I CARRY YOU WITH ME. México-Estados Unidos, 2020. Un film de Heidi Ewing. 111 minutos.
I CARRY YOU WITH ME. México-Estados Unidos, 2020. Un film de Heidi Ewing. 111 minutos.
Por Jorge Gutman
Con 22 documentales en su haber la directora Heidi Ewing encara en I Carry You With Me su primer trabajo de ficción centrando la atención en dos personajes mexicanos gays de la vida real, Ivan García y Gerardo Zabaleta, mediante la reproducción de sus vidas durante un lapso de dos décadas.
Con gran sensibilidad femenina, Ewing considera varios temas que se van complementando como el de la orientación sexual, la disfuncionalidad familiar, el reconocimiento profesional, el sueño americano, la inmigración ilegal así como la diáspora de vivir en un país ajeno.
La acción se ubica en Puebla, en 1994. Iván (Armando Espitia) de 20 años es un culinario diplomado que trabaja empeñosamente en un restaurante lavando la vajilla, en tanto que su aspiración de ser promovido a cocinero y llegar a ser chef dista de concretarse. Separado de su mujer Paola (Michelle González) que está a cargo de su pequeño hijo Ricky (Paco Luna), mantiene oculta su homosexualidad. Su vida cobra un vuelco cuando conoce a Gerardo (Christian Vázquez), un adjunto profesor universitario que no tiene problema alguno en dar a conocer su preferencia sexual, y entre ambos surge un fuerte vínculo sentimental.
A través de flashbacks en breves escenas se aprecia cómo transcurrieron los años de infancia de ambos. En tanto que el padre de Iván no disimula su desilusión cuando descubre su inclinación sexual, el de Gerardo -un rico y machista ranchero de Chiapas- lo castiga severamente por ser como es.
Cuando Paola descubre que su marido mantiene una relación con Gerardo, lo amenaza con no permitirle ver a su hijo. Esa situación impulsa a Iván a dejar Puebla, una ciudad donde los obstáculos sociales con los prejuicios existentes impiden que pueda vivir sin temor su amor con Gerardo.
Consecuentemente Iván acompañado de Sandra (Michelle Rodrígez), su amiga de la infancia, inicia el riesgoso viaje clandestino hacia Estados Unidos, aspirando a un mejor porvenir como cocinero, reunir el dinero suficiente para enviar a su hijo y eventualmente retornar a México algún tiempo después para reunirse con su compañero.
El resto del relato concebido por Ewing y el coguionista Alan Page Arriaga, expone la experiencia de lván en territorio americano quien está afincado en el distrito neoyorkino de Queens. Comenzando con trabajos menores, a medida que el tiempo transcurre y con la llegada de Gerardo -también de manera ilegal- la situación profesional les llega a sonreír en el ramo gastronómico hasta lograr el manejo de un exitoso restaurante donde se cumple el ansiado sueño de Iván de devenir un buen chef.
La trama va adquiriendo mayor intensidad emocional al ir exponiendo la vulnerabilidad de estos dos personajes que no obstante la buena situación económica y la satisfacción de poder expresar su amor libremente, viven indocumentadamente y a la vez sienten la gran añoranza hacia la tierra natal con el vacío que les produce estar distanciados de la familia. Eso se refleja más intensamente en el caso de Iván quien con gran amor paternal anhela poder reencontrarse con su hijo adulto después de más de veinte años de no haber tenido un encuentro físico; pero es consciente de que si viaja a México no podrá retornar a Estados Unidos y por otra parte su hijo tampoco puede venir a visitarlo porque le ha sido negada la visa americana.
El conflicto emocional suscitado por la paternidad está muy bien planteado por Ewing logrando que la última parte del relato adquiera considerable envergadura dramática.
La observación que merece este film es que su narración no cronológica no es la más acertada en la medida que los continuos saltos en el tiempo distraen en parte la atención del espectador.
