MANK. Estados Unidos, 2020. Un film de David Fincher. 131 minutos. Disponible en Netflix
MANK. Estados Unidos, 2020. Un film de David Fincher. 131 minutos. Disponible en Netflix
Por Jorge Gutman
El realizador David Fincher siempre se ha basado en guiones ajenos lo que no le impidió lograr filmes de notable calidad, como por ejemplo lo han sido Zodiac (2007), The Social Network (2010) y Gone Girl (2014). Pero para Mank utilizó como referencia el elaborado por su padre Jack, un crítico fallecido en 2003, quien ha sido gran admirador de Herman J. Mankiewicz -apodado Mank-, el legendario guionista del excepcional film Citizen Kane (1941) dirigido por el prodigioso Orson Welles.
Todo indica que Jack Fincher se sintió impulsado a escribir el guión cuando en 1971 la renombrada crítica Paulina Kael publicó en el New Yorker el ensayo Raising Kane donde atribuye a Mank el haber sido el único libretista de la película de Welles. Al año siguiente el cineasta Peter Bogdanovich en su artículo The Kane Mutiny publicado en Esquire refutó terminantemente a Kael afirmando que Welles merece el crédito de haber sido el guionista.
En base de lo que precede los ecos de esta polémica nuevamente resurgen en esta película aunque Fincher Jr. al igual que su padre se suscribe a la posición sustentada por Kael. Si bien en principio su tema central gira en torno de quién ha sido el guionista del celebrado trabajo de Welles, hay otros importantes factores que aquí se consideran.
Antes de iniciar el relato se informa que en 1940 la productora RKO pictures, teniendo en cuenta los talentosos antecedentes del joven Orson Welles (Tom Burke) de 24 años de edad, le ofrece un contrato para realizar un film sobre el tema que quisiera y contando con los colaboradores que deseara, en donde igualmente tendría la atribución del corte final. Es así que para su segundo largometraje el gran realizador convoca a Mank (Gary Oldman), un libretista de gran ingenio que hasta ese entonces no había merecido el debido respeto a causa de su fuerte adicción al alcohol.
En la primera escena del film se ve a este personaje trasladado por John Houseman (Sam Troughton) -un empleado de Welles- a un caserón ubicado en Victorville, una localidad ubicada a 140 kilómetros de Los Ángeles, para que allí prepare el guión de Citizen Kane en un período de 60 días, con la recomendación de abstenerse por completo del alcohol. Tendido en una cama por haberse fracturado una pierna en un reciente accidente de automóvil, Mank cuenta con la asistencia del ama de llaves y enfermera Frieda (Monika Gossmann) y la secretaria estenógrafa Rita Alexander (Lily Collins) a quien le irá transmitiendo el desarrollo de su trabajo. Durante ese lapso la comunicación de Welles con el escritor se efectúa exclusivamente por teléfono a fin de imponerse sobre la marcha de la tarea asignada.
Prácticamente la mayor parte del metraje descansa en flashbacks, efectuando un recuento biográfico de Mank durante la década del 30. A través del mismo se observa la vinculación que mantuvo con poderosos productores de la industria cinematográfica incluyendo al dueño de MGM Louis B. Mayer (Arliss Howard) y su socio Irving Thalberg (Ferdinand Kingsley) así como David O. Selznick (Toby Leonard Moore), entre otros. Dentro de ese panorama y en medio de la Gran Depresión que económicamente azota al país, el relato arroja una dura mirada a la idílica meca de Hollywood: así reseña la vinculación política de MGM desacreditando al candidato socialista Upton Sinclair en la campaña electoral de 1934 para la gobernación de California, mediante la difusión de falsas noticias sobre su persona. Igualmente el guión se refiere al especial vínculo de Mank con el omnipotente empresario de la prensa escrita William Randolph Hearst (Charles Dance) y su amante Marion Davies (Amanda Seyfried); precisamente la personalidad del influyente millonario es la fuente de inspiración para componer el personaje de Charles Foster Kane..
Con una estupenda fotografía en blanco y negro de Eric Messerschmidt, el director se esmera en el encuadre para la composición de las imágenes reproduciendo en gran parte el formato empleado por Welles en Citizen Kane. Así obtiene una épica saga de los entretelones de Hollywood que principalmente será apreciada por los cinéfilos historiadores interesados en la génesis de la cinematografía sonora.
Con todo, el respetable desempeño del realizador merece algunos reparos. Así, los frecuentes flashbacks empleados, no permiten que su alambicada narración logre la cohesión necesaria para que el gran público pueda concentrarse plenamente a lo largo del metraje. El otro aspecto importante es que el proceso creativo de Citizen Kane queda relegado a un distante segundo plano; solamente se percibe en los últimos tramos del relato cuando una vez concluida la labor de Mank, se produce el encuentro físico con Welles en donde éste se apropia de la autoría del guión generando la consiguiente tensión con su autor; ese enfrentamiento terminará rompiendo la relación existente entre ambos a pesar de que los dos han sido premiados en 1942 con el Oscar al Mejor Guión.
Al margen de las objeciones apuntadas, cabe destacar el gran trabajo que Fincher logró de Oldman; superándose a sí mismo el oscarizado intérprete de Darkest Hour (2017) logra una notable caracterización del contradictorio e irremediable bebedor que se autodestruye pero al propio mantiene la lucidez para criticar vivamente al magnate Hearst. En otros papeles igualmente descuellan Seyfried, Howard, Dance, Collins y Tuppence Middleton como la paciente y tolerante esposa de Mank.
Este ambicioso film de Fincher destapando las miserias prevalecientes en la época dorada de Hollywood constituye un meritorio tributo a un gran libretista que habiendo sido injustamente dejado de lado es ahora reivindicado.
