HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge GutmaN
Aunque cínicamente se podría pensar que el Gran Premio del Jurado adjudicado a BlacKkKlansman en el festival de Cannes de este año obedece a razones políticas, lo cierto es que esta audaz comedia antirracista reúne todos los elementos necesarios para satisfacer tanto al cinéfilo exigente como al gran público en procura de entretenimiento.
El veterano realizador Spike Lee sintiéndose frustrado por lo que está pasando en su país ha decidido volcar su desencanto contando una historia verídica que aunque ocurrida tiempo atrás es fácil asociarla con la realidad actual. Valiéndose del guión que escribió con Charlie Wachtel, David Rubinowitz y Kevin Willmott, en base al libro de Ron Stallworth, el cineasta enfoca la singular experiencia vivida por su autor.
El relato transcurre a principios de la década del 70 durante la administración del presidente Nixon, cuando Ron Stallworth (John David Washington) llega a ser el primer afroamericano en ser reclutado por la policía de Colorado Springs. Al ser asignado a realizar tareas burocráticas rutinarias, las mismas no le permiten demostrar su real talento. Es así que logra convencer a sus superiores para que le permitan tomar a su cargo una investigación sobre las actividades locales del Klu Klux Klan (KKK) en compañía de su colega judío y blanco Flip Zimmerman (Adam Driver).
Para infiltrarse en el corazón del KKK, este dúo adopta diferentes roles. Impostando su timbre de voz y con su eficaz labia Ron se comunica telefónicamente con el representante local de la organización (Jasper Paakkonen) adoptando la postura de un acérrimo racista blanco. Cuando posteriormente se lo invita a un encuentro personal para conocerlo mejor es Zimmerman quien lo reemplazará asumiendo la personalidad de su colega; así Ron -en realidad Flip- pronto será admitido como un nuevo miembro del grupo. Los acontecimientos adquieren mayor intensidad cuando Ron mantiene una conversación telefónica con David Duke (Topher Grace), el jefe nacional del KKK, quien conviene en conocerlo personalmente cuando llegue a Colorado para la ceremonia de bienvenida a los nuevos integrantes del clan.
Con esta increíble historia de identidades alteradas Lee ha logrado una irreverente comedia provista de afiladísimos diálogos, mordaz humor y con excelentes actuaciones de un elenco donde se distinguen Washington y Driver. A su vez, el combativo director provee un documento reivindicatorio de los derechos civiles de la población negra sufriendo los sentimientos racistas prevalecientes en esa época y que lamentablemente, a pesar del transcurso del tiempo, aún subsisten. Para completar su propósito Lee inserta un epílogo con elocuentes imágenes de lo sucedido en agosto de 2017 cuando el país fue testigo de la dramática marcha supremacista ocurrida en Charlottesville. En tal sentido, en la conferencia de prensa mantenida en Cannes después de la proyección del film, Lee se lamentó que estos acontecimientos cuenten con la tácita anuencia de la actual administración de gobierno.
En esencia, este valioso y crítico documento demuestra una vez más cómo es posible ofrecer un cine mainstream sin menoscabar su nivel de calidad. Si a ello se une la importancia de su tema, no cabe duda que BlacKkKlansman logrará repercutir no solo en Estados Unidos sino en otras regiones del mundo donde lamentablemente el racismo -cualquiera sea su naturaleza- aún prevalece.
THE MISEDUCATION OF CAMERON POST. Estados Unidos, 2017. Un film de Desiree Akhavan.
Aunque todavía subsiste la idea por parte de ciertos sectores sociales de que la homosexualidad es una enfermedad y no una condición determinada por la naturaleza desde el nacimiento de una persona, este sobrio drama de Desiree Akhavan trae a la luz las actividades de algunos organismos que se ocupan de curar a quienes detentan una orientación sexual diferente.
