HORS NORMES / THE SPECIALS. Francia, 2019. Un film escrito y dirigido por Éric Toledano y Olivier Nakache. 114 minutos.
HORS NORMES / THE SPECIALS. Francia, 2019. Un film escrito y dirigido por Éric Toledano y Olivier Nakache. 114 minutos.
Por Jorge Gutman
Los realizadores Éric Toledano y Olivier Nakache que han congraciado al público internacional con Intouchables (2011) retornan con una comedia dramática de hondo contenido humanista centrada en la gente afectada de autismo.
Para concretar esta película, más asemejada a un documental que a un relato de ficción, ambos cineastas efectuaron una apropiada investigación tomando como referencia la asociación francesa “Le Silence des Justes” creada por Stéphane Benhamou cuyo propósito es el de acoger e insertar en la sociedad a niños y jóvenes autistas. Ese período de observación durante un lapso de dos años permitió a los directores plasmar en un guión preciso y esclarecedor el mundo especial de quienes sufren esta patología. Para ello han contado con dos actores excelentes en los roles protagónicos además de la valiosísima participación de un autista real.
En una de sus mejores actuaciones para el cine Vincent Cassel caracteriza a Bruno, un judío que vuelca su energía e inigualable entusiasmo en una organización sin fines de lucro que constituyó a fin de albergar a menores y adolescentes autistas y cimentar la necesaria empatía para que ellos sientan que son objeto de afecto por parte de sus tutores. Al propio tiempo el carismático Reda Kateb anima al musulmán Malik que también ha creado un centro que sin perseguir el lucro tiene como objetivo capacitar a jóvenes provenientes de sectores desfavorecidos para que a su vez puedan cuidar a los que sufren de un autismo severo. A lo largo del relato se ve cómo ambas instituciones llegan a entrelazarse profesionalmente gracias a la excelente relación existente entre ambos dirigentes no obstante sus diferentes religiones.
Joseph (Benjamin Lesieur, verdadero autista) es uno de los violentos jóvenes que Bruno tiene a su cargo. En tal quehacer se aprecia el esfuerzo que realiza para tranquilizarlo y ganar su confianza, aunque a veces tiene que lidiar con su ansiedad de tirar la señal de alarma de los metros causando el consiguiente revuelo de los pasajeros. Asimismo este educador se preocupa en conseguirle un empleo al haber persuadido al dueño de una lavandería para que lo tome a prueba como aprendiz. Gradualmente el muchacho va adquiriendo mayor autonomía para gran satisfacción de su madre (Hélène Vincent) quien mucho agradece a Bruno la devota dedicación brindada a su hijo.
Malik por su parte no está exento de algunos sustos como cuando Dylan (Bryan Mialoundama), uno de los cuidadores que ha formado, descuida momentáneamente al patológico Valentin (Marco Locatelli, cuyo hermano es realmente autista) quien huye despavorido por el miedo y se pierde en medio de un intenso tráfico callejero. En todo caso, tanto Bruno como Malik tendrán momentos de satisfacción comprobando los avances logrados por sus pacientes.
Paralelo al tema central es importante destacar cómo estos centros se vinculan con las autoridades públicas. Eso está ejemplificado en las entrevistas realizadas por dos funcionarios (Frédéric Pierrot y Suliane Brahim) de la Inspección General de Asuntos Sociales de Francia, quienes cuestionan la falta de regulación de estas asociaciones no licenciadas además de señalar que el personal que cuida de los autistas no posee título oficial para realizarlo. Con todo, el ente público termina reconociendo la labor excepcional realizada por Bruno y Malik para mejorar la condición de vida de los autistas a su cargo, teniendo en cuenta que muchos de ellos, sobre todo los más vehementes e indisciplinados, son reacios a ser admitidos por los organismos autorizados.
Culminando con un hermoso final poético a la vez que optimista, donde se observa a Joseph bailando plácidamente con algunos de sus compañeros, el film abre el corazón de quien lo contempla.
A través de una realización sencilla pero efectiva, este conmovedor documento es altamente inspirador en la medida que a la manera de un cuento de hadas demuestra la manera en que abnegados individuos al servicio de una noble causa pueden cambiar la vida de quienes afectados por esta enfermedad merecen ser objeto de tolerancia, respeto y ser incluidos en el medio social en que viven. Por su positivo y aleccionador mensaje unido a las estupendas actuaciones de Cassel y Kateb Hors Normes merece su visión sin condicionamiento alguno.
RIDERS OF JUSTICE. Dinamarca, 2020. Un film escrito y dirigido por Anders Thomas Jensen. 115 minutos.
Una grata sorpresa es la que ofrece Anders Thomas Jensen en Riders of Justice al combinar con suma eficacia diversos géneros en los que se aprecia humor negro, thriller, drama, comedia absurda a la manera de los relatos de los hermanos Coen, así como también dinámica acción. El director danés, muy conocido en su tierra por la ingeniosidad de sus guiones, aquí se centra en las casualidades y coincidencias que acontecen cuando una inesperada situación conlleva a la siguiente y sucesivamente a otras más, tal como lo que aquí acontece.
