HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
En su ópera prima, el director Tom Volf efectúa un tributo a María Callas, considerada para muchos musicólogos la soprano más importante del mundo del siglo pasado. Fallecida en 1977 a la temprana edad de 53 años, esta excepcional artista ha dejado un legado de extraordinaria importancia para los amantes de la ópera como así también para quienes se inician en la carrera del arte lírico.
En base a cartas inéditas y extractos de su diario personal leídas por la cantante Joyce DiDonato, unido a un valioso material de archivo magníficamente restaurado donde se incluye la entrevista mantenida con el renombrado periodista británico David Frost en 1970, el público entra en contacto con la gran diva teniendo la impresión de verla revivida.
A través de la aproximación realizada por Volf se van conociendo facetas de esta singular mujer que después de la Segunda Guerra Mundial logró con su exquisita voz ser aclamada en los más grandes escenarios de ópera del mundo. Pero no todo ha sido rosado en su vida y es así que a los grandes momentos de triunfo se unen los de la insatisfacción y desilusión por circunstancias que muchas veces ella no ha podido evitar.
El film encuentra su título apropiado al ilustrar cómo la gran cantante llamada Callas se refiere a la mujer María a quien su destino le signó un camino diferente en la medida que su madre y su primer marido, Giovani Battista Meneghini que impulsó su carrera, le impidieron dejarla; en consecuencia le resultó imposible acarrear una vida familiar más apacible con un esposo a su lado y con hijos a quienes cuidar y amar.
El afecto del director hacia Callas no impide que la muestre en diferentes manifestaciones de su personalidad ya sea fina y sensible, radiante, tempestuosa, así como firme y determinada en otras ocasiones para lograr lo que se propone. Entre algunos de los acontecimientos de su carrera se registra el abucheo del que fue objeto por parte del público en Roma cuando el 2 de enero de 1958, después del primer acto de la representación de Norma, ella deja el escenario a causa de una bronquitis que afectó su voz. Igualmente en ese mismo año se produce su ruptura con el Metropolitan Opera de Nueva York cuando Rudolf Bing, el Director General de la prestigiosa institución, le cancela su contrato por un problema de asignación de roles en futuras óperas.
Otros episodios de su vida incluyen su incursión cinematográfica en Medea (1969) de Pier Paolo Pasolini y su vinculación profesional con el eminente director Luchino Visconti. En lo estrictamente personal, el film no deja de lado su apasionada relación con Aristóteles Onassis y su dolor por haber sido despechada cuando en 1968 el magnate contrae enlace con Jacqueline Kennedy.
Como es obvio, en el abundante material visual exhibido se la contempla interpretando, entre otras famosas arias, Addio del passato (La Traviata-Verdi), Casta Diva (Norma-Bellini), L’amour est un oiseau rebelle (Carmen-Bizet), La mama morta (Andrea Chenier-Giordano) y Un Bel de vedremo (Madame Butterfly-Puccini). Es a través de su canto y de su gloriosa actuación donde queda expresado todo el sentimiento y el alma de la sublime cantante.
Además de los fanáticos de la ópera, el cinéfilo igualmente quedará gratificado con Maria by Callas, un buen documental que ofrece aspectos desconocidos de la inolvidable “Divina”.
GUY. Francia, 2018. Un film de Alex Lutz.
Habiendo clausurado exitosamente la Semana de la Crítica del Festival de Cannes de este año, ahora se estrena Guy, segundo largometraje de Alex Lutz quien es un popular comediante de la televisión francesa; en este caso igualmente actúa y es uno de sus guionistas.
Un aspecto distintivo de esta película es que adoptando la forma de un documental brinda la completa impresión de que es real lo que se está presenciando a pesar de tratarse de una historia ficticia.
Aquí hay dos protagonistas, un joven periodista y su padre biológico al que no ha llegado a conocer. Cuando Gauthier (Tom Dingler) se entera por su madre de que él es el hijo ilegítimo de Guy Jamet (Lutz), un artista y crooner septuagenario que tuvo su momento de celebridad entre los años 60 y 90, logra contactarlo y convencerlo para efectuar un film sobre su persona; la ocasión es la publicación de su último álbum por el que el artista recorrerá el país junto con sus músicos a fin de promocionarlo. Es así que durante ese trayecto la cámara del documentalista sigue a su entrevistado de 70 años a fin de conocerlo mejor; filmándolo a diario y en variadas ocasiones comprueba de qué modo Guy aún disfruta de las audiencias de edad madura que lo conoce de sus mejores épocas pero que no obstante lo siguen, sobre todo el público femenino.
A través de esta gira donde el director recurre a falso material de archivo referido al pasado del cantante y a algunos episodios del presente, se asiste a la relación establecida entre el hijo y su supuesto padre, en especial cuando Guy lo lleva a un club nocturno donde comparte momentos íntimos de su vida pasada. De este modo, a medida que el relato progresa va dejando de lado su tono satírico para devenir en uno más tierno y emotivo.
En líneas generales, el espectador contempla un film melancólico, no exento de poesía, en donde salen a relucir tópicos vinculados con la filiación, la celebridad, la nostalgia que trae aparejada el pasaje del tiempo con errores cometidos imposibles de subsanar y finalmente la vejez que no resulta fácil disimular.
