THE TRAGEDY OF MACBETH. Estados Unidos, 2021. Un film escrito y dirigido por Joel Coen. 105 minutos
THE TRAGEDY OF MACBETH. Estados Unidos, 2021. Un film escrito y dirigido por Joel Coen. 105 minutos
Por Jorge Gutman
Después de haber dirigido con su hermano Ethan casi una veintena de films, por primera vez Joel Coen asume en solitario la dirección de esta película basada en el drama shakesperiano La Tragedia de Macbeth escrita en 1606. No obstante que la obra ha sido trasladada al cine en numerosas oportunidades, como en los casos de Orson Welles (1948), Akira Kurosawa (1957), Roman Polanski (1971) y Justin Kurzel (2015), el realizador quiso intentar suerte a través de su propia visión.
La adaptación realizada por Coen respeta la obra de Shakespeare sin innovar. Macbeth (Denzel Washington) es el heroico guerrero que por su lealtad al rey Duncan de Escocia (Brendan Gleeson), después de haber aplastado una rebelión para derrotarlo es nombrado Barón de Cawdor. Con todo, él aspira a algo más, sobre todo teniendo en consideración la profecía de las tres brujas (excelente Kathryn Hunter) de que llegará a ser rey.
Después de que Duncan hace saber que su joven hijo (Harry Melling) será quien heredará el el trono, Macbeth impulsado por su ambiciosa esposa Lady Macbeth (Frances McDormand) comete el regicidio deshaciéndose de Duncan para inmediatamente proclamarse soberano de Escocia, Cumplido con los deseos de su mujer, el nuevo monarca comienza su reinado sembrando un sendero de sangre con todos aquéllos que puedan interponerse en su camino, incluyendo el asesinato de su fiel amigo y colaborador Banquo (Bertie Carvel). El sentimiento de culpa que va envolviendo a Macbeth por la violencia de los crímenes cometidos, sobre todo en el caso de Banquo cuya figura fantasmal lo va acosando, produce su desestabilización psicológica; algo semejante acontece con Lady Macbeth, que gradualmente va enloqueciéndose hasta llegar al suicidio.
Las interpretaciones de Washington y McDormand son remarcables. El conocido actor director ofrece una excelente caracterización del codicioso, despótico y sangriento tirano cuyo proceso de degradación lo conduce a un ineluctable final. La veterana McDormand una vez más demuestra su condición de excepcional intérprete y después de haber obtenido el Oscar por Nomadland nuevamente suscita entusiasmo animando a la diabólica instigadora Lady Macbeth. El resto del elenco acompaña magníficamente a los dos protagonistas; además de los nombres ya citados, igualmente se distinguen, entre otros, Corey Hawkins como Lord Macduff que habrá de vengarse de Macbeth por haber ordenado la muerte de su mujer (Moses Ingram) y de su hijo, Alex Hassell como Ross y Miles Anderson como Lennox, dos nobles escoceses.
Visualmente, la película es maravillosa gracias en gran parte a la valiosa contribución del director de fotografía Bruno Delbonnel; en una magnífica filmación en blanco y negro va creando una atmósfera de lúgubre pesadilla con algunas escenas memorables como la de las brujas con los cuervos sobrevolando el espacio. La música de Carter Burwell y la diseñadora de vestuario Mary Zophres asimismo realzan los valores de esta producción.
Finalmente merece distinguir la meticulosa puesta escénica de Coen cuyo resultado es un film que trasciende más intelectualmente que en su dimensión emocional; si bien el director no agrega algo diferente a lo ya conocido, de todos modos esta nueva versión sigue siendo valedera teniendo en cuenta que la esencia de la obra concebida hace cuatro siglos tiene relevancia actual; así basta considerar que la democracia es una utopía para ciertas regiones del mundo en donde persisten regímenes dictatoriales no muy diferentes del ejercido por Macbeth.
LICORICE PIZZA. Estados Unidos. Un film escrito y dirigido por Paul Thomas Anderson. 133 minutos.
Sin ser autobiográfico, el realizador Paul Thomas Anderson que pasó su infancia y adolescencia en el Valle de San Fernando en California, ubica la acción en ese lugar que conoce muy bien transmitiendo afectuosamente las experiencias vividas por un audaz adolescente con una muchacha mayor que él durante la década del 70.