La historia comienza con la bicicleta que le es robada a la adolescente Mathilde (Andrea Heicke Gadebertg) con la cual solía dirigirse a la escuela; por ese motivo su madre Emma (Anne Birgitte Lind) se dispone a llevarla en su coche, pero como el vehículo no consigue arrancar resuelven tomar el metro. En el mismo también viaja Otto (Nikolaj Lie Klass), un matemático obsesionado por las cifras estadísticas y probabilidades, quien viendo parada a Emma amablemente le ofrece su asiento. El destino produce una mala jugada cuando al poco tiempo el viaje se interrumpe por una fatal explosión que causa la muerte de varios pasajeros incluyendo a Emma. El pesar de Mathilde que sobrevive al accidente es muy grande como también lo es el de su padre Markus (Mads Mikkelsen), un militar que se encontraba en una misión fuera de Dinamarca y que regresa apresuradamente al país frente a la tremenda desgracia.
En tanto, Otto está convencido que el accidente no fue casual porque entre las víctimas del metro se encontraban un ex integrante de la banda de delincuentes Riders of Justice y su abogado quienes debían testimoniar ante la justicia sobre las actividades criminales de esos gangsters. Consecuentemente Otto provisto de ciertas informaciones que pudo detectar, invita a Lennart (Lars Brygmann) y Emmenthaler (Nicolas Bro), sus dos pintorescos amigos hackers, para que juntamente puedan probar que existió un atentado. Asimismo el matemático aparece en la puerta del hogar de Markus, explicándole cómo circunstancialmente conoció a Emma y su hija dándole a entender su propósito de desenmascarar a los culpables del atentado; al enterarse de ello, el desconsolado viudo se une al grupo con el propósito de aniquilar a los asesinos de su mujer. Además del cuarteto mencionado en esta azarosa aventura también están indirectamente involucrados el sensible jovencito Sirius (Albert Rudbeck Lindhart) con quien sale Mathilde y Bodashka (Gustav Lindh), un prostituto gay ucraniano.
Sin entrar en detalles adicionales cabe señalar que lo que prosigue es una calibrada comedia surrealista con algunas escenas decididamente graciosas y otras de convincente tensión en los enfrentamientos de Markus y sus compañeros con los mafiosos integrantes de la banda criminal.
La amena forma en que Jensen narra su alocada historia, ciertamente impredecible, permite que el espectador la saboree con gran placer; en gran parte eso se debe a su calificado elenco transmitiendo la variada gama de emociones requerida por el estupendo guión del realizador.
En suma, para atenuar en parte el drama de la reinante pandemia, resulta deseable que el cine continúe brindando muy buenas comedias escapistas como la que se acaba de comentar.
HYGIĖNE SOCIALE. Canadá, 2021. Un film escrito y dirigido por Denis Côté. 75 minutos
Radical, ecléctico, irreverente, provocativo, son algunos de los calificativos que caracterizan al cine de Denis Côté tal como lo ha demostrado a través de su filmografía integrada por 13 largometrajes y 4 cortos. En Hygiène Sociale nuevamente asombra al espectador ofreciendo una teatral sinfonía pastoral, ciertamente preciosista en su aspecto formal, lo que le ha valido obtener el premio a la mejor realización en la sección Encounters del Festival de Berlín.
Realizado en pleno período pandémico, su tema no está referido a esta maldita plaga, aunque sus personajes estando presentes de a dos a la vez,guardan una distancia social entre 5 y 6 metros a la manera de ciertas obras de autores clásicos del teatro francés como Racine y Corneille.
La historia está conformada por varias viñetas con largos planos fijos filmados a considerable distancia y que transcurren a la luz del día en pleno campo abierto. Su protagonista es Antonin (Maxim Gaudette), un inmaduro adulto tarambana, que sin domicilio fijo pernocta en el coche de un amigo y para subsistir se vale de pequeños robos efectuados a gente desprevenida. Eso no impide que se considere un cineasta, aunque ningun proyecto haya podido concretar.
En la serie de conversaciones a dúo entre este bribón y cinco mujeres, casi todas ataviadas con vestuario de época, la primera es la que mantiene con su hermana Solveig (Larissa Corriveau) quien le recrimina su conducta irresponsable haciéndole ver que ya es hora para que siente cabeza modificando su estilo de vida; sin embargo sus reproches no llegan a importarle dado que él justifica su modo de actuar. Posteriormente Antonin se enfrenta, siempre a distancia, con su separada mujer Églantine (Évelyne Rompré) quien le incrimina por no cumplir con su compromiso conyugal, aunque no es eso lo que él desea. A continuación se lo ve dialogando con Cassiopee (Éve Duranceau), de quien está enamorado pero la joven prefiere a otro cortejante. Una posterior escena se produce entre él y Rose (Kathleen Fortin), una recaudadora fiscal que le acusa de no pagar sus impuestos; finalmente este antihéroe confronta a la andrógina Aurore (Éléonore Loiselle) que le reclama la devolución de su computadora y la campera de su amigo que le robó de su auto después de haberle roto el parabrisas y uno de los vidrios.
Ciertamente, el contenido argumental risueñamente surrealista es solo una excusa de la que Côté se vale para su singular experimento cinematográfico decididamente anticonvencional. De todos modos, quien quisiera extraer algunas conclusiones podría inferir que el realizador pone a prueba la masculinidad frente al empoderamiento del sexo femenino reflejado en los últimos años; asimismo, la higiene social a la que alude su título podría implicar la distancia a nivel emocional que se produce en la era digital entre personas de igual o diferente sexo en la que finalmente prevalece la soledad humana. Dejando a un lado estas elucubraciones, lo concreto es que el film somete a la audiencia a un desafío intelectual que rinde sus frutos siempre y cuando se involucre en los códigos empleados por el inteligente realizador.
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