manera clásica, este remarcable documental es un bello tributo a esta extraordinaria jueza, verdadero símbolo del feminismo. ¡Qué Dios la siga bendiciendo en el sabio cumplimiento de sus altas funciones!
GAUGUIN: VOYAGE DE TAHITI. Francia, 2017. Un film de Edouard Deluc.
Los amantes del arte pictórico y en especial de Paul Gauguin (1848-1903), inquietos por saber algo no difundido o desconocido de este gran pintor post impresionista, es probable que queden decepcionados al contemplar este fallido film. Tratando de circunscribirse exclusivamente al período en que el celebrado artista vivió entre 1891 y 1893 en Tahiti, el relato del realizador Edouard Deluc es letárgico sin que trascienda en la pantalla lo que Gauguin creó durante su estadía en la Polinesia Francesa.
Comenzando la acción en París hacia finales de 1890 se observa a un Gauguin (Vincent Cassel) desencantado, sofocado y tratando de hallar un espacio diferente para seguir viviendo. Es así que cree que Tahití podrá aplacar su aburrimiento y brindarle el ambiente necesario para su inspiración artística. Estando casado con la danesa Mette-Sophie Glad (Pernille Bergendorff) desde 1873 y padre de cinco hijos, su familia no está dispuesta a seguirlo en la aventura que desea emprender.
Llegado a destino, su propósito es dedicarse de lleno a su actividad artística aunque sin hacer grandes esfuerzos por integrarse al nuevo entorno socio-cultural. Prontamente conoce a Tehura (Tuhei Adams) de 17 años (aunque verdaderamente tenía solo 13 años) que se convertirá en su compañera; aunque la joven igualmente llegará a ser su musa artística, eso no alcanza a evidenciarse en el relato ni menos aún hasta qué punto ella causa impacto en el pintor, aunque es bien sabido que en la realidad lo ha sido.
Basado en el Diario de Viaje que Gaugin escribió en 1901, el guión escrito por Deluc con Etienne Comar, Thomas Lilti y Sarah Kaminsky carece de inspiración impidiendo que el relato apasione o llegue a emocionar. Todo transcurre de manera morosa mostrando al pintor tan frustrado como antes de que emprendiera este viaje, sumido en la pobreza, imposibilitado de vender sus cuadros y dedicándose a avatares menores para subsistir. El relato se matiza en parte mostrando a Tehura manteniendo relaciones amorosas con Jotepha (Pua-Tai Hikutini), un joven local; en todo caso, el triángulo amoroso configurado pareciera escapar de la tradicional noción de adulterio a pesar del religioso culto católico existente en Tahití. Otro aspecto expuesto es la relación de Gauguin con Henri Vallin (Malik Zidi), un compatriota médico que lo ha asistido y que le recomienda que tenga cuidado con los problemas de salud que le afectan. El relato asimismo trata de reflejar el colonialismo imperante en la región pero su tratamiento es muy epidérmico.
Si bien Vincent Cassel brinda vitalidad a Gauguin, no logra que el espectador empatice con la suerte del personaje que caracteriza porque el guión no alcanza a reflejar la personalidad distintiva del pintor atormentado durante el período reseñado. Tampoco queda bien delineado el personaje de Tehura acerca de sus verdaderos sentimientos hacia el artista.
Entre los detalles positivos del film se destaca la buena fotografía de Pierre Cottereau captando la belleza panorámica del lugar y los buenos diseños de producción de Emmanuelle Cuillery. Como nota curiosa, las pinturas que Gaugin realizó en Tahiti solamente se exhiben en los créditos finales del film donde además se informa sobre lo que aconteció con él cuando regreso temporalmente a París y su posterior viaje a las Islas Marquesas donde transcurrió los últimos años de su vida.
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