El relato basado en una novela de Emily M. Danforth y adaptada al cine por la realizadora y su colaboradora Cecilia Frugiuele transcurre en Pensilvania, en 1993, y se centra en Cameron Post (Chloë Grace Moretz), una adolescente huérfana. Cuando en una oportunidad ella es descubierta in fraganti manteniendo una relación sexual con su amiga Coley (Quinn Shepard), Ruth (Kerry Butler), la persona responsable de su cuidado, de inmediato la envía a un centro evangélico de rehabilitación.
Esa institución religiosa que tiene como propósito tratar terapéuticamente a quienes manifiestan conductas sexuales que se apartan de las normas tradicionales está dirigida por la doctora Lydia Marsh (Jennifer Ehle). Con sus conocimientos de psicología está convencida que la recuperación se produce a través de un tratamiento psicológico capaz de vencer la resistencia de quienes se sienten atraídos por el mismo sexo. A través de esa técnica que apela a dogmas cristianos, la mejor prueba la ofrece con su propio hermano, el Reverendo King (John Gallagher Jr.), quien habiendo pasado por una experiencia similar ha logrado ser curado al haberse convertido en una persona normal y devota a Dios.
A diferencia de otros dramas sobre el mismo tema, aquí no existe un comportamiento sádico por parte de Lydia y King dado que en todo momento sugieren que lo que realizan es en beneficio de sus pacientes. Tanto Cameron, como Erin (Emily Skeggs), con quien comparte la habitación, y algunos de sus amigos como Jane (Sasha Lane) y Adam (Forrest Goodluck) tratan de mostrar su complacencia a las directivas recibidas; a pesar de todo no pueden evitar conflictos emocionales al saber que están sometidos a una terapia sin sentido.
Akhavan adopta un bajo perfil retratando los sentimientos que animan a los diferentes miembros de la colonia y al hacerlo decididamente efectúa una denuncia de la homofobia, los lavados de cerebros y sobre todo de la hipocresía religiosa reinante al negar la verdadera naturaleza sexual de una persona. Afortunadamente, el film deja un positivo mensaje al demostrar que los protagonistas de esta historia pueden encontrar su propia identidad sin reconversión alguna.
Teniendo en cuenta la temática abordada, la realizadora ha reunido un homogéneo elenco de calificados intérpretes que han sabido captar la psicología de sus personajes; entre los mismos se luce Moretz quien transmite la vulnerabilidad e inseguridad de una joven que forzada a aceptar una desviada educación no duda de su real orientación sexual.
FLEUVE NOIR. FrancIa-Bélgica, 2018. Un film de Erick Zonc.
El director Eric Zonca y Fanget Signolet adaptaron la novela The Missing File (Une Disparition inquietante) del autor israelí Dror Mishani, cuyo tema gira en torno de la misteriosa desaparición de un adolescente. Dentro de lo que típicamente podría encasillarse en el género de cine negro (film noir) Fleuve Noir intriga como drama policial durante la mayor parte de su metraje pero disminuye su impacto en una resolución desconcertante que resiste credibilidad.
En los primeros minutos del relato Solange Arnault (Sandrine Kiberlain) manifiesta su intensa preocupación al comandante policial François Visconti (Vincent Cassel) porque su hijo Dany de 16 años habiéndose dirigido por la mañana a la escuela, al fin de la jornada no ha regresado al hogar. Visconti al principio minimiza esa ausencia aunque en cierta forma no deja de preocuparle debido a que su propio vástago Denis (Félix Back) que es también un adolescente está envuelto en el tráfico de drogas.
A medida que transcurren los días y no hay noticias de Dany, el detective, que en muchas ocasiones no ha resuelto satisfactoriamente los casos que tuvo entre manos por su marcada afición a la bebida, ahora está firmemente decidido en resolver este problema. Gradualmente la trama va intensificando el misterio subyacente cuando Yann Bellaile (Romain Duris), un vecino del edificio que como profesor ha dado clases particulares a Dany, se muestra muy interesado en colaborar con Visconti; no obstante, hay actitudes de este docente y aspirante a escritor que lo vuelven cada vez más sospechoso al ocultar ciertos hechos acerca del muchacho y su estrecha relación con él mantenida.
