NUEVO ORDEN. México-Francia, 2020. Un film escrito y dirigido por Michel Franco. 86 minutos
NUEVO ORDEN. México-Francia, 2020. Un film escrito y dirigido por Michel Franco. 86 minutos
Por Jorge Gutman
Con una destacada filmografía que incluye entre otros títulos Daniel y Ana (2009), Después de Lucia (galardonada como la mejor película en Un Certain Regard de Cannes en 2012) y Las Hijas de Abril (distinguida con el Premio Especial del Jurado en la misma sección del Festival de Cannes en 2017), Michel Franco retorna con Nuevo Orden (Gran Premio del Jurado en el Festival de Venecia de 2020), un provocador y nihilista drama que genera una extraña a la vez que malsana fascinación.
El alucinante tema concebido por el realizador azteca trasunta su nihilismo frente a situaciones que acontecen en su tierra natal. De manera ambigua y sin adoptar un criterio decididamente político, Franco refleja lo que puede acontecer en un medio social con una considerable disparidad del ingreso, marcada violencia y corrupción gubernamental.
Como la calma que precede a la tormenta, las primeras escenas de esta impresionante distopía no pueden ser más auspiciosas. En una fastuosa mansión ubicada en uno de los suburbios residenciales de Ciudad de México, se contempla los preparativos del casamiento que allí tendrá lugar mientras la novia (Naián González Norvind) está preparándose para la gran ceremonia; en tanto los invitados comienzan a llegar a la casa que se encuentra bien resguardada por armados guardias de seguridad. Inesperadamente ese idílico escenario se interrumpe con la irrupción de fuerzas de asalto quienes sembrando caos y zozobra, con un inusitado salvajismo van dejando un regadío de muertes en el camino. Esa es la ocasión para que la humilde y servil población indígena se subleve y apoyada por grupos paramilitares imponga un nuevo orden social donde la rica población blanca quede sometida. Pero en este proceso de desintegración y degradación humana parecería que la nueva clase emergente y deseosa de ostentar el poder no es menos corrupta y violenta.
Con una impecable puesta escénica y una dinámica filmación con cámara en mano, Franco ofrece una perturbadora fantasía no lejana de la realidad. El impactante relato ilustra como la violencia inicial genera una aún mayor y que puede eternizarse si es que no se adoptan las medidas adecuadas que reviertan el proceso que vive la actual sociedad; de allí que resulte significativo el mensaje final donde se lee que “Solo los muertos han visto el Final de la Guerra”.
Además de la excelente interpretación de González Norvind quien acarrea el mayor peso del relato como la única persona noble y caritativa de la familia adinerada a la cual pertenece, el calificado elenco se completa con Diego Boneta, Mónica Del Carmen, Darío Yazbek, Fernando Cuautle, Eligio Meléndez, Lisa Owen, Patricia Bernal y Enrique Singer.
TROIS JOURS ET UNE VIE. Francia-Bélgica, 2019. Un film escrito y dirigido por Nicolas Boukhrief. 2 horas.
Un complejo drama psicológico es lo que se aprecia en Trois jours et une vie de Nicolas Boukhrief basado en la adaptación realizada de la novela homónima escrita por Pierre Lemaître. Si bien parte importante del logro de este film se debe a la riqueza del libro original, lo importante es que el realizador elaboró un excelente guión que desde el comienzo hasta el final mantiene una cautivante intriga.
La acción comienza en 1999, tres días antes de la fiesta navideña, en el pueblo belga de Olloy. En ese lugar donde todos se conocen vive Antoine (Jeremy Senez) de 12 años de edad junto con su cariñosa madre Blanche (Sandrine Bonnaire). El conflicto central se produce cuando después de una salida de Antoine con su vecino amiguito Rémi de 6 años efectuada al bosque cercano, el niño no retorna al hogar; a medida que las horas transcurren la inquietud se hace presa de todos los aldeanos, sobre todo para sus angustiados padres Michel (Charles Berling) y Émilie (Margot Bancilhon). La desaparición motiva a que el día de Navidad se inicie una gran movilización de las autoridades policiales y de la gente local para ubicar a Rémi; pero los esfuerzos resultan infructuosos cuando una endemoniada tormenta azota a la zona eliminando por completo cualquier huella de su paradero.
No resulta indiscreto anticipar lo ocurrido porque desde el principio se sabe cómo accidentalmente Antoine causó la muerte del niño para luego ocultar su cuerpo en el bosque. Ese trágico acontecimiento él lo mantiene en estricto secreto aunque eso no libera de cargar en su conciencia un profundo sentimiento de culpa; la pesadilla emocional que atraviesa se agrava aún más cuando comienzan a cundir sospechas de que Andrei (Arben Bajraktaraj), un polaco de la zona, pudiese haber estado involucrado en el hecho.
La segunda parte del relato transcurre doce años después cuando Antoine (Pablo Pauly), habiendo sido estimulado de niño por el doctor de la aldea (Philippe Torreton) para estudiar medicina, retorna al pueblo graduado de médico para visitar a su madre y constata que allí aún perdura el misterio de la suerte corrida por Rémi. La intriga del relato se intensifica cuando durante la estadía de Antoine se produce un inesperado acontecimiento que sería imprudente revelar.
Sin manipulación alguna Boukhrief de manera sutil logra mantener el progresivo suspenso de este sombrío relato excelentemente hilvanado; el mismo se encuentra agraciado por la magnífica puesta escénica y la buena descripción de los personajes caracterizados por su sólido reparto; en tal sentido cabe elogiar tanto a Senez como Pauly quienes intensamente transmiten las emociones trasuntadas por el personaje protagónico en diferentes etapas de su vida por la responsabilidad moral que le incumbe en la desaparición del infante.
