HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
COMENTARIOS DE FILMES DE CINEMANIA 2018
He aquí una breve evaluación de algunos de los filmes proyectados en Cinemania, el festival de filmes francófonos con subtítulos en inglés cuya vigésima cuarta edición concluye pasado mañana.
Una remarcable película es Double Vies (Francia) del veterano realizador y guionista Olivier Assayas, que plenamente justifica el cálido apoyo crítico recibido en ocasión de su presentación en el festival de Venecia y posteriormente en el de Toronto. Acertadamente, su título en inglés es Non-Fiction porque su absorbente relato de ficción tiene todas las características de un documental enfocando aspectos concernientes a la sociedad contemporánea.
El director se centra en un grupo intelectual de la clase media de Francia cuyos integrantes manifiestan los síntomas experimentados con la introducción de las nuevas tecnologías que conforman la actual era digital. Entre algunos de sus miembros se encuentra Alain (Guillume Canet) un bien establecido editor donde en la primera escena enfrenta a Léonard (Vincent Macaigne), un escritor que desea que su nuevo libro sea publicado por su editorial, tal como ha acontecido en anteriores ocasiones. Es ahí donde Alain trata de hacerle comprender que no está dispuesto a aceptar la impresión de su última novela dado que la popularidad de los libros electrónicos comienzan a sentir su impacto al haber disminuido la demanda de la literatura impresa. De allí, que consciente de la nueva modalidad de lectura y la importancia adquirida por las redes sociales, este editor cuenta ahora con la colaboración de una joven (Christa Théret) experta en la tecnología digital para efectuar la transición a dicho formato. Otros personajes del relato incluyen a Selena (Juliette Binoche), la mujer de Alain, que se desempeña como actriz en una popular serie televisiva y Valerie (Nora Hamzawi), la pareja de Léonard, que se ocupa de asistir a un político a quien le hace ver que el comportamiento de su vida privada influye en la percepción del público.
Cuando estas personas y otras más se reúnen amigablemente en diferentes ocasiones, las conversaciones giran en torno a las ventajas e inconvenientes de los cambios tecnológicos registrados en las últimas décadas y la manera en que los mismos van conformando un estilo de vida culturalmente diferente. Paralelamente a los temas discutidos, Assayas enfoca las dobles vidas de sus personajes en materia sentimental donde pareciera que la satisfacción del deseo sexual en una relación extramatrimonial no llega a afectar la estabilidad conyugal.
Con la participación de un elenco integrado por actores que transmiten completa naturalidad a sus personajes, el director plantea muchas preguntas que quedan sin responder porque resulta imposible predecir las innovaciones tecnológicas que se van produciendo vertiginosamente. Lo importante es que el contenido de este film trasciende, inquieta y permite que a su vez quede importante margen para reflexionar después de su proyección.
Otro notable film del festival es L’ordre des médecins (Francia) donde en su ópera prima el realizador David Roux sumerge al espectador en el mundo médico de Francia. Inspirado en eventos reales, el cineasta relata la vida de Simon (Jérémie Rénier), un neumonólogo que trabaja en un importante hospital francés; en su diaria rutina trata de brindar lo mejor de sí mismo como profesional, al propio tiempo que es consciente de conservar sus emociones frente a los casos que debe enfrentar, sobre todo cuando se trata de pacientes graves y/o afectados de cáncer. Tanto él como sus colegas saben que los enfermos, quienes depositan en ellos su entera confianza, deben sentirse psicológicamente protegidos. El gran problema para Simon surge al saber que su madre (Marthe Keller), que había padecido de un cáncer tiempo atrás y que quedó en remisión para rebrotar nuevamente, no le queda esperanza de vida.
El film hábilmente ilustra la forma de cómo este íntegro profesional debe lidiar con un caso tan especial en la medida que un ser tan inmensamente querido está de por medio. Sin bifurcarse del conflicto central, el relato plantea adicionalmente el obstáculo que se presenta a los facultativos que se encuentran impotentes de actuar frente a pacientes que sin haber sido dados de alta abandonan el hospital. Sobriamente relatado, David Roux da muestras de una inusual solvencia en su primera experiencia de cineasta.
