La mafia es inmune al virus
La mafia es inmune al virus
Los clanes del sur de Italia aprovechan la crisis para ganar apoyos repartiendo comida y dinero, pero algunos vecinos se organizan para prevenirlo
Un asesinato en Agrigento (Sicilia). Un barco en Calabria con 600 kilos de coca o un fugitivo apresado después de una larga huida mientras iba a hacer la compra con la mascarilla y guantes. Minucias para el ritmo habitual. Pero la actividad principal de los clanes mafiosos estos días en Italia consiste en reposicionarse, ganar apoyos y buscar nuevas formas para dar lustre al dinero que volverá a raudales cuando la crisis sanitaria escampe. La policía ha sorprendido ya en Calabria y Sicilia a familiares y miembros de mafias repartiendo bolsas de la compra entre algunos vecinos. Mientras no llegan las ayudas anunciadas por el Gobierno de Giuseppe Conte, las mafias se infiltrarán en el tejido social, coinciden las fuentes judiciales y policiales consultadas. Abundan ya también los préstamos, empresarios con el agua al cuello que necesitan contante. “Ahora todo son facilidades”, señala un alto mando de los carabinieri en Trapani. Los clanes tienen líquido. Cuando la crisis quede atrás, pasarán cuentas.
El confinamiento tiene algunos maestros que lo practicaban desde mucho antes de que el mundo supiese lo que es un coronavirus. Nicola Gratteri, fiscal jefe de Catanzaro y quizá el máximo experto del mundo en la ‘Ndrangheta, la mafia más poderosa de Italia, con más de 30.000 afiliados solo en Calabria y capaz de facturar unos 43.000 millones de euros anuales, teme lo peor. “El objetivo de la élite de la ‘Ndrangheta no es solo enriquecerse, sino gestionar poder. En el sur hay miles de personas que han trabajado en negro siempre y han ganado máximo 40 euros al día… Ese dinero se ha esfumado. El Estado está preparando una inyección que llegará en pocos días, pero mucha gente tiene necesidad y acepta encantada la compra pagada por el capo de turno. También ayudas de 300 o 400 euros. Para ellos no es nada, para el pobre es todo. De ahí surge el modelo del hombre poderoso, que podrá pedir el voto a su candidato cuando haya elecciones”. Toca sembrar.
Las recesiones son oportunidades perfectas para las mafias, advierten el jefe de la Policía de Italia, Franco Gabrielli, y el fiscal general antimafia, Federico Cafiero de Raho. La crisis evapora el dinero líquido. Y organizaciones como la‘Ndrangheta, cuya principal fuente de ingresos es el tráfico de drogas, lo tienen a raudales, recuerda Gratteri. “Buscarán prestar dinero a usura a empresarios. A intereses bajos, para competir con los bancos. La gente irá a buscarles: hoteleros, restauradores. El objetivo del usurero mafioso es arrebatarles esa actividad comercial cuando poco a poco suba los intereses y el empresario no logre pagar. Una vez sustraída, el mafioso la usará para lavar dinero. Así funciona. Para esto servirá este periodo”.
Sucede en Calabria. Pero también en Sicilia y en los callejones del centro de Nápoles. Cuando el Estado da un paso atrás, los clanes devoran el territorio. Las tres regiones están a la cabeza en pobreza y economía sumergida con cifras de alrededor del 20% de su riqueza, según el Instituto de Estadística Italiano (ISTAT). Son miles de familias sin prestación alguna en estos tiempos. El Gobierno ha prometido 400 millones de euros a los ayuntamientos para bonos de compra, pero el sistema es lento y la burocracia, mortal para el tejido social. En Palermo y en Nápoles proliferan las denuncias por asaltos a supermercados.
Algunos vecinos, dirigidos por la asociación Liberi di Volare y la Fundación San Gennaro, se han organizado para repartir comida a familias con necesidades en Nápoles. Es otra manera de evitar la infiltración de clanes. Davide Marotta forma parte del escuadrón que distribuye unos 350 paquetes de comida semanales y cheques para la compra en el barrio napolitano de Sanità. “Quien recibe ayuda, muchas veces, no piensa si es de alguien que mata o vende droga. El hambre es hambre. Nápoles ya estaba llena de problemas antes del coronavirus. El Estado está ausente en estas zonas, y la camorra a menudo lo sustituye. El único mercado que no para es el ilegal. Y utilizan el viejo método del clientelismo político. Lo que hacemos nosotros es para ocupar ese espacio”, señala al teléfono el único día que descansan.
Leoluca Orlando, alcalde de Palermo, que fue uno de los primeros en alertar del incendio social que llegaba a las calles de su ciudad, lo resume así. “Cuando uno está enfermo y el médico no llega, termina acudiendo al curandero. Debemos evitar que llamen a la puerta estos falsos médicos. Los mafiosos están alimentando el malestar social para transformar a los nuevos pobres en correos de droga, esclavos. Solo el dinero público es la alternativa al dinero mafioso. Y esto vale en todo Italia, también en el Norte”. Y hoy todo sucede a oscuras.
La pandemia complica el trabajo de investigación, explica uno de los fiscales con más peso en la lucha antimafia en Palermo, que pide anonimato. “En este momento los puntos de escucha, los lugares que estaban intervenidos con micrófonos, sus escondites ya no están dando demasiados frutos porque no los frecuentan. Los coches están parados, en los domicilios estando en familia no siempre se consigue tener información porque hay más ruido y las conversaciones son de otro tipo. Menos se mueve, menos visibles son los encuentros y menos información tenemos nosotros”, apunta. Un alto mando policial experto en Cosa Nostra matiza algo la situación. “Es más difícil para todos, para ellos que dan cobertura y logística a la distribución de droga, y para nosotros, que debemos seguirles y no podemos camuflarnos entre los coches y la gente”.
La covid-19, sin embargo, corroe a la parte débil de la mafia. La que necesita el ruido para vivir en silencio. Grandes fugitivos, como el capo de la Cosa NostraMatteo Messina Denaro, fugado desde hace 26 años, tienen hoy más complicado esconderse. “Son como ballenas. Viven sumergidos y de vez en cuando tienen que salir a la superficie a respirar. Les cazaremos cuando lo hagan… o morirán ahogados”.
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