HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
El tema de la racionalidad de la duda es satisfactoriamente abordado por el director Samuel Tilman en su primer largometraje de ficción. Más de una vez se ha considerado la existencia de situaciones difíciles de esclarecer cuando no existen evidencias objetivas para considerar culpable a una persona aunque todo pueda sugerir en serlo. En tal sentido Une part d’ombre se distingue porque el dilema de la incertidumbre alcanza una tensión psicológica pocas veces reflejada en el cine en la medida en que finalmente cada espectador podrá tener su opinión con respecto al comportamiento asumido por el protagonista de esta historia.
El actor Fabrizio Rongione interpreta con total convicción a David, un hombre belga que es un buen padre de familia, feliz en su vida conyugal y socialmente rodeado de buenas amistades con quienes suele salir de vacaciones. Como buen deportista le gusta practicar jogging y en uno de sus recorridos realizados en una zona boscosa de los Vosgos de Francia durante un fin de semana es interceptado por una mujer que viajando en un auto parece haberse perdido y le pide su ayuda para que le indique el camino a seguir. Al día siguiente, se la encuentra muerta y todo indica de que se trata de un asesinato.
A través de un excelente guión y de una magnífica dirección escénica, David quien aparece como testigo de haber visto a la difunta mujer pocas horas antes del crimen se convierte en un involuntario sospechoso por parte de la policía encargada de la investigación. Esa inesperada transformación de ciudadano honesto en posible culpable es debido a circunstancias que escapan al asesinato y que más están referidas a su vida íntima. Así, habiéndose descubierto que el inmaculado David ha sido capaz de haberle sido infiel a su esposa Julie (Natasha Régnier), sin que ella como tampoco sus amigos lo hubieran imaginado, podría inferirse que de la misma manera simula su inocencia en el crimen que se le adjudica
A medida que avanza el relato, la intriga se intensifica en la medida que sin pruebas concretas, David ve su núcleo familiar resquebrajado, llega a perder su empleo como docente y la mayor parte de su grupo social lo abandona con excepción de su mejor amigo Noël (Baptiste Lalieu) y su abogado Marco (Christophe Paou).
Por razones obvias, no se divulgará la decisión que en última instancia adopta el jurado que interviene en la causa. Con todo el gran mérito del film es que hasta la última escena el director maneja la ambigüedad de la personalidad de David originando de este modo una difusa línea entre la culpabilidad y la inocencia. Más allá de la sentencia final, los prejuicios que se van creando a través de la “mirada de los otros” pueden emocionalmente llegar a derrumbar la vida de una persona si realmente es inocente. El resultado final es un thriller psicológico muy bien construido donde la duda es objeto de un inteligente análisis.
DON’T WORRY, HE WON’T GET FAR ON FOOT. Estados Unidos, 2018. Un film escrito y dirigido por Gus Van Sant
Basado en el libro Will the Real John Callahan Please Stand Up?publicado en 1998 de John Callahan (1951-2010), el realizador Gus Van Sant lo adaptó para el cine ofreciendo de este modo un relato biográfico del célebre dibujante caricaturista de Oregón que descubrió su veta artística después de haber sufrido un dramático accidente.
Adoptando una narración no lineal, en su comienzo queda proyectada la imagen de Callahan (Joaquin Phoenix), quien como adicto a la bebida desde que tuvo 13 años lleva una vida un tanto disoluta. A los 21 años, en una de sus correrías nocturnas y después de deambular con su amigo Dexter (Jack Black) de bar en bar bebiendo a más no poder, él se deja conducir en su coche por aquél quien en estado de ebriedad pierde la dirección del vehículo produciendo un violento choque. Como resultado del accidente, John queda cuadripléjico debiéndose valer a partir de entonces de una silla de ruedas para poder desplazarse.
De manera repetitiva, Van Sant va insertando en el relato las lánguidas sesiones de John en Alcohólicos Anónimos para tratar de recuperarse de su alcoholismo a través de un programa conducido por Donnie (Jonah Hill), un mentor carismático con quien mantiene un amistoso vínculo. Al propio tiempo, es atendido en el centro de rehabilitación por Annu (Rooney Mara), una terapeuta voluntaria sueca con quien mantendrá posteriormente un vínculo romántico donde ella le ayudará a manejarse sexualmente en su condición de discapacitado. A pesar de su concurrencia a AA, su adicción a la bebida continúa hasta llegado el momento en que una visión de su madre (Mireille Enos), que lo cedió en adopción al momento de nacer, lo ilumina convenciéndole de abandonar el trago.
Viviendo este dramático proceso se manifiesta en John su verdadera vocación que a su vez implicará su redención. Tratando de exorcizar sus demonios internos, con la ayuda de un lápiz comienza a dibujar; sus caricaturas impregnadas de un macabro humor y ciertamente agresivas, al ser publicadas en un diario de Portland, recibe en algunos casos comentarios críticos negativos al ilustrar, por ejemplo, a personas discapacitadas; de todos modos, sus dibujos logran un éxito internacional convirtiéndose en uno de los dibujantes del mundo más conocidos. Lástima que esta parte del relato, sin duda la más atractiva, no alcance toda la dimensión que debería haber merecido; por el contrario, Van Sant apunta más en la adicción alcohólica de Callahan que en su proceso de recuperación espiritual a través de la creación artística.
