HABLEMOS DE CINE
HABLEMOS DE CINE
Por Jorge Gutman
Con más de 30 títulos en su haber, el prolífico realizador británico Nick Broomfield aborda en este documental la trayectoria del popular músico canadiense Leonard Cohen, fallecido en 2016, y su amante Marianne Christine Ihlen.
Para este documental Broomfield se valió de un importante material de archivo donde se tiene oportunidad de oír los comentarios de ambos personajes como así también efectuó entrevistas a una decena de cabezas parlantes que tuvieron directa relación con el artista. Si bien, el film no agrega mucho más a lo ya conocido en lo concerniente al Cohen cantautor, lo cierto es que hay algunos aspectos específicos de su vida personal que brindan especial interés al relato.
Procedente de una familia aristocrática judía de Montreal, en 1960, a los 26 años de edad el joven Leonard se sintió inclinado a escribir poesías y novelas de ficción. En un viaje realizado a Europa, en la hermosa isla griega de Hydra conoce a la atractiva noruega Marianne de 25 años viviendo en ese lugar junto a su pequeño hijo Axel Jr. después de haber sido abandonada por su marido, el autor noruego Axel Jensen. El flechazo surgido de inmediato entre ellos generó una intensa relación sentimental que se prolongó durante 7 años. En ese ambiente paradisíaco combinando amor libre, con el consumo de ciertas drogas y la música reinante Cohen atraviesa un período feliz de su vida a pesar de tener dificultades para escribir una de sus novelas –Beautiful Losers– que no tuvo buena recepción crítica cuando se publicó en 1966. Ese año es cuando viaja a Nueva York en busca de nuevas posibilidades creativas que ciertamente habrá de lograr; así, el entonces poeta efectúa su transición de novelista a músico, impulsado por la cantante americana Judy Collins, alcanzando un gran suceso como cantante, compositor y letrista en actuaciones personales como también mediante su primer álbum lanzado al mercado en 1967.
Curiosamente, aún cuando la pasión hacia Marianne se va apagando al estar residiendo en diferente lugar, la influencia de esta mujer no se desvaneció y es así que dos de sus composiciones, So Long, Marianne y. Bird on the Wire han sido inspiradas por ella y a quien se las dedicó.
El film destaca los grandes éxitos de Cohen como compositor y cantante donde su canción Hallelujah dada a conocer en 1984 ha sido y sigue siendo la más popular, la vida bohemia con su gran apetito por las mujeres y escapadas sexuales, sus altibajos profesionales repercutiendo en estados de depresión, los 5 años de recogimiento espiritual (1994-1999) transcurridos en un monasterio budista de California sin haber renegado de su fe judía, la pérdida de 5 millones de dólares debido al desfalco realizado por la manager que administraba sus fondos y su retorno triunfal al escenario a comienzos de este siglo. A todo ello a pesar de la distancia y el tiempo transcurrido prosigue la novela de amor episódica de Marianne y Leonard.
El momento más emocionante del documental es cuando Marianne, gravemente enferma en víspera de su inminente muerte acaecida en julio de 2016, recibe un telegrama de Leonard con palabras de amor diciéndole: “Yo nunca he olvidado tu amor y tu belleza. Pero tú sabes que no tengo que agregar nada más. Que tengas un viaje seguro, mi vieja amiga. Ya nos encontraremos en el camino. Amor y Gratitud. Leonard”. Todo hace pensar que tres meses después ambos llegaron a reencontrarse en el más allá.
Con este buen documental Broomfield brinda una mirada intimista, melancólica y nada convencional de un gran artista que a pesar de su incapacidad en mantener una relación permanente con una mujer, encontró una musa en su camino que permaneció vigente durante el resto de su vida.
THE LAST BLACK MAN IN SAN FRANCISCO. Estados Unidos, 2018. Un film de Joe Talbot
En su ópera prima el realizador Joe Talbot describe el gran afecto que siente un hombre por la casa en que pasó su infancia.
El relato se desarrolla en San Francisco en el distrito de Fillmore que durante gran parte del siglo pasado estuvo poblado por gente de raza negra; es allí donde el afroamericano Jimmie (Jimmie Fails) vivió hasta los 6 años con su padre (Rob Morgan) en una amplia residencia de estilo victoriano que según sus recuerdos fue construida por su abuelo en 1946. Con el paso del tiempo la casa fue perdida por su progenitor y quedó prácticamente desierta hasta que nuevos dueños la volvieron a habitar.