En todo caso el reparo mencionado no atenúa los méritos de esta agridulce historia filmada con cámara en mano donde la realizadora con la colaboración de la impecable fotografía de Juan Pablo Ramírez permite captar auténticamente tanto los escenarios naturales en que transcurre la acción como asimismo la interacción que se suscita entre los protagonistas; en tal sentido la remarcable interpretación brindada por Espitia y Vázquez permite que sus personajes logren una excelente química, muy bien transmitida a la platea.
BEANS. Canadá, 2020. Un film de Tracey Deer. 92 minutos
Los traumas vividos en la temprana edad de una persona no desaparecen fácilmente con el transcurso del tiempo al quedar registrados en la memoria; eso es lo acontecido con la directora autóctona Tracy Deer que inspirada en su experiencia preadolescente dramatiza en Beans los lamentables acontecimientos de “La Crisis de Oka” que tuvo lugar en la provincia de Quebec.
Considerada como una de los jóvenes talentos emergentes por el TIFF, donde el film tuvo su estreno mundial el año pasado, la realizadora experimentada en el género documental ofrece en su primer trabajo de ficción un vigoroso drama exponiendo el proceso de madurez que atraviesa una niña Mohawk de 12 años durante los violentos incidentes acaecidos.
El conflicto estallado en el verano de 1990 con una duración de 78 días, se originó con el pronunciamiento de un tribunal que autorizó a los blancos propietarios del campo de golf de Oka a que éste se expandiera a través de la deforestación de un bosque de pinos que albergaba el sagrado cementerio donde estaban enterrados los ancestros de dos comunidades Mohawk de Kahnawake. Ese hecho provocó el dramático enfrentamiento de la población autóctona con el Servicio de Policía Provincial de Quebec y el ejército canadiense.
La grave disputa es experimentada por Tekenhentahkhwa (Kiaventiio), de sobrenombre Beans, una excelente estudiante Mohawk que acaba de terminar su educación primaria y vive en Oka con sus padres (Joel Montgrand y Rainbow Dickerson) y su hermana menor (Violet Beauvais). Si bien al principio ella es una chica ingenua, a medida que el incidente va cobrando intensidad ella observa la crueldad existente en el medio ambiente que la rodea y comienza a comprender lo que significa ser una persona perteneciente a los pueblos originarios; esa transición de la inocencia hasta adquirir conciencia de la realidad que la circunda es en parte debido a su nueva amiga April (Paulina Alexis) quien trata de fortalecerla y enseñarle a luchar frente a los hechos dramáticos que se van desarrollando. A todo ello Beans se debate frente al deseo de su madre de que prosiga sus estudios en una escuela privada y se asimile a la población blanca arriesgando así su identidad autóctona y la de su padre aspirando a que ella no renuncie a sus raíces.
Acertadamente la directora ha utilizado extractos de archivos que se conjugan muy bien con la narración de ficción permitiendo así que el clima de tensión creado adquiera completa autenticidad; entre algunas de las tristes escenas se observa a la gente blanca proliferando insultos a los Mohawk mientras que éstos a través de pancartas ruegan que finalice el apartheid canadiense que sufre su comunidad.
A la ágil dirección de Deer se agrega la magnífica actuación de la adolescente Kiawentiio que prácticamente domina el relato con su presencia confiriendo total veracidad a la indígena Beans. Este conmovedor y vibrante film que ha servido de catarsis para la realizadora, constituye un llamado de atención para que quede definitivamente eliminada la discriminación racial a la que ha sido sometida tanto la población autóctona de Oka como la que habita a lo largo del territorio canadiense.
TOVE. Finlandia-Suecia, 2020. Un film de Zaida Bergroth. 103 minutos
Puede que para quienes no viven en Finlandia o en los países escandinavos el nombre de Tove Jansson (1914-2001) no resulte familiar; no obstante ha sido una de las artistas finlandesas más importantes del siglo pasado en su condición de pintora, escritora, dibujante e ilustradora. De allí que resulte más que bienvenido este film de Zaida Bergroth enfocando a esta creadora durante un breve y fructífero período de su vida.
