EVALUACION DE LOS FILMES PRESENTADOS EN EL TIFF 2020
EVALUACION DE LOS FILMES PRESENTADOS EN EL TIFF 2020
Por Jorge Gutman
(Segunda Parte)
A pesar de los obstáculos impuestos por la desafortunada pandemia existente, esta 45ª edición del TIFF culminó exitosamente el sábado pasado, especialmente por una programación que aunque reducida exhibió un considerable nivel de calidad.
De los premios que suele adjudicar esta muestra, el que más trasciende es el People’s Choice Award (Premio del Público). En esta ocasión Nomandland de Chloe Zhao fue considerado como el mejor film de ficción. Por su parte, Inconvenient Indian de Michelle Latimer fue premiado como el mejor documental; este buen film canadiense que examina la colonización de la comunidad autóctona de Norteamérica será objeto de comentario crítico en ocasión del festival de cine documental que tendrá lugar en Montreal en el mes de noviembre.
En su debut como realizador Wang Jing relata en The Best Is Yet To Come (China) una historia de ficción basada en un hecho que aconteció con Han Fudong, ex jefe reportero de Southern Metropolis Daily.
Más de una vez el cine consideró la tarea emprendida por denodados periodistas cuya mayor preocupación es relatar la verdad de lo que testimonian. En esta oportunidad el sólido film del novel cineasta va más allá de lo aguardado cuando la “verdad” entra en conflicto con un pernicioso sistema legal.
El relato gira en torno de Han Dong (White K), un joven aspirante a periodista que deja su hogar provincial para llegar en 2003 a Beijing donde ansía conseguir un empleo pertinente a su vocación. Después de algunos esfuerzos realizados para obtenerlo logra llamar la atención de Huan Jiang (Zhang Songwen), un veterano hombre de prensa y jefe de un importante matutino local, quien habiendo leído algunos de sus artículos le ofrece una pasantía aunque sin remuneración alguna; Han, apoyado por su enamorada Xiao Zhu (Miao Miao), acepta la oferta alentando la esperanza de que el diario posteriormente lo contrate.
Después de haber exitosamente contribuido en la publicación de un informe acerca de un desastre minero, Han es asignado para efectuar una minuciosa investigación en torno de fraguados certificados de salud concedidos a quienes han sido portadores del virus de hepatitis B a pesar de ser asintomáticos. Cuando completa su informe con evidencias concretas sobre el fraude producido por los médicos, llega a constatar que la artimaña de la falsificación surge a causa de que muchas personas que han acarreado el virus sin causar daño alguno han sido injustamente discriminadas al no poder tener acceso a la universidad como así también al haber perdido buenas oportunidades empleo, tal como aconteció con su mejor amigo Zhang Bo (Song Yang). Es allí donde el idealista e íntegro periodista arriesga su puesto laboral porque prefiere no publicar un hecho que aunque veraz produce una lamentable injusticia social.
Con gran minuciosidad el director efectúa una auténtica ilustración sobre lo que acontece en la sala de redacción de un periódico con las metas que deben ser cumplidas sin dilación y la necesidad de publicar una primicia antes que lo haga la competencia. Pero lo más importante es el buen relato que efectúa sobre un sistema institucional que marginalizó a inocentes ciudadanos y que según se anuncia en los créditos finales, en 2010 se aprobó una ley que prohibe los tests de hepatitis B previo a la contratación de un empleado como asimismo para las solicitudes de admisión escolar. El optimista final se asocia con el título del film en donde “lo mejor está aún por venir”.
I am Greta (Suecia) es uno de los más fascinantes documentales que el TIFF incluyó en su programación. Su nombre responde a la remarcable activista ambiental Greta Thunberg, una figura que a la hora actual es mundialmente conocida por razones bien justificadas.
Antes de pasar al contenido de este meritorio documento realizado por Nathan Grossman, es necesario aclarar que Greta está afectada por el síndrome de Asperger, que generalmente se caracteriza por las dificultades en la interacción social por parte de quien lo experimenta. Sin embargo, esta prodigiosa adolescente no refleja inconveniente alguno teniendo en cuenta que su mensaje llegó al mundo entero.
Grossman, gratamente sorprendido por la personalidad de Greta de solo 15 años de edad, decidió encararla a través de este film siguiendo sus pasos por espacio de un año en todos sus viajes, además de haber reflejado algunas facetas personales al margen de los encuentros con dignatarios y exposiciones efectuadas.