La novel directora Elsa Diringer narra en Luna (Francia), una historia de suspenso teñida de romanticismo. Luna (Laëtitia Clément), es una impetuosa adolescente de Montpellier que en sus momentos de ocio alterna con sus amigos que no siempre representan una buena compañía. El relato cobra vuelo cuando una noche en estado de embriaguez, el grupo agrede sexualmente a Alex (Rod Paradot), un joven muchacho de la zona quien no alcanza a ver con claridad el rostro de algunos de sus atacantes; al siguiente día, Luna que se desempeña como horticultura en una granja vecina descubre con horror que Alex es uno de sus compañeros de trabajo aunque éste no sospecha de ella porque en la penumbra nocturna no logró identificarla al ocurrir el grave incidente. Ocultando el hecho de haber participado en esa innoble agresión, Luna carga consigo un fuerte sentimiento de culpa que se agrava aún más cuando entre los dos se forja un cálido romance. Como un relato moral sobre la culpa, el amor y la redención, a pesar de que los personajes secundarios no estén plenamente desarrollados, Diringer brinda un film que satisface por su intriga y la buena actuación de Clément y Paradot.
Le vent tourne (Suiza) es un relato romántico que a pesar de sus buenas intenciones no logra trascender. La directora y co-escritora Bettina Oberti utiliza una interesante premisa para posteriormente desaprovecharla; así en sus primeras escenas se presencia a Pauline (Mélanie Thierry) y su compañero Alex (Pierre Deladonchamps) quienes se dedican a la explotación de la tierra y de los animales en su granja ubicada en un solitario paraje de las montañas suizas de Jura. Conscientes de la importancia que asume la preservación del medio ambiente, para proveerse de energía eléctrica deciden disponer de la misma mediante la construcción de una turbina eólica. Con ese propósito recurren a los servicios del ingeniero Samuel (Nuno Lopes) para su instalación quien se queda por unos días para supervisar la obra. Nada hace presumir hasta ese momento que haya algún elemento que interfiera en la felicidad de estos dos granjeros y es por ello que resulta difícil de comprender las motivaciones de Pauline de sentirse atraída por la presencia de Samuel y que sin dudarlo mucho se acuesta con él a espaldas de Alex. A todo ello la llegada al lugar de Galina (Anastasia Shevtsova), una adolescente de Ucrania que pasará el verano con la pareja y que observa lo que acontece en torno suyo, de algún modo es la voz de la conciencia de la infidelidad de Pauline. El film pierde fuerza a medida que se desarrolla por la endeble caracterización de sus personajes a pesar del esfuerzo de su buen elenco de hacerles creíbles. He aquí, un insustancial drama campestre.
En L’amour flou (Francia) la ficción imita a la realidad a través del relato expuesto por Romane Bohringer y Philippe Rebbot. Los realizadores que igualmente tienen a su cargo los papeles protagónicos animan a una pareja que después de 10 años de convivencia matrimonial deciden separarse ya que el amor de antaño se ha desvanecido y solo queda en común Rose y Raoul, sus dos hijitos. Procurando el bienestar de los chicos y a fin de que no lleguen a sentir la secuela del quiebre matrimonial al tener que vivir en domicilios separados, Romane y Philippe adoptan una curiosa solución consistente en residir en dos departamentos contiguos donde existe un pasillo de comunicación que constituye la habitación de los niños; así ellos pueden alternar con sus progenitores a través de las puertas de acceso.
Lo interesante de esta historia es que en la vida real los directores han atravesado por la misma experiencia y que manteniendo una relación civilizada decidieron contar su caso originando de este modo el film que se comenta utilizando los mismos nombres para sus respectivos personajes. A pesar de su tono liviano, la película está muy bien narrada permitiendo que el público empatice con sus protagonistas principales como así también con Rose Rebbot-Bohringer y Raoul Rebbot-Bohringer, sus verdaderos hijos. Queda la duda si acaso este “amor impreciso”,al que alude el título del film no terminará reconstituyendo a la desunida pareja y originar una secuela del mismo.
