El triunfo de la ‘mesa chica’
El triunfo de la ‘mesa chica’
En la claridad eterna de la noche de San Petersburgo, Argentina encontró la luz. Solo la ingenua ilusión, aferrada a sentimientos tan nobles como la pasión, podían prever un final feliz para la selección albiceleste en Rusia. Parecía que ya todo estaba escrito en negro en las hojas del desgobierno institucional, en la debilidad del cuerpo técnico y en el amotinamiento de un vestuario dispuesto a ser escuchado. Pero la pasión de la hinchada argentina no se agota, mucho menos el fútbol de Messi. El 10 volvió a parecerse al 10 en San Petersburgo. Y con él de regreso, Argentina se volvió a enganchar a un Mundial que parecía perdido tras la dura goleada ante Croacia en Nizhni Nóvgorod.
No cuesta mucho, en cualquier caso, despertar a los viscerales seguidores de la Albiceleste. El lunes por la tarde habían organizado un banderazo en la puerta del hotel donde se concentraba para dar apoyo al equipo de Sampaoli. Hasta algunos jugadores bajaron a cantar con sus aficionados. El portero Nahuel Guzmán se animó a tocar el bombo. Los pesos pesados, sin embargo, no se sumaron a la euforia. Desde el hotel hasta el Estadio de San Petersburgo, la afición siguió con su estoica lucha por levantar el ánimo. “¡Vamos, vamos, vamos selección, hoy te vinimos a alentar, para ser campeón, hoy hay que ganar!”, retumbó cuando salió el equipo a calentar. Y, cuando el videomarcador puso la imagen de Messi, se fueron otra vez para arriba: “¡Vení, vení, cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar, que de la mano de Leo Messi, toda la vuelta vamos a dar!”.
Ni cuando Moses marcó de penalti por la falta de Mascherano a Balugun, Argentina dejó de creer. Entonces, cuando el reloj apretaba y parecía que la Albiceleste compraba los billetes de vuelta para Buenos Aires, Marcos Rojo sorprendió a todos en el área. Sí, otro de los de siempre. Era el triunfo de los históricos.
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