Actualmente Jimmie vive con su mejor amigo Mont (Jonathan Majors) y el abuelo inválido (Danny Glover) de este último en una casa venida a menos situada en un sector decadente de la ciudad. A pesar del tiempo ido, en compañía de Mont él suele visitar el barrio en que vivió y que ahora está poblado por ricos propietarios blancos debido al proceso de gentrificación que ha tenido lugar. En esa zona Jimmie concentra su atención observando la emblemática mansión de su infancia donde preso de un sentimiento de profunda nostalgia y amor por esa residencia desearía con alma y vida volver a habitarla; mientras tanto, sin permiso alguno de los que viven en ella, se dedica a pintar parte de los exteriores de la misma como así también regar su jardín.
Cuando un episodio inesperado motiva a que los actuales moradores se vean forzados a desalojar la residencia, una vez desocupada Jimmy penetra en su interior con Mont y al recorrer sus habitaciones melancólicamente rememora los años de su niñez; en consecuencia, con el ardiente deseo de recuperar la mansión -hoy día valorada en 4 millones de dólares- urde un plan audaz para lograr su objetivo.
Talbot, de raza blanca, quien también vive en San Francisco, ha mantenido una amistad de larga data con Fails y es por eso que no resulta extraño que se haya inspirado en esa relación para escribir el guión en colaboración con Rob Richert, reflejando a través de la ficción un bosquejo autobiográfico de los hechos relatados.
Aunque su tema es interesante, la objeción que merece este film es su endeble guión que con una duración de dos horas en ciertas instancias se vuelve monótono. En todo caso Talbot da muestra de su talento en su puesta escénica donde mediante una narrativa poco convencional ofrece una visión surrealista a la vez que poética de San Francisco. Con muy buenas actuaciones de Fails y Majors, el film transmite afectivamente el inusual romance entre un individuo y la casa donde transcurrió los primeros años de su existencia.
WILD ROSE. Gran Bretaña, 2018. Un film de Tom Harper
Wild Rose es una atrayente comedia dramática que a la vez que vivificante permite apreciar las excelentes condiciones de la actriz y cancionista irlandesa Jessie Buckley en un papel que le viene como anillo al dedo.
La música country que predomina en muchas comunidades del corazón de Estados Unidos, con su particular y cálido condimento regional expresado a través de sus canciones, encuentra apropiado eco en el buen relato efectuado por el realizador Tom Harper basado en el eficaz guión de Nicole Taylor. Aunque lo que se ilustra ya ha sido tratado en múltiples ocasiones por el cine, lo que aquí importa es la muy satisfactoria forma en que la historia es narrada a través de personajes bien delineados y la fácil comunicación establecida entre los miembros del elenco y el público asistente.
Su protagonista es Rose-Lynn Harlan (Buckley), una impetuosa chica de 23 años viviendo en Glasgow quien es madre soltera de Wynonna (Daisy Littlefield) de 9 años y de Elliot (James Harkness) de 5 años. Al comenzar el relato, en estado de libertad condicional viene saliendo de la prisión donde permaneció durante un año purgando un delito por tenencia de estupefacientes; en tal condición se dirige a la casa de su madre Marion (Julie Walters) quien cuidó de los niños durante su ausencia; el encuentro de ella con los chicos, sobre todo con Wynonna, no es de lo más cordial al sentirse resentidos por la ausencia maternal.
Lo que Rose-Lynn anhela es poder abrirse camino como cancionista de la música country dada su afinidad con la misma además de su aptitud de buena vocalista y aspirando a que algún día pueda triunfar en Nashville, la capital americana de este género musical, pero en primer lugar lo más importante es conseguir un empleo; ella finalmente lo logra como empleada de limpieza de Susannah (Sophie Okonedo), una mujer inglesa casada con dos hijos y de buena posición económica, a quien le oculta su pasado penal y de que es madre de dos niños.
Cumpliendo su tarea, Rose-Lynn suele entonar algunas de sus canciones preferidas que al ser escuchadas por Susannah y sus hijos quedan entusiasmados con su sensible y agraciada voz; es así que esta noble patrona hace todo lo que está a su alcance para que Rose-Lynn pueda desplegar sus condiciones artísticas con la esperanza de alcanzar su ansiada meta en Nashville. Sin embargo, no todo será sencillo para ella debido a la dificultad de lograr el equilibrio de ser una buena madre para sus hijos y a la vez trabajar como artista considerando que requiere estar frecuentemente separada de ellos.
Aunque la historia con su emotivo desenlace resulte predecible, en este caso ese hecho no afecta la eficacia del film dado que además de su amena narración, cautiva la visceralidad, carisma y arrolladora simpatía de Buckley, la siempre veterana presencia de Julie Walters, como así también la genuina participación de Okonedo caracterizando a la mujer que logra cimentar una sincera amistad con la cantante. Con las tonificantes canciones y una excelente banda de sonido supervisada por Jack Arnold esta agradable historia de un sueño convertido en realidad infunde un estimulante optimismo a la vez que constituye un merecido homenaje a la bella música country americana.
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