HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
He aquí un comentario crítico de ocho de los filmes presentados en la presente edición del TIFF que culmina el próximo domingo.
Festejando el centenario de su nacimiento la directora Margarethe Von Trotta ofrece en el documental SEARCHING FOR INGMAR BERGMAN (Alemania-Francia) un bello tributo a quien ha sido uno de los más grandes realizadores del cine mundial.
Además de pasar revista a aspectos vinculados con su infancia, los lugares en que vivió, su estilo de trabajo inagotable tanto en el cine como también en el Royal Dramatic Theatre de Estocolmo, el film menciona los problemas de carácter impositivo que Bergman tuvo que afrontar en su país lo que lo motivó a mudarse temporalmente a Estados Unidos y Alemania.
Von Trotta explora el legado del excepcional cineasta a través de las entrevistas efectuadas a familiares, colaboradores y artistas que han tenido ocasión de vincularse con él. Entre los mismos se encuentran su musa y ex esposa Liv Ullmann, sus hijos Daniel e Ingmar Bergman Jr, los directores Olivier Assayas, Ruben Ostlund, Carlos Saura, Mia Hansen-Love, el renombrado crítico Stig Björkman y el gran escritor y novelista Jean-Claude Carrrière, entre otros.
El documental hace referencias a su extraordinaria filmografía con clips de algunas de sus películas además de proporcionar considerable material de archivo donde entre los mismos se destaca la presencia de Bergman en una conferencia de prensa mantenida en Los Ángeles en 1976.
Una nota nostálgica la ofrece Von Trotta al visitar la playa donde Bergman filmó la antológica escena de la partida de ajedrez de la película El Séptimo Sello (1957), considerada su primera obra maestra.
La directora brinda un muy buen documental exponiendo a una indiscutible personalidad que a través de su obra creativa ha sabido profundizar, como pocos lo han logrado, en el alma, la conciencia y los sentimientos del ser humano. De allí que este documental resulte imprescindible para la nueva generación de directores como así también para los cinéfilos admiradores del genial cineasta desaparecido en julio de 2007.
Dentro de lo poco que se conoce del cine de Kenia, la joven realizadora Wanuri Kahiu ofrece en RAFIKI (Kenia-Sudáfrica-Francia-Holanda-Alemania-Noruega) un drama interesante abordando el lesbianismo, un tema que para el continente africano es bastante audaz. En general, la homosexualidad está severamente penada en Kenia y por lo tanto su tratamiento en cine se hace aún más riesgoso.
La acción transcurre en un barrio pobre de Nairobi donde viven Kena (Samantha Mugatsia) y Ziki (Sheila Munyiva), dos jóvenes adolescentes; cuando ellas llegan a conocerse, la primera mirada entrecruzada produce de inmediato un chispazo de atracción. Así, la relación amistosa inicial desemboca en un vínculo más intenso donde les resulta imposible evitar el encuentro sexual. Todo ello debe ser realizado clandestinamente, en la medida que los prejuicios sociales actúan como una barrera represora del amor que las une.
Aunque el tema no es novedoso para la cinematografía americana y/o europea sí lo es para la de África; en tal sentido, la directora apelando a una narrativa clásica capta muy bien las ilusiones y sueños de dos muchachas que aspiran a un porvenir más esperanzador que el que les ofrece el medio en que se desenvuelven. Además del romance ilícito el relato aborda las diferencias políticas sustentadas por los padres de las jóvenes, aspecto que no agrega mucho al tópico central del film.
Más allá del exotismo natural que destila esta película, la misma se distingue por su honestidad y especialmente por la empatía que logran sus protagonistas femeninas transmitiendo con convicción los sinsabores del amor prohibido de sus personajes que por la dura realidad que deben enfrentar no concluye satisfactoriamente.
El renombrado realizador iraní Asghar Farhadi ofrece en TODOS LO SABEN (España-Francia-Italia) un sólido drama familiar que confirma una vez más su habilidad para concebir historias intrigantes muy bien urdidas.