Si bien gran parte de la trama se centra en la marcada confrontación establecida entre el detective y Bellaile, Zonca sabe cómo mantener la intriga tratando de evitar que el espectador pueda prever el desarrollo de los acontecimientos. Para ello introduce varias vueltas de tuerca donde casi todos los personajes parecen estar involucrados en la inquietante desaparición. Sin embargo, para esclarecer el misterio el relato apela a revelaciones como si fueran sacadas de la galera de un mago que no responden al planteamiento inicial de esta historia.
A pesar de su insatisfactoria resolución el film logra entretener a través del suspenso creado a lo largo del mismo y por el buen desempeño de sus intérpretes. Cassel, uno de los mejores actores de Francia, impresiona muy bien como un policía en decadencia dañado psicológicamente a causa de su adicción alcohólica; Duris fascina igualmente en un rol ambiguo de doble personalidad, así como Kimberlain sale airosa transmitiendo la angustia de una madre que teme por la posible pérdida de su hijo. En otros roles de apoyo se destacan Lauréna Thellier como la mentalmente discapacitada hermana de Dany y Elodie Bouchez caracterizando a la esposa de Bellaile.
1991. Canada, 2018. Un film escrito y dirigido por Ricardo Troggi
Con 1991 Ricardo Troggi completa su trilogía autobiográfica comenzada con 1981 (2009) donde relata su infancia y continuada con 1987 (2014) que se refiere a su etapa adolescente. Este último capítulo lo ubica en el mundo adulto con sus 21 años de edad y en su narración en off se asiste a una serie de viñetas que sin alcanzar la dimensión de sus dos relatos previos, Troggi logra de todos modos un film atrayente.
Jean-Carl Boucher por tercera vez caracteriza al alter ego del realizador donde en esta oportunidad es un alumno universitario que aspira a adquirir una formación profesional como guionista de cine. En ese medio estudiantil conoce a la bella Marie-Ève Bernard (Juliette Gosselin) de quien se enamora perdidamente y la considera la mujer de su vida. Cuando ella decide partir a Perugia para completar sus estudios de italiano, Ricardo decide seguirla tras haber logrado vencer la resistencia de sus padres (Claudio Colangelo, Sandrine Bissons) para proseguir allí su preparación académica y al propio tiempo conocer la tierra de sus ancestros.
He ahí su primera oportunidad de realizar un viaje sin sus padres fuera de Quebec y a través del mismo, va atravesando por diversas situaciones, algunas de ellas no muy agradables como la que se produce a su llegada a Roma; allí, en la estación de tren olvida distraídamente su mochila con toda la documentación incluyendo el dinero y trata nerviosamente de salvar el inconveniente, con la colaboración de los buenos oficios de la embajada canadiense de Italia.
En esta romántica aventura italiana, nuestro héroe se topa con personajes coloridos y algunos excéntricos; entre los mismos se encuentran un guitarrista (Alexandre Nachi) aventurero viajando alrededor del mundo, un simpático africano (Mamoudou Camara) donjuanesco con quien comparte su habitación en Perugia y una mujer griega que se enamora de él (Mara Lazaris). Queda por saber qué es lo que pasa cuando se produce el reencuentro con su amada Marie-Ève.
Sin que realmente exista un conflicto dramático, el argumento se nutre de variadas instancias anecdóticas dentro de una narración amena que adopta un tono risueño; así aflora la sonrisa cuando Ricardo se apesadumbra al descubrir la calvicie que asoma en la parte trasera de su cabellera, o bien en el intercambio que mantiene con su madre quien no puede ocultar su naturaleza histérica.
Como en los filmes anteriores, el realizador echa una mirada nostálgica a su vida y al hacerlo demuestra completa espontaneidad sin que haya nota alguna que suene a falso; de este modo una vez más sigue compartiendo con su público detalles íntimos de su existencia; así logra una historia amena agraciada por la natural simpatía de sus personajes, sobre todo la que emana de Jean-Carl Boucher quien se sumerge excelentemente en la personalidad de Troggi.
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