SORRY WE MISSED YOU. Gran Bretaña-Francia-Bélgica, 2019. Un film de Ken Loach
SORRY WE MISSED YOU. Gran Bretaña-Francia-Bélgica, 2019. Un film de Ken Loach
Por Jorge Gutman
Después de haber obtenido su segunda Palma de Oro en 2016 con I, Daniel Blacke, el veterano realizador Ken Loach, siempre acompañado de su excelente guionista Paul Laverty, describe en Sorry We Missed You una conmovedora historia.
Apelando a una narración realista, el realizador ilustra las injusticias experimentadas por gente común y sencilla que no tiene escapatoria frente al estado de situación en que se encuentra para poder sobrevivir. Esa situación se ejemplifica a través de una familia proletaria que vive en Newcastle e integrada por Rick (Kris Hitchen), su esposa Abby (Debbie Honeywood) y sus dos hijos Seb (Rhys Stone) de 15 años y Liza Jane (Katie Proctor) de 11.
Habiendo perdido su trabajo en la construcción y viviendo día a día con lo que se puede, Rick aspira a lograr un nivel de vida superior que le permita tener una casa propia para dejar el dilapidado lugar habitacional donde reside con su familia y ofrecer a sus hijos un futuro mejor; por su parte su abnegada mujer prosigue la noble tarea de servidora social ofreciendo magnánimamente ayuda a discapacitados y ancianos.
Debido a una franquicia que Rick obtiene para el despacho de mercadería a domicilio él logra que su mujer venda su pequeño vehículo para que a cambio pueda adquirir una camioneta para poder transportar los repartos; es así que cree haber concretado su autonomía mediante un trabajo donde él es su propio empleador. Sin embargo, la independencia que deseaba alcanzar resulta ficticia en la medida que está despiadadamente sometido por la compañía concesionaria a tener que cumplir con el despacho de los paquetes en un espacio de tiempo extremadamente reducido. A pesar de que Abby trata de templar los ánimos frente a la deshumanización y humillación que su marido experimenta diariamente, cada vez resulta más difícil mantener la concordia familiar frente a la situación imperante; el hecho tiende a agravarse debido al comportamiento de Seb que faltando a la escuela para dedicarse a realizar grafitis efectúa pequeños robos a fin de disponer del dinero que le permita comprar la pintura necesaria.
Si bien el cuadro descripto es evidentemente sombrío, Loach trata de atenuarlo con algunas notas de humor; en todo caso a pesar de su negrura el film no es fatalista dado que deja la puerta abierta demostrando cómo la sólida unión del lazo familiar adquiere sustancial gravitación para alentar esperanzas.
Como en todos los trabajos del realizador, resulta fácil de empatizar con el sentimiento de sus personajes porque los mismos están perfectamente caracterizados por un elenco remarcable; así es admirable la naturalidad de Hitchen quien habiéndose desempeñado anteriormente como plomero demuestra que nunca es tarde para ser actor si se reúne condiciones naturales como las que él posee; Honeywood conmueve en el rol que interpreta, Stone es genuinamente auténtico como él díscolo hijo rebelde y finalmente es encomiable la intervención de Proctor como la pre-adolescente Liza Jane que se esfuerza por mantener la armonía de su familia.
En esencia, Loach prosigue su tarea de remarcable visionario social brindando un vibrante retrato de la clase humilde que batalla para seguir adelante; al hacerlo provee un film de gran humanidad y compasión por lo que resulta imposible no conmoverse con el mismo.
CORPUS CHRISTI. Polonia-Francia, 2019. Un film de Jean Komasa
Un sombrío film que se presta a diferentes lecturas es el que se aprecia en Corpus Christi de Jan Komasa. El director no deja de ser ambicioso al considerar el delicado tema de la fe a través de un acontecimiento real, aunque cambiando algunas situaciones y personajes.