Como en la mayoría de sus filmes el comienzo de la trama resulta apacible para luego sorprender al espectador con giros inesperados pero que siempre resultan convincentes. Laura (Penélope Cruz), una mujer española que vive en Argentina, después de 20 años de ausencia retorna a España, su tierra natal, acompañada de Irene (Carla Campra), su hija de 16 años, y de Diego, su hijo menor, en tanto que Alejandro (Ricardo Darin), su marido porteño, permanece en Buenos Aires. El motivo del viaje es asistir a la boda de Ana (Inma Cuesta), una de sus hermanas, en un pueblo ubicado en las afueras de Madrid. El reencuentro con sus familiares resulta agradable y eso contribuye para que Laura se sienta feliz. Para esta celebración también se encuentra, entre otros, el viñatero Paco (Javier Bardem), con quien Laura mantuvo una intensa amistad antes de dejar España y que ahora él está casado con Bea (Bárbara Lennie). La fiesta transcurre en un clima de alegría hasta que al promediar la misma la adolescente Irene misteriosamente desaparece; poco después se llega a saber que ha sido secuestrada, creando la lógica desesperación de su madre y la inquietud de los invitados.
De allí en más, el relato cobra un inusitado suspenso donde cada uno de los asistentes a la boda podría haber estado involucrado en el grave delito: esa sospecha se evidencia aún más cuando un oficial de policía retirado (José Angel Egido) aparece en el escenario efectuando preguntas incómodas.
Farhadi hace que el entramado saque a relucir resentimientos del pasado que comienzan a aflorar así como mentiras complacientes que evidencian la inseguridad, frustración y temor que envuelven a varios de sus personajes. Con una narración impecable que evita caer en el folletín y contando con un elenco magistral, resulta placentero asistir a este intenso relato donde Farhadi con su notable versatilidad ha sabido captar muy bien algunos rasgos interesantes de la cultura hispana, tan diferente de la de su país natal.
Una historia de amor, tragedia y venganza es la que el remarcable director chino Jia Zhang-Ke ilustra en ASH IS PUREST WHITE (China-Francia) sobre la China contemporánea.
La acción comienza en 2001 en Datong, una ciudad china al oeste de Beijing, donde vive la joven Qiao (magnífica actuación de Zhao Tao) quien está románticamente envuelta con Bin (Fan Llao), un atractivo gánster que trabaja para un corrupto patrón inmobiliario; cuando inesperadamente Bin es atacado en una emboscada por parte de una banda rival de mafiosos, su enamorada logra salvarlo de morir blandiendo un arma de fuego; como consecuencia del hecho ella es condenada a 5 años de prisión. Cuando en 2006 sale de la cárcel, descubre que su entorno ha cambiado por completo comenzado por su novio que ha rehecho su vida y se ha alejado de las actividades criminales para triunfar exitosamente en actividades legales; A ese desencanto se le agrega el comprobar los cambios económicos y sociales de su país al haberse transformado en una gigantesca potencia capitalista. Esto influye para que Qiao deba asumir una nueva identidad a fin de poder adaptarse al nuevo medio.
Con un enigmático e inesperado desenlace que tiene lugar en 2018, el realizador ofrece un film entretenido no exento de nostalgia y que sin ser extraordinario ilustra claramente la oposición de los valores tradicionales de la sociedad China con aquellos ideológica y económicamente modernos de la actualidad, donde Qiao emerge como el personaje más íntegro y fiel a sus convicciones.
BORDER (Suecia-Dinamarca) es una película que fascina por su esmerada realización y por haber logrado armoniosamente complementar un thriller donde lo real se confunde con lo fantástico.
Basado en el relato corto Let the Right One in de John Alvide Lindqvist, el realizador Ali Abbasi presenta a Tina (Eva Melander), una eficaz agente aduanera que tiene un sentido del olfato tan extraordinario que puede compararse con el de los perros sabuesos que se suelen utilizar en los aeropuertos para detectar a los pasajeros portadores de drogas ocultas en sus maletas. Dueña de un rostro muy especial que se asemeja a un ejemplar prehistórico, comparte su vida personal en una cabaña boscosa con su compañero Roland (Jörgen Thorsson) quien es dueño de tres perros Doberman. Todo cambia para Tina cuando en su trabajo se topa con Vore (Eero Milonoff), un viajero que al ser revisado aparece como un hombre sospechoso. De ahí en más, este individuo, igualmente poseedor de una deformidad facial y agraciado con un especial olfato, logrará que Tina sienta hacia él una atracción particular desarrollándose al poco tiempo una compleja relación. De allí en más la trama asume la característica de un entreverado cuento de hadas dotado de ciertas características reflejadas en la mitología nórdica. Con situaciones absurdas y folclóricamente surrealistas que sin ser ridiculizadas se encuentran bien cohesionadas, Abbasi ha logrado un film atrayente realzado por las excelentes actuaciones de Melander y Milonoff y la notable fotografía de Nadim Carlsen.
Confirmando sus dotes de buen realizador, después del suceso artístico de El Abrazo de la Serpiente (2015) Ciro Guerra retorna con PAJAROS DE VERANO (Colombia-México-Dinamarca-Francia), esta vez con la colaboración de Cristina Gallego.