Con una fluida dirección, buen guión, la completa naturalidad expresiva que Lutz infunde a su personaje y la fluida dinámica establecida con el de Dingler, el espectador asiste a un muy agradable falso documental.
BEL CANTO. Estados Unidos, 2018. Un film de Paul Weitz
Un dramático episodio acaecido en Perú en 1996 sirvió de inspiración a la escritora Ann Patchett para su libro Bel Canto publicado en 2002 y ahora adaptado para el cine originando un film no exento de tensión.
El director Paul Weitz introduce al industrial japonés Katsumi Hosokawa (Ken Watanabe), quien presionado por su gobierno viaja a un país no especificado de Sudamérica para considerar el financiamiento de una fábrica que allí habría de instalarse. Al aceptar la invitación para el agasajo que las autoridades locales habrán de ofrecerle en la residencia del vicepresidente (Elliud Kaufman), Katsumi quien es un apasionado de la ópera, solicita que se contrate a Roxane Coss (Julianne Moore), una talentosa soprano a quien él mucho admira. Cuando la fiesta está progresando en tanto que la cantante entona el primer aria la mansión es invadida por una banda de rebeldes armados quien liderada por Benjamin (Tenoch Huerta) toma como rehenes a todos los invitados y requiere la presencia del presidente (Phil Nee) para exigirle la liberación de presos políticos sojuzgados por su gobierno; como el mandatario no se encuentra allí, el comando decide retener a los secuestrados hasta no ver satisfecha su demanda. Es allí que comienzan las negociaciones entre las fuerzas militares que rodean el edificio y los secuestradores a través de un emisario (Sebastian Koch) de la Cruz Roja. Así se logra que en principio los invasores liberen a las mujeres con excepción de la soprano para que ella desde los balcones de la residencia logre con su voz agradar al público reunido en el exterior y a su vez concentrar la atención sobre lo que está sucediendo.
A medida que el tiempo transcurre y a pesar de que la situación se mantiene invariable, la tensión inicial entre el grupo y los secuestrados va cediendo. Así por ejemplo, en la medida que entre los variados personajes no existe un idioma común, el problema es soslayado por Gen (Ryo Kase), el traductor japonés que acompañó a Katsumi en su misión, quien además del japonés domina el inglés y el castellano; eso permite entre otros aspectos que exista una buena comunicación entre Katsumi y la cantante, como así también entre ella y los captores que solo hablan el idioma de Cervantes. Lo que resulta sonriente es ver cómo Gen comienza a enseñar el castellano a Roxane y el inglés a Carmen (la muy buena actriz guatemalteca María Mercedes Coroy), una de las soldados de la guerrilla.
El relato comienza a perder eficacia cuando el guión del realizador y Anthony Weintraub produce situaciones ciertamente inverosímiles; así resulta difícil de concebir el vínculo romántico que se produce entre el industrial y la cantante por una parte y el del traductor y Carmen por la otra. A ello se agrega el caso humorístico aunque fantasioso cuando Roxane comienza a darle clases de canto a un frustrado insurgente aspirante a tenor.
No obstante lo antedicho, el film se hace llevadero en la medida que está bien actuado, las arias de la prima donna (con la sensible voz de la soprano Renée Fleming) amenizan el encierro forzado y las pinceladas de humor introducidas contribuyen a atenuar el clima opresivo aunque eso no impide arribar a un violento desenlace. En suma, dejando algunas inconsistencias de lado, este melodrama resulta aceptable.
AU POSTE! Francia, 2016. Un film escrito y dirigido por Quentin Dupieux
Si hay algo que contribuye al agrado de un drama o una comedia es cuando llega a sorprender con armas legítimas. Es así que el gran mérito de Au Poste! reside en que a través de su exposición el público se mantiene intrigado y de ninguna manera prevé su convincente desenlace imaginado por el director y guionista Quentin Dupíeux.
La acción transcurre en una de las salas de un recinto policial de algún lugar de Francia, donde el comisario Buron (Benoît Poelvoorde) se apresta a interrogar a Fugain (Grégoire Ludig); éste último descubrió un cadáver en la puerta del edificio de departamentos donde habita y decidió reportar el caso. Utilizando un tono decididamente irreverente el guión hace que Buron, a lo largo de casi toda una noche, someta a su interlocutor a una serie de preguntas, muchas de ellas decididamente absurdas pero lo suficientemente divertidas para satisfacer al espectador. Cuando en un determinado momento el comisario se ausenta por cierto tiempo de su despacho deja al interrogado Fugain a cargo de otro policía (Marc Fraize). Lo que sigue durante esa ausencia es mejor no comentarlo para no acallar el interés de quien tenga el propósito de ver este film pero sí conviene anticipar que al regresar Buron a lo suyo seguirá colmando la paciencia de su inocente interlocutor. .
En un relato donde prácticamente participan dos únicos personajes y dentro de un reducto evidentemente limitado, es admirable comprobar cómo el realizador orquestó una jocosa comedia dotada de ingeniosa resolución. .
Con las irreprochable actuaciones de Poelvoorde y Ludig, una buena fotografía y edición a cargo del realizador, en concisos 73 minutos Dupieux ha logrado un sonriente y efectivo entretenimiento. Si acaso el realizador aplicó la máxima popularizada por Baltazar Gracián de que “lo breve si bueno dos veces bueno”; en este caso logró que Au Poste! resulte “dos veces muy bueno”.
Comments (0)