El guión de Mateusz Pacewicz se centra en Daniel (Bartosz Bielenia), un convicto de 20 años de edad que ha sido encarcelado en un centro de detención juvenil en algún lugar no especificado de Polonia; desde sus primeras imágenes se puede apreciar el clima de violencia existente detrás de las rejas. A pesar del medio que lo rodea, este joven católico manifiesta un profundo sentimiento de religiosidad que esencialmente lo demuestra en una escena en que tiene lugar un servicio religioso donde en estado de gracia canta con angelical voz el salmo “El Señor es mi Pastor“.
Previo a su liberación en libertad condicional le manifiesta al padre Tomasz (Lukasz Simlat), el párroco de la prisión, su deseo de devenir cura; sin embargo, el sacerdote le disuade de esa idea porque debido a sus antecedentes delictivos ningún seminario habrá de aceptarlo, sugiriéndole en cambio que acepte un trabajo en una carpintería cercana; después de hacerlo, Daniel deja su empleo y arriba a un pequeño pueblo de la campaña donde favorecido por circunstancias fortuitas adopta la identidad de un cura, afirmando que él ha sido ordenado en Varsovia; así a los pocos días reemplaza al anciano vicario local (Zdislaw Wardejn) quien por razones de salud debe dejar el púlpito temporariamente. Aunque al principio inquieto, Daniel logra improvisar sermones que aprendió del padre Tomasz y a través de Google se impone de ciertos rituales que debe seguir. Además de las misas ofrecidas a los aldeanos sin despertar sospecha alguna, sirve asimismo como un factor catalizador tratando de aliviar el dolor de la comunidad que vive los efectos de una tragedia en la que siete jóvenes fueron muertos en un accidente de automóvil.
Con la excelente composición que Bielenia logra de su personaje, resulta fácil simpatizar con la suerte del impostor quien persiguiendo una senda espiritual es lo único que le resta en vida para que Dios le brinde una segunda oportunidad. En tal sentido, la historia aquí propuesta no es muy diferente de quienes tratando de eliminar aspectos vergonzosos del pasado tratan de encontrar en la religión el camino para liberar sus conciencias.
A través de una pulcra realización, Komasa obtiene un relato honesto a pesar de que deban dejarse de lado algunos aspectos del mismo que resisten credibilidad. En la medida que la impostura reflejada por el protagonista ha ocurrido realmente, el film permite especular sobre la posibilidad de que alguien desprovisto de las enseñanzas suministradas en varios años de seminario pueda llegar a sensibilizar profundamente a parroquianos fuertemente apoyados por su fe religiosa.
Con un final que no conviene revelar, esta compleja historia lúcidamente narrada permite reflexionar acerca del comportamiento de fieles creyentes que mantienen la convicción de que la expiación de la culpa puede alcanzarse a través del sacrificio, dolor y la redención espiritual.
EMMA. Estados Unidos-Gran Bretaña, 2020. Un film de Autumn de Wilde.
Una vez más llega a la pantalla Emma basada en la novela homónima publicada en 1815 de la bien conocida escritora británica Jane Austen. Habiendo sido objeto de varias versiones cinematográficas, no se justifica este último traslado al cine, sobre todo teniendo en cuenta que no alcanza el nivel decididamente superior de Clueless de 1995 con Alicia Silverstone y el de Emma de 1996 protagonizado por Gwyneth Paltrow. En este caso Autumn de Wilde, una renombrada fotógrafa y realizadora de video clips, en su ópera prima rescata lo esencial del libro pero sin aportar algo diferente.
La adaptación realizada por la novelista Eleanor Catton ubica la acción en la Inglaterra rural de de la época pre victoriana de principios del siglo 19, enfocando a Emma Woodhouse (Anya Tailor-Joy); ella es una joven rica, atractiva, inteligente y presuntuosa de 20 años que más se preocupa en oficiar de casamentera para terceros que interesarse por su propia vida sentimental. Así viviendo con su viudo e hipocondríaco padre (Bill Nighy) por el momento no siente la necesidad de estar ligada a pretendiente alguno.