El guión de Eeva Putro comienza en Helsinki en 1944 donde se contempla una ciudad arrasada por los bombardeos bélicos. Allí, trabajando en su taller Tove (Alma Poysti) enfoca su atención en la pintura además de ilustrar como dibujante a los Mummins, personajes que representan unos hipopótamos blancos que constituyen un eslabón esencial en su carácter de escritora de cuentos infantiles. Con todo, la tarea que realiza no es apreciada por su padre (Robert Enckel), un renombrado escultor, que juzga a las caricaturas esbozadas por su hija como algo sin mayor trascendencia. Si bien en un principio el trabajo de Tove no llega a repercutir, pocos años más tarde alcanza una extraordinaria popularidad gracias a los Mummins y a otros personajes de su creación que cobraron vida en las tiras de historietas cómicas además de haber sido trasladados al teatro con gran éxito; eso se complementa con el válido reconocimiento obtenido como talentosa pintora.
Pese a que el relato no deja de considerar el proceso de creación artística de Tove y su búsqueda de completa independencia como tal, la trama centraliza la atención en el estudio caracterológico de su persona. Considerando que la vida es una aventura nutrida de giros y vueltas, su naturaleza bohemia y de libre espíritu gravita alrededor de dos personas que trascendieron en su vida. Una de ellas es el político izquierdista Atos Wirtanen (Shanti Roney), con quien entablará una relación amorosa a pesar de que él es un hombre casado; pero el vuelco emocional de Tove será mayor cuando conoce a Vivica Bander (Krista Kosonen), una directora teatral de la alta sociedad finlandesa e hija del alcalde de la ciudad, con quien mantendrá un apasionado romance. Sin embargo, Tove no puede ocultar su frustración al ver que su amor no es correspondido por su amante quien no tiene reparo alguno en mantener aventuras amorosas con otras mujeres. Aunque en principio la artista rehúsa la propuesta matrimonial de Atos al haberse divorciado de su mujer, finalmente accede unir su vida a él pero el matrimonio es de corto alcance porque ella no puede desprenderse del fuerte sentimiento hacia Vivica. Aunque el desarrollo del relato se detiene a mediados de la década del 50, después de su desilusión amorosa la atribulada Tove encuentra su definitivo destino sentimental en Tuulikki Pietilä (Joanna Haartti), una artista gráfica que será su compañera hasta el final de su existencia.
Dentro del esquema tradicional del relato biográfico, la directora ha logrado una meticulosa puesta escénica manteniendo un fluido ritmo en su narración. En todo caso la solidez del film reside en la estupenda caracterización de Poysti quien sumergiéndose en la personalidad de la pintora, a pesar de haber llegado a ser reconocida como una prestigiosa artista demuestra su fragilidad al ver que su ansiada libertad de actuar se ve refrenada al quedar atrapada por una fogosidad amorosa sin futuro alguno. La interpretación de Poysti no ensombrece la de Kosonen quien convincentemente transmite la personalidad egocéntrica y egoísta de una mujer en procura de satisfacción sexual pero desprovista de amor. Igualmente impecable es la composición de Roney como el afable individuo enamorado de Tove pero que encuentra en Vivica una fuerte competidora en los sentimientos de su amada a la que no puede vencer.
En esencia, este es un tierno relato sentimental agraciado por un buen elenco y sólidos valores de producción. Mención especial merece la banda sonora incorporando agradables temas, entre otros, de Edith Piaf (C’est Merveilleux), Benny Goodman (Sing, Sing, Sing), Josephine Baker (De temps en temps), Glenn Miller (In the Mood) y el famoso tango de Carlos Gardel interpretando “Por una Cabeza“.
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