Todo comienza en agosto de 2018 con la huelga escolar que ella realiza por la campaña ambiental ubicándose en el exterior del edificio del Parlamento de Suecia en Estocolmo y culmina en septiembre de 2019 con su encendido discurso de protesta pronunciado en Nueva York en el recinto de las Naciones Unidas. Durante ese período su militante activismo abogando por el cambio climático y urgiendo a los líderes del mundo para que salven el planeta Tierra motivó a que millones de personas la sigan.
Lo que llama la atención es la seguridad y naturalidad con que ella se desenvuelve contestando a las preguntas formuladas por el presidente de Francia, el Secretario General de las Unidas, el Papa Francisco, así como su presentación en la sede de la Unión Europea y la espontánea relación mantenida con los cientos de periodistas que la abordan. Asombra igualmente su exigencia en la preparación de sus textos donde no admite error ortográfico alguno.
En todo el periplo realizado se la ve acompañada por su padre Svante donde en algunos casos la recrimina por la falta de atención que presta a su escasa alimentación, como así también por su alienada devoción por el futuro del planeta. En tal sentido, el documental capta el lado frágil de esta heroína reflejando el desgaste emocional que sufre, pero su inquebrantable convicción por la lucha emprendida la impulsa a continuar su misión.
El documental además de considerar a los fervientes simpatizantes de Greta también incluye a quienes se le oponen tratando de desacreditarla o menospreciarla como acontece con los presidentes de Estados Unidos y Brasil así como por parte de Fox News.
Como bien afirma Greta no valen únicamente los firmes discursos de los estadistas suministrando recomendaciones para combatir la crisis climática sino que lo que importa es implementar esa acción para que las futuras generaciones puedan respirar un aire más puro.
Los enormes incendios que recientemente ocurrieron en California y Australia afectando los cambios climáticos del planeta justifican plenamente la realización de este esmerado documental ofreciendo el mensaje de esta admirable adolescente.
Después de haber obtenido en 2016 el premio mayor en el festival de Berlin con su documental Fuocoammare considerando la situación de desesperados migrantes del norte de África que en abarrotados botes tratan de llegar a la costa de la isla de Lampedusa en procura de libertad, Gianfranco Rosi retorna con Notturno (Italia-Francia-Alemania). En este documental filmado en las fronteras de Iraq, Siria, Kurdistán y El Líbano durante un período de 3 años, el realizador trata de captar los diferentes estados anímicos que nutren a quienes viven y sufren el horror de los conflictos bélicos que azotan a esa región.
El tratamiento empleado elude la narración en off limitándose a presentar una serie de viñetas sin que se mencione específicamente el lugar en las que transcurren. Entre otras escenas se observa a madres que lloran por la muerte de sus hijos asesinados, un pescador navegando con su bote mientras resuenan los estruendos de bombardeos, dos jinetes galopando a través de calles semivacías y a un cantante callejero vestido por su mujer antes de dejar su hogar cantando para Allah. Si bien todo ello está expuesto en bellísimas imágenes, el director no ofrece explicación alguna dejando que el público extraiga sus propias conclusiones.
En ese contexto existen dos especiales momentos que proveen legítima emoción. Uno de ellos transcurre en un hospital psiquiátrico en el que sus pacientes ensayan una obra escrita por un doctor con temas vinculados a los problemas que afligen a la zona. En otra escena que transcurre en un aula de clase se contempla a niños que habiendo sufrido la violencia del ISIS expresan sus sentimientos a través de sus dibujos.
Globalmente considerado, el director ha realizado un documento contemplativo ilustrando la vida cotidiana en ese conflictivo lugar del mundo aunque curiosamente no alcanza a gravitar como debiera; una mayor fuerza e intensidad dramática de lo expuesto habría coronado este honesto esfuerzo de manera más productiva.
Una de las más agradables sorpresas de un festival es cuando se descubre nuevos valores capaces de revitalizar la cinematografía. En este caso Suzanne Lindon, de apenas 20 años es toda una revelación como directora, guionista y protagonista de su primer largometraje Seize Printemps (Francia).
Lindon da vida a su alter ego Suzanne, una adolescente de 16 años un tanto tímida y retraída proveniente de una familia de clase media que vive en París. Bien querida por sus padres (Frédéric Pierrot y Florence Viala) y su hermana mayor, no hay nada que en ese ámbito pueda afectarla.