Después de haber oficiado de mediadora en el casamiento de su institutriz Taylor (Gemma Whelan) con el señor Weston (Rupert Graves), ahora su propósito es el de buscarle candidato a su amiga y protegida huérfana Harriet Smith (Mia Goth); cuando ella se decide por Martin (Connor Swindells), un granjero local, Emma la disuade para que se incline en cambio por Elton (Josh O’Connor) el vicario de la región, que a su vez se siente atraído por Emma.
En los meses que siguen nuestra heroína llegará a infatuarse con el millonario y galante Frank Churchill (Callum Turner) quien se encuentra de visita en Londres pero él está secretamente comprometido con Jane Fairfax (Amber Anderson).
A través de estos galanteos con amoríos no correspondidos, Emma irá adquiriendo mayor sabiduría y humildad para finalmente alcanzar su propio destino sentimental con su cuñado George Knightley (Johnny Flynn), el apuesto caballero y amigo de larga data que siempre estaba a su lado y gustando de ella.
Como comedia de época, el relato dista de ser profundo; así no considera la temática social del período en que transcurre, dejando de lado las diferencias de clase para centrarse únicamente en los vericuetos románticos de sus personajes. En esencia, el film se deja ver sin mayor excitación debido a una trama nutrida de demasiadas idas y venidas que no siempre mantiene interés.
A su favor, el film adquiere inusitada belleza gracias a la magnífica fotografía de Christopher Blauvelt captando los escenarios en que transcurre la historia; también resulta elogiable los diseños de producción de Kave Quinn brindando una magnífica reproducción de época. En cuanto al elenco, Taylor-Joy logra el justo tono como la mimada y consentida joven que mediante su educación sentimental finalmente aprende a involucrarse en lo suyo y no inmiscuirse más en las vidas ajenas; por su parte Goth en la caracterización de su personaje, sin duda el más agradable, conquista la simpatía del público.
DONNE-MOI LES AISLES / SPREAD YOUR WINGS. Francia, 2019. Un film de Nicolas Vanier.
Plena de buenos sentimientos, Donne-moi les ailes además de describir una cálida relación paterno-filial, es al mismo tiempo loable en su propósito de abogar por la preservación de las especies.
Basado en la verdadera y sorprendente historia de Christian Moullec, el director Nicolas Vanier adaptó su novela homónima con la colaboración de Lilou Fougli, Matthieu Petit y del propio Moullec. El relato presenta a Christian (Jean-Paul Rouve), un visionario científico y ornitólgo que habiéndose instalado en una granja de Camargue, en la Provenza de Francia, estudia la migración de los gansos. Aprovechando sus habilidades de aviador y al margen de la legalidad él desea poner a prueba un audaz plan; el mismo consiste en habituar a gansos salvajes que allí se encuentran quienes al ruido de su ultraligero (ULM) puedan volar en escuadrilla sobre una nueva ruta migratoria protegida de peligros a fin de encontrar un lugar donde puedan anidar tranquilamente. Simultáneamente el adolescente Thomas (Louis Vazquez) a instancias de su madre (Mélanie Doutey) divorciada se encuentra obligado a pasar sus vacaciones de tres semanas con Christian, su padre, donde seguramente él cree que habrá de aburrirse. Sin embargo, a pesar de haber dejado su teléfono celular y los juegos de video de lado, al entrar en contacto con su progenitor, gradualmente comienza a interesarse en el inverosímil proyecto para que finalmente, en un esfuerzo conjunto, puedan comenzar a implementarlo.
De este modo comienza la gran aventura, no exenta de peligros, del vuelo en el ULM en la ruta de Camargue a Noruega para finalmente lograr el propósito perseguido. Con una sencilla y efectiva narración Vanier permite al público compartir con sus personajes una expedición aérea captada maravillosamente desde las alturas y acompañada de gansos que ven a Thomas como su gran amigo.
Además de resaltar la importancia ecológica, el film considera los valores de la familia ilustrando el tierno vínculo generado entre padre e hijo al embarcarse en un acto tan loable como la protección de las aves en peligro de extinción. Es así que en los créditos finales se destaca que 420 millones de aves han desaparecido en las últimas tres décadas.
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