A modo de reflexión queda abierta la pregunta si acaso es factible deslindar o liberar de culpabilidad a un menor que ha cometido un involuntario homicidio.
FINAL ACCOUNT. Gran Bretaña, 2020. Un film de Luke Holland. 91 minutos.
Aunque mucho se ha escrito, dicho y filmado acerca del Holocausto, la originalidad que presenta este respetable documental reside en su enfoque; en vez de centrar su atención en quienes han sobrevivido a la tragedia, el director Luke Holland, fallecido en junio de 2020, considera a quienes por acción u omisión estuvieron implicados en el genocidio que enlutó a la humanidad.
Desde 2008 y a lo largo de más de una década Holland ha ido recogiendo el testimonio de aproximadamente 300 ancianos alemanes y austríacos que han sido testigos de los crímenes cometidos y por lo tanto resulta de gran interés apreciar sus opiniones. Gran parte de lo logrado en el póstumo trabajo del realizador es el de haber sabido granjearse la confianza de veteranos nazis que rondan entre los 80 y poco más de 90 años.
No resulta fácil permanecer indiferente frente a lo que algunos entrevistados manifiestan. Así uno de los perpetradores claramente manifiesta ser simpatizante de Hitler a quien lo excluye de toda responsabilidad; solamente considera que hubiera sido mejor expulsar a los judíos de Europa en lugar de mandarlos a los campos de concentración. Otros miembros que formaron parte de la organización SS -principal responsable de ejecutar la política racial- alegan que estaban cumpliendo con las órdenes impartidas y creyentes de la posición asumida por Hitler. En este recuento un oficial nazi no cree que 6 millones de judíos hayan sido víctimas del Holocausto; por oposición un ex jerarca expresa su arrepentimiento y la vergüenza experimentada por el rol de Alemania en el imperdonable exterminio realizado.
Dejando de lado a los veteranos nazis el documental refleja cómo algunas personas civiles tanto de Alemania como de Austria fueron cómplices de esta tragedia denunciando a judíos que se encontraban escondidos en las cercanías de los campos de concentración. Significativo es el comentario de varias maduras mujeres austríacas donde algunas manifiestan no haber estado al corriente de lo que estaba aconteciendo en tanto que otras señalan que el temor obligaba a la gente guardar silencio sin comentario alguno.
El documental no omite algunas escenas de material de archivo que resultan escalofriantes como las actas de la Conferencia de Wannsee de 1942 donde funcionarios nazis de alto rango se reunieron para discutir la implementación de la “solución final” así como el testimonio de uno de los entrevistados que presenció la quema de una sinagoga en la horrenda noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 conocida con el nombre de “Kristallnacht”.
En este documento donde ciertamente no existe empatía hacia ninguno de los entrevistados acude a la memoria del espectador la renombrada teoría de “la banalidad del mal” formulada por la filósofa Hannah Arendt acerca de lo que puede conducir a seres humanos cometer atrocidades monstruosas. Como un buen recordatorio para la actual y futuras generaciones, el realizador concluye el documento con fotografías que exponen los cuerpos inertes de las víctimas torturadas en el Holocausto.
Al margen de sus valores cinematográficos el legado de Holland no puede ser más oportuno teniendo en cuenta cómo en la actualidad el racismo y el antisemitismo se acentúan en varias regiones del mundo. Solo cabe implorar que la historia no se repita.
PREMIĖRE VAGUE. Canadá 2020. Un film escrito y dirigido por Max Dufaud, Kevin T. Landry, Reda Lahmould y Rémi Fréchette. 74 minutos
Un cuarteto de cineastas quebequenses ha tratado de documentar a través de cuatro cortometrajes de ficción la situación vivida en Quebec durante el lapso de 100 días en que se desarrolló la primera ola de la pandemia, donde el primer caso se registró el 27 de febrero de 2020. Cada uno de los relatos transcurre en Montreal y mediante sus ocho personajes quedan expuestos los sentimientos de soledad, frustración, temor y demás facetas provocadas por el forzado confinamiento impuesto por esta maliciosa plaga.
Nobleza obliga reconocer el gran esfuerzo desplegado por todo el equipo actoral y técnico durante los 15 días de filmación que tuvo lugar en julio del año pasado. Con todo, los episodios relatados que transcurren en Montreal no aportan algo diferente de las numerosas situaciones diariamente comentadas por los diferentes medios de difusión sobre la forma en que la población se ajusta a este nuevo modo de vida. Consecuentemente el material de archivo intercalado en los diferentes relatos registrando las frecuentes conferencias de prensa del primer ministro de Quebec François Legault y el doctor Horacio Arruda con respecto a las diferentes medidas adoptadas, no resulta novedoso.
Entre las historias propuestas se destaca la referida a Daniel (Fayolle Jean Jr.), un afable repartidor a domicilio que debe ocuparse de su padre enfermo y sujeto a una silla de ruedas (Fayolle Jean); también se distingue la relativa a Marianne (Marie-Sophie Roy) cuya madre enferma reside en un hogar de ancianos y que en oportunidad del Día de la Madre no se le permite que pueda saludarla físicamente. En cambio no resulta muy relevante el segmento vinculado con Samuel (Mathieu Lorain Dignard) quien después de haber perdido su trabajo y haber sido abandonado por su novia se vuelca al arte; tampoco gravita mayormente la historia de Fanny (Myranda Plourde) que recién llegada a Montreal comienza una relación sentimental con Guillaume (Luka Limoges).
Queda como balance un film testimonial que resulta demasiado familiar en lo que expone; en este aspecto habría resultado más provechoso si se hubiera encarado un único relato ya sea de ficción o documental que profundizando más en sus personajes pudiera trascender con más vigor.
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