Dentro del marco de un film convencional el realizador lo ha alargado demasiado al incluir algunas secuencias que pudieron haber sido eliminadas; con todo, la objeción más importante radica en haber abusado de los flashbacks sin lograr un ensamble adecuado lo que conspira en la fluidez del relato así como en no haber logrado mayor emoción.
A su favor, la película se beneficia con la excelente actuación de Phoenix quien insufla completa autenticidad al malogrado artista. A su lado cabe asimismo distinguir la muy buen caracterización que Hill logra de su personaje quien en el diálogo que mantiene con John hacia el final del film logra una emotiva escena. En suma, con sus altibajos queda como resultado una biografía del irreverente artista que atrae aunque sin entusiasmar demasiado.
MAMA MIA! HERE WE GO AGAIN.Gran Bretaña, 2018. Un film de Ol Parker
Teniendo en consideración el resonante éxito de boletería logrado por Mama Mía! en 2008 que estuvo basado en el excelente musical de Broadway, no resulta extraño que se haya decidido efectuar una secuela. Sin embargo, a pesar de las grandes expectativas suscitadas, Mama Mia! Here We Go Again es una fallida comedia musical.
Si bien el film original en su traslado cinematográfico no aportó grandes innovaciones, con todo conservó el esplendor, frescura y el encanto de la obra original. En este caso, la historia perpetrada por el realizador Ol Parker es completamente endeble e insípida. Al no existir material suficiente para una secuela que abarque la dimensión de un largometraje, el guión de Parker, Richard Curtis y Catherine Johnson ha sido completado con una historia alternativa que tiene como propósito reseñar los antecedentes de Donna Sheridan. En la versión original que transcurre en la paradisíaca isla griega de Kalokairi, la joven Sophie (Amanda Seyfried) de 20 años, próxima a casarse con Sky (Dominic Cooper), se entera que su madre Donna (Meryl Streep) mantuvo en su juventud relaciones sentimentales con tres jóvenes, sin que ella pudiese determinar quién de ese trío la dejó en cinta; por tal razón Sophie decide invitar a su boda a los tres posibles papás para a fin de determinar la identidad de su progenitor.
En la presente versión que transcurre 5 años después, Donna murió un año atrás y Sophie que reside en la bella isla (cuya filmación tuvo lugar en Croacia) decide rendirle tributo abriendo un hotel con el que tanto había soñado su madre; para ello está organizando una gran fiesta de inauguración. Simultáneamente la acción se retrotrae a 1979 donde la joven Donna (Lily James), recién graduada de Oxford, decide realizar un viaje por el mundo teniendo como destino final la isla griega. Durante ese trayecto intima al principio con Harry (Hugh Skinner, que de adulto es Colin Firth como el banquero británico), posteriormente conoce al aventurero sueco Harry (Josh Dylan en la versión juvenil de Stellan Skarsgard) y finalmente su aventura romántica culmina con el arquitecto irlandés Sam (Jeremy Irvine y como adulto Pierce Brosnan) y que para ella será su verdadero amor.
Yendo de presente a pasado y vuelta al presente en innumerables veces y sin la existencia de un hilo conductor, la trama argumental es prácticamente inexistente. Aunque no hay un código escrito sobre cómo lograr una satisfactoria comedia musical, es bien sabido que para que resulte eficaz las canciones y sus bailes deben impulsar la acción del relato; aquí, las mismas se injertan caprichosamente sin conexión alguna con las escenas que las preceden, asemejándose más a una revista musical. En tal sentido los nuevos temas de Benny Andersson y Björn Ulvaeus basados en la estupenda música de ABBA no son tan remarcables como los de la versión original y es por eso que en las 18 canciones del film, muchas de ellas han sido recicladas de la versión original como es el caso de Dancing Queen,The Name of the Game y Mamma Mia, entre otras.
El elenco de Mama Mía! vuelve a estar presente con la excusa de que sus personajes son invitados a la gran fiesta que prepara Sophie. A los nombres de Seyfried, Brosnan, Firth, Skarsgard, Cooper, como así también de Julie Walters y Christine Baranski animando a las dos mejores amigas de Donna, se incorporan los de Andy García -muy buena actuación- como el manager hispano del hotel, la notable Maria Vacratsis como la dueña de una taberna, y la exuberante y siempre atractiva Cher dando vida a la alejada abuela de Sophie. Resulta importante resaltar la contagiosa actuación de la joven James quien además está dotada de buenas condiciones vocales. En cuanto a la gran Meryl Streep, ella solamente aparece en un cameo como una adorable figura fantasmal y también en los créditos finales; sin duda su ausencia deja un considerable vacío difícil de llenar.
Si bien con La, La, Land (2016) se asistió a un resurgimiento de la comedia musical que tanto éxito había logrado en la época dorada de Hollywood, en este caso esta innocua secuela no hace honor al género. A pesar de este comentario poco elogioso, el film habrá de complacer a los fanáticos de ABBA como así también a quienes poco les importe el sinsentido del relato con sus penosos diálogos para quedar en cambio atraídos por la impecable factura de producción.
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