El día en que la fotógrafa Alana (Alana Haim) de 24 años toma fotos de los estudiantes de enseñanza media en la escuela donde asiste el adolescente Gary (Cooper Hoffman), él se queda prendado contemplándola y de inmediato apela a su rápida labia para tratar de conquistarla; la diferencia de edad existente hace que ella no le preste mayor atención; sin embargo la autoconfianza demostrada por Gary motiva a que Alana le acepte la invitación a cenar. De allí en más surge entre ellos un vínculo sui generis en donde la intención de Gary de forjar una relación romántica con Alana, queda obstaculizada porque para ella es un sentimiento de exclusiva amistad lo que la acerca al muchacho.
Aunque el guión de Anderson adquiere la forma de un conjunto de viñetas independientes antes que un relato tradicionalmente cohesionado, eso no disminuye la eficacia de las diferentes peripecias que atraviesan estos dos personajes. Así vemos cómo el precoz Gary trata de impresionar a su dama demostrando que es un hábil empresario ya sea cuando vende camas de agua a un lunático productor de Hollywood (Bradley Cooper), o bien cuando instala un negocio de máquinas de pinball; a todo ello se lo ve seleccionando a agentes para el lanzamiento de avisos comerciales. En cuanto a Alana, en una risueña situación se la contempla conduciendo un camión de despacho al que se le agota la gasolina, sobre todo cuando acontece la crisis de petróleo de 1973 con la escasez del indispensable combustible.
La amistad entre ambos está sujeta a algunos altibajos; así Gary trata de producir celos a Alana estando con otra chica, en tanto que ella hace lo propio con un actor de cine (Sean Penn); de todos modos, la sangre nunca llega al río y prontamente se produce la reconciliación.
Sin entrar a detallar otras situaciones que nutren al film, cabe señalar que su fuerza reside fundamentalmente en la interpretación de Hoffman y Haim en un memorable debut que ambos realizan frente a la cámara. El joven actor, hijo del desaparecido gran intérprete Phillip Seymour Hoffman, impresiona maravillosamente animando al efusivo y simpático muchacho en su proceso de madurez hacia la edad adulta; por su parte la novata Haim demuestra el talento de una consumada intérprete caracterizando a la insegura joven que después de algunos fracasos sentimentales trata de encontrar un amor que le dé sentido a su vida y que quizás podría hallarlo en Gary. Los dos remarcables comediantes mantienen una lograda química que trasciende fácilmente a la audiencia.
Sin ser el mejor trabajo de Anderson, el realizador permite que su narración adquiera fluidez dirigiendo a un buen elenco donde en los roles de apoyo se destacan Cooper, Penn, Tom Waits, Harriet Sansom Harris, Christine Ebersole y Benny Safdie, entre otros. Igualmente merece destacar la excelente fotografía de Michael Bauman y la evocativa banda sonora de Jonny Greenwood. En esencia, he aquí un film que desafiando expectativas destila nostalgia y ternura dejando al espectador una agradable sonrisa al finalizar su proyección.
AU REVOIR LE BONHEUR / GOOD BYE HAPPINESS. Canadá, 2021. Un film escrito y dirigido por Ken Scott. 107 minutos
El realizador Ken Scott popularizado en Canadá por La Grande Séduction (2003) y Starbuck (2011), retorna a Quebec para incursionar nuevamente en el género de comedia popular centrando su atención en los lazos fraternales puestos a prueba como consecuencia de un acontecimiento dramático.
Después del fallecimiento del padre (Pierre-Yves Cardinal), sus cuatro hijos acompañados de sus familias se congregan en Île de la Madeleine para los funerales y con el propósito de dispersar posteriormente las cenizas del difunto.
Como es tradicional en este tipo de relatos, el guión de Scott destaca la diferente personalidad de cada uno de los personajes. Charles-Alexandre (Louis Morissette), el pragmático hermano mayor es un rico hombre de negocios, William (Patrice Robitaille) es un escritor que sufre el bloqueo del autor al que le falta inspiración para completar su pieza teatral; el nostálgico Thomas (Antoine Bertrand) es el que más sufre por la muerte de su progenitor y Nicolas (François Arnaud), el menor de los cuatro hermanos, es la personificación del típico bon vivant, placentero e irresponsable individuo que aficionado a la cocina aspira a ser chef.
