Acciones de Bukele en El Salvador asustan al mundo
Acciones de Bukele en El Salvador asustan al mundo
– Las decisiones autoritarias del presidente salvadoreño comienzan a menguar su popularidad en el país.
En junio de 2019, Nayib Bukele asumió como presidente de El Salvador prometiendo ser la renovación que buscaba el país luego de tres décadas de gobiernos bipartidistas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) y la Alianza Republicana Nacionalista (Arena), que se repartieron el poder entre 1989 y 2019.
Pero de a poco la imagen de cambio de quien es el presidente más joven de la nación centroamericana (asumió la presidencia con 38 años), se ha ido desdibujando con sus posturas autoritarias que hacen recordar el oscuro pasado de las dictaduras en Latinoamérica y que han puesto en alerta a entidades como la Organización de Estados Americanos (OEA) o Human Rights Watch, que considera que, con Bukele, El Salvador va camino de convertirse en “una dictadura”.
Y esa idea ha sido recopilada irónicamente por el mandatario que llegó al poder haciendo campaña desde su celular y que ahora gobierna a través de él.
“El Dictador más cool del mundo mundial”, “Dictador de El Salvador” o la más reciente: “Emperador de El Salvador”, han sido las descripciones que el Presidente salvadoreño ha utilizado en su cuenta de Twitter para responder a los señalamientos de la oposición y la comunidad internacional a su manera de conducir el país.
Y aunque parezca una estrategia para burlar las críticas, Rafael Piñeros, máster en análisis de problemas políticos, económicos e internacionales y docente de la Universidad Externado, explica que los choques del Presidente con el Legislativo y Judicial dan muestra de las ganas de Bukele de “concentrar el poder en su figura”, señala.
Esa idea tomó fuerza el 9 de febrero de 2020, cuando irrumpió acompañado de un séquito de militares en el recinto de la Asamblea para presionar a los diputados –de mayoría opositora en ese momento– a que aprobaran un préstamo de 109 millones de dólares para la financiación de su plan de seguridad. Los parlamentarios aprobaron los recursos y de paso, el país comenzó a ver la cara dictatorial de su mandatario.
Tras la acción, conocida como “Bukelazo”, el presidente defendió la irrupción en una columna de opinión en el diario The Washington Post, argumentando que la seguridad en la Asamblea era una preocupación pues “decenas de miles de salvadoreños estaban fuera de la Asamblea pidiendo la remoción total de sus miembros”.
Además, reiteró que “la separación de poderes no está en riesgo en mi país”.
Sin embargo, un mes después, no acató las órdenes de la Corte Suprema de que dejara de usar al Ejército en los operativos de detención de los infractores de la cuarentena estricta que impuso para contener la covid-19 y que incluían la detención hasta por 30 días en prisión de quienes incumplieran la medida.
Más tarde, en abril, tras la publicación de una serie de fotografías en la que reos, integrantes de las pandillas más peligrosas del país, aparecían mezclados en las celdas de varias cárceles como respuesta al aumento de la tasa de homicidios en el país, Bukele abogó por el uso de “la fuerza letal” en una ofensiva contra los miembros de pandillas criminales que estaban delinquiendo en las calle en el marco de la ola de violencia.
“El pandillero que ponga resistencia será abatido con fuerza proporcional y posiblemente letal por nuestra fuerza pública”, advirtió Bukele en su momento a través de Twitter.
Estas polémicas decisiones tuvieron repercusión en organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; sin embargo, la mayoría de la población, cansada de la violencia, respaldó las medidas.
Desde el inicio de su mandato, que va hasta 2024, Bukele ha contado con la aprobación de la población. O eso es lo que muestran las encuestas.
El sondeo más reciente del diario salvadoreño La Prensa Gráfica, muestra que el 84,7% de la población aprueba la gestión del mandatario. Aunque la cifra es alta, su popularidad mostró una reducción de casi seis puntos, ya que, en los primeros meses del año marcaba 90% de apoyo.
Esto demuestra que, además de cooptar los poderes –tras las elecciones legislativas de febrero, en las que la Asamblea ahora tiene mayoría oficialista–, las más recientes acciones del gobierno del presidente más joven de Latinoamérica que afectan directamente a la población, empiezan a lastimar su imagen.
Tras la destitución de los magistrados de la Sala Constitucional de la Corte Suprema por parte de la Asamblea, y el nombramiento de afines al gobierno, Bukele logró que se avalara la reelección presidencial en 2024.
Eso, sumada a la también destitución del fiscal general, una serie de cambios previstos a 215 artículos de 272 de la Constitución y la adopción del uso del bitcoin, provocaron a una multitud de ciudadanos que se han lanzado a la calle a manifestarse en contra del Presidente.
Dos manifestaciones masivas, las del pasado 15 de septiembre y el 17 de octubre, fueron la muestra del descontento de sindicatos, asociaciones de jueces, estudiantes, feministas y campesinos que rechazan las posturas del presidente que en respuesta y a modo de burla, publica videos y montajes en sus redes sociales minimizando las marchas.
Y aunque por redes el gobierno subestima el poder de las marchas, la semana pasada la Asamblea terminó por decretar la prohibición –hasta el 8 de diciembre– de las marchas con el argumento de contener la covid-19. Quien lo incumpla podría ir a la cárcel.
Las protestas de los salvadoreños ya dieron frutos. De acuerdo con La Prensa Gráfica, Bukele reversó una reforma de pensiones que se presentaría el 15 de septiembre, cuando se llevaron a cabo las primeras concentraciones. Ese día, dijo que aplazaría 30 días su presentación, es decir, el 15 de octubre, pero nuevamente desistió.
En todo caso, las posturas del Presidente, que sigue respondiendo con sátira a sus detractores, describiéndose en redes sociales como dictador o emperador y utilizando montajes como Julio César, continuarán bajo la lupa de la comunidad internacional, el último en reaccionar ante esto fue el gobierno de Joe Biden.
Juan González, el principal asesor para Latinoamérica del presidente estadounidense indicó el viernes, en entrevista con la Agencia Efe, que el presidente salvadoreño “usa la popularidad para debilitar el sistema democrático”.
“Es algo que nos preocupa bastante” dijo y agregó: “Vamos a trabajar para prevenir que El Salvador se vuelva otra Venezuela”
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