Otro film sobre la disgregación de un matrimonio es C’est ça l’amour (Francia) escrito y dirigido por Claire Burger. Desarrollando la acción en la pequeña ciudad de Forbach, la directora enfoca a Mario (Bouli Lanners), un empleado público de mediana edad que siente un gran vacío cuando su mujer Armelle (Cecile Remy-Boutang) deja el hogar al no querer seguir conviviendo con él. Para calmar sus penas este hombre dedica su tiempo libre adhiriéndose a un grupo de teatro comunitario que a través de los ensayos constituye para él una forma de terapia. Sin su mujer en el hogar, debe responsabilizarse de sus dos hijas, Nicki (Sarah Henochsberg) de 17 años y Frida (Justine Lacroix) de 14 años con quienes la relación dista de ser armoniosa; en tal sentido, Frida es la que mayor conflicto guarda con Mario debido a que siente atracción sexual por una de sus compañeras de escuela (Celia Mayer), aspecto que su progenitor -sin ser homofóbico- no ve ese vínculo con buenos ojos. La objeción mayor de este humano relato es que el guión de la realizadora no logra un adecuado equilibrio entre el conflicto emocional de Mario por su crisis conyugal y la conducta de sus hijas con especial énfasis en el lesbianismo de Frida. Con todo, lo que distingue al film es su sólido elenco donde se destaca la muy buena caracterización que Lanners logra de su personaje; no menos importante es cómo la directora trata de resaltar los valores de la familia en un desenlace que aunque complaciente sustenta calidez.
Una emotiva película es Amanda (Francia) del realizador Mikhaël Hers. El relato comienza plácidamente reflejando la hermosa relación fraternal establecida entre David (Vincent Lacoste) y Sandrine (Ophélia Kolb). David es un joven parisino de 24 años que se gana la vida ocupándose de diversos trabajos de menor importancia; su hermana, algunos años mayor que él, es una profesora de inglés y madre monoparental de Amanda (Isaure Multrier), una deliciosa niñita de 7 años. Sin la presencia de un padre fallecido y la de una madre que abandonó el hogar hace 20 años viviendo en Inglaterra, Sandrine cuenta con la ayuda de su hermano para que se ocupe de recoger a su hijita de la escuela como así también cuidarla cuando en determinadas ocasiones ella tiene que ausentarse de su hogar; por su parte la niñita mantiene una excelente relación con David a quien considera como su hermano mayor.
Inspirado en los trágicos atentados que han azotado a Francia en los últimos años, el relato co-escrito por Hers produce un giro dramático cuando Sandrine caminando en un parque central de París junto con otras personas que transitan el lugar son objeto de un atroz ataque terrorista donde ella muere ametrallada. Además del profundo dolor que David y su sobrina experimentan por la tragedia ocurrida, el muchacho se convierte de hecho en guardián de Amanda a pesar de no estar preparado para asumir semejante responsabilidad; además, el grave incidente repercute en la iniciada relación sentimental de David con Lena (Stacy Martin), una joven que sobrevivió al mismo aunque quedando lesionada.
Filmado con absoluta sobriedad, Hers evita que el contenido de esta historia desborde emocionalmente. La excelente interpretación de Lacoste permite que el público empatice fácilmente con su personaje como así también la tierna Multrier logra impactar con el impresionante realismo y dulzura que transmite en Amanda; entre ambos actores existe una remarcable complicidad que valoriza enormemente a este conmovedor film.
Un intenso drama familiar donde se exponen las diferencias generacionales como igualmente las de carácter cultural es lo que se aprecia en Ma Fille (Francia) de Naidra Ayadi. Si en su carrera de actriz Ayadi causó buena impresión, aquí en su primer trabajo como guionista y directora su desempeño es admirable.
Hakim (Roschdy Zem) y su esposa Latifa (Darida Al Joundi) dejaron a Argelia en los comienzos de la década del 90 para iniciar una nueva vida en Francia. Los valores ancestrales de su país de origen no han quedado de lado y en cierta forma eso fue creando algunas diferencias con sus hijas Nedjma (Natacha Krief) de 14 años y Leïla de 17 años absorbiendo una diferente cultura. Emancipándose del hogar familiar en la región de Jura, Leila decidió trasladarse a París para seguir cursos de peluquería. Cuando el relato comienza, tres días antes de Navidad, la familia aguarda la llegada de Leïla; pero a través del texto recibido por Nedjma, su hermana le comunica que por la abundante carga de trabajo en la peluquería donde está empleada debe cancelar el viaje. No obstante la razón esgrimida, Latifa impulsa a su marido para que viaje a París y logre persuadir a Leila para que retorne a fin de que la familia íntegra esté reunida para celebrar las fiestas. Para no sentirse sólo en la gran metrópoli Hakim parte con Nedjma.