Apartándose de los clásicos problemas que surgen durante la transición adolescente, en este caso la joven directora no los considera aquí sino que el factor que motoriza a su relato es la casual atracción que despierta en ella Raphaél (Arnaud Valois), un actor de 35 años a quien llegó a divisar entre su camino de la escuela hacia su hogar al pasar por la puerta del teatro donde actúa. Inducida por ella, prontamente se establece una aproximación entre ambos donde sus encuentros se producen en algunos cafés y caminatas. A través de gestos y de no muchas palabras entre los dos se establece una especial comunicación donde la diferencia de 19 años de edad que los separa parecería no existir. Para Suzanne ese acercamiento produce el primer sentimiento amoroso que brota de su cuerpo; en cuanto a él, que igualmente se enamora de ella, prefiere guardar la distancia necesaria, respetándola en todo momento y evitando que la pasión irrumpa en ese amor platónico.
Con poco diálogo, Lindon a través de observaciones precisas transmite elocuentemente la turbulencia, confusión, emoción y hasta cierto temor de Suzanne hacia una persona que más que la dobla en edad pero que la hace feliz aunque el vínculo romántico no llegue a consumarse. Con un final abierto, la inteligente realizadora demostrando una inusual madurez entrega una pequeña joya plena de ternura y poesía capaz de conformar enteramente al espectador. Siendo Lindon la hija de dos excelentes actores como lo son Vincent Llndon y Sandrine Kiberlain aquí podría aplicarse el refrán “De tal palo, tal astilla“.
La cultura de la bebida alcohólica en Dinamarca es abordada por el conocido director danés Thomas Vinterberg en Another Round (Dinamarca), una historia que pretende divertir aunque el balance final resulte discutible.
El protagonista es Martin (Mads Mikkelsen), un profesor de historia de mediana edad en una escuela de enseñanza media de Copenhague; él ha llegado a una etapa de su vida donde se siente un tanto apagado, de escaso aliciente y sin la vitalidad necesaria de antaño; eso se refleja tanto en su actividad docente como también en su vida personal dado que como marido y padre de familia no demuestra mayor interés sobre lo que acontece en su hogar.
Su vida social se centra en la amistad que mantiene con Tommy (Bo Larsen), Peter (Lars Ranthe) y Nikolaj (Magnus Millang) quienes también son profesores de diferentes cátedras en el mismo establecimiento escolar. La rutina de Martin cambia a partir de una comida con sus amigos celebrando los 40 años de Nikolaj donde el festejado les hace saber que, según la teoría sustentada por el filósofo y psicólogo noruego Finn Skårderud, los seres humanos nacen con una deficiencia de alcohol en la sangre; por lo tanto él propone al grupo realizar un experimento consistente en no restringirse en el consumo de bebidas alcohólicas, para comprobar si realmente les habrá de suministrar mayor energía y vigor en lo que emprenden. Aunque reluctante al principio, Martín acepta la propuesta y comprueba que la bebida le permite mayor frescura y entusiasmo en la relación con sus alumnos, como así también revitalizar su matrimonio con su mujer Trine (María Bonnevie).
Hasta aquí el guión de Tobías Lindholm y de Vinterberg tiene la intención de amenizar con las andanzas de 4 inmaduros sujetos que tanto en el lugar de trabajo como fuera del mismo aprovechan sus encuentros para dar rienda suelta a la bebida con excesivas dosis de vino, whisky, vodka y champán, terminando a la postre borrachos. A partir de allí el desarrollo de la trama adquiere un carácter más serio; así, las consecuencias del desorbitado consumo de alcohol repercute negativamente en Martin produciendo la separación de su cónyuge y sus dos hijos adolescentes, como al propio tiempo esa peligrosa adicción adquiere connotaciones similares para los restantes amigos donde uno de ellos sufre un dramático percance.
La objeción que merece esta historia reside en su mensaje decididamente contradictorio. Por un lado ilustra claramente los efectos perniciosos de la drogadicción alcohólica; pero por el otro pareciera ofrecer una oda a la vida donde en la escena final los estudiantes del curso celebran su graduación escolar bailando y consumiendo alcohol. En todo caso, más allá de ignorar hacia dónde Vinterberg apunta con este film -que sin mayor profundidad fluctúa entre la comedia y el drama- cabe destacar su correcta realización y su buen elenco en donde Mikkelsen asumiendo el rol protagónico reafirma una vez más que es uno de los mejores actores de Europa.