CRIP CAMP: A DISABILITY REVOLUTION. Estados Unidos, 2020. Un documental de Nicole Newnham y Jim LeBrecht.102 minutos. Disponible en Netflix
La discriminación tanto en materia racial, religiosa o sexual ha sido considerada por el cine en innumerables oportunidades; sin embargo hasta el presente muy poco se conoce sobre la situación vivida por discapacitados que han sido marginados de la sociedad. De allí que este documental dirigido por Nicole Newnham y Jim LeBrecht resulte esclarecedor a la vez que alentador.
El relato se centra en su primera parte en Jened, un campamento de verano ubicado en la región de Catskills, en el estado de Nueva York, que fue creado en 1951 para chicos discapacitados. A través de un excelente material de video filmado en 1971 se sigue los pasos de un grupo de adolescentes que se encuentran en esta colonia con diferentes tipos de discapacitación física y/o mental. En ese lugar idílico lo que importa fundamentalmente es la acción desplegada por los consejeros brindándoles estímulo para que adquieran plena conciencia de su valioso potencial como seres humanos; allí, a través de la libertad que disfrutan tanto física como emocional y apartados de todo tipo de prejuicios, adquieren por primera vez conciencia de lo que pueden brindar a un medio social que tradicionalmente los ha segregado.
El documental continúa con los comentarios que en la actualidad realizan algunos de los integrantes del grupo demostrando cómo esos jóvenes idealistas se convirtieron en tenaces activistas radicales batallando por los derechos humanos que les asisten; así, en 1977 liderados por la infatigable compañera Judy Heumann, lucharon para que el gobierno implementara la Sección 504 de la Ley de Rehabilitación de 1973 con el propósito de proteger a los discapacitados y permitirles su inclusión en actividades educacionales y profesionales. Es en 1990 que esos esfuerzos comienzan a rendir sus frutos cuando el Congreso de Estados Unidos promulga la ley Americans with Disabilities Act, sobre derechos civiles que prohibe la discriminación de personas discapacitadas en todos los ámbitos de la vida pública.
Casi tres décadas han transcurridos desde la victoria lograda por la revolución de los incapacitados. ¿Pero se trata realmente de un “triunfo”? Existe aún una percepción de la sociedad hacia esta comunidad que lamentablemente resulta difícil de modificar. Pero desde un ángulo más optimista cabe reflejar que aunque resta bastante por hacer, estos radicales activistas de la década del 70 provenientes del emblemático campamento Jened han echado las raíces para que puedan lograr una mayor comprensión y empatía del medio social que les circunda.
Globalmente considerado, Newnham y LeBrecht han logrado un muy buen documento echando luces sobre una realidad no muy difundida a la vez que resalta el empoderamiento de un sector de la sociedad que ha sido injustamente discriminado; por ese motivo, resulta auspicioso que Crip Camp haya obtenido el Premio de la Audiencia al mejor documental en el Festival de Sundance 2020.
CHRISTMAS ON THE SQUARE. Estados Unidos, 2020. Un film de Debbie Allen. 98 minutos. Disponible en Netflix
Las fiestas se aproximan a todo ritmo y a pesar de las difíciles circunstancias que el mundo atraviesa por la cruel pandemia, el espíritu navideño vuelve a evidenciarse. Por lo tanto Netflix se ha propuesto asociarse al mismo con esta fantasía musical que sin pretenciosidad alguna ha dirigido Debbie Allen. En principio, lo que atrae es la presencia de Dolly Parton, el ícono de la canción country americana, que engalana al film con 14 canciones compuestas y escritas por ella.
El guión de Debbie Allen, basado en la pieza “Christmas on the Square” ubica la acción en el ficticio pequeño pueblo de Fullerville donde sus habitantes están próximos a festejar la Navidad en la plaza central. Allí llega inesperadamente Regina Fuller (Christine Baranski), la hija del fundador de esa aldea que acaba de morir. Como heredera de las propiedades de su padre ella ha resuelto venderlas a una compañía destinada a convertir ese lugar en un gigantesco centro comercial. Es así que su arribo a la aldea altera considerablemente el ánimo de los inquilinos moradores cuando ella les presenta el aviso de evicción para la víspera de Navidad. Entre los que deberán abandonar la aldea se hallan el Pastor Christian Hathaway (Josh Segarra) y su esposa Jenna (Mary Lane Haskell) a cargo de un negocio para infantes y niños, Margeline (Jennifer Lewis), la antigua amiga de Regina que regentea un salón de belleza, Carl (Treat Williams), el ex enamorado de Regina que también está a cargo de un negocio y Mack (Matthew Johnson), un padre monoparental dueño de un bar cuya encantadora hijita Violet (Selah Kimbro Jones) está a su lado para ayudarlo. Frente a la situación planteada el Pastor convoca a sus vecinos a resistir la demanda de desalojo convirtiendo a Regina en la virtual enemiga del pueblo.
Como todo cuento navideño que debe tener un final feliz allí aparecerá un ángel (Parton) femenino que solo Regina puede ver, logrando que ella desista su actitud y pueda conquistar la simpatía de los aldeanos.
Aunque esta fábula resulta completamente predecible eso no inhibe la condescendencia del espectador en dejarse llevar. Así, el film se contempla placenteramente en la medida que imbuido de buen ritmo la mayor parte de la historia se desarrolla de manera cantada con las agradables canciones de Parton acompañadas de danzas muy bien coreografiadas por Allen; esos elementos contribuyen a que esta comedia musical resalte visualmente. En materia interpretativa, el homogéneo elenco se desempeña correctamente con la destacada participación de Baranski; ella se adueña de la villana Regina que finalmente deja asomar su bondadosa faceta comprendiendo que la Navidad es el tiempo para compartir y demostrar la generosidad humana.
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