La película ambientada en los años 70 se desarrolla en La Guajira y centraliza su atención en el pueblo wayú, constituido por los aborígenes que viven en esa región. Ilustrando el modo de vida y costumbres de esa población autóctona, en las primeras imágenes se asiste a la transición hacia el mundo adulto de Zaida (Natalia Reyes), cuya madre Úrsula (Carmiña Martínez), la matriarca de la comunidad, entrega la mano de su hija a Rapayet (José Acosta), un empobrecido cortejante. Este joven comienza a percibir que la venta de marihuana a los americanos a través del cultivo que realiza un clan indígena cercano le rendirá buenos ingresos. A partir de allí se muestra cómo el beneficio monetario producido por el tráfico de drogas hacia Estados Unidos genera un enfrentamiento violento entre las diferentes tribus locales haciendo peligrar sus vidas, tradiciones y cultura. En esencia, Guerra y Gallego han logrado un fascinante western autóctono.
En CASCOS INDOMABLES (Costa Rica-Chile) el director Neto Villalobos retrata a una específica camada social de mensajeros motociclistas que viven en San José, la capital de Costa Rica. Desplazándose por las calles de la ciudad, ellos encuentran en la actividad que desempeñan la libertad deseada sin tener que estar sujetos al estilo de vida impuesto en una oficina tradicional.
El relato se centra en Mancha (Arturo Pardo), así llamado por un llamativo manchón reflejado en su rostro, quien como apasionado motociclista se siente satisfecho tanto como mensajero como compartiendo sus horas libres con sus compañeros de trabajo y con su novia Clara (Daniela Mora). Esa existencia despreocupada se ve alterada cuando el grupo pierde su empleo y Clara obtiene un trabajo en una isla cercana donde las motocicletas no pueden circular y quiere que Mancha la acompañe.
Incorporando algunas situaciones hilarantes, el director destaca apropiadamente las interacciones mantenidas entre estos jóvenes reflejando la amistad y solidaridad que les une y que a pesar de su inmadurez saben ingeniarse para superar los obstáculos que se les interponen en el camino.
Sin mayor pretenciosidad, la comedia de Villalobos atrae por estar bien relatada, la simpatía de sus jóvenes actores (además de Pardo y Mora, Harvel Monestel, Charly Mora, Gabriel Rojas, William Quiros y Janko Navarro) y por estar agraciada con una banda sonora que inspirada en el Glam Rock anglosajón de los años 70 acompasa muy bien el espíritu de libertad y aventura de sus personajes.
Denys Arcand, uno de los realizadores más importantes del cine canadiense, después de algunos traspiés experimentados en los últimos años retorna en buena forma con LA CHUTE DE L’EMPIRE AMÉRICAIN / THE FALL OF THE AMERICAN EMPIRE (Canadá). Ingeniosamente ha concebido una suerte de cuento moral para demostrar cómo el poder avasallador del dinero va conformando los valores de una sociedad moderna individualista dejando a un costado los atributos que emergían de la interacción social colectiva de antaño.
El principal personaje de la historia transcurrida en Montreal es Pierre-Paul (Alexandre Landry), un honesto intelectual doctorado en filosofía así como un hombre de buen corazón que se sensibiliza por la causa de los desamparados y marginados sociales. Desempeñándose como repartidor de mercadería, un buen día es testigo de un asalto a mano armada a un negocio, el cual concluye mal con dos individuos muertos; en su precipitada huida, los delincuentes dejan abandonadas dos bolsas repletas de dinero. Es así que Pierre-Paul después de recoger el preciado botín enfrenta el dilema sobre si debe entregarlo a la policía o bien apropiarse del mismo para gozar de un estilo de vida superior que el dinero es capaz de ofrecer.
Sin brindar más información se puede anticipar que el desarrollo del relato hará que Pierre-Paul se encuentre expuesto a un hábil estafador (Rémi Girard), un abogado experto en el blanqueo de dinero y depósitos en los paraísos fiscales (Pierre Curzi), una cortesana (Maripier Morin) y otros personajes de dudosa moral.
La historia está muy bien construida y narrada con gran fluidez; cuenta además con un muy buen elenco cuyos intérpretes brindan absoluta naturalidad a sus personajes permitiendo que el espectador se consustancie con los mismos. A pesar de su trasfondo negativo donde pareciera que la ética y la moral han dejado de existir en la sociedad en que vivimos, Arcand deja abierta la puerta para un desenlace más optimista a la vez que emotivo.
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