MLK/FBI (Estados Unidos) es otro de los remarcables documentales presentados por el TIFF. El realizador Sam Pollard pasa revista a una de las etapas más oscuras de la historia americana del siglo pasado ilustrando cómo el gobierno trató de desprestigiar a Martin Luther King Jr.
A partir de la desclasificación de documentos del FBI el film reconstruye magníficamente el enfrentamiento de J. Edgar Hoover, quien durante 48 años ha sido el director de dicha agencia federal de investigación, con su enemigo más temible MLK. Esa animosidad comienza en 1956 cuando Luther King, el afroamericano ministro de la fe cristiana, como decidido activista persigue de manera pacífica que sus compatriotas de color adquieran los mismos derechos civiles que los blancos sin sufrir la inhumana discriminación existente de la época.
Dada la gravitación que MLK va adquiriendo en la medida que sus prédicas alcanzan amplia resonancia en Estados Unidos, Hoover considera que Luther King es una persona peligrosa para la nación, fundamentándose en el hecho de que él está apoyado por influyentes personas de ideología comunista. A través de importante material de archivo, entrevistas con algunas personalidades académicas como el historiador Beverly Gage y en especial Clarence Jones que fuera amigo personal de King, se demuestran los métodos nefastos de espionaje empleados por el FBI para desacreditar a su adversario. Sin embargo las maniobras de la agencia no logran disminuir la popularidad de MLK que alcanza su pico máximo con su más famoso discurso “I have a dream” de agosto de 1963 en el cual expresa su deseo de que la gente blanca y negra pueda coexistir armoniosamente; ese hito unido al Premio Nobel de la Paz obtenido en 1964 motiva a que un decepcionado y alarmado Hoover tuviera que recurrir a la extorsión denunciando su infidelidad conyugal. Como es bien sabido, la vida del apóstol del pacifismo llega a su fin a los 39 años al ser asesinado en abril de 1968 por un segregacionista blanco.
Este cautivante y bien construido documental puede que para muchos no agregue mucho a lo ya conocido; sin embargo su mensaje es importante para las nuevas generaciones. Teniendo en cuenta que hoy día la violencia racial hacia el afroamericano aún perdura -basta recordar el crimen de George Floyd de mayo pasado-, este film es más que bienvenido a la vez que constituye un indirecto apoyo a la causa del loable movimiento “Black lives matter”.
Habiendo sido programada para el cancelado Festival de Cannes, es en el TIFF donde por primera vez ha sido presentada Passion Simple (Francia-Bélgica), una película voluptuosa que como su título lo anticipa se centra en una pasión.
El film está basado en la novela autobiográfica de Annie Ernaux publicada en 1992 aunque la adaptación para el cine realizada por la directora Danielle Arbid y la autora del libro ubica la acción en el momento actual.
El relato que transcurre en París introduce a Hélène (Laetitia Dosch) una profesora investigadora divorciada y madre de un hijo preadolescente que siente un irresistible deseo sexual hacia Alexandre (Sergei Polunin), un hombre más joven que ella quien se desempeña en Francia como diplomático en la embajada rusa.
No es la primera vez que el cine aborda una temática semejante pero en este caso lo objetable es la falta de descripción adecuada de estos dos personajes. Nada se sabe del pasado de Hélène, su actitud asumida en su fracasada vida conyugal como así también se ignora cómo llegó a conocer a su amante y qué es lo que incentivó su fuerte atracción. Asimismo, Alexandre con su cuerpo tatuado resulta un enigma; sólo se sabe que es casado y con su rostro completamente inexpresivo lo único que deja traslucir es el modo en que utiliza a Hélène como muñeca sexual.
A lo largo de su desarrollo Arbid trata de transmitir hasta qué punto la desenfrenada pasión de Hélène y su total dependencia hacia un hombre manipulador que nada siente por ella, la conduce a un desequilibrio emocional afectando su labor profesional y su responsabilidad maternal al descuidar a su hijo. Sin embargo el propósito de la realizadora se desvirtúa al ilustrar el vínculo amoroso de los amantes mediante repetidas y alargadas escenas de copulación rodadas en primer plano que insumiendo considerable parte del metraje llegan a producir letargo; su errática puesta escénica atenúa la atracción del relato que se encuentra agravado por un precipitado desenlace.