El drama comienza cuando a la llegada descubren que Leïla dejó hace tiempo su empleo; posteriormente al dirigirse a la escuela donde debió haber estudiado se enteran que abandonó sus estudios y la frustración sigue en aumento cuando no se la ubica en su departamento y sus vecinos no pueden suministrar referencia alguna. De allí en más comienza una odisea que se prolonga a lo largo de la jornada para localizar a la joven; al no lograrlo, al final del día Hakim deja a Nedjma en la habitación del hotel y emprende por su cuenta un recorrido nocturno de la ciudad topándose con personajes marginales y del bajo fondo donde quizás Leila podría haberse entremezclado. Excelentemente filmado, la directora capta la ciudad luz lejos del glamour turístico que la caracteriza para ofrecer en cambio una visión lúgubre de la misma. En forma fluida y con un agobiante suspenso Ayadi describe sutilmente el alucinante viaje a los infiernos de un desesperado padre en procura de su hija de quien evidentemente no llegó a conocer su verdadera personalidad. A los valores mencionados se añade la acertada interpretación de Zem como el angustiado padre, así como la de la joven Krief que cautiva por el candor y afecto que imprime a su rol.
Algunas veces suele ocurrir que importantes artistas pueden realzar un film a despecho de su contenido poco relevante; ciertamente eso no sucede con la dramática comedia La dernière folie de Claire Darling de la directora Julie Bertucelli basada en la novela de Lynda Rutledge. Sin haber leído esta novela lo cierto es que lo que se refleja en la pantalla es una historia fantasiosa que deja que desear. En este relato que transcurre al comienzo del verano en Verderonne, un pequeño pueblo al norte de París, la veterana y popular actriz Catherine Deneuve da vida a Claire Darling, una mujer de edad madura que está convencida de vivir el último día de su existencia. De allí que se propone vender todo lo que alberga la gran mansión en la que habita donde abundan objetos de considerable valor y en donde cada uno de los mismos pareciera tener para ella significativa importancia. En la venta que realiza en los jardines de su finca el precio que Claire ha fijado para cada ítem es ridículamente bajo al extremo tal que prácticamente constituye un regalo para sus compradores. Cuando su hija Marie (Chiara Mastroianni), de quien estuvo distanciada por espacio de dos décadas, es alertada y aparece para detener la venta de su progenitora, comienzan a revelarse secretos del pasado de esta familia; nada de lo que se llega a saber permite sostener el interés de este relato completamente anodino. Deneuve intenta infundir interés a su excéntrico personaje aunque sin lograrlo; por su parte Chiara Mastroianni (la hija de Catherine en la vida real) como la joven que trata de comprender la actitud de una madre mentalmente errante tampoco puede vencer las limitaciones del endeble guión. Con una realización nada más que correcta, queda como balance una deslucida película fácilmente olvidable.
El director suizo Antoine Russbach presenta en Ceux qui travaillent (Suiza-Bélgica) un muy interesante estudio caracterológico que a la vez constituye una crítica a un sistema de producción capitalista donde el individuo termina siendo un objeto instrumental fácilmente desechable.
El gran actor belga Olivier Gourmet interpreta a Frank, un hombre casado y padre de 5 hijos cuya obsesión es el trabajo que efectúa como responsable coordinador de una empresa que gestiona el transporte de mercancías entre Europa y África. Introvertido, muy poco expresivo, completamente carente de exprimir emoción e incapaz de esbozar una sonrisa en su rostro, como un buen soldado capitalista sabe muy bien que debe concentrar sus energías al trabajo que realiza cumpliéndolo con integridad. Debido a un grave inconveniente que se produce cuando uno de los barcos transportadores descubre que hay un polizón a bordo, Frank a fin de que la mercadería perecible llegue a destino sin contratiempo alguno adopta una grave decisión que causa su despido de la compañía. Como consecuencia de lo acontecido, este duro individuo tratando de no menoscabar su autoestima oculta la verdad a su familia simulando por un tiempo que él sigue en su diario empleo. Después de varias semanas de ficción su mujer y sus hijos mayores llegan a imponerse de la situación, salvo su hija menor Mathilde (Adèle Bochatay); es precisamente a través de esta niña que Frank comenzará a vislumbrar su vida de manera diferente.
La acertada puesta escénica de Russbach es funcional al personaje descripto que logra en Gourmet al actor ideal. El popular intérprete se sumerge plenamente en la personalidad de un antihéroe de escasas palabras y poco comunicativo quien habiendo estado toda su vida alienado en su trabajo al precio de haber dejado a su familia en segundo lugar, comprende tardíamente que eso lo ha ido deshumanizando. Sin duda, este drama pesimista pero de sólidos valores merece su visión aunque solo fuese por la magnífica actuación de Gourmet.
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