Los conflictos comienzan cuando Nicolas pierde la valija conteniendo las cenizas de su padre y las complicaciones prosiguen cuando al llegar a la mansión familiar comprueban que Liliane (Julie Le Breton), la leal encargada de cuidar la residencia, la ha utilizado como bread and breakfast para turistas que visitan la zona; con todo la gran sorpresa se produce con la lectura del testamento del padre.
Dentro de una historia previsible, la trama va originando los encuentros y desencuentros que se producen entre los hermanos discutiendo los trámites de la sucesión del progenitor; de todos modos no se requiere ser muy avispado para aventurar que finalmente las diferencias de criterio quedarán zanjadas predominando el lazo fraternal que los terminará uniendo. Sin mayor emoción, el relato se nutre de algunas instancias levemente graciosas sin trascender demasiado. A falta de ideas sorprendentes, cabe destacar la correcta actuación del cuarteto protagónico y de Le Breton en el prácticamente único personaje femenino que adquiere relevancia; asimismo es buena la fotografía de Norayr Kasper captando la belleza natural del archipiélago quebequense.
Plagada de nobles sentimientos, esta comedia dramática aunque no lograda plenamente se deja ver sin ser muy exigente.
THE LOST DAUGHTER. Estados Unidos-Grecia, 2021. Un film escrito y dirigido por Maggie Gyllenhaal. 121 minutos. Disponible en Netflix a partir del 31 de diciembre
En su debut como realizadora la talentosa actriz Maggie Gyllenhaal decidió trasladar a la pantalla la novela de Elena Ferrante La Figlia oscura de 2006 cuyo tema central es el de la maternidad.
En la adaptación efectuada por Gyllenhaal se sigue las tribulaciones de una mujer en dos momentos de su vida. En el presente se observa a Leda (Olivia Colman), una mujer de 48 años profesora de literatura en la Universidad de Cambridge en Massachusetts, que se encuentra de vacaciones en una isla griega; ella está instalada en una casona asa cuyo propietario (Ed Harris), es un afable americano que vive allí desde hace tiempo. Pronto se habrá de saber que Leda tiene dos hijas, Blanca de 25 años y Martha de 23, con las que guarda cierta distancia.
Dispuesta a gozar de la playa, su tranquilidad se ve alterada con la llegada de una bulliciosa familia neoyorkina; eso le permite observar a Nina (Dakota Johnson), una de sus integrantes, lidiando con su inquieta y traviesa hijita Elena. Cuando la niña repentinamente desaparece provocando la angustia de su madre, Leda logra encontrarla y antes de devolverla a sus padres guarda consigo la muñeca de Elena.
El vínculo que surge entre las dos mujeres, en gran parte debido al comportamiento de Nina hacia su hija, motiva a que Leda recuerde su pasado con respecto al tratamiento que ella adoptó con sus propias hijas cuando eran pequeñas. Mediante flasbacks se ve a la joven Leda (Jessie Buckley), casada y madre de dos niñas a las que prácticamente no llega a tolerarlas; priorizando fundamentalmente su carrera académica no tiene reparos en dejar su hogar y familia con tal de cumplir con sus metas de mujer intelectual e independiente; en ese interín llegará a conocer en un congreso al catedrático profesor Hardy (Peter Sarsgard) a quien respeta y admira.
Volviendo al presente, se aprecia cómo esos recuerdos comienzan a desestabilizar a esta enigmática mujer que gradualmente va adoptando un comportamiento absurdamente extraño bordeando con la psicopatía.
Quien no haya leído la novela de Ferrante, le será difícil llegar a comprender la actitud ambigua de Leda; no hay nada que pueda justificar el ocultar la muñeca a la que Elena estaba apegada, en tanto que su familia trata esforzadamente de hallarla; menos claro es el flirteo que mantiene con un joven cantinero de la playa (Paul Mescal). A ello se agrega una escena completamente banal en la que ella acude a una sala de cine.
A través del relato Leda no es juzgada ni como buena ni mala madre, como tampoco parece que a través de sus recuerdos emerja un sentimiento de culpa o arrepentimiento por el abandono de sus hijas; de allí que resulte difícil compenetrarse con este personaje. En última instancia, este thriller psicológico resalta la dificultad de una mujer en conciliar la maternidad con el ejercicio de una profesión que la mantenga exitosa y libre de cualquier prejuicio sexista..
Los méritos del film no descansan en su trama sino en la esmerada puesta escénica de la novel realizadora, la brillante actuación de Colman así como el remarcable desempeño de Buckley.
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