Echando de menos a Vespasiano

Echando de menos a Vespasiano

A los lectores que no tengan ninguna conexión italiana probablemente les será difícil ubicar esta ciudad-balneario en la costa italiana del Adriatico. Rímini es conocida como una de las mejores playas de esta parte de Europa. Rímini cuenta además entre sus hijos ilustres nada menos que al gran director Federico Fellini, cuyo nombre lleva el aeropuerto de la ciudad. Sin duda se trata de un lugar inspirador, como decía antes, sus playas son de las mejores que he visto y deben de haber sido muy inspiradoras, se trata de aguas muy tranquilas y de una agradable temperatura (por cierto, muy diferentes de las aguas gélidas, a 4 grados de temperatura, que conocí cuando niño en mis primeras experiencias de playa en Chile, aparte de las playas de la Isla del Príncipe Eduardo en Canadá, no he visto un mar mas inhóspito que el de las playas chilenas, verdaderamente para bañistas masoquistas).

Rímini ciertamente no tiene la sofisticación de Cannes o Niza, tampoco uno encuentra muchas chicas bellas tomando el sol ‘topless’ en sus arenas. Esta playa italiana es más bien un lugar asiduamente visitado por familias, con “nona” incluida y con muchos niños chicos. Hay, sin embargo, en general, un gran encanto en este lugar, elegido creo muy apropiadamente como etapa final de mis vacaciones, más relajada, después de varios días recorriendo sitios históricos y museos.

Hacía tres décadas desde que había estado en Roma, punto de partida de mi viaje. Se cumplía asi aquello que dice la leyenda, ya que la primera vez había lanzado las tres monedas a la Fontana di Trevi, un lugar emblemático de la capital romana, el mismo en que Anita Ekberg se sumerge en el clasico film “La dolce vita” de 1960 dirigido por Fellini y co-protagonizado por Marcello Mastroiani.

Ya que aludo al cine, es curioso como de alguna manera en mi imaginario mantengo una visión en blanco y negro de Italia, el blanco y negro de los grandes filmes que disfruté en mi juventud, el inolvidable “Il Sorpasso” con Vittorio Gassman y Jean L. Trintignant, o “I mostri” (“Los monstruos”), una hilarante comedia de humor negro con el mismo Gassman y Ugo Tognazzi, o las más oscuras obras de Antonioni, como el célebre “Eclipse”, eso ademas de aquellas del neo-realismo posterior a la guerra como “Ladrón de bicicletas”, de Vittorio de Sicca, que tuve oportunidad de ver en exhibiciones de cinemateca en los 60.

Como toda ciudad con un pasado imperial, Roma guarda esa grandeza y espectacularidad que a todo viajero debe impactar. Y con toda razón. Yo ciertamente me vi muy impresionado la primera vez que la visité y vuelvo ahora a sentir lo mismo ante la grandiosidad del Coliseo, o de la Basilica de San Pedro, o de las ruinas de lo que fue el Foro.

Curiosamente, me llama la atención que, a pesar de toda esa grandiosidad, Roma, en general, ha descuidado algo que en la vida moderna y con la afluencia de turistas, cobra mucha importancia: la casi total ausencia de baños publicos. Siendo más joven cuando la primera vez que la visite probablemente ese detalle no me llamó la atención. Tres décadas mas tarde es importante…

Afortunadamente, y crítico como soy de ella, aquí viene al rescate una antigua institución, supuestamente dedicada a proveer alivio espiritual a la gente, pero he aquí que la Santa Iglesia Católica, en su cuartel general en Roma (en el Vaticano para ser más preciso) proporciona tambien un alivio mucho mas concreto y corporal : a cada lado de la imponente Plaza de San Pedro, de manera discreta pero adecuadamente señalizada, se ubican los mejores servicios de toilet público de toda la ciudad, limpios como el alma de alguna santa y además gratuitos. Ya lo saben los que planeen viajes a la ciudad eterna: hay más de algún motivo para visitar el Vaticano. Digo, además de los excelentes museos y la espectacularidad de la basílica misma.

La falla de Roma en cuanto a tener baños publicos (después de todo el Vaticano es técnicamente un estado independiente, un país distinto a Italia con sus propias leyes y hasta su propio servicio de correos) no deja de sorprender, habida cuenta que los primeros servicios higiénicos o toilets publicos que existieron en el mundo fueron instalados precisamente en Roma. Eso fue iniciativa del emperador Vespasiano, de ahí que hasta hoy los baños públicos en muchas ciudades del mundo se llamen “Vespasianas” o su equivalente en sus respectivos idiomas.

Florencia había sido también un lugar visitado antes y su sentido de historia es presente en cada rincón de la ciudad. Esta es después de todo la ciudad de los Medicis, los grandes príncipes renacentistas que transformaron la ciudad en una potencia comercial, militar y sobre todo cultural en el Renacimiento. Esta es la ciudad también de Maquiavelo (Nicolo Machiavelli), cuya obra más conocida es, en realidad, una suerte de manual de instrucciones para cualquiera que ostente el poder político: “El príncipe” es hasta hoy la “biblia” de todo cientista político y de todo aquel que quiera dedicarse a la política.

Un arranque desde Florencia me llevó a Pisa, la ciudad de la famosa torre inclinada, recientemente reforzada en sus cimientos, pero obviamente no enderezada (estuvo en peligro de caerse de verdad), por supuesto un objeto arquitectonico del mayor interés.

Y finalmente Venecia, la ciudad de los canales, la que ha sido inmortalizada en tantas ocasiones: a mi memoria viene “Venecia sin ti”, cantada por Charles Aznavour, o la pelicula “Muerte en Venecia”, una notable adaptacion de la novela. Venecia, con sus canales, sus góndolas, el león alado que la simboliza, la iglesia de San Marco, la Torre del Reloj, es merecidamente patrimonio cultural de la humanidad y sinceramente creo que todo aquel que tenga la oportunidad de hacerlo, debe visitarla, es una de las ciudades más hermosas que he conocido.

Como Florencia, Venecia fue durante siglos un estado independiente (la unificación italiana, de la cual se cumple su sesquicentanerio en 2011, incorporó todas estas entidades independientes, incluyendo los antiguos Estados Pontificios, en el nuevo estado) y de ese periodo aún conserva la grandiosidad, la belleza de sus iglesias y el trazado mismo de la ciudad, en verdad una colección de islas unidas por medio de canales.

Aqui termino esta suerte de improvisado diario de viaje a un país que puede tener un muy mal primer ministro, pero que aún se precia de una gran historia, una excelente comida, un vino exquisito (y normalmente un vaso de él, es más barato que una Coca Cola). Un país fascinante con gente que ciertamente sabe vivir, y por ahora sigue prefiriendo sus pizzas y su buen vino a las tentaciones de la estupidez culinaria representada por McDonald’s o la Coca Cola, aunque ambos están muy presentes aquí (los McDonald’s también son un buen lugar para el alivio corporal del que antes hablé, son los únicos ‘restaurantes’ donde uno puede entrar para solo usar sus baños, por lo demás lo único para lo que valen la pena…), A Vespasiano le haría mucha gracia.

Salud desde Italia.

Comentarios: smartinez175@hotmail.com