Lo más importante del film reside en la muy buena prestación de Dosch quien a pesar de las limitaciones del guión logra reflejar la profunda angustia y sufrimiento de una mujer que no puede dominar su enfermizo instinto sexual. Queda como balance un drama erótico de escasa convicción en el que su protagonista femenina contrasta fuertemente con el empoderamiento de la mujer embanderado por el movimiento #metoo.
Casa de Antiguidades, escrito y dirigido por Joäo Paulo Miranda Maria, es un film bien intencionado que partiendo de una premisa interesante posteriormente se bifurca desvaneciendo el potencial contenido en sus primeras escenas.
La acción transcurre en la época actual donde Cristoyam (Antônio Pitanga), un hombre negro de edad madura proveniente del norte brasileño, ha estado trabajando durante 30 años en una factoría láctea ubicada en una ciudad sureña del país y que ahora pertenece a una compañía austríaca. Debido a la crisis económica que aflige a la fábrica, él está obligado a aceptar la reducción de su salario para seguir conservando su empleo. De inmediato, el relato adopta un rumbo diferente cuando el hombre encuentra un refugio en una casa abandonada donde descubre diferentes objetos que le hacen rememorar sus orígenes y el de sus ancestros.
Miranda Maria desea transmitir la dimensión espiritual de su protagonista dentro del trauma que vive en el marco de una sociedad conservadora y prejuiciosa. Asimismo puede inferirse que el realizador quiere demostrar que el legado colonial del pasado con la intolerancia y discriminación racial por parte de los políticos de los ricos estados sureños del país hacia los habitantes autóctonos de color de las regiones del norte, sigue subsistiendo en el presente; con todo, el guión no logra encontrar el foco preciso al haber recurrido a una narración abstracta que afecta la coherencia del relato desestimulado su interés. A su favor, el insuficientemente logrado film se beneficia por sus buenos efectos visuales.
La presentación de filmes en línea del TIFF culminó con True Mothers (Japón), un conmovedor drama de la veterana realizadora japonesa Noami Kawase. Si bien el delicado tema de la adopción ya ha sido tratado por el cine, como por ejemplo lo abordó Jeane Herry en Pupille (2018), aquí Kawase lo considera desde un ángulo diferente basándose en la novela homónima de 2015 de Mizuki Tsujimura.
De manera no lineal el relato está estructurado en tres partes muy bien cohesionadas. En su comienzo se observa al matrimonio japonés conformado por Satoko (Hiromi Nagasaku), su marido Kiyokazu (Arata Lula) y el hijo Asato (Reo Sato) de 6 años. Más allá de un incidente escolar entre el niño y un compañero de escuela, se aprecia el calor de familia imperante entre sus tres integrantes. Posteriormente el guión retrocede la acción hacia atrás reseñando las dificultades del matrimonio que deseosos de ser padres se encuentran impedidos por una deficiencia espermática de Kiyokazu. Habiendo tomado nota de la existencia de Baby Baton, una organización sin fines de lucro destinada a niños recién nacidos de madres que no pueden hacerse cargo de sus hijos para ser adoptados por quienes no pueden concebir, la pareja acude a la misma y es así que con gran alegría logran adoptar a Asato al momento de nacer, teniendo todos los derechos de actuar como verdaderos padres. Volviendo la acción al tiempo actual el nudo conflictivo del relato se produce cuando de manera sorpresiva aparece en escena Hikari (Aju Makita), la joven madre biológica de Asato reclamándolo. De allí en más la historia se retrotrae nuevamente a la época en que Hikari con sus 14 años quedó embarazada de Takumi (Taketo Tanaka), un compañero de escuela, y sus estrictos padres (Tetsu Hirahara, Hiroko Nakajima) se encuentran imposibilitados de abortar la gestación por estar bastante avanzada; es así que ella es enviada a Baby Baton durante el período restante de su embarazo.
Excelentemente el film expone el gran dilema entre una madre que junto a su esposo ha brindado todo su amor al hijo adoptivo y la madre biológica que desearía no quedar eliminada de la vida de Asato. Kawase con gran sutileza logra imprimir genuina emoción a esta humana historia sobre lo que implica ser una verdadera madre así como las diferentes facetas que puede adquirir la maternidad; para ello contó con las remarcables actuaciones de Nagasaku y Makita quienes con completa naturalidad se adentran en sus respectivos personajes. De excelente factura técnica, la excepcional fotografía de Yuta Tsukinaga contribuye a realzar los valores de este ponderable drama.
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